lunes, 15 de febrero de 2021

Organizacion y corrupcion.

 


La corrupción pública es un problema que nos ha costado al Estado peruano 17 000 millones de soles al año, según fuentes de Contraloría General de la República. Es un problema que no es sólo económico sino enteramente de formación cívica.

Para empezar las sociedades a medida que han evolucionado se han organizado para atender a sus súbditos o ciudadanos en lo relativo a los bienes vitales. Conforme aparece la sociedad moderna estos procesos organizativos se complejizan y las organizaciones tambalean frente al gran poder Ejecutivo y de representación que desarrollan. La organización se licua y se vuelve flexible para alcanzar las expectativas de los actores.

No ha sido raro que las grandes estructuras burocráticas se desacoplan y se generen una gran probabilidad para el desarrollo de males organizativos. Siempre ha existido cierta flexibilidad para que la buroceatizacion interna no neurótice la experiencia. Pero lo que vemos hoy que la cultura organizacional que predomina es añeja y corrosibke a las faltas graves como son la ineficiencia y la corrupción pública.

El pase de un funcionario estrictamente disciplinado y lento para la logística del resultado a un ejecutivo más flexible a las demandas de los consumidores ha traído un mejoramiento de convertir las expectativas de las personas en leyes perfectamente sostenibles. Las organizaciones complejas se han acercado más al mercado y al ciudadano para asegurar su legitimidad y su poder de representación.

Pero es está plasticidad que han conseguido las organizaciones sociales y públicas la que no ha ido acompañada de una cultura organizacional de la eficacia y de la eficiencia. Sino del despliegue de enclaves de intereses y poderes mafiosos que han capturado el Estado para gestionar menos para el pueblo y más para sus intereses privados. Han sido llevados los ministerios e instituciones de incompetentes y señores feudales que despilfarrar millones en asesorías y consultorías con nombre propio.

Se habrá cancelado la estructura pesada de las grandes burocracias y se habrán introducido estilos dinámicos del sector privado. Pero lo cierto, es que se ha conservado una personalidad de la función profundamente egocéntrica y narcisista que no tiene valores ni vergüenza para tomar los recursos públicos y apoderarse de ellos. Los grandes problemas de logística y de la estructura pública es que no se concilian con las expectativas privadas y empresariales de la gente.

El Estado populista aún persigue como un fantasma psicológico a las reformas que se pudieran inyectar en el Estado. Es una cultura interna donde cunde el trabajo desobligado y  el enriquecimiento ilícito. No hay una supervisión o control de las acciones personales de los burócratas por lo que se las ingenian para tener más presupuesto y sacar consultorías para los amigotes.

Nuestra organización peruana no se ha flexibizado lo suficiente como para hacer un trabajo más contundente para las expectativas del pueblo. Estamos rodeados de instituciones públicas que han perdido importancia y validez para los ciudadanos, porque se hurtan los recursos y se permite la construcción de una personalidad vil egocéntrica a la que nadie toca por el poder mafioso que logra.

La psicología del corrupto es la del pendejo. El que se salta las reglas y las normas porque cree firmemente que está por encima del bien y del mal. Pero acaba mal porque destruye su propia vida con la inmoralidad y la conducta delictiva. El pendejo nunca gana, siempre pierde.

Y un ejemplo de lo que digo de la mentalidad egocéntrica del burócrata y del político ha sido en los últimos días el aprovechamiento de sus envestiduras públicas para vacunarse con la vacuna sinopharm a espaldas de una población que se está muriendo en los hospitales. Esa irrespetuosidad a su cargo representativo y a la población es un síntoma del resquebrejamiento de la democracia en el Perú contemporáneo.

La corrupción en la organización no se resuelve con más organización o sanciones altas. Creemos que este mal proviene y es un aspecto de la crisis de valores permanentes.




 


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