jueves, 18 de febrero de 2021

El poder y la politica.

 


El poder es una relación social de modo vertical. Donde una persona toma subordinados a su cargo ejerciendo por la fuerza o la persuasión la capacidad de conducirlos. A su vez el poder suele ser legítimo cuando los subordinados aceptan el dominio del poder del que dependen.

La política siempre ha sido el ejercicio del poder de persuasión para lograr el bien común. Pero también es poder político aquella fuerza que ejerce resultados por medio de la violencia legítima. Esta es una política donde desaparecen las razones y la deliberación que son propias de la democracia.

Estamos en democracia liberal y aún los pesos y contrapesos del Estado no han conseguido eliminar la relación vertical del poder y dar forma a una relación de poder más horizontal. Sigue existiendo filtros en el Estado donde el poder político se ejerce bajo extorsión o dominación abusiva. El cargo o los privilegios que el poder demandan permite construir una red de favores y prebendas donde los subordinados permiten la dominación legítima a cambio de favores o recursos públicos.

La política cuando favorece a particulares es autoritaria y delictiva. Pero a pesar de este rasgo el poder político sigue manejandoae como un poder mafioso que se propaga por el seno del Estado y que se vuelve poco efectiva para resolver los problemas de la ciudadanía. La política no pierde su característica demagógica pero es atravesada por un discurso que se vuelve poco creíble por la sociedad civil o el pueblo informado.

En el Perú vemos como la lucha por el poder legítimo es una extrapolación de una sociedad autoritaria donde el poder es maltrato psicológico o uso abusivo de la fuerza. Como es una proyección el Estado sufre la invasión de un poder que se siente como satisfacción de dominio corrupto. Más allá de los recursos económicos a los que tiene acceso la lucha por el poder es una relación de dominio ciego por sólo dominar y aplastar a la oposición.

Cuando el poder se convierte una relación vertical que no tiene reparos para dilapidar las arcas del Estado o ser una fuerza de dominio represivo lo que vemos es que la política se vuelve en un entramado de burócratas y asesores donde el bien común desaparece y lo que prevalece es el lujo y el despilfarro. Es una relación enfermiza de sentir poder como un algo existencial y psicológico. Como una  propiedad privada de hacer y deshacer sobre las personas para percibir una relación de dominio imparable.

El Estado y su rasgo autoritario es una proyección de una sociedad atravesada por la violencia desnuda y la violencia simbólica. Ni el sistema educativo ni los núcleos familiares se salvan de esta característica de dominio. Familias disfuncionales y centros escolares invadidos de violencia son la otra cara de un poder que es anacrónico y retrógrado. La barbarie es que en la cumbre del poder legítimo no lo es sino impuesto por favorecimientos y mentiras  que convierten a la democracia liberal en un caudal de representaciones a las que nadie quiere ni puede parar.

La democracia liberal retrocede hacia sociedades autoritarias donde el poder politico es incapaz de caer en relaciones mafiosas debido a que el sistema jurídico y las reglas internas del sector público están hechas para ser reglas comisariales donde se favorece el que tiene más poder político.

No es extraño que el poder económico de las élites perfore y se beneficie de su relación con el Estado para crecer y ver asegurados sus negocios privados a expensas de la población y de los pueblos subdesarrollados. La empresa privada como la mineras se hace del Estado para que sus acciones productivas a pesar que contaminan no sean paralizadas  sino protegidas por el poder político. La relación policiaca que ejerce el poder autoritario es la marca de una sociedad que no tiene poder de veto o de control público sino de mucha desafección cívica.

Las pugnas que vemos en el Perú entre el Congreso y el poder Ejecutivo son por el control del poder desnudo. En medio de la pandemia resulta repulsivo como esta pelea no le importa la muerte de miles de peruanos. La corrupcion campea a pesar del sufrimiento del pueblo. En vez que se legisle y se ejecute para detener la pandemia todo es negocio privado y mercancía. Estamos en guerra contra el virus. Requerimos servidores públicos con don de mando y de gestión que terminen con una sociedad atemorizada y enferma. Por ahora, a puertas del Bicentenario la República se cae a pedazos.

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