sábado, 27 de julio de 2024

Etnicidad y cultura autoritaria

 




Tenemos democracia pero carecemos de una cultura democrática para afianzarla. La violencia, la falta de formas y modales, la vulgaridad y la delincuencia son rasgos de una cultura autoritaria que atraviesa a toda la sociedad peruana. Pero este rasgo autoritario es la reacción de las conciencias a una vida que es ingrata y salvaje. Nadie en su sano juicio quiere darle legitimidad a una sarta de políticos que lo único que hacen es hacernos denostar de la democracia. Nadie quiere arriesgar lo poco que la realidad nos da como parte de nuestro esfuerzo y sacrificio.

Aprovechándose del descontento e inmoralidad de la sociedad peruana se levantan personalidades y culturas subterráneas que no desean esforzarse, que han nacido cansados y hartos de la vida. Aquellos que justifican su atraso y vuelven su profesión de vida que aunque trabajamos y demos valor a la democracia siempre seremos pobres y esclavos. Es ahí donde la cultura autoritaria de nuestro tejido social halla el discurso de sentido político para explicarse el porqué de su fracaso e infelicidad. Y dan su vida su arenga y  creencia a un discurso de la pobreza que encumbra trúhanes y políticos criminales.

Nuestro autoritarismo no es sólo la respuesta fuerte de la ley para reacomodar las instituciones democráticas y estas salgan ilesas y funcionales. Sino que además es un ethos, una intersubjetividad  construida históricamente y que se alimenta de la falta de valores y el odio generalizado. Es una cultura que se ha profundizado en la persona y en su lenguaje y que sin dificultad promueve la violencia intrafamiliar, la delincuencia y la trasgresión a todo nivel.

Se supone que la democracia como cimiento para la mejora de las condiciones de vida debería hacer retroceder a esta personalidad autoritaria y antagonista, pero no lo hace porque solo exporta el lado individualista racional de la persona para hacerse de una vida, y no se preocupa por el lado del sistema educativo que forma una razón sustantiva y participativa, con valores cívicos. Esto último no existe, por la responsabilidad infausto de los creadores o diseñadores del sistema educativo. Hay un profundo desconocimiento de lo que es la peruanidad y por eso la cultura no esta armada de ese amor a la nación. Existe un sentimiento leve, pero no un respeto a todo lo que significa la vida nacional.

Es el consumo y la cultura de la mass media la que deshace los motivos civilizados y culturales que la educación podría dar. Pero es también el cinismo de la personalidad autoritaria que ya no quieren hacerse responsables de ningún compromiso. Y tampoco, como es comprensible, de lo que le pase al prójimo. Es más el cinismo otorga una vida a todo aquel personaje que transgrede las leyes y normas del Estado. Y es casi como un placer ser violento y autoritario. Por eso no sólo el descontento de quienes sudan la gota gorda por predominar de modo honrado, sino el divorcio de cada vez más sectores de la sociedad hacia la barbarie y la vulgaridad. La persona se siente desfallecida por eso su reacción es violenta e impositiva. Casi nadie deja de anomizar la realidad social porque se ha racionalizado como un lenguaje social para obtener posición y medios mercantiles de vida.

Estamos comentando el perfil de una cultura urbana casi  criolla diría que se disuelve en las ciudades democráticas, se supone. Pero esta también presente como un registro cultural que se imbrica en el entramado social la presencia de la etnicidad. Ahora la persona no sólo soporta la soledad a la que el sistema de trabajo nos condena, sino que grandes porciones de la población reclaman respeto a sus diferencias etnico- culturales, y a veces el reconocimiento es tanto que los demás componentes de la educación racional y colectiva quedan en entredicho cuando la discriminación y el rechazo cultural de las ciudades no permiten la integración cultural. No sólo a la democracia le importa como mero formalismo la integración de ka nación pues no sabe como hacerlo. Sino que además las múltiples culturas no desean ser parte de la nación y sus deberes, aunque si reclaman con voz autoritaria sus derechos. He ahí donde también sin educación el pluriculturalismo es solo búsqueda de las necesidades más básicos y no una búsqueda de racionalización.

Hay como un apartamiento reciproco que a lo único que conduce es a una involución social y económica de las naciones culturales y se troca en descontento y resentimiento. El Estado abandona porque sus políticos e intelectuales no saben como integrar conservando sus culturas, ni tampoco se visualiza una evolución positiva de las culturas étnicas, lo que se traduce en pobreza y desmodernizacion. Cuándo algo estalla los incendiarios aparecen para empeorar la atrofia cultural y oponernos a la globalización  de la economía

Y hay un componente que empeora la ausencia de una real articulación de nuestras culturas. Que aunque hay una fuerte ética del trabajo que mejora la cálidas de la vida de quien la lucha, subsiste soterradamente un trauma histórico sexual que ha  condicionado la construcción de la cultura autoritaria, donde la represión y el odio por no ser aceptado en sus ilusiones conduce a la locura como a la barbarie. Aunque en estos últimos tiempos el poder del dinero compra afectos y cuerpos, siempre existe la sospecha de que una mentalidad acomplejada nos puede quitar el motivo de nuestros desvelos y romances. Es este rasgo psicosexual de la cultura autoritaria la que en mi opinión no deja barrer con el racismo tanto de piel como étnico. Nuestro problema no es sólo un criollo que transgrede para prevalecer, sino de una ciudadanía étnica que transgrede para ser reconocido. Aunque este reconocimiento el lo entienda como búsqueda y conservación de su etnicidad, la verdad es que en última instancia la forma de felicidad y actividad es individual.

Creo que el desarrollo de la economía y del sistema educativo a su modo rompen los entramados del autoritarismo y el racismo. Pero aun faltaba mucho para generar una personalidad que no sólo se reconozca en su cultura sino que además no escape al desarrollo de sus capacidades individuales . La etnicidad es la base, la individualidad sin desvincularse de la cultura es de la realización. Nadie puede escapar a la idea y hecho que la vida es un experimento  solitario y social donde lo que se acumule implica felicidad como fracaso. Nuestra cultura peruana es rica en matices, pero aun no halla un propósito más allá del individuo. Nos falta soñar como nación y eso es algo que nos mantiene desarticulado a pesar de nuestros logros económicos. Hoy existe la necesidad de que el poder desarrolle una política educativa y social donde a través del mercado se de valor a la riqueza de nuestra diversidad y además se potencie a una persona que no tenga límites.  Hay que recordar que no todo es necesidad y materia sino además búsqueda espiritual. Y eso es algo de lo que estamos lejos y que solo pocos empiezan a husmear.

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