El Estado natural del ser es la alegría.
Estoy seguro que a muchos que viven como Gringolandia: es
decir: “trabajar para gozar, eso es el imperativo” no se les ha pasado ver la
hilarante comedia norteamericana Two and half men (dos hombres y medio) que se
estrena en Warner Bross desde el 2003 y que ha perdido cierta sintonía ante la
salida de Charliee Sheen del elenco de actores, debido a escándalos personales
y la adicción conocida a las drogas de este personaje. Ahora ante la muerte
creada en la historia de Charly Harper, ha ingresado Walden Shmidt (Asthon
Kutcher)
La historia creado con Chuck
Larre, productor de comedias conocidas en el medio norteamericano como la
también famosa The Big Bang Theory, nos narra la historia de dos hermanos
Charly Harper y Alan Harper (Jon Cryer), que se lleven mal todo el tiempo y que tienen filosofías completamente
opuestas de la vida. Y el hijo de Alan, Jake Harper (Augus T. Jones) que le
imprimió el lado tierno y a la vez curioso a la serie. La historia se origina
cuando Alan sin casa llega a vivir temporalmente a la casa de su hermano mayor
con Jake, su hijo y se queda más de 7 años, por lo cual hay disputas jocosas y
situaciones que rayan en la degradación, pues Charlie desea deshacerse del
hermano, pero no lo hace pues quiere a
su sobrino
Mientras Alan es el típico
perdedor sin éxito profesional, ha fracasado en su matrimonio, no tiene dinero,
su hijo no le respeta, y vive arrimado en el sofá cama de la casa de su hermano, sin poder escapar a su condición de
arruinar cuanta oportunidad de siquiera ser feliz, Charly es el ganador,
mujeriego, borracho, millonario compositor de jingles (canciones infantiles
para comerciales), con una casa de playa en Malibu, y entregado a vivir una
vida sin propósito solo echado en su perezosa en la terraza con su cerveza en
mano y disfrutando de cuanta aventura pasajera se le presenta. Jake es el que
le pone la nota infantil al programa, pues su humor es ingenuo y a la vez
pícaro, pero sin llegar a la ironía de doble sentido que le imprimen ambos
hermanos burlándose de sus vidas, pero sin alterarlas y sin siquiera pensarlas
de modo existencial.
Hay otros personajes desembozados
en la serie como Bertha, la ama de llaves que cuida de la casa de Charlie, y
que se la pasa todo el tiempo drogada o haciendo alusión e ello, Emely, la madre de los hermanos que
no quiere a sus hijos y al parecer vive peleando con ellos, rica, y preocupada
en hacer dinero en su negocio de bienes raíces; Rose, la vecina acosadora de
Charlie que lo vigila, lo acompaña y siempre esta a la espera de que el cambie.
Y varias mujeres algunas centradas y con valores como Mía y Chelsea que
resultan los dos compromisos más serios de Charlie y que los pierde por que no
lo pueden cambiar
En ciernes el mensaje de esta
serie no es sólo mostrar un producto televisivo donde uno se sustraiga a una
vida rutinaria y sin la gracia de una novela de aventuras mediante el humor
desenfadado. Sino lo que esta detrás de esta realidad del gozar sin límites,
como ética de estos tiempos sin grandes referencias y de incomunicación a todo
nivel, es el hecho de que las personas han elegido no sufrir, no abrumarse por
los problemas, no comprometerse con la carga de hacer significativos cambios en
un mundo desmoronado, sino simplemente dejarse llevar por las circunstancias,
eliminar la conciencias, las culpas y solo entregarse a ironizarlo todo a
burlarse de sí mismo si es posible, a ser cruel y hacer risible nuestras
imperfecciones y desaciertos, pues intentar vivir un plan, razonar, vivir en
coherencia a un mundo interior sin melodías es un negocio de débiles y gentes
que ven injusticias a una vida que es lo que es, que siempre ha sido lo que es.
La risa ya no esconde sino un ser
a medias, reticente y calculador, peor diría yo un ser sin destino, sin
contenido, alguien que ya no cree en nada. Nos reímos y convertimos el mundo en
un carnaval de carcajadas pues le hemos dado la espalda a un paisaje donde el
accidente y la posibilidad de la aniquilación es algo perenne, por lo tanto,
huimos del dolor o de la indignación de que nuestras cojeras sean sinónimo de
mediocridad, porque detenerse a pensar no es negocio no es lucrativo y en
verdad despierta asco y menosprecio.
Que queda sino el circo, el show
del desenfreno. Ser alérgico a las promesas y a cuidar de nuestros entorno es
una gestión de siervos y de hombres demasiado decentes, demasiado embarrados de
severidad. Charly esta sólo, no hay en sus diálogos irónicos ninguna señal de
que se entiende por dentro; y Alan también, pero son personajes que han matado
el interior, no experimentan su existencia, eso es algo para sacerdotes o
llorones, y reír alcanza un estatus ontológico por sí mismo que nos invita a
burlarnos de nuestras bajezas y de la miseria de ser una osamenta sin hazañas,
que no conecta sus vivencias, sus momentos con el todo.
Acá no hay lugar para la crítica
moral a secas. Apostar por una humanización escolástica en favor de las buenas
costumbres, una crítica puritana de lo cínico y degradado esconde hipocresía y
envidias. Y la ira esta ahí acumulándose, pues hay pordioseros por todas
partes, hombres y mujeres sin colmillos y cansados de simular poder o tal vez
de ser payasos; y la risa ahí donde el poder no deja de gobernarnos es una
máscara para la manipulación, un lenguaje que no expresa muchas veces inocencia
y que menosprecia lo honrado.
Mientras no existan nuevos
valores sino cálculo y oportunismo, el mal uso totalitario de poder reír, ahí
donde la caja boba nos hace saber que Hollyvood no existe más que en los
carteles y en los comerciales, seguirá sirviendo para disfrazar la violencia y
la sensación de desperdicio de la vida. Reír es lindo cuando tu rostro y tu
alma son la misma cosa, cuando la hondura de tu universo interior se ha
atrevido a desnudarse, pero eso es algo que la fría madurez del andar a pedazos
mintiendo y siendo ciegos bajo nuestra propia responsabilidad ha asesinado. No
hemos aprendido a reír con fuerza y honestidad, quizás por eso deseamos los
basurales de Gringolandia, cuando sus series ya no son crítica ni acidas sino
remedios de risa para acostumbrarse al pesimismo de ya no tener sociedad ni
civilización. Pero no obstante, la risa ha escapado a toda dictadura, es lo
distinto y lo que por lo menos hace llevadera la vida.
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