viernes, 14 de diciembre de 2018

Acerca de la técnica social y el patrón de poder actual. Apuntes








En general, el modelo de acumulación ejercitado en la última década ha conseguido sobrevivir sin hacer reformas sustanciales en la generación de recurso humano calificado, y sin hacer reformas sustantivas en la conducción institucional del Estado. Es decir, ha logrado sobrevivir porque su lógica mercantilista y extractiva ha ido acompañada de una cruel trasgresión cultural y anomia institucional que ha posibilitado la expansión del modelo. Nuestra acumulación originaria vive instalada en el abuso y la explotación más descarada, en la destrucción para acumular de todo aquello que nos constituye como sociedad.

Sin embargo, esta lógica cultural que hace posible la expansión del modelo es también a la larga la que obstruye su transformación cualitativa. Es necesaria para el capital interno asegurar  el crecimiento y la transformación cualitativa del modelo de desarrollo para garantizar la hegemonía sobre el  país, y hacer rentable su reproducción como clase económica-cultural. Pero se ve imposibilitado a lograrlo por dos motivos fundamentales.

Una es que urge de hacer una reforma educativa integral y radical del recurso humano existente. Pero ello no se consigue porque predomina una concepción de sesgo etnicista de que el control del conocimiento gerencial del modelo debe ser monopolizado por las elites, porque una reestructuración democrática de la educación significaría modificar los patrones culturales exclusivistas y discriminatorios que han prevalecido, y habría el peligro de que una ciudadanía educada e informada cuestione tales privilegios y estatus oligárquico. La elitización de los recursos tecnocráticos, y de la administración del Estado y de la producción descansan en una estructura profesional que sólo llega a ciertos sectores de la sociedad, que no esta descentralizada, ni distribuida de modo social por el país.
Pero hay otra razón de porque no se hace una reforma educativa severa. En cierta medida, la conservación de ciertos sectores privilegiados en la conducción de las organizaciones educativas nacionales, como el SUTEP, y otras fuerzas políticas internas, obstruyen en la práctica que se ejecuten medidas resolutivas en este sentido. Pero  frente a un país tan heterogéneo en relación a saberes y cosmovisiones plurales en los andes y la amazonia, es muy complicado modificar la capacitación del recurso humano sin hacer una reforma intercultural y a la vez que se piense al país como totalidad sin alterar los tan arraigados localismos  e identidades comunitaristas que impiden la expansión y construcción de valores y referentes nacionales.

En este sentido, el modo como se promueve una educación intercultural que refuerce la cultura y los saberes ancestrales a lo que lleva en la práctica es al divisionismo y la fragmentación política de la nación, si es que no se articula dicha interculturalidad a una reforma integral de la economía y de los ordenamientos territoriales, que harían posible una pluralidad democrática, y a la vez, la conservación de estas variadas culturas en términos reales y políticos.

Si es que se desea desactivar la influencia de valores mercantiles y modernizadores que erosionan estos saberes comunitarios y ancestrales es necesario plantear la sobrevivencia de estas culturas en la integración sistémica del país. Hasta ahora lo que predomina es una concepción antropológica que hace del discurso intercultural una propuesta de humanización y de mutuo aprendizaje entre culturas, que alienta los localismos, pero a la que le falta darle sostén material y organicidad política más interregional.

Eso en cuanto a la educación tarea difícil y limitación estructural. El otro escollo que no va permitir la profundización y complejización del modelo es que las elites prefieren neutralizar por todos los medios posibles dicha complejización o salto cualitativo, pues predomina su economicismo parasitario. La penetración del modelo implica insertar orgánicamente dicho crecimiento y desarrollo en la totalidad territorial del país, modificando la tendencia al enclave y a la concentración económica, y recogiendo como compromiso de la cultura y la fuerza de trabajo todos lo saberes y capacidades productivos artesanales con que cuenta el país en un modelo de industrialización que nazca y que incremente la soberanía de la cultura. La industrialización a partir de las propias potencias culturales del Perú diverso, le daría al país la existencia de un organismo cuajado e integrado, donde cada naturaleza productiva en forma incipiente se realizaría en un proyecto moderno de nación.

Como este camino es complicado se conserva impunemente una profundización del modelo de saqueo y extracción  que facilita la dominación de los grupos de poder, pues este corset sistémico permite la fragmentación política y económica, así como neutraliza el surgimiento de empresas y actores económicos que cuestionen o compitan dicha dominación estructural. No obstante, se busca la institucionalización del modelo buscando evitar los conflictos y escaramuzas, pero se carece del saber social y operativo que compense la tendencia  a la destrucción cultural y a la vez social de todo lo que altera el modelo de desarrollo. El estadio de profundización social del modelo de acumulación se entiende como mayor gasto social y asistencialismo, mayor trasmisión de desarrollo de capacidades técnicas sin asidero real en los sistemas culturales que se erosiona, y por lo tanto, lo que se busca es la interpenetración de una lógica individualista de desarrollo, ahí donde los localismos se desmiembran.

En este sentido, la socialización del modelo de acumulación no busca depositarse y arraigar en la sociedad, buscando su desarrollo, de tal manera que se logre el involucramiento y la capacitación de la fuerza de trabajo, sino lo que se busca es atrofiar la sociedad, atomizarla, despolitizarla para que legitime por desentendimiento los cambios cualitativos o las permanencias que los actores dominantes infligen en las relaciones materiales de poder. Si hay mutaciones mas allá de lo que esquema de poder logra fiscalizar estas no plantean aún una organicidad política, ni son en forma de capital acumulado una amenaza a un posible cambio de la estructura productiva; son relaciones que en mayor de los casos embrionarias y desconectadas entre sí, expresión de un capitalismo desarticulado y de enclave.

Pero el estadio que  vive nuestro capital no puede obviar que se debe avanzar de una cultura trasgresora y mercantil  a una real institucionalización social del modelo de acumulación, pero el problema es que se carece del saber profesional para ejecutarlo, ni hay la disposición política para llevarlo a cabo. Esta profundización social del modelo que le otorgue al crecimiento de las subjetividades democráticas que han surgido una forma de economía, debe recaer en los profesionales de las ciencias sociales.

Si bien desde que la retórica revolucionaria se ha apagado, los profesionales de las ciencias sociales han desarrollado por intermedio de las ONGs cierto técnica comunitarista, pero este saber que lleva el mensaje de responsabilidad social y que monitorea los programas sociales compensatorios que despliega el Estado y la empresa privada, sólo ha alcanzado el conocimiento y  la organización de las demandas de las sociedades populares. Es aún una técnica de consultores y relacionistas comunitarios que regula los conflictos sociales,  que aplica ciertas recetas sociales, y que plantea ciertas propuestas a los niveles de decisión. Pero no es aún un colectivo profesional que logre imponer y manejar una visión holística de desarrollo social en las identidades locales en las que interviene, no posee niveles de decisión política más allá de la retórica desarrollista, pues no hay una tecnificación más exigente de sus visiones teoréticas del mundo popular.

Y en este sentido, creo reside la brecha tecnocrática que no permitirá un despegue cualitativo de nuestro modelo de acumulación. No sólo no hay visiones holísticas y operativas de los territorios en los que interviene sino que hay un consentimiento asistencialista de una visión pragmatista y divisionista que erosiona la cultura, y que a la larga la desmantela, produciendo la fuga individualista y los conflictos. Una lógica de ingenieros deber ser reemplazada por teorías aplicadas que potencien las unidades políticas locales que tecnifiquen y vuelvan programa social de desarrollo toda la retórica criticista y coyuntural que acompaña al discurso de las ciencias sociales, y eso sólo puede hacerse si se refuerza todo modelo cultural en donde se desea mover ciertos indicadores de vulnerabilidad por una visión económica y material de poder.

Muy a pesar del desarrollo que viene experimentando la academia creo que el creciente descrédito y pérdida de fuerza en las decisiones políticas de desarrollo de los cientistas sociales no se debe sólo a que las elites desconfían de toda idea de desarrollo social, sino a que nuestras inteligencias han dejado de penetrar el corazón mismo de las relaciones materiales y productivas de poder, y en su lugar han preferido refugiar los diagnósticos y lecturas sociales en una cultura intelectualista y proselitista que no deja de ser un idealismo o romanticismo  inaplicable.  Y ahí creo reside el kid del asunto, no se avanza hacia una tecnificación de todo aquello que se piensa desde la imaginación social porque sólo hemos explorado de modo apolítico y a veces esnobista regiones sociales que tienen sino relativa importancia y que no suponen sino bonitas recomendaciones y visiones sectoriales sin asidero concreto en la realidad del país.

Es necesario darle un sentido político a todo aquello que la cultura intelectual ha indagado de modo a veces fragmentario y desordenado, en forma de una síntesis teórica concreta y operativa de todo aquello que vive desarticulado y asfixiado por este mundo confuso del lenguaje y los egoísmos sociales. El objetivo no es sólo  darle una base económica y material sui generis a la culturización o desmaterialización que experimentan nuestras singularidades, sino orquestar de modo abierto y en desarrollo constante un sistema de organización social nacional, que le de protecciones y condiciones de vida a una civilización soberana, autónoma y que se auto-concibe de modo libre. Y esa visión parte de los cientistas sociales, y a los cuales les aguardan un desafío enorme, pues hay que deshacerse de ideologías inoperantes y pragmatistas, y de todo un protagonismo individual que ha erosionado nuestra mirada crítica. De no hacerlo moriremos en la bohemia espectral de los libros sin vida, o en la ciencia de resultados que no piensa…

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