lunes, 8 de marzo de 2021

Autoritarismo y libertad.

 



En los medios de comunicación somos testigos de actos de violencia contra la mujer, violencia delincuencial, actos de maltratos contra ambulantes por vender sus productos, la violencia simbólica en el trabajo. Todas estas acciones responden a un patrón caracterologico de construcción de la personalidad en el Perú contemporáneo. La represión cuvilizatoria con la cual ha sido construida la psicología de la peruanidad produce reacciones de violencia, como producto de la dominación tan regresiva como ha sido producida la personalidad. 

La modernización que viene dándose desde los 70s ha dejado de lado el proceso de racionalización de la personalidad. La modernización es un proceso ciego de transformación impuesta de la razón instrumental al perfil ambiental de las ciudades y de la producción económica, que ha arrastrado a las personas a una vorágine de cambios heteronomos donde predomina los electores racionales y la multiplicación de estímulos. La etapa populista y pesada de la modernización ha sido abandonada por una modernización que inocula en las personas el atractivo del consumismo y de la represión psicológica para la obediencia de las normas. Si bien el proceso de siocializacion es forzado en la familia y en el sistema educativo, pronto en el mundo de las decisiones formalizadas las personas eligen utilitariamente las acciones con un significado asocial, frío y calculador donde el lado comprensivo y del entendimiento civilizado carece de fuerza. Esto desata que las prohibiciones se relajan y frente a las normas las personas extravian todo acto racional y cultural de construcción de su personalidad. 

En vez que la modernización logre civilizar la cultura lo que hace es estimular mediante la publicidad y los medios de comunicación un carácter que toma la violencia y la anomia como rasgos sociales normalizados. La ley carece de rigor, pues la subjetividad es bombardeada por todos lados por estímulos que vuelven el acto, en un acto inconsciente e impulsivo. La represión de la civilización es fuerte en sí, pues la resocializacion policíaca y vigilante impone la ley y desestabiliza la psicología que tiende al acto hacia la excitacion exclusiva. Un sistema de la personalidad jalado por la heteronomia y la relajación es expuesto a un atmósfera donde la información globalizante es poca para socializar efectivamente al sujeto. La cultura tiende hacia la personalización y el narcisismo donde la información no forma el alma, solo dicta protocolos que se obedecen por la penalizacion que traen trasgredirlos. La grosería y la anomia del lenguaje en la comunicación son la característica formal de la época.

Nuestra socializacion ha intentado erradicar de la sociedad la violencia y el delito. Pero lo ha logrado internalizando la represión de esta historia en la psicología, donde los mecanismos de socializacion son rechazados por una intersubjetividad que resguarda la violencia en el espíritu. Recibimos instrucciones pero no edificios de educación e información estables.  La pacificación de la sociedad ha costado muertes y violencia para que el Estado reclame para sí el monopolio de la violencia legítima. Pero en plena época de resocializacion y estímulos cambiantes la violencia vuelve como diversión y desacato delicioso.  El delito es la expresión de una mentalidad que vuelve el desacato en acción asocial que pasa por encima todas las prohibiciones con tal de conseguir el premio monetario. La delincuencia es una economía violenta donde la desobediencia frustra todo proceso de socializacion, pues los efectos desequilbrantes de su acoso tornan insegura la atmósfera y transmiten el miedo en el seno de la sociedad.

Pero ¿ porque la socializacion ha fracasado ya en esta época? Porque los controles normativos que la familia debería transmitir como el sistema educativo reforzar se diluyen cuando la acción social descubren que una actitud normalizada conduce a la represión del afecto y la sexualidad. La norma es abandonada para que las personas se provean de lo necesario para alcanzar el disfrute del goce y el sosiego. El hombre rechaza la integridad de la norma y se convierte en  animal que elige sin razonar o entender el derecho del prójimo a que se repercuta el beneficio.  La culpa y el remordimiento vuelven tan pronto el acto es castigado con la sanción penal. El miedo es la mejor forma de que mantenga la firmeza del acto.  Pero siempre la actitud temeraria de la trasgresion se las arregla para desobedecer. Hay en la norma una brecha de rigurosidad que estresa el carácter, y por lo tanto, la anomia es premiada como disfrute desinteresado. 

Nuestra cultura es una cultura autoritaria. Todos los espacios sociales de privacidad como los ámbitos de trabajo están cargados de actos emocionales de posible violencia y yugo desacreditado. La violencia en contra de la mujer es la expresión mayor de un afianzamiento de la agresión y la venganza, sobre un cuerpo que es considerado como propiedad privada u objeto de disfrute. El machismo es una mentalidad que no reconoce su espacio de acción y opinión a la mujer. Hoy el empoderamiento de la mujer es castigado por el hombre con el maltrato psicológico y porque no la violencia desnuda. Igual trato reciben los hijos, donde la crianza recibe la represión como internalizacion de las normas.  Las familias disfuncionales como los sistemas educativos  reproducen subjetividades violentas y reprimidas donde la sexualidad y el desamor son prácticas que coexisten con adolescentes desocialuzados y cercanos al crimen. La frialdad y crueldad hoy en día en los jóvenes es una marca del autoritarismo que se expande en el tejido social. Su libertad no reconoce la responsabilidad con las normas de la sociedad en descomposición, por lo que su accionar es siempre trasgresor, al cual consideran travesura o disfrute sensorial.  La libertad negada por la sociedad es convertida en represión y violencia contra las normas que no dejan vivir. No poder vivir lo que transmite la Televisión es convertida en revuelta y frustración, donde el alcoholismo y las drogas son estupefacientes que deshinben y socializan la anomia. 

En los medios más normalizados, como el trabajo, los mecanismos de subordinación esperan de la personalidad la reproducción de un patrón que logre metas y objetivos. La autoridad es a veces acompañada de una superioridad de estatus que es expuesta como un trofeo. La jerarquía en el trabajo es expuesto como maltrato, desinteligencia y porque no violencia simbólica. La tensión y ausencia de equidad de género convierten muchos trabajos en espacios reproductores de violencia y abuso laboral. Demas está decir, que la cultura profesional peruana no posee vocación de servicio a la hora de exigir rendimientos. Es muchas veces una cultura de la explotación que paga poco y que exige muchos sacrificios.  No hay liderazgos democráticos y si mucha verticalidad en la generación de funciones. El trabajo de equipo es aún una prerrogativa para empresas grandes.  Y si algo escaso en los medios informales. 

Una explicación siciohistorica para el aumento del incremento de la cultura autoritaria sería que la cultura criolla ha sido muy dura en su asimilación de los migeantes a la cultura de las ciudades. El empuje empresarial que hemos visto de parte de los migrantes es una muestra de la búsqueda del reconocimiento que una cultura racista impone a su socializacion. El dinero y porque no una cultura de la desconfianza han sido los mecanismos de inclusión de los migrantes a la cultura oficial. Pero esta inclusión ha ido acompañada de tensiones y silencios en la construcción de la personalidad peruana que han conducido a la hostilidad como a la violencia. No resulta fácil decirlo, pero hay traumas psicosexuales en la constitución de la personalidad que alientan la discriminación como el abuso en contra de las mujeres. La historia de odios y dominación hablan de un mestizaje traumatico donde hay resentimientos y una cultura de la hipocrecia que inunda la sociedad peruana. Hay lo que se dice una persona que sufre de tensiones y traumas genealógicos que corrompen la posibilidad de una cultura democrática en el país. 

A parte de esta discriminación étnica y de clase que sufren los sectores populares surgen amenazas autoritarias para la democracia en el avance de las confesiones evangélicas. Ahí se enseña que la libertad que el hombre moderno ha conseguido es pecado grave, y que hay que restringir moralmente las libertades para alcanzar la gracia teológica. A parte del conservadurismo imperante de la cultura criolla las confesiones evangelistas serían duras opositoras a los derechos de las minorías culturales. El conservador peruano alienta el gobierno de la moral y las tradiciones sobre las libertades civiles, pero al mismo tiempo, vive empeñada en trasgredir la vida privada de los sujetos con una personalidad frívola y narcisista que desea aquello que odia. El rencor sería una gran amenaza para las mujeres, los jóvenes y toda persona que disfruta de las libertades democráticas del mundo moderno.

Hay otra característica de la cultura peruana que celebra la violencia y los odios. Es la cultura del chisme y de la intriga entre los estratos sociales. No sería un comentario sino muy displicente decir que las tergiversaciones y las emociones negativas que ya sobrecargan el espíritu humano y que son historias de conciencia a conciencia perturban y atizan los odios cuando tergiversan la conducta de una persona, por ejemplo el decoro y la pulcritud que se dice deben tener las mujeres. Encasillar a las personas y se es capaz de contar menosprecio de la vida privada de los jóvenes por ejemplo, con tal de estampar un apelativo o corregir una actitud considerada estigmatica. El chisme es un medio de comunicación que alienta la envidia y el odio en la vida cotidiana. Es el rasgo de un sistema educativo que no ha sabido romper la vulgaridad de la cultura popular, lo que acaba muchas veces en relaciones tóxicas y violencia en contra de la mujer. La intriga incita a la violencia y el desequilibrio psíquico. 

Para terminar, hay un candidato como Rafael Lopez Aliaga que es una amenaza de polarizar los odios en contra de las libertades civiles. Su discurso si bien es promercado es harto conservador a la hora de singularidad a la mujer peruana y a las familias. Su tradicionalismo es una máscara colonial de atropellos en contra de la democracia. Hay que asegurar la convivencia democrática entre la diversidad cultural para que no haya privilegios ni prerrogativas especiales a la hora de diseñar nuestras instituciones políticas y nuestras organizaciones de la sociedad civil. El conservadurismo de piel y de clase debe ser eliminado de la cultura peruana pues genera pugnas y odios entre los actores sociales. Hay que tener cuidado que a parte de la modernización la cultura criolla no atize los conflictos y denigra el derecho que todo peruano tiene al bienestar y la calidad de vida. 


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

La desunion de una familia

  Hace unos meses conversaba con una vecina que es adulto mayor. Le decía que a pesar de tener 75 años se le veía muy conservada y fortaleci...