Acerca de la técnica social y el patrón de poder actual. Apuntes
En general, el modelo de
acumulación ejercitado en la última década ha conseguido sobrevivir sin hacer
reformas sustanciales en la generación de recurso humano calificado, y sin
hacer reformas sustantivas en la conducción institucional del Estado. Es decir,
ha logrado sobrevivir porque su lógica mercantilista y extractiva ha ido
acompañada de una cruel trasgresión cultural y anomia institucional que ha
posibilitado la expansión del modelo. Nuestra acumulación originaria vive
instalada en el abuso y la explotación más descarada, en la destrucción para
acumular de todo aquello que nos constituye como sociedad.
Sin embargo, esta lógica cultural
que hace posible la expansión del modelo es también a la larga la que obstruye
su transformación cualitativa. Es necesaria para el capital interno
asegurar el crecimiento y la transformación
cualitativa del modelo de desarrollo para garantizar la hegemonía sobre el país, y hacer rentable su reproducción como
clase económica-cultural. Pero se ve imposibilitado a lograrlo por dos motivos
fundamentales.
Una es que urge de hacer una
reforma educativa integral y radical del recurso humano existente. Pero ello no
se consigue porque predomina una concepción de sesgo etnicista de que el
control del conocimiento gerencial del modelo debe ser monopolizado por las
elites, porque una reestructuración democrática de la educación significaría
modificar los patrones culturales exclusivistas y discriminatorios que han
prevalecido, y habría el peligro de que una ciudadanía educada e informada
cuestione tales privilegios y estatus oligárquico. La elitización de los
recursos tecnocráticos, y de la administración del Estado y de la producción
descansan en una estructura profesional que sólo llega a ciertos sectores de la
sociedad, que no esta descentralizada, ni distribuida de modo social por el
país.
Pero hay otra razón de porque no
se hace una reforma educativa severa. En cierta medida, la conservación de
ciertos sectores privilegiados en la conducción de las organizaciones
educativas nacionales, como el SUTEP, y otras fuerzas políticas internas,
obstruyen en la práctica que se ejecuten medidas resolutivas en este sentido. Pero frente a un país tan heterogéneo en relación
a saberes y cosmovisiones plurales en los andes y la amazonia, es muy
complicado modificar la capacitación del recurso humano sin hacer una reforma
intercultural y a la vez que se piense al país como totalidad sin alterar los
tan arraigados localismos e identidades
comunitaristas que impiden la expansión y construcción de valores y referentes
nacionales.
En este sentido, el modo como se
promueve una educación intercultural que refuerce la cultura y los saberes
ancestrales a lo que lleva en la práctica es al divisionismo y la fragmentación
política de la nación, si es que no se articula dicha interculturalidad a una
reforma integral de la economía y de los ordenamientos territoriales, que
harían posible una pluralidad democrática, y a la vez, la conservación de estas
variadas culturas en términos reales y políticos.
Si es que se desea desactivar la
influencia de valores mercantiles y modernizadores que erosionan estos saberes
comunitarios y ancestrales es necesario plantear la sobrevivencia de estas
culturas en la integración sistémica del país. Hasta ahora lo que predomina es
una concepción antropológica que hace del discurso intercultural una propuesta
de humanización y de mutuo aprendizaje entre culturas, que alienta los
localismos, pero a la que le falta darle sostén material y organicidad política
más interregional.
Eso en cuanto a la educación
tarea difícil y limitación estructural. El otro escollo que no va permitir la
profundización y complejización del modelo es que las elites prefieren
neutralizar por todos los medios posibles dicha complejización o salto
cualitativo, pues predomina su economicismo parasitario. La penetración del
modelo implica insertar orgánicamente dicho crecimiento y desarrollo en la
totalidad territorial del país, modificando la tendencia al enclave y a la
concentración económica, y recogiendo como compromiso de la cultura y la fuerza
de trabajo todos lo saberes y capacidades productivos artesanales con que
cuenta el país en un modelo de industrialización que nazca y que incremente la
soberanía de la cultura. La industrialización a partir de las propias potencias
culturales del Perú diverso, le daría al país la existencia de un organismo
cuajado e integrado, donde cada naturaleza productiva en forma incipiente se
realizaría en un proyecto moderno de nación.
Como este camino es complicado se
conserva impunemente una profundización del modelo de saqueo y extracción que facilita la dominación de los grupos de
poder, pues este corset sistémico permite la fragmentación política y
económica, así como neutraliza el surgimiento de empresas y actores económicos
que cuestionen o compitan dicha dominación estructural. No obstante, se busca
la institucionalización del modelo buscando evitar los conflictos y
escaramuzas, pero se carece del saber social y operativo que compense la
tendencia a la destrucción cultural y a
la vez social de todo lo que altera el modelo de desarrollo. El estadio de
profundización social del modelo de acumulación se entiende como mayor gasto
social y asistencialismo, mayor trasmisión de desarrollo de capacidades
técnicas sin asidero real en los sistemas culturales que se erosiona, y por lo
tanto, lo que se busca es la interpenetración de una lógica individualista de
desarrollo, ahí donde los localismos se desmiembran.
En este sentido, la socialización
del modelo de acumulación no busca depositarse y arraigar en la sociedad,
buscando su desarrollo, de tal manera que se logre el involucramiento y la
capacitación de la fuerza de trabajo, sino lo que se busca es atrofiar la
sociedad, atomizarla, despolitizarla para que legitime por desentendimiento los
cambios cualitativos o las permanencias que los actores dominantes infligen en
las relaciones materiales de poder. Si hay mutaciones mas allá de lo que
esquema de poder logra fiscalizar estas no plantean aún una organicidad
política, ni son en forma de capital acumulado una amenaza a un posible cambio
de la estructura productiva; son relaciones que en mayor de los casos
embrionarias y desconectadas entre sí, expresión de un capitalismo
desarticulado y de enclave.
Pero el estadio que vive nuestro capital no puede obviar que se
debe avanzar de una cultura trasgresora y mercantil a una real institucionalización social del
modelo de acumulación, pero el problema es que se carece del saber profesional
para ejecutarlo, ni hay la disposición política para llevarlo a cabo. Esta
profundización social del modelo que le otorgue al crecimiento de las
subjetividades democráticas que han surgido una forma de economía, debe recaer
en los profesionales de las ciencias sociales.
Si bien desde que la retórica
revolucionaria se ha apagado, los profesionales de las ciencias sociales han desarrollado
por intermedio de las ONGs cierto técnica comunitarista, pero este saber que
lleva el mensaje de responsabilidad social y que monitorea los programas
sociales compensatorios que despliega el Estado y la empresa privada, sólo ha
alcanzado el conocimiento y la
organización de las demandas de las sociedades populares. Es aún una técnica de
consultores y relacionistas comunitarios que regula los conflictos
sociales, que aplica ciertas recetas
sociales, y que plantea ciertas propuestas a los niveles de decisión. Pero no
es aún un colectivo profesional que logre imponer y manejar una visión
holística de desarrollo social en las identidades locales en las que
interviene, no posee niveles de decisión política más allá de la retórica
desarrollista, pues no hay una tecnificación más exigente de sus visiones
teoréticas del mundo popular.
Y en este sentido, creo reside la
brecha tecnocrática que no permitirá un despegue cualitativo de nuestro modelo
de acumulación. No sólo no hay visiones holísticas y operativas de los
territorios en los que interviene sino que hay un consentimiento
asistencialista de una visión pragmatista y divisionista que erosiona la
cultura, y que a la larga la desmantela, produciendo la fuga individualista y
los conflictos. Una lógica de ingenieros deber ser reemplazada por teorías
aplicadas que potencien las unidades políticas locales que tecnifiquen y
vuelvan programa social de desarrollo toda la retórica criticista y coyuntural
que acompaña al discurso de las ciencias sociales, y eso sólo puede hacerse si
se refuerza todo modelo cultural en donde se desea mover ciertos indicadores de
vulnerabilidad por una visión económica y material de poder.
Muy a pesar del desarrollo que
viene experimentando la academia creo que el creciente descrédito y pérdida de
fuerza en las decisiones políticas de desarrollo de los cientistas sociales no
se debe sólo a que las elites desconfían de toda idea de desarrollo social,
sino a que nuestras inteligencias han dejado de penetrar el corazón mismo de
las relaciones materiales y productivas de poder, y en su lugar han preferido
refugiar los diagnósticos y lecturas sociales en una cultura intelectualista y
proselitista que no deja de ser un idealismo o romanticismo inaplicable.
Y ahí creo reside el kid del asunto, no se avanza hacia una
tecnificación de todo aquello que se piensa desde la imaginación social porque
sólo hemos explorado de modo apolítico y a veces esnobista regiones sociales
que tienen sino relativa importancia y que no suponen sino bonitas recomendaciones
y visiones sectoriales sin asidero concreto en la realidad del país.
Es necesario darle un sentido
político a todo aquello que la cultura intelectual ha indagado de modo a veces
fragmentario y desordenado, en forma de una síntesis teórica concreta y
operativa de todo aquello que vive desarticulado y asfixiado por este mundo
confuso del lenguaje y los egoísmos sociales. El objetivo no es sólo darle una base económica y material sui
generis a la culturización o desmaterialización que experimentan nuestras
singularidades, sino orquestar de modo abierto y en desarrollo constante un
sistema de organización social nacional, que le de protecciones y condiciones
de vida a una civilización soberana, autónoma y que se auto-concibe de modo
libre. Y esa visión parte de los cientistas sociales, y a los cuales les
aguardan un desafío enorme, pues hay que deshacerse de ideologías inoperantes y
pragmatistas, y de todo un protagonismo individual que ha erosionado nuestra
mirada crítica. De no hacerlo moriremos en la bohemia espectral de los libros
sin vida, o en la ciencia de resultados que no piensa…
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