miércoles, 1 de agosto de 2018

Teoría y praxis. Notas acerca de la reflexión social en el Perú contemporáneo.






Resumen:

En los límites de este recorrido nada amistoso, se sostiene la idea de que la desconexión abismal entre el pensamiento y la vida en el seno de las ciencias sociales, se deja representar, por una parte, por la nada reverencial dispersión teórica de los análisis, la consiguiente inmoralidad y pobreza de la reflexión, que ello significa, y por otra parte la ceguera tecnocrática, cuya operativización y unilateralidad choca contra el carácter reticular de la realidad empírica. Ambas patologías ligadas al mercantilismo irreversible de la ciencia social denotarían el predominio de una psicología trasgresora que estaría provocando la crisis interna de nuestra inteligencia social.

Abstract:

In the limits of this not friendly at all tour, the idea is supported of that the abysmal disconnection between the thought and the life in the bosom of the social sciences, leaves itself to represent, on one hand, for the not reverential at all theoretical dispersion of the analyses, the consequent immorality and poverty of the reflection, that it means, and on the other hand the blindness tecnocrática, whose operativización and unilateralidad hits against the reticulated character of the empirical reality. Both pathologies tied to the irreversible commercialism of the social science would denote the predominance of a psychology trasgresora that would be provoking the internal crisis of our social intelligence

Palabras claves: Modernización, dispersión teórica, tecnocracia, psicología existencial, planificación, postmodernidad


El abismo cada vez más escandaloso entre el pensamiento y la vida humana demuestran el carácter cada vez más frívolo del saber social, ahí donde este se convierte en crítica literaria o en ejercicios esteticistas; desconectado, por lo tanto, de las exigencias de una realidad material que aprisiona las posibilidades de emancipación del sujeto, la reflexión se halla desprovista de la necesaria energía crítica y de los recursos epistemológicos certeros para traducir la racionalidad del consejo teórico en experiencias prácticas de  desarrollo social. En la medida que el análisis social sufre el impacto del mundo fragmentario[1], los resultados de la investigación empírica sustituyen las soluciones de una planificación holística por el testimonio existencialista y exhibicionista, por la propaganda del padecimiento individual del analista estereotipado y contaminado por lecturas supuestamente objetivas, por creencias e ideologías que subordinan el dato empírico a lo que cree el ego presumido del intelectual sucede en la realidad lingüística[2].

Si bien desde el giro lingüístico sabemos que la realidad objetiva no es exterior al intercambio comunicativo, a la mediación gramatical, sino que la verdad es el resultado de la discusión, de la neutralización dialógica[3], lo cierto es que este mundo del lenguaje, de las redes de sentido social, es parte de una subjetividad que se convierte en simulación objetiva que coacciona y limita la acción individual, y que por consiguiente, se transforma en dato empírico que el analista social no conoce más que a través de las representaciones teóricas que se hace de  la realidad. Si por una parte existe un consenso especulativo y universalista en la reflexión social que impone un modelo de aproximación al mundo empírico, y que para bien a para mal canaliza las fuerzas del desarrollo hacia oportunidades bienestar social que no deslegitiman la descarada monopolización privada del capitalismo, la verdad es que esta ortodoxia sociológica busca moldear y oprimir una realidad cultural periférica a ciertos a priori ideológicos demoliberales que sólo favorecen a los grupos de poder[4]. Al sólo sujetar los repertorios culturales a las necesidades de reproducción de una falsa totalidad que nos vigila y no deja madurar soberanamente a la formación sociohistórica de nuestra sociedad específica, la reflexión social no es ajena a las exigencias de esta realidad manipulada, sino que en muchas ocasiones se ve obligada a subordinar los resultados del trabajo intelectual a las necesidades de justificación empresarial y de planificación fragmentaria del capitalismo trasnacional.

A medida que la reflexión social es incorporada a las urgencias de reproducción de la maquinaria sensorial, trocando el resentimiento y la sensación de extrañamiento por deliciosos comentarios y por un profesionalismo pseudocomprometido con la realidad social que merece buenos sueldos, el dato empírico es supeditado a los esquemas previos que el aislamiento intelectual elabora. Es decir, el profesionalismo sociológico al distanciarse de un tejido social hacia el cual no siente ninguna deuda ideológica y que en muchas ocasiones ahoga el talento individual en la impersonalización masificada convencen al analista social a utilizar y a manipular sin ninguna consideración ética los marcos de referencia teóricos que saturan la formación científica del intelectual. Su ceguera al no querer ver la posición de asalariado intelectual, de esclavo que fabrica ideologías que otros utilizan y ofertan en el mercado político, facilitan la colonización de nuestra estructura de pensamiento[5]. Lejos estoy de sostener que nuestros sacerdotes del conocimiento, que nuestros abogados de la planificación estratégica son tontos útiles de un campo social que se impone so pena de quedar excluido del mercado intelectual. En todo caso el cinismo intelectual que se apodera de estas conciencias los empuja a mercantilizar sus dotes analíticas sin ninguna esperanza de redención social, y al recibir en compensación los recursos económicos para financiar una vida llena de comodidades y de hábitos extravagantes que aplaca todo remordimiento y responsabilidad que se pueda sentir hacia la realidad social. Me parece que hoy en día la colonización abrumadora de nuestra conciencia teórica es producto de un desentendimiento consciente del intelectual de una realidad irracional que sólo estimula y hace estallar sus necesidades de realización individual. Al no querer sacrificar algunos segmentos de su capacidad reflexiva a la consecución de un proyecto colectivo, al temer el aroma deletéreo de la abstracción y al no querer desprenderse de su libertad individual, el intelectual colabora con la degradación de nuestros productos culturales, ahí donde estos no se los impregna de nuestro particular espíritu civilizatorio[6].

He hecho un recorrido desordenado para ubicar el dilema que atraviesa el pensar peruano en nuestra época. Si bien gran parte de las reflexiones que he desplegado no le hacen justicia a una buena porción de analistas sociales que prosiguen una lucha denodada por resolver nuestras grandes contradicciones sociales, y si bien las conclusiones que desarrollo se aproximan a una crítica nada amigable y propositiva, me parece que sirven para situar los problemas que atraviesa el contexto de la reflexión social. Ahora sabiendo que un cuestionamiento sólo moralista no favorece la promoción de alternativas sociales para escapar a las paradojas que sufre nuestra reflexión social, ensayaré un análisis de los dos horizontes institucionales que legitiman la existencia del discurso científico: la esfera de la creación teórica y la técnica social aplicada. Aunque en una sociedad medianamente desarrollada estos dos horizontes producen saberes que se interrelacionan y se complementan para dar validez y orientación a las políticas de Estado, lo cierto es que en las realidades periféricas como la peruana estos dos sectores están rudimentariamente conectados y hasta se estimula su desacoplamiento objetivo[7]. El origen de esta descomunicación de saberes es la que explica me parece, desde los aportes que la filosofía social pueda proporcionar, la desestructuración socializada que experimenta la sociedad peruana. El hecho de que nuestra formación sociohístorica no evolucione, ni este bajo control de nuestros actores internos explica que la inmadurez material y simbólica en la cual está aprisionada la acción social no se anima a imaginar la posibilidad de una reflexión descolonizada y audaz para realizar el pensamiento en la vida social.

Celebración de la dispersión teórica:

Desde que el pensamiento social peruano surgió fue un cómplice indirecto de las tendencias ideológicas del saber occidental. Fue más sencillo para nuestros primero intelectuales copiar con hidalguía los esquemas cognitivos extranjeros y celebrar con insolencia el sometimiento económico-político que padecía nuestra sociedad y los avances secularizadores que experimentaba la hegemonía occidental[8]. Asfixiados por un eurocentrismo que infectaba las principales aproximaciones reflexivas en un mundo colonial y feudal que bloqueaba el desarrollo de un ejercicio intelectual autónomo, la reflexión giró alrededor del arte retórico, de la sátira criolla y de los dramas religiosos y bucólicos. Si bien existieron  producto de la cruel agresión colonial lecturas aisladas y sincréticas como la del inca Garcilazo de la Vega y su visión trágica del choque que supuso la aculturación, lo cierto es que estas visiones no despegaban lo suficiente de los sesgos tradicionales como para generar élites intelectuales que pensaran alternativas a la realidad del  régimen colonial. El mutismo de una sociedad estratificada y profundamente jerarquizada en la feudalidad impedía a los actores subalternos, aplastados por la cruel explotación socioeconómica  desarrollar conectores ontológicos de meditación social, ahí donde la fragmentación social sólo estimulaba la emergencia de una teología apátrida e hipócrita que sólo buscaba desaparecer la mitología andina de las clases dominadas[9].

Ante el avance cosmopolita del modo de producción capitalista y del movimiento ilustrado que lo justificaba se generaron predisposiciones ideológicas aisladas que comenzaron a reflexionar sobre las posibilidades de emancipación de nuestras sociedades protonacionales. Estas conciencias individuales acompañadas de una actitud anticlerical y más optimista hacia el futuro prepararon ideológicamente el desarrollo del nacionalismo criollo escribal que buscaba la autonomía económica-política con respecto a España[10]. Sus reflexiones si bien giraron alrededor de un pensamiento racional e ilustrado no persiguieron más que representar unilateralmente a la clase criolla, olvidando, por consiguiente, el derecho implícito de los sectores subalternos que soportaban la reproducción del régimen colonial. Al reducir la emancipación política a las urgencias de un actor único desnudaron las intenciones de no superar la dispersión étnico-económica que arrastraba la estructura social sino heredar intacto un régimen esclerótico que ahogaba en el silencio de la injusticia y de la explotación a los sectores olvidados por la independencia criolla. La presencia de un conservadurismo cultural y la refeudalización de la propiedad agrícola justificaron que los esfuerzos intelectuales por modernizar nuestra ideología política a partir de la tradición liberal no eran más que poses intelectuales para sentirse iguales a los europeos y no intenciones sinceras de lograr una verdadera autonomía ontológica[11].

Es con la crisis de la guerra con Chile y a raíz de  las funestas consecuencias sociales que originó que se levantaron del polvo de la derrota voces indignadas por la impavidez de nuestra clase dirigente; voces como las del iconoclasta Manuel Gonzáles Prada que denunciando la ineptitud y el poco compromiso de los oligarcas con las consecuencias materiales e ideológicas de la guerra abogaron por un redescubrimiento y reconocimiento social de las clases indígenas que soportaron con humillación y dolor los costos sociales de la conflagración bélica. Este despertar despiadado de una conciencia crítica y comprometida con un cambio total de la cultura peruana supuso no sólo identificar los problemas nacionales con la dejadez de la aristocracia sino abrir además un horizonte de posibilidades analíticas y de estudios sociales a cerca de las peculiaridades ideológicas de nuestra castigada sociedad peruana. El nacionalismo criollo escribal que solamente había sido vivido como un diletantismo figurado desconectado de los graves problemas de la joven república[12] evolucionó paulatinamente hacia una reflexión más consecuente de nuestras contradicciones civilizatorias y que daba la palabra a las categorías olvidadas por el reduccionismo oligarca[13].

 Si bien esta reflexión sólo alcanzo un desenvolvimiento ensayístico y filosófico, todavía alejado de la rigurosidad científica y de la práctica social, lo cierto es que el grado de análisis y de producción ideográfica que alcanzó proporcionó una fotografía espectacular de los abismos y posibilidades de nuestra condición cultural. Las acertadas intuiciones que produjo, que fueron luego confirmadas por la investigación empírica, otorgaron a la sociología peruana horizontes ideográficos que orientaron y guiaron el desenvolvimiento político de las vanguardias sociales y de nuestros controvertidos estadistas. Aunque en muchas ocasiones las conclusiones que ensayaron se engarrotaron en programas dogmáticos y unilaterales que leyeron erradamente la dinámica de las condiciones históricas lo cierto es que fueron lecturas alegóricas de las profundidades de la mentalidad peruana, que intentaron superar la fragmentación ideológica de la periferia sin abandonar las impresiones espirituales y anímicas de nuestra embrionaria totalidad.

Con la llegada de los grandes procesos sociales como el capitalismo industrial y la sociedad de masas se provocará una ruptura paradigmática con toda la tradición vitalista de la intelectualidad peruana[14]. Elaborando severas críticas al intuicionismo estereotipado de nuestros filósofos sociales, como fue el caso del antropólogo José María Arguedas, el imperialismo sociológico que desarrollará esta generación de pensadores intentará traducir sus lecturas acerca de la estructura social en programas de intervención y transformación social que diluyan y desactiven las coordenadas tradicionales y arcaicas de nuestra impredecible formación sociohistórica a medida que se fuera imponiendo la sociedad moderna industrial. Sostenido en un aparato conceptual racionalista y estructural que persiguió acelerar la dialéctica histórica esta generación de deterministas socioeconómicos se vieron paulatinamente atrapados en las trampas del subdesarrollo, al que quisieron hacer estallar con un exceso de dogmatismo y mesianismo revolucionario. Quizás a estos científicos sociales no se les ha hecho del todo justicia; se ha dicho que influidos por la utopía socialista y por su protagonismo colectivo prepararon la alfombra ideológica para el nacimiento de la absurda violencia política que asoló el país. Se ha dicho también que aunque denunciaron la precariedad y las injusticias sociales de nuestra realidad no escaparon a la colonización de la racionalidad instrumental, ya que muchas de sus reflexiones simpatizaron con visiones autoritarias y cerradas de la sociedad.

Sin embargo, creo que a pesar de las limitaciones y regresiones epistemológicas que supuso la asimilación del marxismo fetichizado estos esfuerzos culturales legitimaron como en ninguna otra época un acercamiento extraordinario entre la reflexión y la acción social. Desde que el discurso intelectual subsiste alejado del mundo irracional justificándolo en muchas ocasiones tras pseudos soluciones civilizatorias, este se ha convertido en un ejercicio aislado y neutralizado por la mercantilización del conocimiento. Al no haber podido ser el concepto social un proyecto exitoso de transmutación social, al no haber logrado sintetizar nuestra asfixiante heterogeneidad disfuncional este se deshace en el drama esteticista de la literatura, retratando con exotismo y con un descarado humor Light la condición esquizofrénica de la sociedad peruana. La política del fragmento y del coyunturalismo técnico repliega el conocimiento solidario y emancipador hacia los fundamentos abstractos y solitarios de la nostalgia racional, anulando y desvalorizando el saber de las voluntades apartadas que todavía intentan cambiar el mundo social[15]. La atomización social y la fractura que sufre por todos los flancos el saber ordinario desconfigurándose la identidad en el desenfreno psicológico y en el relativismo hedonista ocasionan el eclecticismo y descripcionismo sociológico; el despedazamiento de la individualidad del intelectual y su inmadurez sensorial para sentirse ubicado en un mundo que lo rechaza lo obligan a ser el productor de creaciones simbólicas que privilegian el absurdo y la violencia estética

A medida que la realidad se hunde en la inseguridad y el caos las creaciones intelectuales en vez de reflejar el dolor y las ansías de liberación social lo que hacen es huir hacia las ficciones artísticas y narcisistas del ser clandestino, evidenciándose con esto, el afán de salvación del alma individual. No quiero hacer con esto apología a los mártires del saber, lo que busca hacer es que se tome conciencia del rol que desempeña el intelectual: éste no se puede dar el lujo de alimentar un individualismo desvinculado del dolor socializado; su trascendencia consiste en ser aquel que ensaya una crítica despiadada del mundo cosificado, en confiar en las características liberadoras del concepto ahí donde toda la expresión de su singularidad y de su diferencia se sostiene en la teorización de la totalidad. Frente a un mundo desideologizado, y arrojado en el vulgarismo de la dispersión simbólica el conocimiento filosófico social es aquel que puede redimirnos del existencialismo particular y superar la sensación de ser un ser en constante transición[16].

La tiranía de una realidad objetiva que se nos esfuma obliga al ser periférico a vencer los complejos mistificadores que proporcionan certidumbre, pero que obstruyen el desarrollo de la personalidad con un proyecto de estudio de la realidad social que deconstruya  y desactive los múltiples mecanismos y los rostros del poder, trocándolos en interacciones comunicativas que enriquezcan la vida social. Mientras la teoría de la descolonización no traduzca las preocupaciones intelectuales en experiencias viables y prácticas de desarrollo será casi imposible convertir aquella descolonización en una moralidad común del ciudadano de a pie. Gran parte de los errores que intuyo en el programa de los estudios subalternos es que sus militantes y sacerdotes solamente se adhieren a la crítica cuando esta no pasa del texto que escriben, y cuando sus contribuciones políticas no les obligan a negar las comodidades y extravagancias que invalidan su susodicho compromiso ideológico. Al no ser suficientemente radicales en su proyecto democrático de reconocimiento convierten toda la teoría en sólo una moda que forma guerrilleros de papel, ahí donde se hace necesario contar con una sociedad civil convencida de su rol histórico. Un texto que no intenta convertirse sinceramente en contexto de sentido solamente justifica la infamia social aunque la denuncie. El desinterés hacia una realidad que desprecian por supuestamente inferior, pero de la cual extraen sus temas de investigación, los convierte en filósofos cínicos, que cultivan su singularidad artística al precio de un mundo vaciado de libertad orgánica. Para fraseando a Horkheimer: la aparente madurez del edificio social es sólo viable a través de la inmadurez de los sometidos que viven consumiendo y fabricando ideologías suculentas[17].

¿Imprudencia operativa o planificación estratégica?

Una historia de la técnica social es complicado ensayar, todo cuanto más la obstinación de las estructuras tradicionales dificultan la madurez organizacional suficiente como para especular acerca de las características visibles de nuestro actual subsistema burocrático. No obstante, estas escaramuzas ideológicas, lo cierto es que los desarrollos incipientes del espíritu organizacional estuvieron centralizados alrededor de las necesidades de modernizar el Estado peruano, y paulatinamente alrededor de la empresa de acumulación privada[18]. Es un error histórico suponer que la velocidad y el origen de la red organizativa de estas dos entidades a veces contrapuestas en el Perú contemporáneo sólo alcanzaron gran preponderancia con el desarrollismo latinoamericano. Si bien es verdad que el patrón de crecimiento económico vinculó ambos horizontes organizacionales para dinamizar el cambio estructural, y que esta conjunción se dio con la aparición de las políticas heterodoxas y populistas, lo cierto es que antes del desarrollismo ambos procesos se desplegaron separadamente y en estado larvario. Debido a la presencia de un régimen primario de acumulación que no solicitaba una gran división social del trabajo y especialización administrativa, la empresa y el Estado estaban incrustados al interior de una red jerarquizada patrimonial, intentando convertirse en núcleos articuladores de esta heterogeneidad socioeconómica cuando eran en realidad discursos aislados que poseían poco alcance nacional. Al no estar desarrollados los mercados internos regionales, al estar grandes porciones de la población en la servidumbre absoluta, y al predominar una economía meramente de la subsistencia, la racionalidad burocrática sólo hallaba existencia en los enclaves cerrados de un Estado deficiente y de empresas extranjeras que no difundían los recursos organizativos a una cultura carente de Estado de derecho[19].

Es cierto que las asimetrías en materia de gestión social impedían la centralización de las funciones, sin embargo, creo que a medida que la estructura primario exportadora no podía bloquear la evolución de los sectores industriales, debido al empuje ideológico del Keynesianismo y del Estado de bienestar occidental se hizo más difícil contener el progreso, eficiencia,  concentramiento y disciplina del Estado moderno. Es la seducción discursiva que supuso la razón populista la que sirvió de estímulo social para que la sociedad autoconsciente se organizara alrededor de una regularidad dialéctica, que amparándose en la especialización del conocimiento científico natural y social, perfiló la constitución de una identidad administrada. Las causas de tan extraordinario movimiento histórico y de su agotamiento estructural se explican por el hecho de que la voluntad de los pueblos sometidos trató de democratizar la razón e impregnar la vida social de un sentido solidario y colectivo de felicidad. El desmantelamiento del mundo histórico más por la falta de valor para vulnerar el cáncer del lenguaje mitológico que por la llegada del cansancio posmoderno se comprende en la medida que la organización populista industrial de la modernidad sólida cede su lugar a una ontología de la organización biopolítica y sensorial que va expulsando de los beneficios de la producción a las categorías subalternas que no son capaces de generar saberes para el mercado[20]. La soledad del exilio objetivo y esa sensación de ser parte de un engranaje que nos va devorando obligan a la vida periférica y a los marginados del mundo a reinterpretar y apropiarse magistralmente de las herramientas que los someten y empaparlas de la sabiduría arcaica y popular que hace que el arte prevalezca sobre la muerte sistémica.

Así, la organización simple que había intentado absorber a la impredecible carne social es sustituida por el paradigma complejo de la organización en donde las instituciones objetivas son reemplazadas por repertorios culturales que planifican y controlan el caos global. Ya no es más el hombre el centro de la creación, ni el que regula el devenir irreversible de la historia cínica, sino un miserable pastor del ser tecnológico en donde para sobrevivir hay que estar atento a la emboscada, a la estrategia, a las señales que nos manda el totalitarismo de la complejidad organizada[21]. En un espacio así donde la comunicación y los flujos del capital viven amenazados por la violencia de la corrupción y de la gangrena que todo lo mata, al conocimiento del ser periférico no le queda otro remedio más que renunciar a la confrontación política y replegarse hacia la búsqueda de reconocimiento social como un modo hasta hora no descalificado de humanizar el capitalismo descarriado. Si bien esta organicidad de la mente no ha logrado desactivar las escandalosas desigualdades sociales a partir de la capacitación abrumadora y de la estimulación mediática, lo cierto es que sigue arrojando fuera de la sagrada imagen del capitalismo sensorial a los escombros de los vencidos, a toda la susodicha chusma que padece la explotación y que no es capaz de alquilar su corazón y sus entrañas al servicio de la autodestrucción civilizatoria. Cuanto más la complejidad organizada acelera el embrujo del lenguaje tanto más la incansable reafirmación individual se trastoca en una mentira, en una falsedad que no deja de atormentarnos, pues en el fondo sabemos que nos embarga la nada.

Esta organicidad de la que he discutido en la realidad periférica, encuentra desprovista al espíritu social de la necesaria capacidad para traducirlo en experiencia de desarrollo. Al retroceder el Estado en la aventura de mantener lo que se descompone apresuradamente la minúscula sociedad civil asume la responsabilidad social de mitigar los efectos perversos de la pobreza. No obstante, los severos reveses que atraviesa la política social de promoción del desarrollo sostenible, y a pesar que no ha conseguido movilizar y convencer al actor local que él es el protagonista de su propio destino, es loable la actividad que desempeñan por combatir la pobreza y la desigualdad social. Ya que muchas veces bajo la etiqueta de la asistencia técnica se esconden oscuros intereses por lucrar y vivir con cierta comodidad creemos que la iniciativa empresarial que adopta sobre todo la promoción social sólo debe ser un medio y no una finalidad por hacer riqueza y acaparar poder político. En la medida que se entienda esta premisa humanitaria se logrará comprender el papel secundario que despliegan lo que solamente aman la justicia social; identificar conocimiento con poder es el mayor error que pueden cometer los científicos sociales, y aunque muchas veces la desolación nos transmite ganas de ser héroe, creo que hay que dejar este trabajo para los políticos profesionales.

El desconocimiento al no admitir que una teoría fracturada sólo engendra una acción mutilada conduce a que los acercamientos técnicos y los diagnósticos empiristas que se elaboran para dinamizar la realidad cosificada se convierten en proyectos que van hacia el fracaso y hacia el despilfarro de recursos. Cuanto más experimenten con realidades regionales y locales imponiendo un esquema de indicadores claramente predeterminado, tanto más las matrices culturales rechazarán las acciones reduccionistas de la ingeniería social, ya que a veces al actuar sobre una realidad específica no consideran que esta es parte de una red nodal y abierta que está en permanente redefinición y cambio. Mientras la forma de intervención sea funcionalista e empirista solamente se conseguirán efectos aislados y perversos, aumentando en algunas ocasiones los problemas que se desean resolver. La realidad peruana es compleja e indescifrable, por lo tanto, nuestra acción  técnica e imparcial debe ser suficientemente rica y compleja como para develar los profundos misterios de la mentalidad peruana. La expresión de lo incomunicable o inimaginable merece confiar en “ir con el concepto más allá del concepto”[22]; porque no somos una sociedad habituada al concepto por eso mismo lo necesitamos para transformarnos.

Conclusiones.

Es una tarea incompleta la que hoy se percibe en el decurso de la razón sociológica. Mutiladas las habilidades que harían posible un reencuentro entre la filosofía y la práctica social, el panorama que se cierne sobre las ciencias humanas es incierto. Toda alternativa de desarrollo no descansa sólo en la magia de la improvisación técnica y empresarial, que muchas veces nunca siente los conceptos que aplica, sino en la unificación entre una investigación que explore descolonizadamente los saberes sociales y una planificación reticular que aproveche la empatía tecnológica que hoy se percibe en el mundo periférico. En la medida que el desarrollo es un producto de la reconstrucción cotidiana y el aprendizaje espontáneo de los lenguajes tecnocráticos la iniciativa privada de todos los sectores sociales no quedará atrapada en la gramática de la recesión económica, pues sería capaz de asimilar las crisis sociales que desgastan la aventura de la autogestión, y así mutar rápidamente los recursos cognoscitivos que se urge para reactivar el patrón de acumulación. Actualmente que el  beneficio económico se sostiene en la desmaterialización de los repertorios culturales, en la desrealización comunicativa, la clave para no desligarse de la economía informacional, que sentencia todo a la obsolescencia es fabricar simulacros afectivos que hagan más llevadera la encarcelación de nuestros exhaustos cuerpos.

En una realidad  ahistórica en donde la formación sociohistórica es contenida en la involución ideológica, la única garantía de seguir siendo útil al mercado de bienes y servicios es crearlos para reproducir la parálisis que nos mantiene agobiados; el alma periférica adicta a los simulacros los sigue produciendo aun sabiendo que nos destruirán. La interdependencia global que hace posible la continuidad de la anarquía sistémica sólo es el camino al desarrollo total en la medida que se trastoca la dependencia estructural de los sectores económicos en mutaciones simbólicas y de conocimiento que no anulan  la dependencia económica aunque la utilicen con cinismo para que la nación avance a pedazos. En otras palabras, hoy el crecimiento desordenado que experimenta una economía sin pizca de planificación, sólo es obra de  los sectores más dinámicos del capital privado, a los cuales les conviene que se mantenga la condición primaria de las economías regionales, porque en ello ven el cimiento que hace posible la ausencia de competencia productiva que favorece los tentáculos de su acumulación[23].

En un capitalismo periférico desindustrializado, en el cual se controla al centrímeto la agenda del desarrollo humano se permite el florecimiento de las identidades particulares en la medida que la vida social canaliza sus demandas y se autoestrangula a través del formato del individuo propietario y consumidor. Si bien esta enajenación económica se traduce en simulaciones objetivas, que fingen la pobreza material, lográndose la constitución de organismos productivos que se combinan reticularmente, lo cierto es que esta maraña de subjetividades no posee la suficiente racionalidad y fuerza de negociación para transformar el patrón de crecimiento que hoy en día bloquea su especialización productiva. Y esta no parece saberlo la ingeniería social, pues huérfana de orientaciones filosóficas no se atreve a transformar esta rica subjetividad subalterna en una compleja industrialización popular que sintonice con las matrices culturales de la sociedad peruana, porque no ha logrado deshacerse de los torpes prejuicios ideológicos del actor único y de la gran conspiración que todo lo controla. El ejercicio teórico de las ciencias humanas sólo se justifica en la medida que perfeccionen las indagaciones sobre la totalidad social para mejorar la contundencia de la intervención programada. En tanto siga exiliada la reflexión de la realidad cultural a la cual anhela retornar esta no pasará de  ser un oficio abstruso o artístico que refleja el extrañamiento e impotencia del intelectual, y por consiguiente, una razón neutralizada en el ascetismo de la inspiración

12 de Diciembre del 2006

Bibliografía.

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  • VATIMO Gianni. Las aventuras de la diferencia. EDAF 2001 Madrid


[1] CASTORIADES Cornelius. El mundo fragmentado. Buenos Aires-Montevideo, Altamira y Nordan, 1993
[2] BUNGE Mario.  La relación entre la Sociología y la filosofía. EDAF 2003. Madrid
[3] VATIMO Gianni. Las aventuras de la diferencia. EDAF 2001 Madrid
[4] Quijano comenta en sus trabajos la idea de una epistemología de derecha que determina la producción social
[5] LANDER Edgard. Las colonialidad  del saber. CLACSO 1993 Bs. As Argentina
[6] HORKHEIMER  Max. Crítica de a razón instrumental. Editorial Trotta. 1995
[7] CASTILLO Manuel. La razón del vacío. Editorial Ricardo Palma. 2001 Lima-Perú
[8] Ya lo decía Mariátegui no impregnamos los saberes que vienen de fuera de un específico espíritu peruano, una lectura periférica y auténtica.
[9] FLORES GALINDO Alberto. La ciudad sumergida. Ed. Horizonte 1991 Lima-Perú
[10] MÉNDEZ Cecilia. Incas si indios no. IEP. Documento de trabajo 56. Lima-Perú
[11] CORNEJO POLAR Antonio. Escribir en el aire. Ed Horizonte. 1994. Lima Perú
[12] En este rasgo se podría enmarcar la sátira criolla de Ricardo Palma
[13] SANDERS Karen. Nación y tradición. Lima FCE 1997
[14] GONZALES Osmar. Lima: Señales sin respuesta. Los zorros y el pensamiento socialista en el Perú Ediciones Prear, 1999
[15] OSORIO Jaime. Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento. FCE 2008. México
[16] ADORNO Theodor.W. Dialéctica negativa. Ediciones Taurus. 1978 Madrid
[17] HORKHEIMER y ADORNO. Dialéctica de la Ilustración. Editorial Trotta. 1975
[18] GONZALES de OLARTE Efraín. El Péndulo económico. IEP Lima-Perú 1991
[19] CARDOSO y FALLETO. Dependencia y desarrollo en América Latina. SXXI Editores 1968
[20] FOUCAULT Michael. La Verdad y las formas jurídicas. S XXI Conferencia Río de Janeiro. 1973
[21] LOWITH Karl. El hombre en el centro de la historia. Herder 1998
[22] ADORNO Theodorw. Dialéctica negativa Ediciones Taurus. 1978 Madrid
[23] DURAND Francisco. El Perú fracturado. Formalidad, informalidad y economía delictiva. Eds. Congreso de la República. 1998 Lima-Perú

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