miércoles, 10 de febrero de 2021

Pandemia y consumismo

 


Los productos del hipermodernismo aman la multiplicacion de estimulos y el espectaculo como emocion. La peste acecha la vida. Pero esta se las arregla para devorar lo que el mercado oferta. No hay límites para el hambre de sublimar los apetitos pero hay límites peligrosos para que la vida prospere con ecuanimidad.

Hoy la pandemia del SAR COV 2 nos conmina a cuidar nuestros estilos de vida física y emocional y con ello la carrera del hombre que vive sin cuidados profilacticos perece. Aunque no es fácil este proceso pues el mercado nos demanda devorar. Lo cierto es que poco a poco viviremos un consumo más naturista y light. La depresión, el sedentarismo y la contaminación ambiental han provocado la muerte del hombre letrado e informado.

Hoy con la pandemia los cuidados de la salud frente a un futuro de bioterrorismo y degradación de las condiciones de vida citadina empiezan a acercarse a los espacios de la naturaleza y el mundo alternativo de métodos profilacticos. Aún esto está pasando sólo de manera pronunciada en los países avanzados. Pero cada vez son más las personas que se acercan a la naturaleza para escapar de la rutina y de la depresión asfixiante.

El virus ha detenido este proceso. Y la desigualdad en los estilos de vida se notará con forme las poblaciones salgan de la pandemia en recesión y pobreza. Aunque esta pandemia es una guerra que dejará economías destruidas creo firmemente que el capitalismo se acercará al ecologismo y tendrá que detener el cambio climático pues no querra perder el negocio del consumo global.

Por lo pronto se observa que la parte lúdica y erótica del posmodernismo ha sido demolida por la fuerza de la pandemia. Los sabores del erotismo se vuelven obscenos y vulgares. Violencia y delincuencia campean como ribetes de un caos social que ha endurecido la Dictadura del virus. No es fácil socializar en la ciudad con el miedo al accidente y la heterónomia del crimen.

Al cancelarze la energía erótica de la ciudad el hombre se animaliza y no es raro ver miles de hogares quebrados por la violencia familiar y la descomunicacion. En privado el sexo rastrero se sigue reproduciendo de forma ilegal. Es un síntoma de la multiplicación de estímulos y de cómo estos son reprimidos por el miedo al contagio. El sexo se vuelve anacrónico y la cercanía festiva una necesidad vital de rebasar las leyes.

El consumo está por alterar su curso pero a la vez fuerzas anacrónicas y autoritarias desean que sólo nos exploten no nos reproduzcamos y estemos todo el tiempo deprimidos.  El sinsentido de la vida va de la mano con el avance de la ignorancia y la desinformación por todos lados. Es nuestra adicción al consumo de las redes la que nos empobrece y nos mantiene alejados del miedo a la misma vida.

En un mundo de consumismo y de amenazas latentes que puedan desgarrar la piel de los vínculos sociales la guerra que el sistema sostiene con la vida, consumir es un acto de miseria por si mismo. El consumo no se altera tiende a ser más incorregible. A menos que el sujeto recomponga su vida y halle iluminación en otros estilos de vida. Y eso timidamente está sucediendo ante nuestros ojos al mismo tiempo que la oscuridad nos mantiene en la alienación y en sufrimiento a la carta.

En perspectivas es tiempo de un gran cambio y de una decisión planetaria para cambiar las políticas de vida que nosotros desarrollamos. Al nivel de productividad al que comeremos la tierra pronto se acabarán los recursos y el cambio climático será irreversibles. El consumismo debe ser alterado. Así como las amenazas al mundo deben ser atenuada. Ya basta del odio a la vida que tienen las élites. Es hora del espíritu.










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