jueves, 2 de agosto de 2018

Two And Half Men y carcajearse de la Ilustración….






El Estado natural del ser es la alegría.

Estoy seguro  que a muchos que viven como Gringolandia: es decir: “trabajar para gozar, eso es el imperativo” no se les ha pasado ver la hilarante comedia norteamericana Two and half men (dos hombres y medio) que se estrena en Warner Bross desde el 2003 y que ha perdido cierta sintonía ante la salida de Charliee Sheen del elenco de actores, debido a escándalos personales y la adicción conocida a las drogas de este personaje. Ahora ante la muerte creada en la historia de Charly Harper, ha ingresado Walden Shmidt (Asthon Kutcher)

La historia creado con Chuck Larre, productor de comedias conocidas en el medio norteamericano como la también famosa The Big Bang Theory, nos narra la historia de dos hermanos Charly Harper y Alan Harper (Jon Cryer), que se lleven mal todo el  tiempo y que tienen filosofías completamente opuestas de la vida. Y el hijo de Alan, Jake Harper (Augus T. Jones) que le imprimió el lado tierno y a la vez curioso a la serie. La historia se origina cuando Alan sin casa llega a vivir temporalmente a la casa de su hermano mayor con Jake, su hijo y se queda más de 7 años, por lo cual hay disputas jocosas y situaciones que rayan en la degradación, pues Charlie desea deshacerse del hermano, pero no lo hace pues quiere  a su sobrino
Mientras Alan es el típico perdedor sin éxito profesional, ha fracasado en su matrimonio, no tiene dinero, su hijo no le respeta, y vive arrimado en el sofá cama de la casa de su  hermano, sin poder escapar a su condición de arruinar cuanta oportunidad de siquiera ser feliz, Charly es el ganador, mujeriego, borracho, millonario compositor de jingles (canciones infantiles para comerciales), con una casa de playa en Malibu, y entregado a vivir una vida sin propósito solo echado en su perezosa en la terraza con su cerveza en mano y disfrutando de cuanta aventura pasajera se le presenta. Jake es el que le pone la nota infantil al programa, pues su humor es ingenuo y a la vez pícaro, pero sin llegar a la ironía de doble sentido que le imprimen ambos hermanos burlándose de sus vidas, pero sin alterarlas y sin siquiera pensarlas de modo existencial.

Hay otros personajes desembozados en la serie como Bertha, la ama de llaves que cuida de la casa de Charlie, y que se la pasa todo el tiempo drogada o haciendo alusión  e ello, Emely, la madre de los hermanos que no quiere a sus hijos y al parecer vive peleando con ellos, rica, y preocupada en hacer dinero en su negocio de bienes raíces; Rose, la vecina acosadora de Charlie que lo vigila, lo acompaña y siempre esta a la espera de que el cambie. Y varias mujeres algunas centradas y con valores como Mía y Chelsea que resultan los dos compromisos más serios de Charlie y que los pierde por que no lo pueden cambiar

En ciernes el mensaje de esta serie no es sólo mostrar un producto televisivo donde uno se sustraiga a una vida rutinaria y sin la gracia de una novela de aventuras mediante el humor desenfadado. Sino lo que esta detrás de esta realidad del gozar sin límites, como ética de estos tiempos sin grandes referencias y de incomunicación a todo nivel, es el hecho de que las personas han elegido no sufrir, no abrumarse por los problemas, no comprometerse con la carga de hacer significativos cambios en un mundo desmoronado, sino simplemente dejarse llevar por las circunstancias, eliminar la conciencias, las culpas y solo entregarse a ironizarlo todo a burlarse de sí mismo si es posible, a ser cruel y hacer risible nuestras imperfecciones y desaciertos, pues intentar vivir un plan, razonar, vivir en coherencia a un mundo interior sin melodías es un negocio de débiles y gentes que ven injusticias a una vida que es lo que es, que siempre ha sido lo que es.

La risa ya no esconde sino un ser a medias, reticente y calculador, peor diría yo un ser sin destino, sin contenido, alguien que ya no cree en nada. Nos reímos y convertimos el mundo en un carnaval de carcajadas pues le hemos dado la espalda a un paisaje donde el accidente y la posibilidad de la aniquilación es algo perenne, por lo tanto, huimos del dolor o de la indignación de que nuestras cojeras sean sinónimo de mediocridad, porque detenerse a pensar no es negocio no es lucrativo y en verdad despierta asco y menosprecio.

Que queda sino el circo, el show del desenfreno. Ser alérgico a las promesas y a cuidar de nuestros entorno es una gestión de siervos y de hombres demasiado decentes, demasiado embarrados de severidad. Charly esta sólo, no hay en sus diálogos irónicos ninguna señal de que se entiende por dentro; y Alan también, pero son personajes que han matado el interior, no experimentan su existencia, eso es algo para sacerdotes o llorones, y reír alcanza un estatus ontológico por sí mismo que nos invita a burlarnos de nuestras bajezas y de la miseria de ser una osamenta sin hazañas, que no conecta sus vivencias, sus momentos con el todo.

Acá no hay lugar para la crítica moral a secas. Apostar por una humanización escolástica en favor de las buenas costumbres, una crítica puritana de lo cínico y degradado esconde hipocresía y envidias. Y la ira esta ahí acumulándose, pues hay pordioseros por todas partes, hombres y mujeres sin colmillos y cansados de simular poder o tal vez de ser payasos; y la risa ahí donde el poder no deja de gobernarnos es una máscara para la manipulación, un lenguaje que no expresa muchas veces inocencia y que menosprecia lo honrado.

Mientras no existan nuevos valores sino cálculo y oportunismo, el mal uso totalitario de poder reír, ahí donde la caja boba nos hace saber que Hollyvood no existe más que en los carteles y en los comerciales, seguirá sirviendo para disfrazar la violencia y la sensación de desperdicio de la vida. Reír es lindo cuando tu rostro y tu alma son la misma cosa, cuando la hondura de tu universo interior se ha atrevido a desnudarse, pero eso es algo que la fría madurez del andar a pedazos mintiendo y siendo ciegos bajo nuestra propia responsabilidad ha asesinado. No hemos aprendido a reír con fuerza y honestidad, quizás por eso deseamos los basurales de Gringolandia, cuando sus series ya no son crítica ni acidas sino remedios de risa para acostumbrarse al pesimismo de ya no tener sociedad ni civilización. Pero no obstante, la risa ha escapado a toda dictadura, es lo distinto y lo que por lo menos hace llevadera la  vida.


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