jueves, 2 de agosto de 2018

The Walking Dead y el ocaso de Occidente. (2011)





En la primera temporada de la serie norteamericana The Walking Dead (Los muertos andan) se presenta la historia de un grupo de supervivientes que ante la amenaza de un Armagedón de zombis, ante la debacle de la civilización conocida, se las arreglan para sortear con heroicidad y en sentido trágico el amanecer de hordas de muertos andantes que rondan por los despojos y desiertos urbanos de un mundo que se ha hecho añicos.

El programa se transmite en cable en el canal Fox (canal 19) desde octubre del 2011 y es la realización televisiva de un famoso comic del mismo nombre que fue muy vendido en Norteamérica durante estos últimos años. La serie pertenece al género de suspenso y ya conocido de zoombies, pero en un sentido que describe el sentido antropológico y psíquico de los personajes.

A primera vista esta historia no sería sino uno más de esos comics surrealistas que han devorado la pantalla chica y el cine, sino fuera porque el retrato psicológico y el mensaje que trasluce cuenta en sentido metafórico la idea de lo que es la dualidad civilización y barbarie[1]. Ya que como narra Robert Kirkman (creador del comic) este escenario apocalíptico es la expresión de lo que sucedería con los sobrevivientes humanos ante la amenaza de hordas de zoombies, es decir narra la deshumanización de los sujetos ante el caos y un mundo destruido.

Acercándose a un punto de vista de la crítica de la cultura esta historia narraría el conflicto entre archipiélagos de ilustración (los sobrevivientes que escapan y escapan), y un mar de masas vulgares, que deprimen los grandes logros de la ciencia y la modernidad ( es decir, los zoombies). Un espacio avanzado de deterioro y de degradación de los grandes órdenes sociales como producto del agotamiento de las grandes certidumbres culturales: ciencia, razón, modernización, progreso, historia, etc. En este devenir apocalíptico la metástasis que enfrenta la sociedad racional ante el acoso de las olas de violencia, cáncer, drogadicción, pobreza, enfermedades de trasmisión sexual, crisis ecológica, conflictos bélicos, climas de recesión y desequilibrios económicos estaría anunciando el ingreso de la experiencia individual en un escenario de desorden o caos social.

La presencia de esta historia llena de deshumanización y de violencia es sólo una metáfora que representa lo que ya es una experiencia común de nuestra civilización postmoderna, no sólo al nivel de lo visible, sino sobre todo en los rincones de la interioridad, donde cada quien lleva la espada del esfuerzo, pero vive perseguido por la podredumbre de la gangrena.

Alteraciones reales frente a las cuales el individuo tendría que acostumbrarse  y sólo sobrevivir como presencia espectral y extrañada, incapaz de prevenir el accidente o de tomarse el trabajo de cambiar la lógica de una realidad irreversible.

Ante la hostilidad de un mundo desbocado lo único realmente diferente sería readaptarse constantemente a las perturbaciones de la sociedad capitalista, demostrando, a pesar de la absurdidad y de  la violencia global un rostro cargado de vitalidad y desobediencia, un sentido trágico de la vida que supervive en la lucha aun cuando vivir no sería justificar o salvar el cosmos, o tal vez a la sociedad colectiva.

Y este argumento del vitalismo agresivo en un paraje siniestro donde abunda la gangrena asocial se percibe en los dramas psicológicos que narra esta historia de sobrevivientes. A pesar que la ausencia de toda civilización debería significar la locura o el abandono a la misma bazofia de la cual se escapa, este grupo de últimos sobrevivientes siguen a su manera viviendo y amando, no obstante, ante el acecho de lo indescriptible y trágico. Este sería una parodia del mundo nietzscheano[2], donde nos aconseja que  ser individuo significa reafirmarse permanentemente en una realidad de abismos y miseria, un mundo donde la único real nace de sí mismo.

Otra interpretación más crítica es la que proviene de las teorías postmarxistas, como la posición de Slavoj Zizek[3], en donde el fenómeno zombi no representaría sólo el estado de putrefacción del concepto de civilización, sino el ocaso de la idea de dominación europea, donde las hordas de muertos andantes  no serían sino las olas de migración que abarrotan socialmente los sistemas económicos occidentales.

Al querer conquistar posiciones más laudables de bienestar congestionan los sistemas de bienestar europeos y norteamericanos, deteriorando las culturas seculares y abarrotando los servicios públicos occidentales, creando ghettos de miseria y religiosidad popular, donde el programa de ilustración en base a la escritura de dar juicio a las masas entraría en colapso ante el avance de un paraíso multicultural que significaría el predominio de un forma de economía y cultura popular como la de la China, India, y acaso el Perú informal.

El morir de Europa se gestaría no por el agotamiento de su idea sublime de alta cultura reflexiva sino porque el desarrollo económico basado en la democracia de ciudadanos con juicio y sentido común de diálogo naufraga ante una ética del trabajo más voraz y grotesca que funciona en las peores condiciones de vida, y frente a la cual la racionalidad pomposa de loa europeos, no sería sino un lujo que no es productivo y que se torna irrelevante y soberanamente elitista.

No habría  regreso. La  época gloriosa de desarrollo y del progreso domesticador de la irracionalidad y de las emociones no podría retornar; no habría esfuerzo para salvar el cosmos, sino adaptarse trágicamente a él. Y esto  parecen saberlo los sobrevivientes de este infierno apocalíptico, pues sólo huyen de modo errante a donde estén a salvo momentáneamente, no intentan repararlo, ello es irreversible, sólo respiran y tratan de vivir esta realidad, aun cuando no sepan lo que les espera.

Y este es el mensaje de esta serie, y de todas las producciones cinematográficas de los últimos tiempos de globalización y crisis económica: acostumbrarnos al caos, y aceptar en medio del cáncer la inevitable incertidumbre del espacio en que se vive,  hacer del accidente y de los desastres inminentes eventos normales que no contraen, sino alientan nuestra ansiedad de vivir a pesar de todo.
Pero el  problema de esta realidad que describo es que esta adaptación tarda y mientras tanto produce mucho sufrimiento. No todos podemos afirmarnos a ser un individuo autocentrado, y ahí el germen de toda jerarquía y desigualdad Mientras tanto esta receta del individuo desarraigado y escindido entre el nihilismo de las obligaciones y la frivolidad del esparcimiento acumula mucha ira y autodestrucción de nuestra cultura.






[1] Pero en si el retrato de esta seria habla de lo que es fuera y lo es dentro, lo normal y lo patológico. Los sobrevivientes son los sujetos que tratan de ser individuos, y los zoombies representan la escoria, lo que de denigrante posee la naturaleza humana…
[2] Nietzche nos habla que previamente toda muerte de los referentes y normas vitales de una sociedad se suceden en la subjetividad, es decir todo el caos que se sustrae hacia el exterior con violencia y desolación, soledad y nihilismo  se da previamente en nuestra alma… Este pensamiento es de la Voluntad de Poderío.
[3] ZIZEK Slavoj. El espinoso sujeto. Este extracto me lo advirtio el Prof. Manuel Castillo Ochoa, tras largas conversaciones.

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