Esquizofrenia y cultura




El yugo de la civilización se ha logrado bajo una espantosa represión histórica. Antes del advenimiento de la razón civilizada que intenta sublimar con sus instituciones y campos culturales los instintos violentos y brutales de la sociedad, existía una violencia aceptada que recreaba la historia de las sociedades. Al imponerse la racionalidad está arraiga o potencia prohibiciones remotas como formas y normas sociales que permiten la reproducción de un comportamiento legitimado. Esto pudo hacerse así, porque la profusión del erotismo y de la sublimación romántica aplacaron los instintos brutales de los hombres, hasta el punto que la exageracion hoy en dia coquetea con el zadismo y la violencia placentera. 


Es en estás épocas donde la sublimación placentera de la violencia no se reditua en comportamientos sociales genuinos. Sino que retornan como oscuridad y locura los comportamientos irracionales y anomicos reprimidos por la historia de la razón. En su búsqueda de sensaciones y goce desmesurado el hombre se barbariza y violenta. Creando, ante la multiplicación de estímulos de la sociedad de consumo, un tipo de subjetividad que abandona las prohibiciones más remotas de la cultura y abraza la esquizofrenia civilizada. Ahí donde el sexo no respeta nada y todo lo transmuta es posible el resurgimiento del mal como asesinos seriales o formas de gobiernos que tratan de controlar la sexualidad.


 Los hombres que no subliman nada convierten la violencia sexual y el asesinato en una práctica nacionalizada y con una justificación sin culpa. Cuando no hay culpa ni miedo la enorme represión y vergüenza que siente el mal se trastoca en delincuencia y anomia, que es la conducta más apremiante para poder satisfacer el ciego impulso. Cuando todo se permite y todo es posible la cultura se convierte en personalidad esquizofrénica, la cual no siente ninguna responsabilidad por la liberación irracional de lo instintivo. 


El problema es que estás pulsiones socializadas son legitimadas por el poder del dinero, y se vuelven en mercancía al mejor postor, provocando que la miseria cultural del sistema se reproduzca también en las formas como se configura y produce la sexualidad. Es este desdibuja miento de la sexualidad y de las diversas formas en que se gesta lo erótico lo que revierte en contra de las expectativas naturales de la personalidad media. Hay una lesiva ira y dolor socializados por la injusticia como se redistribuye el fenómeno erótico, que muchas veces para el que sufre la miseria del mundo no quede ninguna sublimación ni liberación erótica alguna. Esto hace del placer un privilegio enredado por demarcaciones de estatus y etnicidad lo que hace de la violencia y de la perversidad sobre los cuerpos las válvulas de escape de los anormales. Los rostros de la oscuridad y del mal ejercen violencia delictiva sobre la sensualidad con el objetivo de poseerla y aplacar así sin seducción o cultura erótica las más perturbada inclinaciones esquizofrénicas 


La sociedad se vuelve esquizofrénica porque el fenómeno de la cultura civilizada diluye y trastoca en violencia y locura psíquica, todo aquello que no logra ser sublimado como razón o comportamiento normalizado. Al retroceder la civilización hacia la irracional pulsión la acción social se vuelve desorganizada y delirante, enajenando a las personas hacia la eterna transitividad como hacia la desmotivación más descarada. Prácticamente la realidad se le deshace a la conciencia, los valores no gobiernan las acciones de las personas, y todo se vuelve nihilismo puro. 


En este tránsito de la razón hacia la desvalorización y la represión las personas buscan lo extraño y absurdo y la conducta no tiene un correlato normativo que la guíe, convirtiendo a la vida en algo inundado por el extrañamiento del mundo. Se pasa de una realidad neurotizada a estados de conciencia donde la subjetividad se percibe abandonada e insegura. Nada halla un balance en el actuar benevolente y por buscar el goce desmesurado de recae en la perversión, y en la maldad más extraña y normalizada. Nada de lo que es desatado por el mal halla alguna forma de remordimiento o acto de contricion, sino que el placer del mal no tiene límites y se apodera de las representaciones colectivas. La barbarie liquidada por la razón civilizada regresa como una cultura esquizofrénica y violenta, dónde no hay más prohibiciones ni sentido de culpa alguno. 


Como parar una cultura que ya no halla en la sublimación algún principio de bienestar o satisfacción? Cómo hacer para que la acción social no abandone las instituciones y se recaiga en la barbarie normalizada? Hasta ahora la respuesta había sido la educación y la puesta en practica de valores que acrecienten el espíritu. Pero ante una realidad expuesta ante la multiplicación de los estímulos, es prácticamente imposible combatir el placer que halla el hombre esquizofrénico en hacer el mal y desatado la violencia. No hay más una cultura que halle en la sublimación del amor o el erotismo la búsqueda de una experiencia enriquecida, sino la sistemática posibilidad de que está quede anulada por la anarquía y la locura establecida. El principio de realidad se deshace y se recae en el abuso y en la perversión de que la vida no tiene sentido. Si se desea caminar por el terreno del bienestar y la nobleza no solo se debe poder mucha astucia sino sabiduría practica y espiritual para hallarle a la vida algún sentido satisfactorio.


 Ahí donde las necesidades materiales son confundidas como derechos y es lo único que vale para prevalecer, el espíritu es defenestrado por la carencia de sensibilidad automatizada, no hallándose alguna cultura emocional en la practica de la espiritualidad y el cultivo de su mismo. Por ahora la solución a la barbarie no es la inyección represiva de más normas y reglas sino el camino del guerrero que se cultiva a su mismo y se hace indispensable para el sistema. Frente a tanta estupidez y violencia la búsqueda de la paz y la benevolencia es la practica de un ejercicio espiritual de conciencia, ahí donde es necesario aplacar la sed irracional de maldad y violaciones a las personas. Por ahora la búsqueda de la felicidad es la propia autoeducacion, ante la siempre salvaje amenaza de caer en la barbarie y la explosión emocional. 


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