Ficciones 9. La llegada de los Cumpas
Una tarde al caso anochecer mi
madre me envío a Centro Escolar a buscar con urgencia kerosene para hacernos el
lonche y recalentarnos la sopita de pollo. Mi padre no había venido del trabajo
en el centro de Lima, y por todas las bodegas se carecía del esencial combustible.
Por esos años afines de los años 80s durante el gobierno de Alan Garcìa había tal
inflación de los `precios que todos los hogares de mi barrio se empobrecieron,
y habían largas colas en las bodegas y mercados por los vìveres de la consumo
diario. Ese dìa no había salido a la calle con mi hermano, por precaución, pues mi padre y madre trabajaban cerca de donde sucedìan los atentados, y era
mejor estar al resguardo de cualquier eventualidad. Aburrido mi madrecita me
enviò a que lo consiguiera donde las vecinas había averiguado que un faite lo
vendìa clandestinamente.
Sali con mi pelota de trapo a la
calle y tome la ruta mas cerca al callejón donde me había dicho que encontraría
lo buscado. Tome Huari y la plaza de mercado se hallaba cerrada, mas adelante esquivando
baches, y desagües destapados veìa largas colas de vecinos buscando pan y otros
viveres requeridos en el barrio. En las
bodegas se agolpaban madrecitas y vecinos faites arranchandose lo que llegaban
y se armaba una barahúnda de padre y señor mìo. Avanzaba y veìa familias desalojadas con sus
muebles en las calles, por no poder pagar los alquileres por las nubes. Llegaba
a Centro escolar y veìa a la panaderìa completamente saqueada, y chibolos
sentados en las veredas esperando a que los comedores populares repartieran
cuaker con leche y pan con jamonada. Llegue al bendito callejón y en medio de
vecinos traconeando el angosto espacio, hice mi cola como todo el mundo y luego
de una hora de estar aguardando escuchaba la lora de los vecinos acerca de los
precios inflados, los saqueos en la ciudad, y la llegada de elementos extraños
a las calles del barrio. Me vendieron un galòn bien caro, y todo contento Sali con
mi mercancìa valiosa y mi pelota dominada a la calle mas ancha, tomando el
camino por Coronel Zubiaga. Cuando
ingresaba a la calle, un gordo ceboso se me interpuso en el camino y me
arrancho la pelota con las manos, y empezó
a bolsiquearme. No se como por atrás sentí colgado sobre mi cuello algo que me
ahoracaba y me quitaba mi respiración. El gordito me pedìa el kerosene y la
pelota, y al saber que mi madrecita me partiría las nalgas con el chicote sino
volvìa con lo tan urgente, reaccione y le di un patadon en los huevos, y un
rodillazo en la calle, y al marrulengo chibolo lo tire sobre el sardinel de la
vereda, dándose un buen golpe en la cadera. Tome mi balón la mercancìa
requerida y silvando una tonada cachosa de Yola polastri me escabulli en la
calle directo a mi casa, perdiéndolos en la calle semi alumbrada. Llegue a mi
jato, y mi madrecita y mi tia Cuca me esperaban preocupadas. Comimos nuestra
avena con leche enci, y nuestra pan con
doble jamonada de pollo.
Pasaron unos meses del año 89, y
las cosas en la vida política del país se empeoraron. Veìa avisos de políticos hablando
de un paquetazo, muertos regados en la serranìa, y atentados con coches bombas
en los principales edificios públicos del Estado. Para mi que era un casi púber
todo ello me era indiferente, pues mi familia era acomodada, y en verdad no entendía
porque tanto atropelllo y abuso en este país tan bello. Me limitaba a estudiar
con mi hermano, ver futbol descentralizado y salir a jugar pelota en la calle
con los patas de toda la vida. Pero no era insensible del todo, aunque aùn no entendía
el sentido de la injusticia que se manejaba en este país tan contradictorio.
Solo recuerdo que varia veces unos amigos casi gemelos llamado los conejos, se
me acercaban a mi ventanal y me ofrecían lapiceros y cuadernos, y me pedían un
sencillo para comer, pues sus padres le sacaban la mugre sino los ayudaban. Tenía
mi propina así que los ayudaba, pero no podía comprender como unos niños podían
salir a la calle a ganarse la vida, pues a caso no había trabajo para los padre
que eran comerciantes?....
Una tarde de fin de semana
mientras íbamos perdiendo con un equipito de Huamalíes, nos acordonaron una
patota de chibolos que procedían de Centro escolar. Yo estaba tan concentrado
en ganar el pistazo que no había reparado que el gordo ceboso se hallaba en el
centro de la cuadra mirándome con una cara de poto. Querían participar de la
jornada pelotera con apuesta, asi que el nero amigo de toda la vida acepto, y
luego de reaccionar y dar vuelta al marcador ganamos tres a dos, con dos
golazos del nero, un buen delantero a lo Carty, y un penal bien ejecutado de
este servidor. Entraron los forasteros
embalados y luego de unos bailes nos dimos cuenta que no querìan jugar sino
robarnos nuestra plata bien ganada durante toda la tarde. Cuando me llego el balón,
me saque a un contrario y directo al gordo ceboso que me esperaba en la defensa
en frente del portero le hice una guacha de aquellas y directo al pòrtero lo
mande a guardar pan y goooool!. Estaba gritando cuando el robusto visitante me
agarro del cuello con sus dos manotas, y me llevo al suelo a pelear. Se armo
una trifulca en medio de la calle entre
mi mancha y la mas numerosa de ella.
Reaccione y le mordí la pierna, y
no se como le volví a dar un zapatillón en los hijos de la familia, y le di un
puñetazo en la cara. Ya le estaba por
ayudar a Toto un chato de la cuadra que jugaba con nosotros, cuando alguien de
una casa contigua vestido como militar y poncho dio unos tiros al aire,
gritando: ¡lumpenes de mierda vuelvan a sus casas hoy habrá apagón, el enemigo
es otro, asi que cálmense y jodan en otra parte! De inmediato la calle se hizo
silenciosa. Y esa noche cuando era toda tinieblas Salí a comprar velas, y no se como al regresar
por desaguadero, divise a lo lejos en el cerro del Agustino el símbolo grandote
de Sendero haciendo llamas y anunciando que ya estaban en Lima, para cercarla. Ahí
recién entendí lo que era un show de carnicerìa, que era un gran riesgo para mi
familia. Al detenerme en medio de la calle mirando asombrado escuchaba en la
eaquina cerca de mi casa una música de huayno muy alegre, y una proclama a lo
lejos ¡ Socorro Popular ha llegado a Lima! Pensé los cumpas han llegado a Lima,
putamare!. Llegue a casa y un atentado
en la esquina de la plaza de armas un coche bomba había reducido a escombros
una tienda de telas y terciopelos. Mi madre había llamado por teléfono fijo a
mi padre, y el le contaba la oscuridad y el toque de queda por las calles de
Huallaga. El terrorismo ya no era TV para nosotros los lúmpenes. Ya mi familia
pensaba en salir de ahí….
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