Romeo debe morir




Hace años conocí a Betina por medio de un amigo que la veía como una saliente ocasional. Al principio no me daba zajiro porque estaba recontra templada de mi amigo, pero luego poco por manipulaciones de este referido amigo empezó a darme entrada. No es que le quisiera atrasar con esta morena, pero me daba cuenta que solo quería divertirse con ella, por lo tanto yo fungia de paño de lágrimas. No fue difícil acercarme como amigo a Betina. Pero yo era directo. Le convencía que nunca hay que comenzar con el compromiso sin saber si es compatible en la pasión antes de optar por una formalización; pero ella no lo pensaba así, razón por la cual me fue complicado atraparla con mis lances de galán.


A pesar que mi amigo Manuel no le importaba que ligara con Betina, ella lo seguía buscando hasta que un día el fue cortante y tajante no quería volver a verla porque su novia regresaba de Chiclayo y no quería tener problemas. Betina toda acongojada y engañada le grabó antes un audio donde gemia mientras lo hacían, y no se cómo con sus mañas de mujer se lo había enviado a la firme de Manuel, lo cual desató una tormenta. Ahí si la morena no quería saber de ningún hombre.


Tiempo después la llame para saber cómo se encontraba, y la invite a tomarnos un café. Ella al parecer recuperada del dolor me aceptó la invitación y pronto estábamos en Miraflores saboreando no solo un café sino unos tragos. Mientras nos reiamos apareció su amiga Bety a la que había llamado antes de citarnos. Se sento junto a nosotros y me presento como su amiga. Sentí su mirada meticulosa y pude ver una sonrisita nerviosa cuando le veía el rostro. La pasamos bien esa tarde, y sino hubiera sido porque me quedé sin fichas no la continuamos en el óvalo de Zárate . No importaba ya habíamos quedado para divertirnos en otra noche.


Resultó que una noche nos vimos con Betina en el óvalo de Zarate. Ella estaba con una minifalda con la que se le veía hasta el alma y una blusita tan pegada que se le moldeaban sus enormes senos. Tomamos unas cervezas en una discoteca y luego de conversar lo más animado me jalo a la pista y bailamos salsa pegaditos, merengues, cumbias y hasta festejos. No es que fuera un gran bailarín pero me defendió en la pista de baile. Eso le encantó a la morena y ya cuando estábamos cara a cara me subió una pierna en mi rodillas y empezamos a besarnos.  Nunca había besado a una negrita tan atractiva. Pude comprobar los sabores más melifluos de sus labios, el perfume de su cuerpo cuando empeze a calentarla por el cuello. Estábamos en la calle juntitos y nos dispusimos a comer unos anticuchos en la calle, cuando todo borracho le propuse al oído ir al telo. Ella se remecio de súbito y cuando busco mi miembro con su mano en el pantalón supuse con su sonrisita lascivia que lo próximo era verla desnuda. 


Corrimos hacia el telo más cercano. Llegamos al cuarto y ya dentro nos desvestimos entre los dos. Lo siguiente fue sentir ese enorme cuerpo encima del mío besándome y embelesandose con mi pene erecto. Le bese como se dice hasta la sombra y cuando estaba dentro de ella sentí el placer más remoto de las delicias; estar con una morena era estar atrapado entre calores incandescentes y ser atravesado por sensaciones indescriptibles. Ella era insaciable y aunque no pude estar a la altura de su calor de mujer, pronto estábamos desnudos en la cama relatandonos nuestros secretos y vivencias. Ahí me di cuenta mientras me abrazaba que esa morena espectacular y alegre sufría de un gran vacío emocional. Nos bañamos juntos y salimos a la calle. Ella tomo su bus y con un beso que me mordió la boca no la volví a ver hasta cierto tiempo. No sabía lo que había despertado.


Paso un mes y no supe nada de Betina hasta que una tarde me llamo que la recogiera en Miraflores, que estaba con su amiga Bety y estaba con hambre. Me dirigi al parque Kennedy y cuando nos vimos desde lejos estaba radiante y feliz con una sonrisa de oreja a oreja. Su amiga Bety no se quedaba atrás, estaba con un jean apretado en el que se podía ver su contorneada figura. Conversamos gran rato en la pollería. Ahí me di cuenta que ambas no tenían modales para comer. Y que a pesar de pensarlas a las dos desnudas debía tener cuidado con su brusquedad y su falta de educación. Al salir Betina me cogió de la mano. Me iba a despedir en ese momento pero ambas me convencieron para ir al departamento de Bety y divertirnos más. Cuando llegamos a San Juan de Lurigancho, con pretextos me mandaron a comprar gaseosa y se desató una conversación entre hembras en mi ausencia.


- Amiga yo sé lo que te digo a pesar de su carita de angel todos los hombres son iguales.

- No Rodrigo no es de esos, te lo puedo asegurar-  profería Betina.

- Te aseguro que es otro sacavueltero, te lo voy a comprobar. Mientras no estés lo voy a seducir si el cae te darás cuenta de lo que te digo.

- Está bien pero no te sobrepases. Concluyó Betina y ambas se echaron a reír.


Llegué con las gaseosas y las provisiones y no estaba mi Betina. Pregunté a su amiga por mi morena y ella me dijo que pronto volvería. Vi algo raro en los ojos de Bety pero confiado me senté junto a ella. No sé cómo se le ocurrió que le tomara fotos, pues le habían ofrecido ir a un casting y quería perder el miedo. Mientras le tomaba unos ángulo me dejaba ver sus tetas y luego su trasero desnudo. Yo estaba caliente pero me contenía por Betina. Cuando estaba dispuesto a huir, Bety me cogió de la cintura me abrió el cierre y empezó a jugar con mi pene erecto. Me lo lamía con tal dulzura que todo mi ser se estremecía y caí en la tentación, desnudos los dos empezamos a conernos. No sé cómo Betina lo veía todo desde la escalera y se masturbaba la vagina al vernos deleitarnos con nuestros cuerpos. 


Decidió entrar y llamarnos la atencion. Me sentí morir cuando llegó, y yo desnudo con el pene al aire, pero Bety con una sonrisa cachacienta le explico que no era culpa mía sino de ella, que era un buen hombre, y que había que corresponderle por haberse resistido. Cuando dijo esto ambas se rieron la una a la otra y empezaron a comer mi pene. Betina se desvistió y me monto. Mientras me cabalgaba yo era beso y beso con Bety. Luego penetre a Bety, luego a mi morena y estábamos en un trío que rompía las leyes de la física. Luego de un ratazo de gemidos espontáneos y respiraciones convulsionadas y del sexo del más salvaje estaba con las dos amigas encima de mi cuerpo fatigado. 


De subito se levantaron y desaparecieron de la escena. Cuando estaba yo semidormido regresaron ambas con un balde de agua cada una y me bañaron con el agua. Mientras reían despabiladamente me ordenaron que me vistiera y que me largara. Mientras huia a la calle pude escuchar la voz de Betina que me decía que era un perro que jamás lo volviera a buscar.


En el bus mientras trataba de cavilar que había pasado esa noche, me aleccione que eso no debía volver a pasar, que Romeo debía morir. Lo pensé todos los días, pero el hombre propone y ellas disponen. Ahora que hago remembranzas de esa aventura no dejo de comparar esos sabores de hembra y lo excitante que fue. Otras aventuras llegarían. 


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