La encrucijada de la democracia.

 



El Perú vive una encrucijada. El desgaste y envejecimiento del modelo republicano llega sin que las fuerzas sociales tengan la suficiente valentía para redefinir la supervivencia de nuestra civilización y proponer otro sistema social de vida. El capitalismo no reorganiza las estructuras sociales por si mismo.  Todo lo contrario, el mercado y el acendramiento del dinero derruyen los vínculos sociales y desmantelan en la competencia lo poco de que es capaz el sujeto para autogobernarse y ser feliz. No hay señales de que la vida cotidiana que recibe el impacto de la objetividad capitalista se arroje a organizarse y cambiar las relaciones entre Estado y sociedad.


 Por lo general, el mundo de la vida huye hacia los recintos privados y se protege en la subsistencia material y simbólica de todo el poder de la maquinaria. La persona de estos tiempos no quiere dar su compromiso a ninguna empresa política; más bien huye de las ideologías y le pone poca atención a los debates nacionales. Es como si la vida del particular soportara en  la resignación y el escepticismo los disparates de un mundo objetivo que lo persigue como lo manipula hasta la raíz. 


Nuestra vitalidad como país reposa en las económias populares. La resiliente ética del trabajo se despliega desde la informalidad y desde las económias legales para darle recursos al pueblo, pero en un escenario donde está fuerza moral es encapsulada en el desorden sistémico en la que el sistema político la coerce. Hay ánimos palpables de desarrollo y calidad de vida pero a la vez contrareformas desde el lado del Estado que no dejan acrecentar la creación de valor y la expansión del consumo privado. Está situación lleva a que los deslices de la política perviertan la vida cotidiana y la conciencia navegue en un mar cada vez más peligroso y alienante. El desorden del Estado lleva a habitar una sociabilidad cada vez más esquizofrénica y trasgresora. 


Las fuerzas vitales que empujan al sistema hacia la riqueza y la acumulación de capital contienen a esta vida en la barbarie y el atraso público. Los grupos políticos que fungen de sistema de partidos políticos invaden el Estado para imponer sus intereses particulares, y con esto someten a la entropia permanente al sistema social, caotizando y condenando a la ineptitud todo lo que signifique orden y progreso. Y esto lo hacen adrede y en componenda para evitar que la sociedad civil organizada cambie las reglas del juego para el pueblo, y para que ninguna moralizacion o limpieza política se produzca. Por ahora la sociedad se halla sitiada por la clase política y las económias ilegales que los financian con toda desvergüenza. A pesar de ello, ahí donde cunde la diatriba y la corrupción emanan de la indignación y sentido de justicia propiedades activas y líderes que pueden variar las reglas jurídico políticas que mantienen al pueblo en la postración.


El Estado se halla capturado por los políticos. Pero existe una versión de políticos que no solo quieren corromperse y capturar la democracia. Sino interrumpirla, para controlar las fuerzas productivas de la nación y someterlas a los dictados de una forma de vida social donde prende la completa dependencia de la sociedad frente al Estado. Con los discursos de justicia y de combate a la pobreza encubren el yugo de un proyecto criminal que es amparado por las económias ilegales, que conduce a la miseria y la atrofia absoluta del Estado. Adrede destruyen los países para que los líderes de esta propuesta populista se conviertan en los nuevos monarcas de países y culturas fallidas. A pesar que nos hemos salvado por el momento del complot comunista la nueva presidenta Dina Boluarte conduce al país al caos y a la disolución de la democracia aumentando la posibilidad que un outsaider anti sistema se haga del poder político y destruya la democracia y estatice todas las fuerzas productivas. 

 

 Si sumamos al complot de los políticos y de la escalada política de la izquierda tenemos el problema de la informalidad social. No es solo un dilema que resolver para el Estado el hecho que una gran parte de las energías laborales se halle en los terrenos de la informalidad. Que no tengan derechos,  no tributen o que no se esté generando un sistema de pensiones de jubilación para estos trabajadores ese no es el problema sino que un grueso importante de la población no legítima el modelo político que los gobierna con la generación de económias que más les favorece el caos que seguir un canal institucional. Este dilema favorece la dilución del régimen político democrático porque el Estado pierde soberanía al no poder identificar políticamente a los actores o grupos sociales que son los ciudadanos de los servicios públicos. 


Al estar al margen de la economía legal las fuerzas del gobierno institucional carecen de las fuerzas políticas para favorecer a los públicos que viven en los territorios de su jurisdicción y que viven en  la anomia. Es un daño terrible para la democracia saber que no sirve de marco institucional para las grandes mayorías, lo que desemboca en ignorancia y miseria total. La informalidad es el síntoma de una sociedad que no está integrada ni política ni culturalmente y el escenario propicio para el desarrollo de fuerzas criminales e irracionales. La anomia estructural deviene en desarraigo y vulgaridad social; una estructura de la personalidad que nunca se realiza y vive de los vicios. 


El otro gran problema que auspicia la inviabilidad de la democracia es que el Estado está invadido por burócratas que hacen lento la capacidad de gestión de las decisiones gubernamentales. No solo es difícil tener que lidiar con una heterogeneidad estructural y geográfica que hace difícil la gobernabilidad, sino que además el Estado está anegado por pesimos profesionales y mafias clientelares que desangran los recursos públicos, y mantienen en la atrofia política y económica a las grandes mayorías. Mientras estemos atrapados por funcionarios que no saben gerenciar y que dilapidan nuestras fuerzas políticas el Estado no será más que un obstáculo para el desarrollo de la sociedad. 


El último gran problema que inhibe a la democracia es que el poder de la delincuencia como de los agentes anti sistema ahuyentan la inversión privada y la acumulación capitalista. La libertad de propiedad como las libertades civiles están amenazadas por un concierto de agentes anomicos que extorsionan y tiñen de sangre la libre concurrencia de la vida cotidiana. Esto hace que la paz social que se necesita sea espantada por la criminalidad menor y organizada, haciéndose imposible en grado sumo el libre intercambio de valor económico y la solidez institucional para el desarrollo de grandes inversiones de capital. La sociedad se halla sitiada por la anomia delincuencial lo que conduce a la parálisis de los grandes negocios como del consumo privado. La democracia para hacerse fuerte necesita que la libertad recurra a la propiedad privada como fenómeno de sostén material y sin la cual las libertades civiles solo son declaratorias. El estado debe combatir está lacra social pero las fuerzas del orden se hallan rebasadas por una delincuencia que actúa en bandas organizadas y que tiene el poder oscuro para incluir en las decisiones del Estado. Un Estado tomado por el delito vuelve a la democracia en solo un régimen de poder declaratorio incapaz de hacer prosperar la vida social e individual. 


Nuestra democracia y los individuos que la necesitamos para actuar en la honradez y la justicia, se está haciendo cada vez más imposible. Esto deviene en la proliferación de estructuras de la personalidad que viven en la anomia y el crimen, y por lo tanto, fuera de los cauces que la democracia ofrece. Es lícito saber que la democracia peruana está bajo la amenaza de la locura política y las mafias ideologizadas, y que de no haber leyes que funcionen para todos se termina en la tiranía, que odia a muerte las nuestra espontáneas del individuo y la iniciativa privada. Los años que vienen son claves para saber si las fuerzas reaccionarias  del siglo XX derrotaran a las fuerzas del progreso capitalista. Aún no es posible saber si el peruano votara por la esclavitud o por la libertad. El Perú posee un gran potencial para alcanzar el desarrollo, pero tiene que hacerse cirugías  y reformas publicas que hagan posible el pacto entre la democracia y el capitalismo. De no ser así perderemos el país y mejor será no haber nacido. 




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