Ayahuasca
Supe de este brebaje en mis informes de la selva. Como todos, pensaba que era una droga o una pócima peligrosa. Desde Lima se lee la realidad del país con prejuicio y desdén. Pero cuando un paisano que se había casado con una achuar me contó de sus propiedades y beneficios no lo creía. El decía que podía sanar dolores y problemas psicológicos y hasta sanar algunas enfermedades orgánicas, según la fuerza del curandero que te guía. Bueno, yo escuchaba y no daba crédito a estas fantasías de los peruanos. Pero era testigo de que los achuares para cazar tomaban otros brebajes para mimetizarse con la selva y ella les diera buenas piezas de caza. Se escuchaba a fantasía y como limeño centralista solo me divertía
Pero cuando fueron pasando los años y la depresión me embargaba, y tenía que recurrir a drogas medicadas que me mantenían somnoliento y malgeniado recordaba lo que decían aquellos achuares. Y empecé a averiguar en Internet lo que hacía y pude informarme de los beneficios de las drogas psicodélicas para la depresión severa y para los problemas de adicciones. Me seguía zambullendo en la mitología amazónica y me tope que este brebaje es un reencuentro de tu ser contigo mismo, que durante el trance viajas a tus planos y dimensiones de conciencia y tu cerebro experimenta un reseteo y una potenciación; era como renacer. Pero también me tope con los peligros que acarrea para otras condiciones psiquiátricas como la bipolaridad y la esquizofrenia.
En estas últimas enfermedades psiquiátricas el cerebro sufre una suerte de distorsión de la realidad y el hombre con esquizofrenia nunca pisa la realidad con madurez y con sentido racional. Es como si estuviera dormido en sus prejuicios y creencias enfermas. Y recuerdo esto porque tenía un amigo que tenía esquizofrenia paranoide y se logró mejorar tomando la ayahuasca en tres ceremonias. Los médicos no le daban esperanzas y los consideraban un loco de remate. Pero el en su interior luchaba contra sus demonios internos y deseaba despertarse de la oscuridad. Así que se armo de valor y por medio de una shaman consciente se mejoro tanto, que pudo continuar con su carrera profesional y tener familia.
Bueno regresemos. Me sentía aturdido por la depresión crónica que no me dejaba escribir y pensar al nivel de un verdadero intelectual. Tenía problemas severos de conducta con mis familiares y tenía el comportamiento de un ermitaño. Por años antes de hacer la maestría o licenciarme trabajaba de almacenero en el puerto del Callao y mi pensar era el de alguien frustrado y con mucha violencia. Había logrado descartar las visiones resentidas del marxismo, pero en sí los desafíos de la vida los sentía el doble y me alteraban. Me sentía sobrecogido por los desaires de mujeres de las que me templaba, y a la vez me sentía conmovido por una misión histórica de ayudar a mi prójimo. Era testigo de la escasez y pobreza de los obreros que trabajaban conmigo, pero no estaba de acuerdo con las manipulaciones del sindicato y su eterna lucha con el capitalismo. Mi misión era salvificar conciencias no masas ni muchedumbres.
A pesar que la juventud me protegía soy de confesar que esas drogas medicadas por años no dejaban que me diera a mi lado bohemio y chupístico. Con amigos de los almacenes nos chúpabamos la quincena y escuchaba su lado cómico como trágico. La simpleza de la calle a veces es un buen remedio para el mundo más complejo de la hipocresía profesional. Como obrero y amigo me sanaba con la alegría folclórica del hombre de calle. Viví con ellos muchas aventuras como peligros.
Pero como iba narrando los deslices de la depresión me hacían un ser aislado y violento, que no me dejaba tener una relación romántica estable. A veces en prostíbulos y con conquistas del salsódromos hallaba a flor de piel una instantánea sinceridad y afecto, que no hallaba con mujeres de más estatus social. Pero esas visitas a lugares hediondos y embriagándome con pura chela o cañazos fueron enfermando mi cuerpo. Hacía pesas y me gustaba lucir una figura curtida y fuerte. Pero el modo descuidado en que las hacia, por la búsqueda de sacar los más altos pesos sin preparar el cuerpo me trajeron lesiones y problemas con la columna. Era difícil admitirlo pero sin el deporte intenso que practicaba me era complicado expulsar de mi esas noches de lujuria y locura bohemia que viví. Lo más rallado es que lo hacía solo o con personas que eran solo amigos de una noche.
Como en otro escrito que narre, me enferme de cáncer y pude superarlo hacia el 2018. La sensación de vivir una vida desordenada y sin sentido real, a pesar de que había regresado a la vida académica con la maestría y amigos de la facu, me hicieron que todo se desplomara en el acto, sintiendo no sólo la incomprensión de los amigos, sino también de mi familia. Estuve solo pata luchar contra el cáncer. Tenía techo, comida y medicinas, pero no tuve la motivación ni las arengas necesarias para escapar con hidalguía de la enfermedad. Sólo se que escuche la sabiduría de los shipibos y la fuerza de la fe y deje de tenerle miedo al cáncer. A pesar que hizo estragos en mi ser corporal mi temple y persistencia y esa amistad de barrio con Jesús, me hicieron que me repusiera gracias al altísimo. Pero faltaban otras luchas.
Sanar fue un acto de despojarme de todos aquellos hábitos y pensamientos que me habían enfermado. La depresión y esa visión de pensarlo todo como Vallejo desde la tristeza poética, me habían conducido hacia una descomunal patología. Era necesario reiniciar mi mente y limpiarme de todo aquello que obstaculizada mi ser espiritual. De cierta manera ya estaba dispuesto a recibir la ayahuasca, pues en el camino de la sanación había trabado conversación con muchos sabios del mundo alternativo y espiritual, y todo era cosa de aplicar y despertar mi sol interno. Pero escuchar a mi guerrero interior no fue cosa de una noche. Numerosos escollos no dejaron que terminará por reestructurar mi conciencia y despertar a la luz. La ausencia de dinero y la soledad afectiva de una mujer interrumpían que me acercara a los bravos de la selva. Pero al fin llego la noche.
Todo estaba listo para mi experiencia con la ayahuasca, hasta que una descoordinación de último momento ocurrió. El maestro Hernán tuvo que viajar de último momento a Pucallpa y me dejó sentadote esperando por el. Así que decidí averiguar me de otro shamán que pudiera atenderme la urgencia de liberar mi mente de los demonios de la depresión. Y la halle. Resulta que una shamana llamada Doña Asencia vive en el Rímac, cerca a los solares de Luna Pizarro. Llegue a su casa una noche de Mayo, gracias a una previa coordinación con su hijo Juan. Le informe de todo lo que había tenido que soportar con el cáncer y las constantes depresiones y como si fuera un calzado que ajusta bien, esa misma noche experimenté mi primera ceremonia de ayahuasca.
Mientras me leía con el tabaco la shamana que solo comprendía shipibo, por intermedio de su hijo Juan, me invitaban a formarme como curandero, ya que habían detectado en mi la estructura energética, la potencialidad del curandero. Antes el maestro Hernán me había dicho lo mismo, pero al enterarme de la odisea que es enfrentarte al camino del shamán, descarte tal posibilidad. Así que me puse cómodo en una alfombra tejida por la shamana y empezó el show astral. Me hicieron tomar la dosis de esa noche y el saborcito era como una chicha amarga y seca. Al principio no sentía nada, pero a eso de las 12 pm mi cuerpo se extrapolo y me sentí muy sensible, como si mi energía se saliera de mi ser y contaminara toda la habitación.
Recuerdo que mis sentidos se agudizaron y era como si cada sonido que escuchaba tuviera un resonar en mi corazón. Juan me decía concéntrate, pero era difícil. Sentí la necesidad de vomitar, pero poco a poco se aplacaba, al tiempo que un enorme calor y frío me hacían temblar de pies a cabeza. Tuve la necesidad de decir algo y lo dije: " siento un amor incondicional que sale de mi" . Y en ese momento, mientras la shamana icareaba como si fuera un jaguar que cantaba, tres sombras negras salieron de mi cuerpo. La shamana redoblo el canto y se acercó a imponerme energía, pero también la sentía afectada. Se alejó de mi y tuve la necesidad de hablar y retar a los demonios de mi interior: " se que te alimentas del dolor y la tristeza, pero otra vez las alegrías triunfaran" y toda la casa hecha de madera, barro y calamina empezaron a batirse como si fuera un sismo, y mis oídos sentían hablar a los gatos y perros y mi corazón como una melodía remota me inundaban de una paz y serenidad asombrosa. Veía todo celeste y fórmulas matemáticas y letras, pero todo muy borroso. La señora Asencia se acercó y me señaló con un ademán que me durmiera, que la ceremonia había culminado. Mientras intentaba dormir escuchaba a doña Asencia dormir y quejarse como con dolores. No pude dormir esa hora que me separaban del alba y le conté todo lo que había sentido a Juan. El asombrado me despacho de la casa y me dijo que me mantuviera en contacto, que algo de la biblia vivía en mi. Cogí el corredor morado en Tacna, luego de haber grabado en mi grabadora profesional los icaros de la shamana. Y los iba escuchando mientras una sensación de alegría y paz se apoderaron de mi.
Sudaba mucho para ser Mayo, así que al llegar a casa, y dejar a mis padres sorprendidos por mi inhabitual decisión de tomar ayahuasca, me puse a dormir hasta la tarde. No se porque en los próximos días ya no pude trabar conversación con Juan y su madre, pero después de meditarlo mucho y ver como la había dejado a la pobre Doña Asencia, me di cuenta que lo mío era bravo sanar. No sólo era una depresión constante, sino todo un espíritu del inframundo había nacido conmigo. Y era la razón de que nunca hubiera estado completamente seguro de mis decisiones y de cómo llevar mi vida.
Llego enero del 2019, y en una noche calurosa di rienda suelta a mi segunda experiencia con aquella planta sagrada que tanto me ha enseñado. Esta vez no era un mar de dudas y preguntas. Las instrucciones del maestro Hernán y la compañía de otros ayahuasqueros que tomarían conmigo me dieron mucha seguridad. Esta ceremonia sería más reveladora.
Tome la pócima como a las 11pm, y empecé a sentirme mareado una hora después. Esta vez si sería más potente porque el maestro iba acompañado con su hijo. Los dos al tomar ayahuasca conmigo leían mi mente y ahuyentaban cualquier mala presencia astral que estuviera por ahí. Ellos se encargarían de limpiar el río de mi mente y reestructurar mi conciencia. Era épico lo que veía y sentía. Empecé a temblar otra vez, pero como si una fuerte fiebre se apoderará de mi cuerpo. Esta vez se me había advertido que viera lo que viera no hablara alto. Mientras tiritaba de calor y frío veía pantallazos de letras y fórmulas matemáticas incomprensibles. Cuando cerraba los ojos pude ver a mis padres y hermanos, rostros de dementes y asesinos que se dibujaban y desdibujaban. Veía también árboles frondosos y mujeres desnudas que reían. Vi un bebe, a Jesús y la palabra amor escrita en el cielo. Todo esto que veía y sentía se daban en una atmósfera de ensueño y calor humano.
El me enseñó a no temer y una sabiduría milenaria que abraza mi corazón. El me golpeó el interior para que dijera palabras que nadie dijo, y hasta ahora solo hasta ahora no las he dicho. La realidad a veces pide no un hombre revolucionario como el pedía y aconsejaba, sino que cada mente y espíritu hallen su propio camino. Ahora que he tomado cinco veces, puedo estar en paz con mis vacíos y demonios. He tenido el cuidado de no expulsar de mi lo mejor de mi mismo. Tal vez, vuelva pero por ahora vivo la vida normal que vivo. Quizás la filosofía del guerrero no sea para mi, quien sabe. O es que llegare tarde a la batalla. El cosmos amazonico es alternativo a Atenas e Israel.
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