domingo, 28 de febrero de 2021

Derechos y deberes




Según la constitucion de la república del Peru de 1993 el hombre es un fin en sí mismo. Sus derechos como ciudadano le protegen ante cualquier fuerza dictatorial o autocrática. Los deberes son las obligaciones que todo ciudadano debe cumplir para hacerse de derechos y ser considerado un hombre libre y racional ante las leyes. Todo aumento de derechos va de la mano con obligaciones interpuestas ante la ley. El problema es que cuando una democracia se vuelve populista las personas exigen más derechos y menos restricciones ante el Estado.


Cuando una sociedad entrega calidad de vida los consumidores exigen menos obligaciones para acceder a los productos o producir. La libertad ante la ley se convierte en prerrogativas que buscan mejorar las condiciones de vida del pueblo y entregarle calidad de vida. Hoy el liberalismo económico busca una sociedad de mercado donde las restricciones para hacer empresa y consumir sean las mínimas. Ante el mercado las personas o somos demanda u oferta. Esto hace que la cultura se liberalice y se conmueva las tradiciones y pronto los consumidores crecen.

Así, la búsqueda de los derechos que protegen y favorecen el bienestar se convierten en asistencialismo y clientelismo en el seno del pueblo. La imposición de derechos sin respaldo en la economía se suele convertir en un populismo que degrada los esfuerzos y convierte a las personas en seres desobligados ante los deberes que impone la ley. Una sociedad que da demasiada libertad a sus sujetos sin formarlos en deberes, pues estos socializan, suelen contribuir al caos y la protesta desmedida. El aprovechamiento y la desmesura promueve una mentalidad que desobedece la ley. Se legisla para que los derechos y los deberes vayan de la mano, pero muchas veces la desproporción entre ambos producen un vacío jurídico donde la eficacia del poder político es mínima. Quienes reclaman derechos populistas permiten la vulgaridad y la barbarie. Por eso todo derecho debe ir de la mano de un compromiso interiorizado con la sociedad que los protege.

Los primeros derechos que se dieron fueron los políticos. Libertad ante la ley para deliberar y dar su opinión por el bien público. Luego se dieron los derechos económicos. Libertad de empresa, de producir bienes y servicios para el mercado que demanda. Y por último se dieron los derechos sociales, que desjerarquizan la sociedad y esta se vuelve homogénea e igualitaria. Ahora en pleno siglo XXI vemos la aparición de los derechos culturales como las libertades de las minorías y las tradiciones. El dilema que plantean ante la ley es que fragmentan la sociedad donde unos son más protegidos que otros. La igualdad ante la ley se desvanece. Se produce una segregación de la cultura donde la introduccion de nuevas jerarquías culturales se ven libres de obligaciones y se promueve la masa cada vez más hambrienta.

El vacío jurídico conduce al vacío político donde la legalidad es desobedecida y el Estado a pesar que apertura los reclamos ciudadanos pierde legitimidad y control sobre la ejecución de los deberes. Los deberes ante la ley buscan crear valores cívicos y de compromiso con la patria donde son atendidas la formación del individuo y su educación. Es deber del Estado igualdad ante la ley dando educación, salud y espacios públicos donde se logre la conciencia colectiva como el deber patrio.

En los últimos años los gobiernos en su afán de que se cumplan las leyes y combatir las desviaciones sociales como la criminalidad y el no pago de impuestos se han vuelto más estrictos ante el vulgo y el individualismo que ha expandido el desorden social y la atomización cultural. Pedir más derechos socioculturales sin que se comprometan con el cumplimiento de deberes ante el fisco o el respeto de las personas es provocar un vacío de poder y una perdida de soberanía sobre ciudadanos que no se sienten parte de la conciencia colectiva. La anarquía y la crisis de valores provienen de prerrogativas especiales de promover la diferencia, creando nuevas jerarquías y ghettos culturales. La desigualdad ante la ley es la anomia como característica de una época que cae en la diferenciación social como en el hambre.

Mientras no se vuelvan socializados los derechos políticos y económicos el respeto de la diferencia conduce al caos y a la violencia.  Una sociedad de productores espaciados debe ir acompañada de una cultura reconciliada con sus tradiciones y minorías. Mientras no se resuelvan la falta de condiciones de vida como la pobreza y la desigualdad socioeconómica el derecho de las minorías y las diferencias conducen a un vacío jurídico que no tiene más que un impacto segregador. Por ahora una legalidad penaliza y no apoya la búsqueda de los reconocimientos culturales. Pero esa no es la salida. Es necesario que el sistema educativo proteja la conciencia colectiva que está en formación, así como el derecho de las minorías, para que se produzca la tolerancia y la aceptación legítima de derechos y deberes interpuestos.

Un ejemplo de lo que vengo narrando es la protección que la corte Interamericana de los derechos humanos ha fallado a favor de las minorías en la actualidad. Los terroristas y subversivos se han acogido a estas leyes creando una perdida de soberanía. Asimismo, ante los errores socioambientales de la inversión minera defienden los derechos humanos de las comunidades indígenas y campesinas, creando prerrogativas especiales que quebrantan a la sociedad articulada. Los conflictos sociales deben ser resueltos como oportunidades de transformación y desarrollo de las partes en pugna. Pero lo que vemos son porciones masivas del territorio peruano que actúan al borde de la ley, imponiendo su ley comunitaria que resulta una perduda de soberanía. Creo que las comunidades tienen derechos que proteger, pero no deben ser sin comprometerse con el Marco de la sociedad peruana.

Hay que recordar que no hay derechos sino hay deberes. Y los deberes lo que buscan es proteger y asegurar la soberanía colectiva. Si se promueven más derechos sin cumplir deberes lo que estamos haciendo es crear un vacío de poder del Estado, que no puede asegurar el respeto de las diferencias sino hay progreso económico y social.




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