domingo, 22 de julio de 2018

Colonialidad del poder: ¿Compromiso o distanciamiento?





En una mesa de trabajo que se realizó en Agosto de este año en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el marco del IX Congreso de Sociología 2013[1], se escucho detenidamente el balance académico de más de una década de los enfoques de la colonialidad del poder, sus conquistas, dificultades y perspectivas[2]. Esta expresión “colonialidad del poder”[3] cara al Profesor Aníbal Quijano y que se ha vuelto una bandera epistémica de las diversas luchas emancipatorias a nivel global, es a no dudarlo la continuación de la cultura crítica originaria de los enfoques de la dependencia que nacieron allá en la década de los 60s, y que tuvo como texto insignia el libro “Dependencia y Desarrollo en América Latina” de los profesores Enzo Falleto y Fernando Henrique Cardoso[4]
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Por diversas razones que no detallaré con exhaustividad el escenario de represiones dictatoriales y la debacle organizativa y social que supuso el profundo período de ajuste estructural y desmantelamiento del Estado populista de los 80s y 90s[5] dejaron sin piso político para que las recetas de estos enfoques de anular la dependencia se llegaran a concretar, lo cual devino en una seria crisis de legitimidad del marxismo, a medida que las propuestas y la cultura democratizadora de las izquierdas perdía también la lucha por el sentido común en las culturas populares y ciudadanas.

En este sentido, las retransformaciones del poder, y la pérdida sistemática de influencia de la cultura crítica para intervenir en el poder político y hacer contrapesos democráticos a Estados que se convirtieron en la puerta de ingreso para la reorganización y descomposición de las sociedades a las que pregonaron servir, hizo que se mudara el foco de preocupación de las energías intelectuales desde el análisis  de la economía política[6] a las nuevas subjetividades desprotegidas y a la cultura de los actores que las anteriores lecturas sociales habían descuidado. La fuerza del cambio no se ubicó más en tratar de movilizar las estructuras sociales en pos de dar forma a economía nacionales autónomas, sino que se reubicó en intentar potenciar desde iniciativas microculturales y locales a los actores sociales e individuales que habían quedado sumidos en la pobreza y en la exclusión, producto del desmantelamiento de la sociedad  a favor de la multiplicación de los agentes y empresas neoliberales.
En este marco de abandono del análisis de la economía política, ingresaron con fuerza los estudios culturales, que desde la literatura y la antropología, incluso desde los departamentos de comunicaciones[7] bregaron por restaurar los lazos sociales rotos por una economía de mercado que sumía a los actores y a las personas en profundas crisis de sensibilidad, violencia y soledad consumista, enfatizando en las experiencias de resilencia[8] o de “minorías activas” [9]que podían a pesar de las recesiones y de la crisis salir adelante. Aunque en sus inicios estos estudios culturales de impronta norteamericana[10] poseían inclinaciones fuertemente apolíticas, pues sólo celebraban objetivamente la vida cultural sin tomar partido, pronto surtieron las bases conceptuales para el fuerte trabajo social de las ONGs (Organizaciones no Gubernamentales) que ampliaron y evidenciaron con estudios de campo los diversos rostros del poder que un capitalismo sin mayor sofisticación, mercantilista y sin arraigo en la sociedad creaba. A medida que el capitalismo se volvía sólidamente cultural y consumista se percibió que los estudios culturales deberían dejar de lado los planteamientos diletantes y hasta displicentes, e intentar darle un sentido más político a los procesos culturales de dominación que legitiman el capital, de ahí que se haya mudado las urgencias hacia los estudios postcoloniales[11].

La vuelta de la democracia[12] y con ella la posibilidad de que los tejidos socioculturales se rehicieran, permitió la vuelta de un arte y una vida cultural intensa en los sectores de clase media, en los colectivos juveniles[13], y en los monopolios del glamour de las clases altas. Este contexto ha permitido hasta ahora la recuperación de una tenue sociedad civil informada que media entre el humanismo, el activismo y las movidas socioculturales, que es la generadora y la promotora de los estudios de la colonialidad del saber. Ahora no sólo se posee una cultura crítica que puede armar con facilidad una visión de conjunto del país sino que se ha conseguido construir una visión cultural detallada de un país donde el tema cultural, a pesar de tantos escaramuzas, ortodoxias y pragmatistas ha sobrevivido y regresa con fuerza con las propuestas transversales de la interculturalidad[14] y su inclusión en la construcción del Estado peruano. Se puede decir para concluir que la introducción de los estudios culturales, y su acertada politización con los estudios postcoloniales han permitido una recuperación intelectual de las ciencias sociales y humanidades, y ha continuado con mayor complejidad la visión social que las ciencias sociales iniciaron progresistamente en los 70s.

Si menciono el evento del congreso es porque creo que este renacimiento cultural que ahora alcanza tímidamente las formas políticas de la protesta ingresa en un eclipsamiento peligroso. Y se notó pues en las ponencias de la mesa de colonialidad del poder, los balances a cerca de los estudios de la colonialidad hablaban de modo sutil que esta veta del saber, que es la responsable a su modo de la captura del poder de las experiencias de Estado del Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil[15] y las demás experiencia de izquierda del continente, se esta volviendo en una moda que esta siendo cliseteada, y convertida en un habito postmoderno[16] irresponsable que la neutraliza y le hace enmascarar las diversas formas que el poder que pregona desocultar. Creo que para pasar a desarrollar este argumento debo decir como argumento marginal, que en el Perú la específica construcción de nuestra cultura intelectual y los antagonismos que nuestras ideas han tenido con los procesos políticos hacen complicado que estos conceptos maestros de la cultura crítica hayan arraigado en las culturas populares, y por lo tanto su sospechoso aristocratismo[17] en estos últimos tiempos, distorsiona toda posibilidad de potenciar la política desde las izquierdas desde las bases sociales, y sobre todo desarrollar una lectura empírica y constructiva de nuestra heterogeneidad nacional. Esta es el drama que a mi parecer no viven nuestros vecinos latinoamericanos y que es necesario evidenciar para arrogarnos el título de socialistas.

A nivel macro se puede argumentar que ya los estudios postcoloniales han cumplido en el nivel político lo que se habían propuesto: repotenciar a los movimientos sociales y a las diversas experiencias y nuevas subjetividades que han logrado la forma de Estado en casi toda Latinoamérica luego de una desoladora época de neoliberalismo y de búsqueda de destrucción de las sociedades latinoamericanas. El problema que veo es que la estrategia de hallar en la cultura una nueva forma de resistencia política, en base a poner la deconstrucción de Jacques Derrida[18] al servicio de la emancipación se esta agotando, pues la conquista del poder requiere para ser completa que toda esta retórica y nuevo espíritu que ha despertado la cultura crítica se tecnifique y se vuelva una nueva economía social que le de autonomía a estos poderes que emergen. Si menciono esto es porque veo que el peligro de sólo atrincherarse en una crítica de la cultura de mercado sin aterrizar en una economía y tecnología de corte propio enmascara que es necesario controlar al capital en el modelamiento y redirección de los flujos de inversión privada, y tocar por tanto el núcleo del poder que tanto nos ha dominado a través de la historia. La terquedad de sólo estimular un espiritismo rebelde a lo mucho y solo arrancarle al capital para desplegar gigantescos, irrelevantes programas sociales olvida el hecho de que la emancipación es completa si la protesta se vuelve una forma de vida material y cultural. No superar la retórica diletante es caer en las aristocracias de la crítica neomarxista que tanto promueve el capital, y sostengo que esa es una enfermedad que puede desinflar la negación de un mundo que se ha arrojado a las calles y que reclama de los hombres ilustrados más que un discurso incendiario.

En el nivel micro y me refiero a nuestro país, los obstáculos para ver con madurez esta necesidad estructural tropiezan con la ceguera y el oportunismo en los mundos de la ortodoxia y del socialiberalismo respectivamente. Con respecto a los ciegos ortodoxos su persistencia en la determinación de la base económica, y su remedio archiconocido de la lucha de clases peca de ingenuo y por lo tanto de irrelevante. Y lo digo así pues si bien su predica puede obstruir la dinámica de los proyectos mineros y de hidorcarburos en el Perú[19] y poner límites a una modernización salvaje que esta diluyendo en la violencia a nuestras identidades regionales, su carencia de alternativa que no vaya más allá del caos y de la anarquía hace ver que no existe la formula económica para desarrollar nuestra formación nacional. Esta barbarie retorna y ha hecho destacar ciertos liderazgos políticos de corte contestatario, y si obtiene apoyos es porque no hemos podido resolver las humillaciones y las ofensas que nuestros pueblos han soportado a través de la historia, y que toman la forma erradamente de un mero conflicto de intereses. Es esta negligencia ciega, lo que hace a su modo que el pueblo no posea intelectuales y a la vez políticos de verdadera preparación, que vayan más allá de la confrontación y del buen corazón.

El otro grupo a mi parecer es el más nefasto pues obstaculiza que el pensamiento social llegue a toda las sociedad. Antes recluidos en la rebeldía del guevarismo sentimentaloide[20], en las teorizaciones de la democracia y la sociedad civil en los 80s, luego en los estudios culturales en los 90s y la primera década de este siglo XXI, y por último en el activismo de los estudios postcoloniales han reforzado ese viejo hábito astuto de incendiar la pradera con un legado de leyendas y luego capitalizar todo en base a personalismos y grupos de interés. Si menciono esta contradicción que esta en la base de nuestros pensadores históricos es porque ya ese viejo oportunismo en este mundo cínico esta afectando la poca fuerza de nuestras organizaciones de izquierda y esta haciendo caer en el nihilismo[21] y en el conservadurismo a los nuevos valores que surgen con el resultado de que no se posee en verdad una lectura social y congruente de nuestra nación que vaya más allá del anticuado Kaynesianismo[22] setentero. Como ayer nuestro registro intelectual y cultural depende de sospechosos valores de clase media y aristocráticos, lo cual hace que se pregone ser “herbívoros” y sean “carnívoros” en el fondo. Mientras del pueblo no salga un sintetizador o un esfuerzo colectivo de repensamiento que relea la historia seguiremos apostando por refritos teoréticos y por intransigencias culturales que nos quitan el derecho a sentir una nación real y operativa.



[1] El IX congreso nacional de sociología se realizó del 5 al 8 de Agosto del 2013 en UNMSM
[2] La mesa estuvo compuesta por los sociólogos César Germaná, Mario Restrepo (Argentino), y el antropólogo Ramón Pajuelo
[3] En forma general la expresión significa que el dominio en sus diversas formas obedece a una matriz histórica de poder, que halla su prevalencia en el desarrollo de la cultura actual
[4] CARDOSO Henrique y FALLETTO Enzo. Dependencia y Desarrollo en América Latina. S XXI 1967
[5] Período de descomposición del viejo Estado populista de los 60s y 70s, y el ingreso de las naciones de América latina a una severa reestructuración de las economías en forma de libre mercado
[6] Forma de análisis que privilegia el diagnóstico de las sociedades en base a la economía y sus relaciones con la política y el movimiento de clases sociales en una cierta forma social específica
[7] Este desarrollo de las CCSS lo describe muy bien Jaime Osorio, en su libro “Las dos caras del espejo” a cerca de los dilemas de la sociología latinoamericana. Triana Editores Chile 1995
[8] Capacidad para conseguir progreso material y cultural ahí donde predomina un contexto signado por la pobreza y violencia, caso los grupos de animación sociocultural juvenil del Agustino
[9] Expresión de Alejandro Cussianovich, en sus andanzas con la niñez trabajadora en el cono norte. CUSSIANOVICH. Alejandro. Entender la condición humana. ensayo sobre pedagogía de la ternura. Editorial Ifejant.Lima 2010
[10] La tradición de los estudios culturales norteamericanos posee un matiz fuertemente apolítico y displicente con el desarrollo del poder en una sociedad, a diferencia de los análisis de la cultura de la Escuela de Franfurkt, o la escuela de la cultura inglesa de BIrminghan
[11] Expresión que señala el carácter político de estudiar la cultura, como un modo de descolonizarla
[12] Como es de recordarse la experiencia democrática fue recuperada tras la caída del Fujimorismo en el año 2000, y con la asunción del gobierno de transición democrática de Valentín Paniagua.
[13] Muchos de estos grupos culturales eran de procedencia universitaria y de clase media, y estaban ligados a las ONGs, a la educación popular, y a la animación sociocultural. VENTURO Sandro. Contrajuventud. IEP. Lima 2001
[14] Estudios desarrollados en el marco de los movimientos indígenas amazónicos y andinos, y en el sector educativo, sobre todo en las instancias del MINEDU (Ministerio de Educación del Perú)
[15] Como sabemos tras el fracaso de las políticas neoliberales en América Latina, desde mediados de los años 90s se ha presenciado en toda la región un giro de los Estados hacia la izquierda, y gobiernos de profunda base social, que intentan reorientar de modo nacional la influencia del Capital extranjero.
[16] En nuestra cultura intelectual nacional los postmoderno es visto como algo cercano lo intransigente e irresponsable, un desperdicio de la inteligencia en temas banales.
[17] Es la tendencia de cierta cultura humanista a hablar de una alta cultura, en relación a las culturas populares que son consideradas sin valor, o sólo folklore.
[18] Método semántico de la escuela francesa que busca de forma sencilla destejer o desentramar las estructuras de poder como medio de cambio, o de sobrepasar la dominación cultural. DERRIDA Jacques. La gramatalogía. S XXI. Madrid 1984.
[19] Esta ha sido la estrategia de lucha social de los partidos o movimientos antimineros, atizar las contradicciones ahí donde, los pasivos ambientales han ocasionados reclamos y riesgos para la población local, pero no como forma de resolver el conflicto, sino como estrategia de desestabilización del Estado neoliberal
[20] Expresión que recuerda las luchas guerrilleras de los años 60s impulsadas por la revolución cubana triunfante y que tuvieron en el MIR- Movimiento de Izquierda revolucionaria (1965) como en el ELN- ejército de Liberación Nacional (1963) http://www.elortiba.org/guepe.html
[21] Concepto filosófico que significa carencia de valores.
[22] Ismo que señala la aplicación delas teoría de la planificación dirigista de la economía luego de la caída de la bolsa de valores del año 1929, gracias a las ideas de Maynard Keynes (EEUU). La salida frente a un mercado desregulado fue desarrollar una economía de guerra que sirvió de modelo para las experiencias de construcción de Estados y de economías nacionales por todo el planeta… En América Latina fue conocido como el Estado populista

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