Un héroe llamado José María Arguedas...
Una vez apareció un héroe cultural
en nuestro país. Pero como todo héroe llego
tarde al campo de batalla y se sumió en la pesadumbre y en el testimonio más inverosímil. Un día de
niño pasaba con su padre por un lugar donde habían muchas piedras y le
confesaba a su padre que la piedra dura y maciza le cantaba. A lo que su padre
un abogado ilustre le corregía que no podía ser porque las piedras no tienen
vida. El niño juraba oír voces que le cantaban y se entercaba en testimoniar
que las piedras le cantaban, pero todo ello sucedió como por un arte de magia.
Ese niño acucioso y rebelde ante la desaparición de los Andes creció amando
esas indómitas montañas tutelares y el ciclo peligroso y sonámbulo de la
naturaleza andina. Creció escuchando las historias de los campesinos y de los
labriegos de aquellas lejanas comarcas, y en las bruces de su caballo
acompañando a su padre conocía y sentía el silencio inmaculado pero a la vez
misterioso del otrora imperio de los incas. Era un tipo leído como todo aquel
que tiene hambre de respuestas y conocimiento, y en su interior llameaba un
fuego ardiente por conservar y dar refuerzo espiritual a unos Andes que ya se
estaban alterando. En ese sentido estudio antropología en La Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y creyó como todo joven ingenuo en que el vehículo
para liberar a los pueblos de la opresión y de la infelicidad era el
socialismo. De seguro leyó a Mariátegui y con el tiempo se convirtió en otro
Amauta, un educador e investigador, un conservador de las costumbres y de las
potencialidades ancestrales de esas frías alturas.
El creía en la ciencia como todo
aquel que le da su savia vital para intervenir con racionalidad y planificación
en la realidad, pero por motivos
internos y de euforia personal se adentro en la narrativa para que la
literatura no desfigurara el retrato nebuloso y ladino que los escritores de
aquel entonces urdían del indio. El veía al campesino indígena como una cultura
que vivía en equilibrio natural con el ecosistema de su entorno, y que
descifraba un enorme cariño y generosidad con la tierra y sus elementos
adyacentes. El entro en la narrativa porque supuso, como yo percibo que los
aportes sistemáticos de la cultura peruana diseñados por reputadas autoridades
de la inteligencia social desvirtuaban y por lo tanto ensombrecían las profundidades
civilizatorias del mundo andino. La novela era el terreno para resarcirle al
quechua el honor a ser un lenguaje de proceso vital para la identidad peruana,
tal como lo es el castellano. Y trataba en sus piruetas dramáticas de que el
peruano construyera una realidad dialógica animando la vida con el uso del
quechua y el castellano. Por eso en su esfuerzo cultural de repintar los Andes
y sus permanencias culturales, se esforzó por dar fuerza al arte serrano, al
mundo artesanal, a la música del mundo serrano, y a toda manifestación cultural
que supusiera la pervivencia de un principio de realidad que empezaba a
difuminarse.
José María Arguedas era tan orgulloso de su origen que no
tenía reparos en decir desde el Perú cuando viajo a Europa, que los ingenieros
y arquitectos europeos esconden tras su megalomanía cultural de piedras y
ciudades avanzadas un gran temor, un gran olvida metafísico de lo que realmente
son. Y que ahí en los desolados Andes, en la mirada huidiza del indio peruano,
y en sus indescifrables cordilleras subsistía encerrado un nuevo principio de
realidad que testimoniar y hacer lenguaje por mor de la conservación del
planeta. No conozco del todo los Andes, y menos he sentido el quechua, pero en
mis aventuras sensoriales por la selva he percibido ese mismo potencial
detenido, dispuesto a ser liberado en cualquier momento. Es la modernización de
la que se sienten orgullosos incendiarios y saqueadores la que resulta una
amenaza de entropía cultural y sensorial para las comunidades alto-andinas y
selváticas. Aunque Arguedas se concentro en los Andes, pues el locus de manejo
estructural y ecosistémico del país reside en como regulemos la vida social en
aquelllas alturas, y desde ahí hacia la
Costa y la selva, no dejo de percibir que el mundo andino que tanto amaba se
trastocaría y se extraviaría en la aventura nunca ganada de la
individualización racionalista. El no
deseaba negar a la modernidad, pero su temor era que el indio al desear la
realidad de sus opresores, terminara por dejar mas desoladas las cumbres alto-andinas
y de ese modo buscara ser aquello que por naturaleza no es: un ciudadano de un
sistema de metrópolis que siempre lo rechazara. A pesar del orgullo cifrado a
sus empresas y progreso material y educativo el migrante es un advenedizo en
una ciudad donde el criollo de pura sepa ya no existe, pero en donde todo el
que llega a estas ciudades grises se encandila con ser como el.
El criollo es un experimento, un caleidoscopio
de identidades que intento dar convivencia armoniosa y estética al habitante de las categorías populares
con los aventureros oligarcas, pero que fue frustrado por la escisión de la
cultura de las elites en manos de la expansión de los medios de comunicación de
primera y segunda generación , y por la carga de alienación y huachafería que resulta
hasta hoy en día la construcción de la cultura profesional en el Perú oficial.
Nunca hemos tenido una síntesis en el seno de las ciudades donde la
individualización y el mandato generacional de la educación prosperan porque
todos los esfuerzos etno-mentodológicos de hallarle sentido de integración a la
peruanidad han colisionado con una cultura de la supervivencia escéptica que ha
utilizado todo lo aprendido en contra de la articulación de intereses o de la
armonía de culturas diversas. Arguedas sabía que el muro ontológico sobre el
cual se construyo la peruanidad no
podría ser vulnerado si sólo se hacía reposar la fuerza de la secularidad para
deshacer los enclaves tradicionales del atraso estructural en la mera conducta
racional y legal, si no además esta
secularidad no iba acompañada del despliegue de un espíritu andino y sabio que
le diera contenido, sustancia y control colectivo a esa modernización que se
terminó desbocando.
Las pinturas de creolización y
sincretismo audaz que Arguedas dibujo para hallarle a su espíritu atormentado una salida autoconsciente que además
sirviera para hacer predominar y evolucionar a la cultura andina sin que esta
perdiera su trascendencia, lo llevaron a una aporía, donde el lenguaje
utilizado para recrear a la cosmovisón andina se pego fuerte con la metafísica
criolla a la que las migraciones del campo a la ciudad deseaban innoblemente. El despertar por la tierra y la escalada de
movilizaciones que se gestaron en el campo como síntomas de cambios
estructurales hacia el progreso social no eran sino búsquedas reaccionarias de
hallarle individualidad a una identidad
que renuncio a su origen, y se autodesprecia como forma de sentirse reconocida
por un mundo cada vez mas ingrato. Hallarse ha sido la complicidad de las
culturas y etnias por no reconocerse en si mismas, y si a cuestas de cuestionar
la dominación del otro. Nuestra alteridad no ha servido para incrementarmos
como cultura referencial sino para anularnos con las justificaciones de la
pobreza estructural que afecta a todos. Hoy los muros raciales y de clase que
se levantan para enfrentarnos entre persuanos hallan su origen en la actitud de
trasgresión y desidia empírica que ha atravesado a los peruanos. Arguedas sabía
que esta química violenta y de agresión fundamental que no nos permite
integraranos debía ser barrida por una katarsis milenarista o por el acuerdo de
mestizaje social que caracteriza al mundo peruano en su totalidad. Hoy la falta
de un entendimiento reificado en el lenguaje que nos procesa como sistemas de
vida, obstacuiliza el acaecimiento de un saber cada vez mas consciente de las
complejidades y abismos que identifican a nuestra formación sociocultural.
Nuestra lengua y el modo como escondemos lo que somos en el olvido acordado de
nuestra locura económica hace que cada
grupo étnico por mor del interés y de la sibrevivencia cultural se deje inocular el rencor hacia su propio
origen, y con esto adore con
resentimiento y desorden esquizofrénico todo lo que se le niega, pero a la vez
ansía con un afán enfermizo.
Aunque antropólogo e incansable
testimoniador de un mundo que prefería la ignominia como vehiculo de rendencion
material, Arguedas supo como ningún otro que la generosidad del hombre andino y
hoy de los amazñonicos culminaría en la contaminación y en la adoración
pacharaca a la bazofia criolla. Y por ello inmortalizo en sus novelas, pero
sobre todo en el zorro de arriba y en el zorrro de abajo el modo como la anécdota
y la narrativa eran más poderosas que la negligente y reduccionista explicación
desarrollista de su tiempo. Su careo de crueldad con intelectuales
promocionados por la revolución latinoamericana alcanzo los limites de la
intransigencia y la desaprobación mas desubicada, tan sólo porque Arguedas en
su responsabilidad y siucidio seguro, buscaba una forma de lenguaje y de
comunicación al fin y al cano que interviniendo en la realidad social también reanimara
de amabilidad y querencia a esta tierra que ya no habla el lenguaje de los
antiguos. Muy fiel al que lo deje trabajar jamás le perdonaron que siendo
simpatizante del socialismo coolaborara con Belaúnde en la Casa de la cultura,
y que en cierto modo desaprobara la denuncia y el proselitismo político como
formas de rencor y revanchismo innecesario que le importaba un comino la
inmarcesible tradición telúrica de los andinos. Igual esta sucediendo en la
Amazonia: Con las ínfulas de los antiguos misioneros, y colonos desechadores
del diablo e idiolatría, el activismo de
las ONGs esta en son de la búsqueda de mas sociedad civil desmantelando con
ello, la restauración y las formas tan increíbles
de procesar la vida en la selva, sin que por ello se sientan responsables de la
alienación que cae sobre el migrante amazónico hacia las principales ciudades.
En cierto sentido la dialéctica del
empoderamiento rebelde descompuso y averió toda una forma de comunicación
alegórica con la naturaleza y sus tesoros, y adelanto como siempre lo hace la
visión materialista y explotadora de un mundo cultural al que consideran
atrasado y un obstáculo para la tan innecesaria como laudable
industrialización. Las desconexiones arbitrarias que provoca el mundo de los ideólogos
y capacitadores sociales ayer como hoy crean una situación de desestabilización
ontológica que desencanta el amor de los comuneros con la naturaleza
circundante y le introyectan el miedo a lo desconocido que hace posible el yugo
de los publicistas y los grandes amantes del consumo liberal. Nunca el uso de
las armas de la democracia representativa para hacerla implosionar por parte del pensamiento dialectico desde el
interior han logrado desgarrar la habilidad con la que cuenta el capitalismo y
la avaricia del dinero para recolocarse y mutar sin ningún problema. El problema no es la habitual movilidad
espiritual y panteísta con la que experimenta el mundo el indígena de las
comunidades sino la torpe idea que su saber ancestral es una rémora, y una
total falta de libertad ante modelos y escenarios que se dicen avanzados y
llenos de calidad racional. En la alegoría el mito comunica y alimenta un todo
orgánico que es libre y prospero sin percibirlo. Al despertar al comunero de su estado de
inocencia auto-culpable lo que hacen las culturas que apuestan por la
modernización es emancipar un problema de socialización y de voracidad que la
gestión del actual sistema de consumo urbano y técnico es incapaz de resolver o
gerenciar. Todo lo que olvida el
comunero se convierte en necesidad y problema de salud mental que el Estado de
cosas no sabe resolver porque cree que la igualdad ante la ley es lo mas
preventivo y necesario para que las diversidades se entiendan y lleguen a
acuerdos de progreso social. Lo que no quieren darse cuenta es que estas
charlas de empoderamiento y desarrollo de capacidades, y de inteligencia
emocional sino son redefinidas según nuestra savia panteísta de amor por la
tierra consiguen el efecto contrario de manipular las armas del sistema para exigir
derechos y bloquear con violencia lo que por naturaleza se les ha dado por
añadidura. El problema del país no es sólo de entendimiento conociendo las
bases emocionales del Perú sino de estrategia para depurar todas las impurezas
y accidentes culturales que el origen heterónomo de la República despertó ante
una enorme responsabilidad.
Lo que haría Arguedas sería deshacerse de esa
mala visión reduccionista y violenta de la modernización y su dialéctica perversa,
y sustituirla por un autodescubrimiento del carácter festivo y cálido que acompaña
al peruano a todas partes. Antes que vestir y revestir de pompa al santo hay
que saber rezarle con optimismo en búsqueda de un espíritu de aprobación de
todo lo que la modernización no aprueba.
Arguedas se quedo preso de la melancolía de ver como la migración hacia
explosionar a la cultura de las alturas que el engullo con amor. Se quedo en
una cosmovisión nostálgica y triste del mundo, sin advertir que el
aplastamiento del consumo desmesurado lo que hace es frenar y convertir en productos
todo lo que acecha como alegría y
festividad creciente. El mundo para Arguedas era reencontrar se con la naturaleza
y revivificarla, y por otra parte. era el
repensar al migrante como ciudadano del mundo político. Ninguno de los dos caminos se cumple hoy y si estamos pésimo como
nivel de organización y de respuesta espiritual es porque las categorías y las
propuestas de índole proclamado que se vendieron como Pensamientos
profundos al desbaratarse la feudalidad
en el Perú terminaron siendo un fiasco de arrogancia cuando eran un chicle
mascado y arrojado en la calle. El haber confiado el pensamiento del país a
quien en parte lo desorganizo es anarquizar y aniquilar en la barbarie de la
envidia y la conveniencia interesada lo
que es el desarrollo de los talentos innatos desde tempranas edades. Es querer
echarle siempre la responsabilidad del atraso y la desobligación a las
condiciones intertextuales de la vida social, y
no querer darse cuenta que justicia es lo que uno busca para si mismo.
Hoy Arguedas resuena como nuestro
maldito que escribía para hacer catarsis de un mundo cuyo mensaje no fue comprendido.
El se suicido a mi entender porque se le hizo sentir que su obra y vida la
había vivida en vano, porque una chilena joven que era su pareja le engañaba en
su cara y lo desmoralizó y porque en cierta medida no creció, se detuvo en el
tiempo de las rocas parlantes y de su amor incondicional por una lugar que no
tiene patriotas. Moraleja: Nunca sean deshonestos con la vida que les ha dado
el creador, por sacrificarse por mal agradecidos. Primero cúrate a ti mismo y
luego con redoble de energía sana a otros. Los liberales y marxistas no
entienden esto pues viven adictos al mundo, mientras que Arguedas trataba de
hacer que su escritura hablara en el aire.
El buscaba a Dios en sus versos.
Hoy las estrategias que el inmortalizo en sus pinturaas literarias van
aun muy pegadas al lengaje, de lo que se
trata es de inclinarse a despertar el no lenguaje…. Pero esto es otra historia,
Ficción o realismo? Usted decide…
Nuestro Amauta es tan grande que todavía tardaremos mucho en descifrar todo su inmenso legado. Hay, hermanos, muchísimo que hacer como dijo Cesar Vallejo, nuestro mejor poeta, como José María Arguedas es sin ninguna duda nuestro mejor narrador.
ResponderEliminarEL FUE UN EPICO DE NUESTRA ESENCIA EXTRAVIADA. UN GUARDIAN DE NUESTRO ESPIRITU. ES UNA LASTIMA QUE PENSEMOS CON LOS OJOS. QUIEN DESEA CAMBIAR UNA REALIDAD DEBE FLUIR EL PRIMERO, SINO ESTA ENVENENANDO AL MUNDO Y A SI MISMO
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