Una aventura de ayahuasqueros
Mientras dietaba hace cuatro años en la tierra colorada conocí a un amigo limeño de los shipibos. Se llamaba John y era un tipo como de unos treinta años un tanto fornido y medio morocho el puta. Ya Walter el shipibo que me acogía en su casa me había dicho que el era un dietador de plantas maestras, y que más que ser un curandero era un aprendiz de curanderos que tenía actitudes un poco incorrectas para curar.
Lo conocí mientras no se hallaban los padres de Walter en casa. El
maestro José semanas antes que llegara yo a Pucallpa para dietar lo había
curado con ayahuasca de unas malas energía y vibraciones causadas por sus malos
aprendizajes y andanzas en la vida. El quería poder y aprendía de un modo
incorrecto el oficio de curandero, creyendo que el libro sobre los ocultismos
le daría el control sobre las energías de las plantas. Hacia un ingreso
desmesurado de información sobre sistemas de sanación y de ocultismo de todo el
mundo, por videos y textos secretos, sin darse cuenta que eso entorpecía la
pureza del oficio de curandero.
Por
alguna razón había empatía entre nosotros. Discutíamos sobre los Incas y la
vida de Jesús. Para ellos Jesús era un curandero, el maestro de maestros. Y
como ellos John que era un tipo en el fondo bueno, pero con miedo, deseaba
aprender mejor el poder sobre las dietas de plantas para curar. Por alguna
razón no sabía, ni tenía la sensatez para controlar un poder que en el fondo
era muy peligroso, y con el que ningún ego o soberbia es buena. Lo escuchaba y
teníamos cierta cercanía porque los dos éramos bocones y cada uno en lo suyo
poseía buena información. Yo no leía hace mucho tiempo, como parte de una dieta
mental, y él leía y devoraba todo lo que se relacionara con brujería y magia.
El libro en el fondo no te da el control sobre nada. Es muy vertical a veces,
pues te da lo que funcionó en la experiencia de algún otro que deseo comunicar
lo que aprendió. Son solo orientaciones, guías normativas que hay que comprobar
con la propia experiencia. Hay que ser empíricos radicales, sobre todo en todo
tipo de aprendizajes como el shamanismo donde hay que saber controlar mucha
energía y poder de curación.
Bueno
yo seguía dietando pero ya podía asearme. Me daba como tres duchas diarias, y
salía a caminar por todo la comunidad de San Juan, para jugar con los niños y
ajetrearme con las imágenes de paisajes y de la vida en comunidad. John venía
poco a la casa, pero ya oportunamente sabiendo que no estarían los maestros,
vino un día miércoles en la noche para tomar ayahuasca con Walter. Ya me había
dicho con anterioridad que le proveyera de mapachos (Tabaco) y agua florida
para la ceremonia. Noches antes Walter me había contado que el se
había tomado otra planta, pseudo ayahuasca (alucinógena) con un pata de otra
parte de la ciudad, y que lo que buscara era abrir los chakras, para tener la
visión de los shamanes shipibos y así diagnosticar mejor. Ambicionaba poder
curativo sin haber puesto en paz el alma…
Esa
noche vino a la casa, y dejo en penumbras la cabaña, mientras los
hijos de Walter y su esposa ya se habían quedado dormidos. Se apuraron cada uno
un trago de ayahuasca, y luego de conversar sobre sueños y ajetreos de brujos
vino la mareación… Sus canticos, icaros y oraciones eran en shipibo
y en castellano… Walter se quedó semi-dormido, y John le provino un golpe de
mente; se mareo tanto, que le entro miedo y empezó a devolver en el baño de la
casa. Yo lo ayudaba, y aunque era pesado lo esperaba. Se empezó a asustar y por
celular empezó a llamar a sus maestros diciendo que los brujos le
habían golpeado la ceremonia. SE estaba quedando dormido, y a la vez el cuerpo
se le enfriaba. Nos pidió en medio de la noche que lo acompañáramos a la casa
del tio de Walter, para que le cerrera la mareación y lo enderezara.
En
medio de los ladridos de los perros y de charcos de barro y terrales
llegamos a la casa del tio de Walter. Nos recibió callado y medio
dubitativo, lo soplo a John, y la mareación y las ganas de vomitar no le
dejaban. Le aconsejo que se mojara, y con el agua se despertara, y perdiera un
poco el miedo. No lo dejaba el problema. Walter y yo lo sosteníamos en medio de
una noche virgen de estrellas a John quien aterrado cantaba oraciones a Jehová
para que no perdiera el valor. No había quien condujera el motocar del maestro.
Sabía hacerlo el hijo de Walter, Enrique, pero era una adolescente
de 14 años. Luego de tanto rogar y ya atemorizados Walter y yo por lo que le
pasara a John, fuimos más al fondo de la comunidad de San Juan a buscar a
Oliver, primo de Walter, quien si podía manejar el motocar y llevarlos a un
maestro de más nivel que lo enderezara de verdad. Oliver salió de su maloka, en
la noche y le llevamos rápido por la carretera que conducía a la ciudad de
Pucallpa, a una comunidad barrial de la Hoyada donde había un curandero que si
lo podía enderezar.
John
lo eligió por su supuesto maestro, y abrigado y temblando en la madrugada
llegamos a la Hoyada donde el shaman Víctor nos recibió y con mis mapachos lo
enderezaron en medio de icaros y oraciones oscuras. Conocí a Oliver y le conté
mientras esperábamos a John y a Walter mis sueños y aspiraciones luego de la
dieta…. Amaneció y salió enderezado y más recuperado. Decidió John quedarse en
la casa de Víctor. Le había agarrado miedo a la cabaña de Walter, donde había
dejado sus demonios y diablos.
Nos contó al otro día que al marearse y entrar en el climax de las visiones y aperturas de conciencia como que una botella se quebrara, e icaros malignos de brujos en la oscuridad de la noche lo maldecían e insultaban. Aterrado nos contó que se le iba la respiración, y que los huesos se le rompían. Cerrado en que los brujos querían matarlo, me contó que cuando veían a un dietador los brujos ignorantes los soplaban para matarlos y que el oficio de la magia blanaca que cura a través de las plantas se olvidara.
Se regresó a la Lima en
avión y me deseo que me mejorara. Yo con mis achaques lo ayude como a un
hermano, y le desee que se hallara en este el oficio de las energías
limpias y oscuras. John tiene el don del curandero, tiene el mariri
de las plantas en el centro del pecho, pero aún no maduraba y no dejaba atrás
los problemas que lo acechan y carcomen. Yo salí de la oscuridad pero el
conocerlo me ayudó a mí mismo y respetar este el saber de mares de los
curanderos… Quien entiende las junglas no debe buscarlas en lo evidente,
objetivo y manipulable de las comunidades. Sino en los saberes que están más
allá de los lenguajes y la razón. El verdadero control no es racional, y hay
que tomar cosas como la ayahuasca para darse cuenta que el ser humano vive
honrando falsos saberes de sectas
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