Periodismo y sociedad. ¿Libertad de expresión o desperdicio de la inteligencia?
El carácter de grosería que alcanzan los medios
periodísticos hoy en día resume el estado deplorable de la experiencia
cotidiana: a medida que se pragmatiza la vida social el sujeto solamente recibe
como significado orientador aquello que ingresa como mera distracción. La
lógica del deseo, de la oralidad desbordada[1]
dirige lo que antes se consideraba función ejemplar de una conciencia pública
ilustrada. Es decir, lo que no llegó a ser suprimido por la tecnología escribal
adquiere en los intersticios de la barbarie socializada un condicionamiento
exclusivo y perverso, lo cual subraya lo desamparada y expuesta que se haya la
subjetividad ante la embestida de la imagen y de la sordidez lingüística. La
prensa, sobre todo la más espectacular, desplaza la tarea de edificar una
noticia que desenmascare los tentáculos del poder por un artefacto que
profundiza el desconocimiento de los recursos públicos para desenvolverse como
organización individual[2].
A pesar que el negocio de fabricar noticias-ideologías no estrangula totalmente
la reinterpretación que el discurso ordinario pueda efectuar, lo cierto es que
la consecuencia crítica que se pueda despertar queda neutralizada tan pronto el
producto que se consume recrea y desestresa la mirada.
En la medida que la noticia desactiva y hace
retroceder las socializaciones educativas que la personalidad necesita recibir
para leer con credibilidad lo que lo somete, esta se conforma con quedar
perdida en la praxis de lo inmediato, de la certidumbre de lo existente como un
medio que anula y permite olvidar la autodestrucción civilizatoria[3].
La noticia escandalosa que desoculta lo privado, lo íntimo de lo vulgar, oculta
con total desparpajo el padecimiento del espíritu social que queda maniatado
por el rostro sediento de lo pornográfico y violento, No es que la brutalidad
se haya instalado en el código periodístico por accidente sino que esta es la
ganancia de un discurso que pretende ensombrecer la evidencia de lo injusto,
del sufrimiento desnudo, ante el cual somos indiferentes por terapia. Si bien
la ideología es el fruto descontrolado de una identidad que no desea deshacerse
de su sometimiento, lo cierto es que el bien periodístico orientado por el
principio de realidad facilita y reporta los recursos necesarios para que el
individuo favorezca y perfeccione su propia sujeción[4].
Como el individuo es devorado por el universalismo del mercado que lo obliga a
sofisticar su propia iniciativa de consumidor-apropiador, esta estandarización
que lo disminuye lo arroja a los brazos de un consumo que lo desfigura y lo
hace marioneta de su propio goce[5].
En la noticia el individuo se proyecta, se hace
personaje embelezado de un drama doloroso que sólo le produce satisfacción y
disipación. Cuanto más la realidad social lo exilia hacia las fauces de lo
obsoleto y lo fugaz, acrecentando la sensación de ser sólo un cuerpo atrapado
en un espacio y tiempo insoportable, tanto más el individuo se hunde en la
proyección mediática como un modo de abarrotar los silencios y los vacíos que
el desgarramiento fáctico le provoca[6].
Sin embargo, a medida que se prolonga en las selvas de la abstracción sensorial
tanto más se desconfigura la mentira de no ser más que un contenido extraviado
en una jungla de formas esporádicas y frívolas. La subjetividad se hace presa
de una mediatización que le permite acceder a la lascivia de lo abstracto y al
show de una metafísica que es violentada por el contoneo absurdo de lo festivo
y caótico. El dolor de la objetividad lacerada se convierte en mercancía del
goce tan pronto aumenta el desamparo ontológico del sujeto: el individuo se
alimenta de su propia condición incompleta, de su propia escasez y pobreza
semántica: la noticia nos empequeñece a medida que nos hace reír, a medida que
nos distrae, a medida que nos agranda.
En las líneas que siguen trato de bosquejar una
fenomenología de lo periodístico para defender la conjetura de que la noticia
es un producto rebelde de lo social periférico y que si bien en sus orígenes
estuvo afiliada a una labor contestataria y humanista ha devenido en
instrumento servil de los agentes de la globalización periférica, por lo cual
se sustenta que la noticia es objeto producido y condicionado por la evolución
o precariedad de la formación socio-histórica. En la media que ésta estuvo en
control de los actores internos se percibió un compromiso combativo del
periodismo por desocultar y ridiculizar las relaciones tradicionales de
dominación que asfixiaban el desarrollo[7];
sin embargo, al desactivarse el progreso endógeno y al internacionalizarse el
mercado interno se va hacia el extremo de ser considerado el periodismo como
una actividad que reproduce y encubre la ideología dominante[8].
En la última parte del ensayo ejercitaré una
reconstrucción de la ideología periodística con el propósito de elevar un
discurso propositivo de lo que podría llegar a ser la producción de las
noticias. Que se sepa de antemano que en lo particular no estoy a favor de lo
que es hoy en día el oficio periodístico, por eso creo que se debe ejercitar
una noticia que reconstruya el espacio público, y que nos provea de los
elementos de juicio suficientes para consolidar el desarrollo de la totalidad
social.
Historicidad de lo periodístico.
Desde sus orígenes la prensa cumplió la función de
resguardar el espacio público del control siempre huidizo de la racionalidad
particular. En un mundo estratificado y jerarquizado que agotaba la plena
expansión de lo humano lo periodístico no existía como actividad profesional,
ya que los discursos que reflexionaban sobre la vida social y que orientaron
ulteriormente su desempeño informativo no eran más que voces aisladas y
engarrotadas en los océanos del oscurantismo feudal. A medida que la voluntad
burguesa lograba desafiliarse del estancamiento productivo de la realidad
tradicional y conseguía tejer relaciones productivas superiores a una economía
de la subsistencia el pensamiento burgués urgía convertir su proyecto de
revolución social en un discurso que toda la sociedad sometida asumiera[9].
Esta labor de ideologización que trataba de desactivar la gramática estamental
que estrangulaba el pleno desarrollo del individuo, en sus inicios fue
afrontada como un programa que encumbraba a la humanidad a una posición de
bienestar general, del cual la burguesía era sólo un representante estratégico de la razón histórica. Al confundir la tarea
particular con la necesidad de emancipar a la sociedad del yugo tradicional, la
razón periodística en consonancia con la justificación epistemológica que
elaboraba el discurso intelectual logró articular un relato lo suficientemente
convincente y radical como para dinamizar la expresión de la lógica de
producción capitalista. El discurso revolucionario que buscaba presentarse como
un compromiso social de todos los actores tomó la forma del panfleto, del
libelo, del folletín combativo y de la retórica periodística que sin perder el
compromiso humanista alimentaba un programa de cambio ontológico de la sociedad
basado en el modelo del sujeto individual, aquel que amparado en la razón debía
minar las bases objetivas del régimen antiguo para liberar a todas las fuerzas
concretas que hicieran posible la metafísica burguesa[10].
En este contexto la noticia periodística no sólo
constituía una opinión pública partícipe del nuevo contrato social sino que
ayudaba a conformar los tejidos sociales que facilitaron la reproducción de la
sociedad burguesa, y de todas sus subjetividades típicas[11].
A medida que se producía el desmantelamiento de la sociedad de castas la prensa
cumplía la función de cotidianizar todo el discurso del programa ilustrado como
una orientación proselitista que buscaba acelerar la consolidación del
mecanismo mercantil. La conciencia colectiva ya no hallaba mensajes de
reproducción comunicativa en la información de la ideología religiosa que
perdía seguidores ante la pujanza de la disciplina puritana, ni en las formas
tergiversadoras de la retórica popular, que fueron consideradas chisme o
fanfarronadas, sino que centraba sus esfuerzos de darle viabilidad a la empresa capitalista cambiando la
gramática vernácula por una mentalidad centrada en la tecnología escribal y en
los proyectos psicopedagógicos del Estado nación[12].
La prensa fue el primer procedimiento institucional que barrió las formas de
socialización oral y las memorias arcaicas, y que logró dar solidez a una forma
de socialización represora acorde con los fundamentos ideológicos del
liberalismo económico. En tanto consiguió cumplir a cabalidad la tarea de
reproducir la agenda de la esfera pública[13]
la prensa logró a su vez aplastar los dogmatismos desaceleradotes de los
residuos pre-capitalistas y asfixiar todo intento de socializar los medios de
producción, como una dimensión de equilibrio estratégico desde el cual
incentivar la iniciativa privada y multiplicar la gestión de los actores
empresariales. Si bien en la práctica propagandeaba difundir la libertad
económica y cierta apertura maniatada del sistema político, en realidad
preservaba un modelo de realización individual bastante conservador en materia
religiosa y de estilos de vida cotidiana, lo cual explica que la cultura
escribal subordinaba la felicidad individual a las responsabilidades de la
maquinaria productiva.
En la medida que desaparecían los últimos vestigios de
la cultura popular, y se alfabetizaba completamente a toda la población la
prensa cumplía la función de resguardar los lineamientos de la libertad
negativa con el propósito de que el sujeto desarrollara y desplegara sus
abrumadoras potencialidades a salvo de los constreñimientos despóticos, y así éste lograra sustituir la incertidumbre
que el colapso del mundo tradicional le producía por una cultura del éxito y de
la aventura empresarial. Es decir, en un contexto en que la revolución
individual se supeditaba al progreso de la totalidad social la prensa
constituía un canal institucional que recogía las inquietudes de la opinión
pública de modo tal que la preservación del sistema social dependía de
individuos que concebían aún su existencia al interior de organizaciones e
ideologías colectivas que todavía no se hallaban debilitadas[14].
De esto se comprende que la noticia era un resultado
particular que enriquecía la esfera pública de una lucha de saberes singulares
y oficiales que terminaban por agotar la discusión de la agenda social,
logrando así la consolidación de
consensos y alternativas que eran expresión de singularidades que interactuaban
al interior de una sociedad plural[15].
Al proponer se invitaba a la opinión pública a movilizar argumentos y recursos
organizativos para involucrarse al interior de la autogestión social. En la
medida que la sociedad civil participaba en el fortalecimiento de las políticas
públicas la prensa legitimaba su misión particular de ocupar a la subjetividad
de temas serios e importantes, y de este modo producir una ciudadanía
consciente y responsable de su rol de autoconducción social. Si bien la imagen
que propagandeaba de la sociedad era reduccionista y de excepción de temas de
la vida privada, la prensa desplegaba su accionar alrededor de temas que si
eran de interés público, y por lo tanto,
era una empresa de la información comprometida con el mejoramiento ético de la
sociedad organizada. Al servir al desarrollo de la cultura y en la medida que
el sistema educativo moldeaba el espíritu social la prensa era una actividad
creativa sujetada a las necesidades de reproducción de la sociedad, careciendo,
por consiguiente, de una racionalidad específica del éxito económico que luego
sería la responsable de la degradación informativa y moral[16].
Es a raíz del agotamiento del paradigma escribal y la
revolución informacional que supondrían los medios audiovisuales que la
hegemonía educativa y politizadora de la prensa culmina. La vida que había
estado aplastada y encorsetada al interior de grandes programas de organización
industrial, atrapada en un tiempo repetitivo e insoportable reacciona en contra
de la conducta estandarizada de los procesos disciplinarios de un modo que no
se tenía previsto: esta que había estado encapsulada al interior del mundo
administrado toma el control de las ideologías que la esclavizan
resensorializando el sistema productivo y desdibujando los esquemas represores
que cuadriculaban su expresión[17].
La lógica de deseo, que antes había sido combustible de un proceso de
sublimación civilizatorio que permitía la reproducción del principio de
realidad capitalista[18],
domina hoy por hoy los escenarios de la vida social, ajustando la lógica
sistémica a las necesidades absolutistas de la personalidad individual, en un
contexto en donde las instituciones que
anteriormente habían socializado al individuo se flexibilizan ante sus
caprichos. Así, al agotarse los grandes referentes que esquematizaban la acción
social se ingresa a un escenario en que el único discurso que cuenta es la
realización individual, en donde el cambio social depende de la habilidad
que disponga el sujeto para mutar aceleradamente
su biografía íntima ante la sensación de estancamiento y vértigo simbólico[19].
El peligro de quedar fuera de las coordenadas del poder obliga a la
subjetividad a circunstancializar sus emociones en aras de conseguir los recursos socioeconómicos para hundirse en
las aguas de la sensualidad y el caos.
Teniendo en cuenta este panorama biopolítico en donde
hasta nuestras fantasías experimentan el riesgo de desaparecer ante la
arremetida de lo precario y gaseoso las instituciones que habían sido responsables
de la reproducción de la esfera pública, como la prensa, pierden legitimidad
para definir el rumbo de la agenda social, pero en compensación ganan
suficiente autonomía ideológica para convertirse en una descarada empresa del
sensacionalismo periodístico y del simulacro noticioso[20].
Ante la superioridad tecnológica que significa la mediatización del discurso
social la artesanía periodística se ve obligada acomodar sus productos
culturales a las nuevas condiciones de
la proyección sensorial esclavizando sus contenidos semánticos a las urgencias
de reproducción oral que no encuentran oposiciones. Así, el registro escribal
es sustituido por la jerga informal más plástica de modo tal que ya no se busca
edificar una opinión pública preocupada en responsabilizarse del todo social
sino que busca agigantar el apetito de reafirmación individual que provoca a la
larga el desentendimiento de la conciencia de su obligación con la realidad
social.
El periodismo preocupado por consolidarse en un
negocio millonario cumple al pie de la letra la tarea de justificar el
predominio de la organización empresarial como el único camino formalizado para
conseguir la supervivencia y la tan ansiada realización individual. En este
sentido su función específica es disfrazar al avance de la gran propiedad
trasnacional ahogando a los grupos sociales en la reproducción de seducciones
que son creadas a iniciativa de las
singularidades subalternas pero que prolongadas y rediseñadas por la producción
mediática adquieren un significado claramente entorpecedor. El objetivo es
crear un noticia que no despierte compromiso crítico sino que sature a la
individualidad con informaciones e imágenes que pierden su carácter real, y que
por consiguiente, quedan neutralizadas y que sirven de insumos que el individuo
utiliza para gestionar rutinariamente su deseo de sentirse reconocido por la
sociedad. En otras palabras, el afán de diferenciarse constantemente en una
realidad cargada de obligaciones empuja al individuo a reinterpretar la noticia
según sus urgencias inmediatas que son hundirse conscientemente en su propia
alienación con el propósito de olvidar el empequeñecimiento objetivo que le ha
reportado el hundimiento de las grandes narrativas. Ahora que la dominación ya
no estorba la noticia es consumida como un sedante que distrae, que sólo exhibe
la pura cáscara sin causar alarma o preocupación, porque lo único que importa
es el show mediático, el discurso chismográfico que desoculta la intimidad de
las bajezas no para producir conciencia moral sino para mofarse de los defectos
internos de la naturaleza humana[21].
Imperialismo mediático en la periferia.
A diferencia del rebasamiento ontológico que supuso la
sociedad de la información con respecto a la modernidad escribal industrial que
terminó por desdibujarse, en las regiones periféricas la prolongación de la
tecnología electronal se reveló en un momento en que el modelo desarrollista no
terminó por desactivar el registro oral-mitológico de las sociedades
tradicionales[22].
Con diferentes matices el poder de reinterpretación y decodificación ciudadana
que las sociedades hegemónicas desarrollaron para conservar su sector
industrial a salvo de la corrupción hedonista y del quietismo del ocio no
evolucionó con la misma intensidad en las sociedades periféricas. Aquí el
populismo político y la ideología nacional-desarrollista no consiguieron hacer
madurar una estructura socioeconómica lo suficientemente avanzada como para
negociar ideológicamente el impacto negativo que posteriormente ocasionaría la
mas media al sintonizar, acrecentar y desterritorializar los discursos
ontológicos de sus espacios de origen concreto[23].
Al autonomizarse ciertamente la producción de la cultura de su referencia
material se generan socializaciones individuales y colectivas que se divorcian
de su función social provocándose una brecha creciente entre subjetividades que
viven en un mundo gaseoso y cargado de ficciones que no hallan correspondencia
real, y una estructura material encarcelada en la involución económica[24].
La existencia de una asimetría objetiva entre significados, gramáticas y
actitudes que experimentan la vacuidad del espectáculo, y circuitos
socioeconómicos que no llegan a constituir un mercado internacional, conduce al
desarrollo de personalidades desconectadas de su realización ciudadana e
incapaces, por tanto, de repeler el impacto de la vida conformista y
estandarizada. Siendo nuestra individualidad producto de una desvinculación
objetiva de la totalidad esta se muestra incapaz de esquivar la
desestructuración o fragmentación simbólica, porque no se cuenta con una base
material y emocional lo suficientemente repartida en el universo social. En
contextos como los periféricos, sostengo que la cultura oral al ser
engrandecida y estirada por su armonía con la mediatización bloquea el
desarrollo programático de la economía, exponiendo la psicología individual a
una situación de inmadurez cognitiva, que genera una recepción acrítica y
frívola de los productos mediáticos[25].
Así, legitimada la voracidad de un espíritu desregulado, la espectacularidad de
los reportajes se dedican a sobre
estimular la lógica de este deseo desbordado con el único propósito de hacer dinero de un negocio que engarrota
el ciclo de formación de las economías nacionales y que interrumpe el desarrollo
de una racionalidad sensata capaz de revertir el cinismo e instrumentalización
que se percibe en el mundo social.
Si bien al principio los medios de comunicación
incentivaron en la región periférica la configuración de imaginarios nacionales
acordes a la urgencia de constituir una identidad comunitaria, en el siguiente
período al descomponerse el patrón de crecimiento industrializante, y al
apoderarse los agentes privados de la producción de lo real se ingresa en una
escenario en donde la monopolización mediática produce una diferenciación
multiétnica adialéctica y disfuncional que se encarga de expulsar de las
coordenadas del poder simbólico a todos aquellos actores subalternos que
experimentan el padecimiento objetivo[26].
No se busca tejer una estratificación cognoscitiva democrática que persiga la
participación solidaria del entramado social, reproduciendo una redistribución
justa y productiva, sino un astuto plan de culturalizar los hechos sociales con
el único propósito de alcanzar un desentendimiento objetivo de una realidad que
empequeñece la calidad de vida, una indiferencia sistémica que validad la
monopolización del saber. Al interferirse abruptamente la democratización del
conocimiento social, debido al paréntesis perpetuo que supuso la reestructuración
económica neoliberal, se aperturan dimensiones desunidas entre sí que se
autogestionan y crean su propio entorno de acción, desligándose de la
obligación de fiscalizar la corrupción del poder político y económico[27].
El hecho de que no se haya logrado insertar a las categorías populares en la
confección del poder público y que no se haya logrado conformar una clase
dirigente consciente de su responsabilidad con el todo social, ha ocasionado el
servilismo de las instituciones a la inversión privada, deteniendo la expresión
de una mestizaje cultural y relegando la consciencia crítica a un resentimiento
envilecedor que la autodestruye[28].
Dueños de la totalidad desordenada el agente
particular invierte sus recursos en
justificar la privatización de los saberes y recursos materiales, difundiendo a
través de la prensa una plantilla de la realización individual y de todas
aquellas amenazas que se ciernen sobre ella, con el objetivo de reformar una
subjetividad que funcione y se adapte rápidamente al ritmo plastificado del
mercado. Con esto no quiero decir que se entiendo que toda la prensa asegura el
predominio de la cosificación capitalista, lo que trato de afirmar es que en
perspectiva todo el saber periodístico se ve obligado a convertir la noticia en
algo atractivo y agradable, pues de ello depende la rentabilidad de su oficio
informativo. A la gente no le importa traducir la denuncia periodística en
movilización ciudadana, porque lo que se apetece es una imagen seductora e
irreflexiva que le reporte una certeza relajante y recreativa. El periodismo
aunque sostenga que defiende al libertad de expresión y de pensamiento está
diseñado de tal modo por la sociedad que su eficacia depende la ceguera e
insensatez que propague para legitimar la dominación social. Su ocupación es
propalar una idea neutralizada, grotesca y servil que reproduzca la
instrumentalización de la biografía individual, pues increíblemente la
supervivencia del lenguaje social depende de que muestre indiferencia hacia el
cáncer social que amenaza la reproducción objetiva. La descontextualización
ahistórica de la noticia garantiza el surgimiento de actitudes que critiquen lo
existente sean percibidas como desvaríos
e irracionalidad delincuencial, que sólo buscan perturbar o
desestabilizar el todo social por una cuestión de supuesta envidia y
descontento social. Y si asimila la crítica lo hace al interior de un marco
social reformista que basa la solución de los problemas sociales en la
postergación simulada del conflicto o del dolor. El falso acuerdo que la
noticia construye maquilla la insurgencia instalada en los cimientos del
edificio social con el soborno y la corrupción institucional, pues es inviable
engañar todo el tiempo a la sociedad, y a los reducidos segmentos que se
organizan para vigilar la democracia, con el chorreo económico y la política
social. La prensa presenta el debate de la agenda social que la tecnología
electronal disfraza y amortigua; es decir, la palabra escrita al supeditarse a
la tiranía de la imagen, y a pesar que exhibe un humanismo exquisito y
digerible, termina por plasmarse en una caricatura cosmética que nadie toma en
serio. A pesar que en las regiones de mayor avance capitalista y de predominio
de las relaciones tradicionales existe una mediatización contestataria y
responsable, creo que esta no llega a agotar sino a sofisticar artificialmente
el espíritu alegórico y festivo, ocultando, por consiguiente, los elementos
institucionales suficientes para solucionar los conflictos y problemas locales.
El medio, sobre todo la radio y la prensa local, cuestionan despiadadamente los
eternos males del centralismo y de la concentración económica, pero por ese
mismo criticismo e impavidez regional son incapaces de reconocer el atraso
socioeconómico provincial no sólo es culpa de la falta de condiciones y
servicios sociales básicos sino de la carencia de una iniciativa colectiva para
enfrentar sus problemas sin necesidad de exigir que el maltrecho Estado
central lo resuelva todo. La ausencia de unos saberes regionales auténticos y
autónomos organizados alrededor de elites locales eficaces dificulta una
negociación más simétrica con los flujos trasnacionales, por esos estos últimos
se aprovechan de la inmadurez estructural de las sociedades regionales y
locales para imponer descaradamente sus condiciones, apoyados en el
sobredimensionamiento benéfico de los medios de comunicación que se propagan en
la experiencia social. Así exista una prensa consciente de la necesidad de
ilustrar y educar al ciudadano de a pie creo que el pragmatismo mediático que
hoy predomina en los medios periodísticos evidencia lo lejos que esta y estuvo
la profesión de formar un periodista que no sólo informe emocionalidades, sino
que se aventura resguardar el bienestar general con el desenmascaramiento de los
grupos de poder que estrangulan nuestro desarrollo y que hacen negocio de
nuestra falta de entendimiento propositito.
Consideraciones finales.
Creo que en los límites de estas reflexiones nada
conformistas he tratado de ubicar al oficio periodístico al interior de su marco social de origen y acción concreta
para evidenciar que bajo la etiqueta de libre expresión y de la susodicha
democracia informativa el discurso de la prensa ha devenido en un instrumento
de justificación ideológica del poder global. De forma aislada he anotado
también que si bien el tejido social es capaz de reinterpretar y responder el
bombardeo audiovisual de la noticia esta contrarrestación se genera para
reformar o mejorar la sofisticación del capitalismo, a veces interrumpiendo momentáneamente
la capacidad de regeneración de la acumulación privada, pero casi nunca para
despertar una conciencia crítica y responsable por la autodestrucción
civilizatoria.
En este sentido, llego a concluir que si bien en
apariencia los monopolios informáticos tienen un gran poder de fabricación de
la realidad simbólica, lo cierto es que la sociedad aún conservando un gran
margen de maniobra para humanizar el sistema social, demuestra la conformidad
de seguir siendo apabullada por productos digitales que la degradan moralmente
y desvalorizan el contenido de su inteligencia individual; a contracorriente de
ser víctima receptiva de la maquinaria social creo que el individuo ya
mediatizado es cómplice absurdo de la precariedad de una realidad que sólo es superable
a través que éste se decida a revertir la parálisis y la metástasis social[29].
De lo que se trata es de no hacer colapsar el capitalismo pues ya esparte de
nuestra carne biopolítica, sino de combatirlo en el propio núcleo de su
corrupción y poder estigmático,
rebasando la gramática de las dominaciones con una cultura que rematerialice la
experiencia social, socializando así las ventajas de la propiedad privada a
todo el cuerpos social, aún al riesgo de temer que se escabulla un
totalitarismo resemantizado. Debemos convertir
al mercado en un discurso más, desactivando y anulando su hegemonía con
teorías sociales de la convivencia y de la responsabilidad en medio de un mundo
invadido por máquinas[30].
En esta línea argumentativa la prensa debe ser el puente
que una el análisis de una inteligencia escribal des-dogmatizada con los
múltiples dialectos de la cultura oral para domesticar apropiadamente el
bombardeo audiovisual acrítico e irreflexivo, y para invitar a la sociedad
civil a exponer y discutir la agenda social en el esfera pública. La prensa
debe convertirse en el instrumento crítico del ocultamiento del poder social
para reorientarlo al bienestar global, y a partir de ahí hacer negocio con la
cultura de masas o hacer comentarios irónicos a cerca de la vida social de un
personaje mediático o público. El periodismo esta obligado a hacer lo serio
sumamente agradable[31].
[8] Es evidente esta
alcahuetería mediática en la prensa actual. ELIAS Carlos. Los modernos
alcahuetes mediáticos.
[9] GUERIN Daniel. Estas
apreciaciones se ubican a cerca de sus estudios sobre el fenómeno panfletario
durante la revolución francesa.
[21] Gran parte de estas ideas
se hallan en las reflexiones del sociofilósofo Mattelart, en su libro
geopolítica del conocimiento.
[22] MORANDE Pedro. Cultura y
modernizacion en América Latina. Instituto de sociología de la pontificia
universidad católica de Chile 1984
[27] Conjeturas que
desarrollan actualizando las contribuciones de Cardoso y Falleto en su libro
Dependencia y desarrollo en América Latina. S XXI Eds 1969.
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