Colonialidad del poder: ¿Compromiso o distanciamiento?
En una mesa de trabajo que se
realizó en Agosto de este año en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
en el marco del IX Congreso de Sociología 2013[1],
se escucho detenidamente el balance académico de más de una década de los
enfoques de la colonialidad del poder, sus conquistas, dificultades y
perspectivas[2].
Esta expresión “colonialidad del poder”[3]
cara al Profesor Aníbal Quijano y que se ha vuelto una bandera epistémica de
las diversas luchas emancipatorias a nivel global, es a no dudarlo la
continuación de la cultura crítica originaria de los enfoques de la dependencia
que nacieron allá en la década de los 60s, y que tuvo como texto insignia el
libro “Dependencia y Desarrollo en América Latina” de los profesores Enzo Falleto
y Fernando Henrique Cardoso[4]
Por diversas razones que no
detallaré con exhaustividad el escenario de represiones dictatoriales y la
debacle organizativa y social que supuso el profundo período de ajuste
estructural y desmantelamiento del Estado populista de los 80s y 90s[5]
dejaron sin piso político para que las recetas de estos enfoques de anular la
dependencia se llegaran a concretar, lo cual devino en una seria crisis de
legitimidad del marxismo, a medida que las propuestas y la cultura
democratizadora de las izquierdas perdía también la lucha por el sentido común
en las culturas populares y ciudadanas.
En este sentido, las
retransformaciones del poder, y la pérdida sistemática de influencia de la
cultura crítica para intervenir en el poder político y hacer contrapesos
democráticos a Estados que se convirtieron en la puerta de ingreso para la
reorganización y descomposición de las sociedades a las que pregonaron servir,
hizo que se mudara el foco de preocupación de las energías intelectuales desde
el análisis de la economía política[6]
a las nuevas subjetividades desprotegidas y a la cultura de los actores que las
anteriores lecturas sociales habían descuidado. La fuerza del cambio no se
ubicó más en tratar de movilizar las estructuras sociales en pos de dar forma a
economía nacionales autónomas, sino que se reubicó en intentar potenciar desde
iniciativas microculturales y locales a los actores sociales e individuales que
habían quedado sumidos en la pobreza y en la exclusión, producto del
desmantelamiento de la sociedad a favor
de la multiplicación de los agentes y empresas neoliberales.
En este marco de abandono del
análisis de la economía política, ingresaron con fuerza los estudios culturales,
que desde la literatura y la antropología, incluso desde los departamentos de
comunicaciones[7]
bregaron por restaurar los lazos sociales rotos por una economía de mercado que
sumía a los actores y a las personas en profundas crisis de sensibilidad,
violencia y soledad consumista, enfatizando en las experiencias de resilencia[8]
o de “minorías activas” [9]que
podían a pesar de las recesiones y de la crisis salir adelante. Aunque en sus
inicios estos estudios culturales de impronta norteamericana[10]
poseían inclinaciones fuertemente apolíticas, pues sólo celebraban
objetivamente la vida cultural sin tomar partido, pronto surtieron las bases
conceptuales para el fuerte trabajo social de las ONGs (Organizaciones no
Gubernamentales) que ampliaron y evidenciaron con estudios de campo los
diversos rostros del poder que un capitalismo sin mayor sofisticación,
mercantilista y sin arraigo en la sociedad creaba. A medida que el capitalismo
se volvía sólidamente cultural y consumista se percibió que los estudios
culturales deberían dejar de lado los planteamientos diletantes y hasta
displicentes, e intentar darle un sentido más político a los procesos
culturales de dominación que legitiman el capital, de ahí que se haya mudado
las urgencias hacia los estudios postcoloniales[11].
La vuelta de la democracia[12]
y con ella la posibilidad de que los tejidos socioculturales se rehicieran,
permitió la vuelta de un arte y una vida cultural intensa en los sectores de
clase media, en los colectivos juveniles[13],
y en los monopolios del glamour de las clases altas. Este contexto ha permitido
hasta ahora la recuperación de una tenue sociedad civil informada que media
entre el humanismo, el activismo y las movidas socioculturales, que es la
generadora y la promotora de los estudios de la colonialidad del saber. Ahora
no sólo se posee una cultura crítica que puede armar con facilidad una visión
de conjunto del país sino que se ha conseguido construir una visión cultural
detallada de un país donde el tema cultural, a pesar de tantos escaramuzas,
ortodoxias y pragmatistas ha sobrevivido y regresa con fuerza con las
propuestas transversales de la interculturalidad[14]
y su inclusión en la construcción del Estado peruano. Se puede decir para
concluir que la introducción de los estudios culturales, y su acertada
politización con los estudios postcoloniales han permitido una recuperación
intelectual de las ciencias sociales y humanidades, y ha continuado con mayor
complejidad la visión social que las ciencias sociales iniciaron
progresistamente en los 70s.
Si menciono el evento del
congreso es porque creo que este renacimiento cultural que ahora alcanza
tímidamente las formas políticas de la protesta ingresa en un eclipsamiento
peligroso. Y se notó pues en las ponencias de la mesa de colonialidad del
poder, los balances a cerca de los estudios de la colonialidad hablaban de modo
sutil que esta veta del saber, que es la responsable a su modo de la captura
del poder de las experiencias de Estado del Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina,
Brasil[15]
y las demás experiencia de izquierda del continente, se esta volviendo en una
moda que esta siendo cliseteada, y convertida en un habito postmoderno[16]
irresponsable que la neutraliza y le hace enmascarar las diversas formas que el
poder que pregona desocultar. Creo que para pasar a desarrollar este argumento
debo decir como argumento marginal, que en el Perú la específica construcción
de nuestra cultura intelectual y los antagonismos que nuestras ideas han tenido
con los procesos políticos hacen complicado que estos conceptos maestros de la
cultura crítica hayan arraigado en las culturas populares, y por lo tanto su
sospechoso aristocratismo[17]
en estos últimos tiempos, distorsiona toda posibilidad de potenciar la política
desde las izquierdas desde las bases sociales, y sobre todo desarrollar una
lectura empírica y constructiva de nuestra heterogeneidad nacional. Esta es el
drama que a mi parecer no viven nuestros vecinos latinoamericanos y que es
necesario evidenciar para arrogarnos el título de socialistas.
A nivel macro se puede argumentar
que ya los estudios postcoloniales han cumplido en el nivel político lo que se
habían propuesto: repotenciar a los movimientos sociales y a las diversas
experiencias y nuevas subjetividades que han logrado la forma de Estado en casi
toda Latinoamérica luego de una desoladora época de neoliberalismo y de
búsqueda de destrucción de las sociedades latinoamericanas. El problema que veo
es que la estrategia de hallar en la cultura una nueva forma de resistencia política,
en base a poner la deconstrucción de Jacques Derrida[18]
al servicio de la emancipación se esta agotando, pues la conquista del poder
requiere para ser completa que toda esta retórica y nuevo espíritu que ha
despertado la cultura crítica se tecnifique y se vuelva una nueva economía
social que le de autonomía a estos poderes que emergen. Si menciono esto es
porque veo que el peligro de sólo atrincherarse en una crítica de la cultura de
mercado sin aterrizar en una economía y tecnología de corte propio enmascara
que es necesario controlar al capital en el modelamiento y redirección de los
flujos de inversión privada, y tocar por tanto el núcleo del poder que tanto
nos ha dominado a través de la historia. La terquedad de sólo estimular un
espiritismo rebelde a lo mucho y solo arrancarle al capital para desplegar
gigantescos, irrelevantes programas sociales olvida el hecho de que la
emancipación es completa si la protesta se vuelve una forma de vida material y
cultural. No superar la retórica diletante es caer en las aristocracias de la
crítica neomarxista que tanto promueve el capital, y sostengo que esa es una
enfermedad que puede desinflar la negación de un mundo que se ha arrojado a las
calles y que reclama de los hombres ilustrados más que un discurso incendiario.
En el nivel micro y me refiero a
nuestro país, los obstáculos para ver con madurez esta necesidad estructural
tropiezan con la ceguera y el oportunismo en los mundos de la ortodoxia y del
socialiberalismo respectivamente. Con respecto a los ciegos ortodoxos su
persistencia en la determinación de la base económica, y su remedio
archiconocido de la lucha de clases peca de ingenuo y por lo tanto de
irrelevante. Y lo digo así pues si bien su predica puede obstruir la dinámica
de los proyectos mineros y de hidorcarburos en el Perú[19]
y poner límites a una modernización salvaje que esta diluyendo en la violencia
a nuestras identidades regionales, su carencia de alternativa que no vaya más
allá del caos y de la anarquía hace ver que no existe la formula económica para
desarrollar nuestra formación nacional. Esta barbarie retorna y ha hecho
destacar ciertos liderazgos políticos de corte contestatario, y si obtiene
apoyos es porque no hemos podido resolver las humillaciones y las ofensas que
nuestros pueblos han soportado a través de la historia, y que toman la forma
erradamente de un mero conflicto de intereses. Es esta negligencia ciega, lo
que hace a su modo que el pueblo no posea intelectuales y a la vez políticos de
verdadera preparación, que vayan más allá de la confrontación y del buen
corazón.
El otro grupo a mi parecer es el
más nefasto pues obstaculiza que el pensamiento social llegue a toda las
sociedad. Antes recluidos en la rebeldía del guevarismo sentimentaloide[20],
en las teorizaciones de la democracia y la sociedad civil en los 80s, luego en
los estudios culturales en los 90s y la primera década de este siglo XXI, y por
último en el activismo de los estudios postcoloniales han reforzado ese viejo
hábito astuto de incendiar la pradera con un legado de leyendas y luego
capitalizar todo en base a personalismos y grupos de interés. Si menciono esta
contradicción que esta en la base de nuestros pensadores históricos es porque
ya ese viejo oportunismo en este mundo cínico esta afectando la poca fuerza de nuestras
organizaciones de izquierda y esta haciendo caer en el nihilismo[21]
y en el conservadurismo a los nuevos valores que surgen con el resultado de que
no se posee en verdad una lectura social y congruente de nuestra nación que
vaya más allá del anticuado Kaynesianismo[22]
setentero. Como ayer nuestro registro intelectual y cultural depende de sospechosos
valores de clase media y aristocráticos, lo cual hace que se pregone ser “herbívoros”
y sean “carnívoros” en el fondo. Mientras del pueblo no salga un sintetizador o
un esfuerzo colectivo de repensamiento que relea la historia seguiremos
apostando por refritos teoréticos y por intransigencias culturales que nos
quitan el derecho a sentir una nación real y operativa.
[1] El
IX congreso nacional de sociología se realizó del 5 al 8 de Agosto del 2013 en
UNMSM
[2] La
mesa estuvo compuesta por los sociólogos César Germaná, Mario Restrepo
(Argentino), y el antropólogo Ramón Pajuelo
[3] En
forma general la expresión significa que el dominio en sus diversas formas
obedece a una matriz histórica de poder, que halla su prevalencia en el
desarrollo de la cultura actual
[4]
CARDOSO Henrique y FALLETTO Enzo. Dependencia y Desarrollo en América Latina. S
XXI 1967
[5]
Período de descomposición del viejo Estado populista de los 60s y 70s, y el
ingreso de las naciones de América latina a una severa reestructuración de las
economías en forma de libre mercado
[6]
Forma de análisis que privilegia el diagnóstico de las sociedades en base a la
economía y sus relaciones con la política y el movimiento de clases sociales en
una cierta forma social específica
[7]
Este desarrollo de las CCSS lo describe muy bien Jaime Osorio, en su libro “Las
dos caras del espejo” a cerca de los dilemas de la sociología latinoamericana.
Triana Editores Chile 1995
[8]
Capacidad para conseguir progreso material y cultural ahí donde predomina un
contexto signado por la pobreza y violencia, caso los grupos de animación
sociocultural juvenil del Agustino
[9]
Expresión de Alejandro Cussianovich, en sus andanzas con la niñez trabajadora
en el cono norte. CUSSIANOVICH. Alejandro. Entender
la condición humana. ensayo sobre pedagogía de la ternura. Editorial Ifejant.Lima
2010
[10]
La tradición de los estudios culturales norteamericanos posee un matiz
fuertemente apolítico y displicente con el desarrollo del poder en una
sociedad, a diferencia de los análisis de la cultura de la Escuela de Franfurkt,
o la escuela de la cultura inglesa de BIrminghan
[11]
Expresión que señala el carácter político de estudiar la cultura, como un modo
de descolonizarla
[12]
Como es de recordarse la experiencia democrática fue recuperada tras la caída
del Fujimorismo en el año 2000, y con la asunción del gobierno de transición
democrática de Valentín Paniagua.
[13]
Muchos de estos grupos culturales eran de procedencia universitaria y de clase
media, y estaban ligados a las ONGs, a la educación popular, y a la animación
sociocultural. VENTURO Sandro. Contrajuventud. IEP. Lima 2001
[14]
Estudios desarrollados en el marco de los movimientos indígenas amazónicos y
andinos, y en el sector educativo, sobre todo en las instancias del MINEDU
(Ministerio de Educación del Perú)
[15]
Como sabemos tras el fracaso de las políticas neoliberales en América Latina,
desde mediados de los años 90s se ha presenciado en toda la región un giro de
los Estados hacia la izquierda, y gobiernos de profunda base social, que
intentan reorientar de modo nacional la influencia del Capital extranjero.
[16]
En nuestra cultura intelectual nacional los postmoderno es visto como algo
cercano lo intransigente e irresponsable, un desperdicio de la inteligencia en
temas banales.
[17]
Es la tendencia de cierta cultura humanista a hablar de una alta cultura, en
relación a las culturas populares que son consideradas sin valor, o sólo
folklore.
[18]
Método semántico de la escuela francesa que busca de forma sencilla destejer o
desentramar las estructuras de poder como medio de cambio, o de sobrepasar la
dominación cultural. DERRIDA Jacques. La gramatalogía. S XXI. Madrid 1984.
[19]
Esta ha sido la estrategia de lucha social de los partidos o movimientos
antimineros, atizar las contradicciones ahí donde, los pasivos ambientales han
ocasionados reclamos y riesgos para la población local, pero no como forma de
resolver el conflicto, sino como estrategia de desestabilización del Estado
neoliberal
[20]
Expresión que recuerda las luchas guerrilleras de los años 60s impulsadas por
la revolución cubana triunfante y que tuvieron en el MIR- Movimiento de
Izquierda revolucionaria (1965) como en el ELN- ejército de Liberación Nacional
(1963) http://www.elortiba.org/guepe.html
[21]
Concepto filosófico que significa carencia de valores.
[22]
Ismo que señala la aplicación delas teoría de la planificación dirigista de la
economía luego de la caída de la bolsa de valores del año 1929, gracias a las
ideas de Maynard Keynes (EEUU). La salida frente a un mercado desregulado fue
desarrollar una economía de guerra que sirvió de modelo para las experiencias
de construcción de Estados y de economías nacionales por todo el planeta… En
América Latina fue conocido como el Estado populista
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