Un alma en pena.
Era un alma que buscaba a gritos
un espacio. Una mujercita seca de cuerpo y algo mayor que se había divorciado
hace algún tiempo por la infidelidad de su marido un subalterno de la policía.
Lograron construir una casa en una asociación de policías, y al poco tiempo el
hombre quiso un hijo que ella no pudo darle. Resulta que un día el hombre se cansó
de la esterilidad de su mujer y le sacó la vuelta con la empleada de la casa.
Con la que hasta ahora esta.
Ese engaño y el hecho que no
tenía familiares en Lima, la sumieron en una profunda soledad y desesperanza.
Mayor y sin saber cómo defenderse en la vida, solo contaba con la pensión que
le obligó a su ex nacido pagarle. Le dijo que mientras ella estaba viva esa
casa solo sería para ella y no para su mujer e hijos. Se puso fuerte pero le
dolía en el alma no poder tener hijos y el no gustarle a otro hombre. Su
soledad se incrementaba porque tuvo que tragarse el dolor del engaño y la
sensación implícita que era una mujer que había fracasado y no servía para
nada.
Pronto el tiempo sanaron las
heridas, aunque no siempre faltaban los abusos económicos del ex marido. Pero
en líneas generales la Señora Doris intento sobre ponerse y ver lo que la vida
le tenía deparada. Se hizo amiga de muchas vecinas e ingreso en la política
vecinal y municipal. Era asidua concurrente de los claustros municipales en
Surco, y de alguna manera con su honradez y su conocimiento de leyes empezó a
forjarse un futuro de líder político. Era muy justa y honesta y aunque pudo ser
sobornado para que no persiguieron la corrupción en el distrito ella era
honrada e intachable. Junto con otras
vecinas de su asociación se peleaba por obras y mejoras al ornato público.
Pero a pesar de todas esas amistades,
eran solo amigos políticos, pero no amigos de carne y hueso. Logró a pesar de
ella hacerse íntima de 4 vecinas con las que salía al mercado o paseaban a ka
hora de comprar el pan. Pero ella quería más. No había día que no intentará
escurrirse en el almuerzo de una amiga o tomar loncha con alguna conocida. Se
sentía sola y con depresión. Necesitaba calor humano y con quien hablar de sus
vacíos y dolores internos. No había un compañero con quien reír y amar de un
modo ya más calmado y protocolar. No había día que no saliera a la calle a
escapar de los recuerdos y de la soledad. Pero era infructuoso un hondo pesar
se iba agigantando en su corazón y una desesperación y estrés se apoderaba de
sí mente y pensamientos. Algunas amigas la acompañaban, pero no le ofrecían la
intimidad que ella deseaba para aplacar sus nervios y emociones encontradas. Lo
único que le quedaba era ahogarse en el silencio de su casa cada noche e
intentar dormir aún rara vez lograba conciliar el sueño.
De tanta tristeza e
insignificancia en su vida su estado de ánimo le venía costando problemas de
salud. Al principio eran sólo achaques y temporales dolencias hasta que un día
le detectaron una displacia en el útero. Ella no le dio importancia, pero si
era consciente que su desánimo y baja autoestima le habían traído esta mala
fortuna. Recurrió a métodos naturistas y si bien no abandonaba sus controles
médicos empezó a irse mejor. Y esto ella lo confiaba a sus vecinas. Pero eran
solo ligeras mejorías.
Un día su esposo le reclamo una
parte de la casa y como ella no cedió el insulto y se lo aguanto todito. Ese
coleron enervaron su padecimiento médico y al siguiente control le dijeron que
tenían que vaciarle el útero. Ella compungido terminó en el hospital y se le aplicó
la cirugía respectiva. Sus mejores amigas y gente que la destacaba como una
buena vecina fueron a visitarle y dejarle regalos y presentes. Se recupero y
esa sensación de triunfo la hicieron más fuerte.
Aunque era una sobreviviente de
una fuerte enfermedad pronto al llegar a la hondura de su hogar la pena la
sobrecogió de nuevo. Un buen día fue donde el psicólogo y trataba de
sobreponerse y quererse a sí misma, pero era tarde la sensación de una fuerte
insignificancia la devoraban por dentro. Hasta que un día el cáncer regreso.
Ella no lo pudo resistir y se asustó sobremanera. Lloro amargamente y era como
si Dios ya no tuviera nada para ella en este plano. Un día de emergencia la
llevaron al Rebagliati y se apresuraron sus mejores amigas y conocidos. Ella
estaba sedada y con fuertes analgésicos. La enfermedad ta era terminal. No
podía hablar y parecía estar inconsciente, ni saber lo que pasaba.
Una noche solitaria de marzo su
corazón, su pobre corazón no pudo resistir y abandono este plano sin haber
dejado hijos o un legado. Sus amigos la velaron y la enterraron. Llegaron sus
familiares de provincia y hasta el ex marido estuvo en el entierro. Dosis era
una buena mujer, pero producto de lo injusta que es la vida y su ingratitud partió
sin haber acariciado la felicidad. Su esposo un buen día vino con su mujer e
hijos y se apodero de la casa que era de la señora Dora. Fue como si su alma no
hubiera existido para él ni para nadie. A veces te dicen que la soledad es
necesaria para construirte un mundo propio, pero a veces no es cierto cuando la
vulnerabilidad y la sensibilidad de un alma no está preparada para luchar en
este mundo tan salvaje y sin sentido.
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