martes, 23 de julio de 2024

"Caracas, Caracas..."

 




Una noche estuve tan molesto con un maestro shipibo porque me dejó fuera de una ceremonia de ayahuasca, por irse a la selva a atender a un enfermo muy grave que le habían encomendado. Había estado ansioso y a la vez animado por tomar por segunda vez este brebaje, y al no hallarlo en su casa de Cantagallo me fastidio todo el sueño que tenia de liberarme de mis demonios. Había estado unas horas antes en la plaza de Armas de Lima, esperando a un amigo que se quizo a collerar, y tal vez el también tomar. Pero el tampoco asistió al encuentro. Bueno, cuando ya no me quedaba más que regresarme a mi casa a llorar, decidí ir de cazeria, y volver a la plaza de Armas.


Al regresar la noche era fría pero animada. La arquitectura colonial y las luces de muchos lugares le daban un sello místico al cercado de Lima. En todas las bancas y en el mismo graso muchas familias y jóvenes disfrutaban de la plaza, conversando o tal vez comiendo un postre limeño. Mientras esperaba en mi banca que algo travieso ocurriera se me acerco un caramalero a ofrecer sus productos y a quejarse que un tuco más allá en otra banca lo había arrochado. Lo comprendí al pobre y mientras le daba una propina por sus caramelos le dije que se bañara y vendiera sus caramelos con mayor higiene. El algo inquieto por el consejo solo atino a darme las gracias y acercarse a otras bandas y ofrecer sus caramelos.

Es curioso pero se acercó a una de las bancas donde descansaban dos chiquillas que antes ya les había tirado lente. Eran muy jóvenes y de buena figura. Mientras las veía no me daban sajiro y me sentía limitado, pues ni un guiño de sus ojos se acercaban a mi atenta mirada. En una de esas la mirada de una que parecía la mayor me miró, pero lo hizo con una indiferencia que mi orgullo lo atravesó de dolor y pena. Me dije: ya habré perdido el toque estaré muy viejo. Pero no era así. Sentí que se reían de mi, y justo cuando me animaba a presentarme ante ellas se acercaron dos tiburones a los que ellas esperaban y se las llevaron de ahí. Eso era tenían compañía esa noche, por eso no me hacían caso, me dije para mis adentros.

Cuando todo parecía que sería una noche aburrida no se como del fulgor de las multitudes surgieron dos sirenas. Se sentaron en una de las bancas más lejanas de la mia, pero pude percibir que no sólo eran dueñas de unos cuerpazos, sino que eran una mujeres muy guapas de rostro. Al parecer no eran peruanas, pues no todos los días se ven esos ángeles bajar a la tierra, entonces mi corazón empezó a latir más rápido cuando una de ellas se encontró con mis miradas y flecho mi corazón. No se como me las arreglaría para acercarme a donde esos manjares.

Se me ocurrió hacerme pasar por un borracho y con el paso destartalado y sin equilibrio me fui acercando a ellas que cotorreaban sin darse cuenta de mi. Cuando estuve a un metro de ellas me arroje al suelo y con la voz más desfachatada posible les dije: " De allá señoritas me han dicho que soy la persona más fea de esta noche. Ustedes creen que soy feo, pues si de vuesa merced sale tal dureza entonces me dará un ataque cardíaco y moriré al pie de semejantes angeles" Ellas atinaron a reírse y me dijeron que si estoy feo, pero gracioso. Entonces me senté en medio de ellas y empecé a recitar los versos más halagüeños que se me ocurrieron y pude ver que sus ojos brillaban por los halagos y los piropos precipitados. Empecé a hacerme el ciego y a jugar que toqueteaba sus cuerpos, y decia: " estos no son de verdad, necesito más pruebas" Y ellas como les gustaban jugar con la travesura acercaban sus cuerpos al mio, y la verdad del frío que había yo ardía de placer.

Luego de tanto jugueteo, me propusieron que nos fuéramos a una discoteca en Miraflores. Yo accedí, pero no tenía muchas fichas. Así que llegamos a una discoteca de las calle de las pizzas luego de haber estado jugando a las chapados en la custer y nos pusimos a bailar música trans. Yo no tenía que moverme mucho, el espectáculo lo hacían estas dos chamas espectaculares. Sus cuerpos con la estridencia eran un mazazo de lujuria, y todo un bastidor en movimiento. No tuvo que pasar mucho tiempo para sentirme caliente con todo lo que me hacían sentir. Y les propuse seguirla con rones en un hotel. Pero ellas en su desbandada me pidieron que les comprara crack o fentanilo en la plaza Kennedy. Yo que estaba más movido que pollo a la brasa fui tras esas drogas y logre adquirir el crack en bolsitas blancas. Me gaste 700 soles de golpe. Pero valió la pena,  ellas de inmediato me propusieron seguirla en un hotel cercano.

Cuando estuvimos ahí combinaron los tragos con los cristalitos de la droga y embalados los tres ingerimos ese veneno destroza cerebros. Sentí de inmediato un jaqueca y unos mareos tan intensos que de la nada me puse a temblar. Pero a mis chicas el efecto del crack era de una euforia tal que se sacaban la ropa, como si un ardoroso calor las invadiera. Nos reíamos de cualquier tontería y nos hacíamos pogeo al son de un ritmo trans estridente que me destruía los nervios. No sé cómo de estar casi privado ellas empezaron a desnudarme y a tentarne a que las tocara. Yo estaba duro y vulnerable, pero al verlas desnudas y unas sirenas no tuve más impulso que embriagarme en su cuerpo y sentir su placer de hembras. Todo lo que sentí fue una épica surrealista de cuerpos. Era máquinal y a la vez sádico. Podía oír los rumores de aquellos cuerpos ardientes, y su calor interno, pero no podía sentir el placer de un modo cálido, sino con una frialdad y una violencia que era rara para mí mente en aquel momento. Ellas solo reían y me devoraban. Yo solo me dejaba llevar y veía como impresionado todas las locuras que salían de aquellos extraordinarias bellezas.

De pronto, un sonido fuerte sonó en la puerta. Era el muchacho de la administración que nos gritaba que había redada en el hotel. Según supe luego iban detrás de unos micro comercializadores de drogas y pensaban que era yo el hombre que las vendía. El muchacho de pura buena gente me aviso y con lo poco que pude escuchar me vestí lo mejor me pude, me eche agua a la cara y salí casi desnudo de esa enredadera. No se como me deslice por el techo, y un poste y logre tomar un taxi. No me importo para nada aquellas chicas. De seguro estaban drogadas y pronto inconscientes. Yo en mi perplejidad trataba de ponerme fuerte y no dormirme. Cuando veía por la ventana, ya había amanecido. Llegue a casa, y como ya no tenía dinero le di mi esclava de oro que tenia en mi muñeca izquierda. Y lo siguiente que recuerdo fue un insulto del taxista.

Llame a la puerta de casa. Enseguida me abrieron y como iba descompuesto me sacaron al fresco en donde había estado?. Yo en mi inconsciencia me apreturas contra mi madre molesta y me puse a llorar, diciendo: " no quiero más esto madre, solo quiero una vida, ser libre". Lo siguiente que recuerdo es que me desmaye y estaba durmiendo en mi cuarto. Mis padres jamás supieron que me drogue y que había estado en una orgia; simplemente consideraron que era una más de mis mataperreadas.

Al despertar luego de estar dormido 10 horas, sólo quería comer algo y no sólo algo sino mucho. Baje a la cocina y trague fruta y panes. No estaban mis padres ni mis hermanos, todos tenían una vida, menos yo. Ahí me di cuenta que yo mismo me saboteaba, que no podía seguir asi. No se porque sino que es por lascivia no podía sacarme esos cuerpazos de Venezuela de la mente. Prendí el televisor y una música de fondo en un reportaje, sonaba, " Caracas, Caracas, pero que lindas muchachas las que viven por ahi". Solo atine a reírme. Pero fue la risa más espasmodica que salio de mi sucio y libidinoso cuerpo. Adiós Caracas



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