Movimientos y pueblo.





En los últimos años la política intenta recrearse en las calles. Debido a su carencia de efectividad, corrupción y falta de acertada gestión la sociedad  retoma su ser fundacional y genera socius colectivo desde los márgenes del régimen político. A la sociedad se le ha arrebatado la capacidad de ser representada por los políticos por eso intenta con la democratización de la protesta y el reclamo ejercer presión sobre la esfera gubernamental y ser oida en su justo reclamo soberano. La tarea no es fácil pues el régimen político se haya secuestrado por mafias que detentan el poder soberano y bajo el disfraz de autoridad legítima gobiernan bajo sus intereses privados y con ello, desfiguran el ser cívico de la democracia. Al estar el estado secuestrado por los políticos tradicionales las calles intentan retomar para si la decisión excepcional de hacer política, aún cuando está acción cívica dura un momento. 


Ahora bien, las masas no se hallan carentes de motivaciones particulares. En su ser interno la desobediencia y la agitación esconden un gran descontento popular, pero la formalidad y modelación de ese descontento en un discurso de protesta se haya referido por un activismo progresista que se adjudica para si el potencial  democrático de la subjetividad callejera. Este aprovechamiento político de la sociedad hace que se conviertan en liderazgos que usan la representación movilizada para conseguir ventajas particulares, y así de este modo frenar el socius colectivo en una simulación de valor político, coaccionando así,  en realidad todo interes popular. El adoctrinamiento y la formalización autoritaria de la eticidad social se troca en propaganda y violencia política, lo que deslegitima en delito todo lo que debería ser autorizado como valido aporte político. El socialismo es el rostro delictivo de un complot parcializado para dejar al pueblo sin cabeza y sin adecuada producción de poder. Las personas siguen ciegas un sistema de ideas que les arrebata las libertades bajo el pretexto de devolverselas en la sublevación popular. 


Desde que el marxismo se ha apoderado de la voluntad de hacer historia el reclamo justo culmina en más tiranía y vigilancia del régimen político. El pueblo y su producción de subjetividad democrática se halla absorbido por una batería de narrativas que han centrado en la vanguardia de la revolución y el proletariado el derecho justo del espíritu del pueblo para hacerse escuchar e imponer un momento constitucional y soberano. El pueblo sabe lo que quiere y necesita, pero ciertamente es engañado por la locura de la rebelión como no por el político corrupto. En ese descabezamiento de su voluntad soberana el pueblo es vilmente engañado y neutralizado por ideologías y discursos que manipulan a la población y la hacen alejarse cada vez más de la legítima participación y rendición de cuentas. El voto generoso que consigue el político no se transforma en decisión favorable para el pueblo, porque el caos y el descontento son el requisito que debe sufrir el cuerpo para refrendar con su elección a los mismos delincuentes que hacen imposible el desarrollo de la sociedad. La sangre vital del pueblo es vilmente succionada por una banda de políticos que lo único que hacen es favorecerse ellos mismos del poder que nuestros votos le han adjudicado. 


La revolución francesa y su legítimo desborde moderno viene siendo frenados por una mosaico de ideologías políticas que intentan moldear no solo la participación social, sino además convertirse en fuente última de derecho colectivo, y así frenar el hartazgo en más inmoralidad política o dictadura. Así como la democracia liberal se desdibuja en más engaño y corrupción, para nadie es un secreto que el continuo aprovechamiento económico de sus discursos por delincuentes puede acabar en más desorden e interrupción de la democracia. El final del régimen político es el proyecto criminal al que somos conducidos por la ineptitud y prepotencia de los políticos que nos gobiernan, y que le imponen al pueblo más explotación y desorden cualitativo. La dessfeccion cívica y la apatía política del ciudadano pueden terminar legítimando la destrucción de las libertades civiles tan necesarias para la reproducción de la economía y la vida cotidiana. El mundo de la vida se halla amenazado por intentos cada vez más autoritarios de querer destruir el régimen del mercado y sustituirlo por más hambre y pobreza sistemática. Lo que buen suena para todos termina en miseria y atraso. 


Pero como deshacernos de estos políticos? Como reinventar el socius político y hacer que el pueblo sea colmado? Cómo vemos lo que exige la población no es un reclamo antisistema sino que el sistema funcione bien para todos. Por ahora las instituciones de hallan fagocitadas por las clientelas y las mafias internas del Estado. Es por lo visto que la sociedad se halla en estado de guerra contra los corruptos, y que debe reclamar para si un momento fundacional y soberano. Pero no siempre en el desbarajuste de la calle se consigue un buen gobierno, sino en la organización y en el ingreso a la política de nuevas caras que busquen la moralizacion del país. Las ideologías de izquierda y derecha tradicionales han fracasado rotundamente en querer reajustar el sistema social hacia sus propios intereses ya sean delictivos o por convicción ciega. Se necesita pragmatismo y certera eficacia para gobernar y dejar que el ciudadano invente por si mismo su propio autodesarrollo.


 La paz social, el conocimiento, hambre cero e infraestructura son en parte las condiciones requeridas para hacer que los  individuos y los grupos sociales manifiesten su voluntad cotidiana. Es urgente un escudo por parte de los políticos para que nadie asalte el Estado y ponga en peligro la economía privada de la sociedad. Sabiéndose que el botín de las económias ilegales es el Estado, es necesario protegerlo con nuevos cuadros, de las ideologías demenciales que vienen siendo financiadas por lo más vil de anomia social. Aunque tras campañas altruistas o radicales se quiera manifestar soluciones que despotrican contra la democracia, el deber de todo político es derrotar en la polémica y con votos a los enemigos y amenazas en contra del pueblo. El cavernario e iconoclasta no viene a discutir sino a imponerse vía la fuerza en contra de los que consideran son sus enemigos y hay que eliminarlos. La ideología no debate sino destruye lo que considera es la sociedad burguesa y la iniciativa privada. Todo aquello que vaya en contra de su utopía demonizada es cruelmente perseguido y asesinado. Se usa la democracia para acabar con la democracia e imponer una dictadura sangrienta que reparte la riqueza económica hasta que no halla más recursos y se recaiga en la indigencia. Todo bien romance acaba en pesadilla, dónde los que detentan el poder son los nuevos oligarcas eternos. 


Para evitar que el desconcierto y el valido reclamo recaigan en los márgenes de la locura política es necesario educar al pueblo y a sus hijos. Es urgente una revolución educativa que despierte de la ignorancia y el atraso psicológico a los niños y jóvenes. No una educación que mantenga en el oprobio o el adoctrinamiento al niño o niña sino una educación que lo ayude a pensar y a inventar tecnologías e iniciativas que resuelvan desde la ciencia y la ingeniería los problemas que el ciudadano enfrenta en su vida cotidiana. Solo una sociedad que invierta en conocimiento podrá dar el salto de una economia primario exportadora a una industrial con tecnologías de punta. Eso enriquecerá al ciudadano y sacará del paro y la recesión a la población. Solo quién invierte en su gente está llamado a ser un político legitimado por su población. En tanto no exista intención de afianzar la educación y deshacernos de quienes han asaltado el ministerio de educación y sus redes descentralizadas en el magisterio y universidades será imposible inyectar en el niño o joven vitaminas cognitivas y hambre de desarrollo y bienestar. Una nueva inteligencia debe surgir en el horizonte de nuestra historia y los políticos están llamados a defenderla y a protegerla. Por ahora es un sueño mientras la regresión y la remora política estén incrustados en el Estado. Solo la eticidad y el llamado al orden legítimo del Estado es el inicio en esta aventura del conocimiento llamado revolución verdadera a favor del pueblo. 




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