lunes, 1 de marzo de 2021

Autodesarrollo, estatus y poder.

 



Se ha destacado en las dos últimas décadas el concepto de empoderamiento, sobre todo por las ONGs. Este ha buscado inflar el autoestima de las personas frente a condiciones de discriminación o maltrato psicológico. El feminismo de modo acertado a hecho de esta categoría una de sus líneas de análisis para sacar del flagelo de la violencia familiar a mujeres que busquen el autodesarrollo y el empoderamiento.

Empoderamiento se confunde con politización. Es más una categoría que escudriña la interioridad de la mujer en su resiliencia  contra los efectos negativos de la dependencia emocional y el machismo de la sociedad. Sin embargo, este punto de vista ha hecho del empoderamiento más que una actitud de crecimiento personal una inconsecuente búsqueda de estatus y jerarquías que vuelven a causar rechazo y nuevas estructuras de poder simbólico. Se estigmatiza al hombre como un arma de maltratos e incomprensión y se hace de la mujer un camino personal de autodesarrollo sin necesidad de establecer vínculos duraderos con una posible pareja. El empoderamiento es un poder que causa divisiones y jerarquías negativas que ahondan la segregación social y la inestabilidad psíquica.

El autodesarrollo en este país ha sido la herramienta personal para sacar de la miseria mental a miles de emprendedores y nuevas subjetividades y lograr el éxito empresarial. Pero esta situación no ha ido acompañado de un colchón de reafirmación emocional y afectiva lo que ha promovido la competencia desleal y el desequilibrio psicológico. Autodesarrollo es riesgo de resquebrajarse la identidad por estar buscando permanentemente la solidez emocional para prevalecer en los intersticios del mercado. El trabajo muy aparte de ser un medio para obtener la reproducción de la vida material, es a su vez un ambiente de estrés y perenne sacrificio individual. Lo social desaparece en la medida monetaria, y lo que se reproduce es nuevas coordenadas de discriminación y poder simbólico, donde cunde el desprecio y la exclusión social.

Ahí donde anida la búsqueda del reconocimiento individual y la búsqueda de estatus ,el empoderamiento resulta ser una forma de crear divisiones de clases y de estratificación social. El autodesarrollo, según esto no consigue la capitalización del interés privado porque mucho antes de automatizar y acumular lo que busca es el adornamiento del estatus y sus privilegios de casta e hidalguía.  Esta forma de conseguir la conservación de la aventura individual recrea la pobreza y refuerza el racismo de piel y de inteligencia. La búsqueda del empoderamiento es reforzar los abismos sociales y no permitir la igualdad social ante la ley. Una categoría  que busca romper con la pobreza y la dependencia emocional es a su vez un instrumento para crear divisiones y fragmentación social.

Sabemos por los estudios de la vulnerabilidad social y el ciclo de la pobreza que para superar estos problema se requiere del aprendizaje de un desarrollo de capacidades que produzca un cambio de actitud social frente así mismo y hacia los demás. El problema es que estos aprendizajes permiten la aparición de egos y soberbia sin que no se esfuerce el individuo, y se busque estatus de modos vedados y arribistas. No hay superación social sino va acompañada de algún emprendimiento económico, y no hay estatus social sin que no se pase por un aprendizaje educativo y el esfuerzo profesional. Los que buscan el estatus son los grupos políticos que levantan las banderas del cambio cultural sin que exista una correspondencia social con los pobres y excluidos.

Hoy el poder es fuerza simbólica de fundamentalismo individual y búsqueda sin esfuerzo de prerrogativas y castas que acaparan los recursos por ser los dueños del capital social. Estas nuevas jerarquías hablan de igualdad social pero lo que persiguen es el ascenso social y los endulzamientos de una vida aburguesada. El excesivo ego de estas nuevas clases de estatus lo que predican es la transformación de la sociedad sin darse cuenta que su discurso recaen en la desorganización y los populismos.

La búsqueda del reconocimiento social y la imposición de una diferencia cultural lo que hacen es fragmentar la sociedad y expandir el ego y los maltratos a todos los niveles de la escala social. Es seguro que todos los conflictos que vemos en la TV señal abierta son causados por personas infladas de ego que cancelan toda comunicación y afirman el maltrato y la violencia. El ego no es comprensivo, es poder que busca súbditos y explotarlos, para así mantener una clase de privilegios que el empoderamiento en su versión tergiversada han provocado.

Más allá, que el empoderamiento enciende a los sujetos, también hay que advertir que amenazan el equilibrio social y a la cultura de masas. Mientras el poder no se logre por la via del esfuerzo y el trabajo toda identidad superlativa de estatus será un secta de privilegios que han llegado al poder muchas veces por medios ilícitos. El estatus confiere socialización pero también puede conferir desigualdad.

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