sábado, 7 de julio de 2018

Ficciones 9. La llegada de los Cumpas





Una tarde al caso anochecer mi madre me envío a Centro Escolar a buscar con urgencia kerosene para hacernos el lonche y recalentarnos la sopita de pollo. Mi padre no había venido del trabajo en el centro de Lima, y por todas las bodegas se carecía del esencial combustible. Por esos años afines de los años 80s durante el gobierno de Alan Garcìa había tal inflación de los `precios que todos los hogares de mi barrio se empobrecieron, y habían largas colas en las bodegas y mercados por los vìveres de la consumo diario. Ese dìa no había salido a la calle con mi hermano, por precaución,  pues mi padre y madre trabajaban  cerca de donde sucedìan los atentados, y era mejor estar al resguardo de cualquier eventualidad. Aburrido mi madrecita me enviò a que lo consiguiera donde las vecinas había averiguado que un faite lo vendìa clandestinamente.

Sali con mi pelota de trapo a la calle y tome la ruta mas cerca al callejón donde me había dicho que encontraría lo buscado. Tome Huari y la plaza de mercado se hallaba cerrada, mas adelante esquivando baches, y desagües destapados veìa largas colas de vecinos buscando pan y otros viveres requeridos en el barrio. En las  bodegas se agolpaban madrecitas y vecinos faites arranchandose lo que llegaban y se armaba una barahúnda de padre y señor mìo.  Avanzaba y veìa familias desalojadas con sus muebles en las calles, por no poder pagar los alquileres por las nubes. Llegaba a Centro escolar y veìa a la panaderìa completamente saqueada, y chibolos sentados en las veredas esperando a que los comedores populares repartieran cuaker con leche y pan con jamonada. Llegue al bendito callejón y en medio de vecinos traconeando el angosto espacio, hice mi cola como todo el mundo y luego de una hora de estar aguardando escuchaba la lora de los vecinos acerca de los precios inflados, los saqueos en la ciudad, y la llegada de elementos extraños a las calles del barrio. Me vendieron un galòn bien caro, y todo contento Sali con mi mercancìa valiosa y mi pelota dominada a la calle mas ancha, tomando el camino por Coronel  Zubiaga. Cuando ingresaba a la calle, un gordo ceboso se me interpuso en el camino y me arrancho la  pelota con las manos, y empezó a bolsiquearme. No se como por atrás sentí colgado sobre mi cuello algo que me ahoracaba y me quitaba mi respiración. El gordito me pedìa el kerosene y la pelota, y al saber que mi madrecita me partiría las nalgas con el chicote sino volvìa con lo tan urgente, reaccione y le di un patadon en los huevos, y un rodillazo en la calle, y al marrulengo chibolo lo tire sobre el sardinel de la vereda, dándose un buen golpe en la cadera. Tome mi balón la mercancìa requerida y silvando una tonada cachosa de Yola polastri me escabulli en la calle directo a mi casa, perdiéndolos en la calle semi alumbrada. Llegue a mi jato, y mi madrecita y mi tia Cuca me esperaban preocupadas. Comimos nuestra avena con leche enci, y  nuestra pan con doble jamonada de pollo.

Pasaron unos meses del año 89, y las cosas en la vida política del país se empeoraron. Veìa avisos de políticos hablando de un paquetazo, muertos regados en la serranìa, y atentados con coches bombas en los principales edificios públicos del Estado. Para mi que era un casi púber todo ello me era indiferente, pues mi familia era acomodada, y en verdad no entendía porque tanto atropelllo y abuso en este país tan bello. Me limitaba a estudiar con mi hermano, ver futbol descentralizado y salir a jugar pelota en la calle con los patas de toda la vida. Pero no era insensible del todo, aunque aùn no entendía el sentido de la injusticia que se manejaba en este país tan contradictorio. Solo recuerdo que varia veces unos amigos casi gemelos llamado los conejos, se me acercaban a mi ventanal y me ofrecían lapiceros y cuadernos, y me pedían un sencillo para comer, pues sus padres le sacaban la mugre sino los ayudaban. Tenía mi propina así que los ayudaba, pero no podía comprender como unos niños podían salir a la calle a ganarse la vida, pues a caso no había trabajo para los padre que eran comerciantes?....

Una tarde de fin de semana mientras íbamos perdiendo con un equipito de Huamalíes, nos acordonaron una patota de chibolos que procedían de Centro escolar. Yo estaba tan concentrado en ganar el pistazo que no había reparado que el gordo ceboso se hallaba en el centro de la cuadra mirándome con una cara de poto. Querían participar de la jornada pelotera con apuesta, asi que el nero amigo de toda la vida acepto, y luego de reaccionar y dar vuelta al marcador ganamos tres a dos, con dos golazos del nero, un buen delantero a lo Carty, y un penal bien ejecutado de este servidor.  Entraron los forasteros embalados y luego de unos bailes nos dimos cuenta que no querìan jugar sino robarnos nuestra plata bien ganada durante toda la tarde. Cuando me llego el balón, me saque a un contrario y directo al gordo ceboso que me esperaba en la defensa en frente del portero le hice una guacha de aquellas y directo al pòrtero lo mande a guardar pan y goooool!. Estaba gritando cuando el robusto visitante me agarro del cuello con sus dos manotas, y me llevo al suelo a pelear. Se armo una trifulca en medio de la calle entre  mi mancha y la mas numerosa de ella. 

Reaccione y le mordí la pierna, y no se como le volví a dar un zapatillón en los hijos de la familia, y le di un puñetazo en la  cara. Ya le estaba por ayudar a Toto un chato de la cuadra que jugaba con nosotros, cuando alguien de una casa contigua vestido como militar y poncho dio unos tiros al aire, gritando: ¡lumpenes de mierda vuelvan a sus casas hoy habrá apagón, el enemigo es otro, asi que cálmense y jodan en otra parte! De inmediato la calle se hizo silenciosa. Y esa noche cuando era toda tinieblas  Salí a comprar velas, y no se como al regresar por desaguadero, divise a lo lejos en el cerro del Agustino el símbolo grandote de Sendero haciendo llamas y anunciando que ya estaban en Lima, para cercarla. Ahí recién entendí lo que era un show de carnicerìa, que era un gran riesgo para mi familia. Al detenerme en medio de la calle mirando asombrado escuchaba en la eaquina cerca de mi casa una música de huayno muy alegre, y una proclama a lo lejos ¡ Socorro Popular ha llegado a Lima! Pensé los cumpas han llegado a Lima, putamare!.  Llegue a casa y un atentado en la esquina de la plaza de armas un coche bomba había reducido a escombros una tienda de telas y terciopelos. Mi madre había llamado por teléfono fijo a mi padre, y el le contaba la oscuridad y el toque de queda por las calles de Huallaga. El terrorismo ya no era TV para nosotros los lúmpenes. Ya mi familia pensaba en salir de ahí….

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La desunion de una familia

  Hace unos meses conversaba con una vecina que es adulto mayor. Le decía que a pesar de tener 75 años se le veía muy conservada y fortaleci...