miércoles, 24 de julio de 2024

Un alma en pena.

 



Era un alma que buscaba a gritos un espacio. Una mujercita seca de cuerpo y algo mayor que se había divorciado hace algún tiempo por la infidelidad de su marido un subalterno de la policía. Lograron construir una casa en una asociación de policías, y al poco tiempo el hombre quiso un hijo que ella no pudo darle. Resulta que un día el hombre se cansó de la esterilidad de su mujer y le sacó la vuelta con la empleada de la casa. Con la que hasta ahora esta.

 

 

Ese engaño y el hecho que no tenía familiares en Lima, la sumieron en una profunda soledad y desesperanza. Mayor y sin saber cómo defenderse en la vida, solo contaba con la pensión que le obligó a su ex nacido pagarle. Le dijo que mientras ella estaba viva esa casa solo sería para ella y no para su mujer e hijos. Se puso fuerte pero le dolía en el alma no poder tener hijos y el no gustarle a otro hombre. Su soledad se incrementaba porque tuvo que tragarse el dolor del engaño y la sensación implícita que era una mujer que había fracasado y no servía para nada.

 

Pronto el tiempo sanaron las heridas, aunque no siempre faltaban los abusos económicos del ex marido. Pero en líneas generales la Señora Doris intento sobre ponerse y ver lo que la vida le tenía deparada. Se hizo amiga de muchas vecinas e ingreso en la política vecinal y municipal. Era asidua concurrente de los claustros municipales en Surco, y de alguna manera con su honradez y su conocimiento de leyes empezó a forjarse un futuro de líder político. Era muy justa y honesta y aunque pudo ser sobornado para que no persiguieron la corrupción en el distrito ella era honrada e intachable.  Junto con otras vecinas de su asociación se peleaba por obras y mejoras al ornato público.

 

Pero a pesar de todas esas amistades, eran solo amigos políticos, pero no amigos de carne y hueso. Logró a pesar de ella hacerse íntima de 4 vecinas con las que salía al mercado o paseaban a ka hora de comprar el pan. Pero ella quería más. No había día que no intentará escurrirse en el almuerzo de una amiga o tomar loncha con alguna conocida. Se sentía sola y con depresión. Necesitaba calor humano y con quien hablar de sus vacíos y dolores internos. No había un compañero con quien reír y amar de un modo ya más calmado y protocolar. No había día que no saliera a la calle a escapar de los recuerdos y de la soledad. Pero era infructuoso un hondo pesar se iba agigantando en su corazón y una desesperación y estrés se apoderaba de sí mente y pensamientos. Algunas amigas la acompañaban, pero no le ofrecían la intimidad que ella deseaba para aplacar sus nervios y emociones encontradas. Lo único que le quedaba era ahogarse en el silencio de su casa cada noche e intentar dormir aún rara vez lograba conciliar el sueño.

 

De tanta tristeza e insignificancia en su vida su estado de ánimo le venía costando problemas de salud. Al principio eran sólo achaques y temporales dolencias hasta que un día le detectaron una displacia en el útero. Ella no le dio importancia, pero si era consciente que su desánimo y baja autoestima le habían traído esta mala fortuna. Recurrió a métodos naturistas y si bien no abandonaba sus controles médicos empezó a irse mejor. Y esto ella lo confiaba a sus vecinas. Pero eran solo ligeras mejorías.

 

Un día su esposo le reclamo una parte de la casa y como ella no cedió el insulto y se lo aguanto todito. Ese coleron enervaron su padecimiento médico y al siguiente control le dijeron que tenían que vaciarle el útero. Ella compungido terminó en el hospital y se le aplicó la cirugía respectiva. Sus mejores amigas y gente que la destacaba como una buena vecina fueron a visitarle y dejarle regalos y presentes. Se recupero y esa sensación de triunfo la hicieron más fuerte.

 

Aunque era una sobreviviente de una fuerte enfermedad pronto al llegar a la hondura de su hogar la pena la sobrecogió de nuevo. Un buen día fue donde el psicólogo y trataba de sobreponerse y quererse a sí misma, pero era tarde la sensación de una fuerte insignificancia la devoraban por dentro. Hasta que un día el cáncer regreso. Ella no lo pudo resistir y se asustó sobremanera. Lloro amargamente y era como si Dios ya no tuviera nada para ella en este plano. Un día de emergencia la llevaron al Rebagliati y se apresuraron sus mejores amigas y conocidos. Ella estaba sedada y con fuertes analgésicos. La enfermedad ta era terminal. No podía hablar y parecía estar inconsciente, ni saber lo que pasaba.

 

Una noche solitaria de marzo su corazón, su pobre corazón no pudo resistir y abandono este plano sin haber dejado hijos o un legado. Sus amigos la velaron y la enterraron. Llegaron sus familiares de provincia y hasta el ex marido estuvo en el entierro. Dosis era una buena mujer, pero producto de lo injusta que es la vida y su ingratitud partió sin haber acariciado la felicidad. Su esposo un buen día vino con su mujer e hijos y se apodero de la casa que era de la señora Dora. Fue como si su alma no hubiera existido para él ni para nadie. A veces te dicen que la soledad es necesaria para construirte un mundo propio, pero a veces no es cierto cuando la vulnerabilidad y la sensibilidad de un alma no está preparada para luchar en este mundo tan salvaje y sin sentido.

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