Etnicidad y modernización.
Para nadie es un secreto que al interior de las sociedades democráticas existen los derechos de las minorías, llámese pueblos originarios o la comunidad LEGTB. Y que está ostentación de prerrogativas especiales no nos hacen iguales ante la ley, sino diferentes. El fuerte arraigo de identificaciones inmovilizadas en el tiempo o la experimentación de orgullos desmesurados por parte de la comunidad LEGTB, hace que la democracia sea fragmentada en un mosaico variopinto de necesidades que deterioran el ánimo racional y deliberante del Estado de derecho. En vez que se transite la identidad por una vida de acrecentamiento individual y de movilidad social, se prefiere inmovilizar el reconocimiento social en categorías culturales que se sienten discriminadas en el tiempo y golpeadas por la homogeneización del sistema democrático.
La etnicidad que en ambos casos se reclama es un conjunto de derechos instalados con tal arraigo que se quedan varados en el tiempo múltiples culturas que se niegan a evolucionar y a individualizarse. En el caso de los pueblos originarios o indígenas esa historia viva se queda anclada en un pasado remoto, sin animo que las civilizaciones anteriores a la democracia pasen por el tamiz de la individualización y del estatus que la modernización reclama. Esto hace que problemas serios de pobreza y desarraigo cultural se sigan reproduciendo porque el orgullo de su reconservacion cultural no quiere entender que el camino de la realización y el desarrollo es experimentar la modernidad sin renunciar un centímetro a sus manifestaciones culturales.
El arcaismo tradicional o vernacular entorpece la evolución de los pueblos hacia culturas más integradas con el sistema democrático nacional, porque la perdida de saberes o prácticas comunales es un resultado de la movilidad social que todo individuo reclama para si. Hágase lo que se haga la modernización y las libertades civiles se escurren al interior del espíritu comunal, provocando que las culturas originarios desaparezcan sin que se atrevan a redifinirse en los ámbitos modernos y racionales, sin perder una pizca de su identidad.
El sistema educativo intercultural es el encargado de transmitir al educando el conocimiento integral de materias que comunican al estudiante con la cultura racional y moderna. Pero es en esta experiencia donde el niño o joven percibe la sensibilidad de la libertad y se siente atraído por la individualidad o provoca en el un choque cultural que deshace el matiz tradicional de su cultura. La educación intercultural apelando a tecnologías y pedagogías interculturales intenta que el núcleo comunitarista de las culturas se conserven, sin que el educando deje de aprovechar los conocimientos del mundo moderno. Pero lo hace sin percatarse que la sensibilidad pedagógica de la educación despierta en los niños/as un ánimo de emancipación realizadora y de aventura que pone en grave riesgo la conservación de las culturas y etnias originarias. Esto hace que saberes y prácticas tradicionales produzcan un tipo de identidad que se aliena frente a la modernización sintiendo atracción, pero con un síntoma de desarraigo e inferioridad que demarca una cultura de la pobreza donde el hábito de la discriminación y el orgullo hacia la cultura de las ciudades, deviene en resentimiento y odio viscerales.
Esto es el caldo de cultivo para que las culturas originarias se resistan a cambiar y recaigan en una suerte de tragedia existencial, que es aprovechada por las sectas de izquierda y antisistema para movilizar estos ánimos hacia la rebelión y como no hacía la fragmentación cultural de nuestros pueblos. La politiquería barata en vez de reforzar al comunero con un aprendizaje en el desarrollo de capacidades racionales y emocionales, lo que hace es hostigar los ánimos de revancha y de racismo hacia las identidades hegemónicas. Recreando una identidad en la sierra que logra superarse con su ética de trabajo pero se siente no incorporada por el discurso criollo, sintiendo hacia aquel una hostilidad que deviene en envidia y racismo de piel y psíquico. Es la historia acumulada del racismo criollo la que es repelida a su vez por una identidad serrana deshonesta que responde con violencia y resentimiento. El complejo de inferioridad que se percibe es convertido en descontento y pobreza, rechazando en la practica los repertorios de acción que la modernización implacable ofrecen por considerarlos un insulto hacia sus matrices de conocimiento intercultural.
Claro, dicho esto, esto es un fenómeno que es más arraigado en la sierra peruana que en la selva, donde tal acomplejamiento y resentimiento no existe. Ellos no son hostiles al aprendizaje hacia la modernización y desean recrearlos en sus comunidades, con el detalle que ellos también sufren el impacto de la metafísica moderna y muchos de sus saberes se están perdiendo y tienden a migrar hacia las ciudades más cercanas. El selvático es más orgulloso y no ha sentido el impacto tanto de la aculturación criolla o de la modernización histórica, lo que ha devenido que este predispuesto a aprender y experimentar una individualidad más positiva y no cargada de etnicismos ahistoricos que a nada bueno llevan
En el caso de la comunidad LEGTB ellos no rechazan la modernización y la batería de libertades civiles que trae la democracia . Su reclamo proviene más por manifestar su sensibilidad y su derecho a participar en armonía en el mercado de trabajo, de donde son rechazados por el duro conservadurismo de nuestra cultura. Su ataque a la democracia liberal pasa porque está defiende un tipo específico de sexualidad heteronoma, que es necesaria para la reproducción de la familia, de dónde ellos se sienten expectorados por el discurso criollo. Pero este reclamo de minoría esconde un atrevido plan de fragmentar el socius colectivo de la modernidad, deshaciendo la polaridad heterosexual y mandando a la inestabilidad y desarrollo desequilibrado a las identidades heterosexuales con el objetivo de destruir la identidad burguesa. En ciertas medida usan los reclamos de las feministas para cosechar tal estratagema, con tal acierto que el patriarcado de los hombres cede ante una cultura sexual cada vez más empobrecida y vulgar.
El erotismo desaparece y con el el pansexualismo de estás culturas LEGTB convierte el escenario del amor y la sensualidad en vulgares necesidades de consumo y existenciales, dónde la vida se vuelve vacía y empobrecida de experiencia cultural genuina. El objetivo es despiritualizar la experiencia del individuo y cargarla de un materialismo sórdido, donde el hombre y la mujer ceden ante sus pulsiones y la racionalidad de las personas se envenena de caos y violencia. La cara oculta de estos etnicismos es destruir la identidad burguesa de razón y emoción, enzimando con estas identidades tan arraigadas en la carne y la piel de las personas hacia un vaciamiento del amor romántico y de una experiencia realmente cargada de erotismo y sensibilidad acrecentada. El camino hacia la espiritualidad es bloqueado por el hombre consumista y materialista de estás épocas, donde el comunitario nos hace recaer en la barbarie y en las oligarquías del placer.
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