El rol actual de la filosofía peruana y el corte de aguas realista de la política peruana
Ya en otros artículos más extensos
he defendido la importancia de no descartar como parte de un análisis acucioso
de la realidad la variable muchas veces, atribuida a la izquierda, llamada cultura.
¿Y Porque sostengo esto?, porque en el realismo político de nuestros
grandes intereses políticos la cultura solo resulta una atingencia discursiva
no contemplada en el razonamiento
practico de construir un poder. La premura de definir un curos conocido,
u optar por una tradición del pensamiento condenada a la indubitabilidad, hace
que en la acción real, el político/a
tome decisiones basadas en resolver problemas y necesidades urgentes que
al ´parecer denotan un claro conflictos de intereses. La política real es
heredera de tomar las mejores decisiones que procesen los intereses de un grupo
particular, darles una forma de ley autentica y darles una solución racional,
donde la necesidad se convierta en aliado del político/a y además la crisis de
necesidad se reconvierta en necesidad satisfecha y en un colectivo articulado a
un programa definido de intervención de la realidad. En la economía es igual,
el razonamiento cursa caminos pragmáticos y científicos, donde la cultura es un
resultado de la puesta en práctica de determinadas formulas y salidas, donde
las mentalidades y sus sentidos específicos solo se adaptan la curso
indubitable de la economía de productividad y competencia capitalista.
¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Por qué la
cultura y razonamientos filosóficos que daban fundamentos orientadores al curso
de nuestras inteligencias se han vaciado o han perdido contacto real con los
actores y sus espíritus de cambio social?. La respuesta parece estar en la
forma colonizada en que nos hemos acercado al institucionalismo conductista de
la escuela politológica norteamericana, y hemos creído que el individuo y sus
recursos desplegados en el ambiente neutral y perfectamente moldeable son un
anexo privado o creador de valor, donde sus sentimientos y valores son
determinados por sus respuestas prácticas de adaptación al sistema de mercado. NO ha habido de parte de nuestros
decisores un sano ojo para entender que los procesos políticos y sus
maquinarias organizativas están en la obligación de saber que todo interés de
afirmación en el mundo, comporta además una
visión sobre si mismo y el territorio donde se gesta esa visión del mundo.
Cuando las comunidades protestan por la injerencia de un elemento contaminante
en sus sistemas ambientales, lo hacen pidiendo como parte de su cultura de la
pobreza y asistencial acceso dinero limpio, y ventajas en condiciones de vida
modernas. Pero a la vez la injerencia del agente modernizador en la zona, como
son las empresas desestabilizan los sistemas de poder cultural de estas
regiones por el atractivo que significa la llegada de inversiones, e
inmediatamente los medios tradicionales de vida se resquebrajan o pierden interés para la mano de obra que
sigue al capital, y construye una economía de servicios ajustada a la afluencia
de nuevos actores en la realidad. Cuando hay protesta ambiental no es solo un
interés frio el que comanda la mesa de negociaciones, sino un descontento
existencial de los pobladores por ver arruinadas sus culturas agrícolas y ganaderas,
que le daban sentido de pertenencia a la tierra y sus concepciones
antropológicas estacionadas en el tiempo. Aquí
hay un quiebre de la empresa y el poder local que solo resuelve el
interés mínimo, lo palia, pero los desgarros que produce la retranformacion de
los poderes locales son ciertamente una amenaza latente para nuevas protestas
irracionales para exigir más cuotas de poder y recursos, lo cual acaba en
conflictos de mayor magnitud, que paralizan las obras y detienen la dinámica de
la economía interna.
Otro ejemplo, las exigencias
emotivas o no de las mujeres en el contexto del feminismo organizado o de la
comunidad LGTB, son derechos que es ciertamente obedecen a la captura de
prerrogativas parcializadas, que nada tienen que ver con la construcción real
de un discurso público o ingeniería del Estado. Su apuesta es claramente de
reconocimiento cultural de su identidad y como esta identidad sufre la
denigración de una cultura patriarcal retrograda que no deja que se formen
liderazgos y formas de vida independientes de las mujeres más allá del control
cuasinatural del hombre que cosifica con poder su inserción o no en el seno de
la sociedad organizada. Más allá de sus exageraciones ideologizadas, y sus
confusiones cargadas de un sesgo de divisionismo real que obstruye la
reproducción de la cultura sana del encuentro de parejas y lo que esta base
horizontal puede hacer, sus propuestas y demandas son legítimas y deben ser
incluidas de forma táctica y al tiempo que la cultura de las condiciones para
que la política demuestre que está resolviendo un problema que no es cascara,
sino la resolución de un interés social de lograr libertad, y que su universo
de sentido, su cuerpo, sexualidad y sus motivaciones productivas sean
radicalmente respetados como ellas deseen que lo quiera. Nuestra masculinidad
nacional no ha procesado que la libertad de una mujer implica no solo
independencia, sino completo ejercicio sexual de su belleza, más allá del apego
o desencuentros que el mundo moralista les imponga. Si hay violencia en contra
de las mujeres es porque no se quiere reconocer esta decisión de libertad y
evolución que ciertamente trae transformaciones en el seno de las familias y en
la cultura de la sexualidad y el amor, pero que resultan indetenibles, pues son
nuevas expresiones de libertad que todo político/a amante de que la libertad
tenga expresión de poder organizado debe incorporar y garantizar según ley. Si
la política niega esa incursión lo único que demuestra la masculinidad
imperante es vulnerabilidad y conservadurismo lo que acaba en las reclamaciones
más absurdas de atacar los cimientos de la heterosexualidad y eso lleva a un
panorama de mayores fracturas e incomprensiones que atiza las intrigas y la violencia
en contra de la mujer. La idea es que los hombres y las mujeres con sus
diferencias compartan los espacios de poder de la sociedad en base a sus
habilidades y liderazgos, y que lo que hagan con su vida privada resulte
irrelevante para la alteridad que siempre depende de obstruir este proceso. Eso
yo le llamo miedo a madurar a no ser hombre o mujer.
Y así podría enumerar que en
estos tiempos de consumo generalizado las cambiantes necesidades que acontecen
como reclamos o conflictos de intereses, comportan un componente de
reconocimiento cultural o de mejora de calidad de vida. No es solo resolución
pragmática de condiciones de vida (agua, desagüe, pistas y veredas,
electrificación, seguridad ciudadana, infraestructura vial; etc) sino sobre
todo el modo como los actores populares se piensan en sus costumbres y
expresiones festivas, en sus matrices de sentido que los guían a la acción en
sociedad, y sus culturas barriales o populares que construyen identidad y
subculturas que el político/a no procesa y considera un adorno folclórico no
ajustado a la fría estadística. Aquí tenemos lo que denomino el hallazgo del
despertar de una conciencia de respeto por la persona humana de modo
dimensional, que ya no se ajusta a patrones de abstinencia o de postergación
organizada de sus necesidades y derechos, sino que quiere estar y vivir en el
presente y que desea que sus libertades básicas no sean coaccionadas y pueda
ser feliz como a él o ella le parezca. El objetivo de todo contrato social es
reconocer que actores está incluyendo en esa maquinaria de regulación jurídica
y administrativa y garantizar mediante un entorno favorable las condiciones
materiales y culturales para desarrollarlos como individuos autosuficientes y
dejar que sus propias acciones y elecciones sean las que conducen su vida hacia
el éxito o hacia la quietud personal. Es obligación del Estado organizar la
sociedad pública y privada para maximizar y aprovechar que la mujer o el
hombre, o los LGTB sean parte del sistema productivo y de creación de valor sin que se produzcan
escaramuzas o divisiones que fracturen el espacio público y se esté dando lo
que es habitual nuevos enclaves de
sentido y distorsiones del mundo donde no hay dialogo ni acuerdos, y si mucho
disenso o carga emocional con tendencia al odio y la desparpajo. Los políticos
deben visualizar que el multiculturalismo desgarra el consenso político so pena
de desestabilizar el régimen democrático, pero que en gran medida este
desencuentro profundo de matices y colores son expresiones de la crisis de
representatividad que vive el orden político mundial, y del cual no es ajeno el
país. Hay que ser realistas y prácticos en que el peso de la cultura en un país
tan lleno de tensiones por el racismo y una idea rígida dela sexualidad es el rostro de transformaciones que la
política no ha querido incorporar porque considera que la cultura es un
obstáculo o una tara para el desarrollo material o innovador de un país.
Nuestro multiculturalismo en diversas regiones del país no es una suerte de
espacio para el turismo vivencial sino espacios que deben evolucionar hacia la
integración con la modernidad y el progreso material y no estar en la
parálisis de una cultura de la pobreza que es la expresión consumada de
una falsificación de la ancestralidad que no deja resolver problemas como la
anemia, la improductivudad del campo, servicios básicos, la educación de los
niños/as y diversas expresiones de desgobierno que traen muerte y miseria real
Una de las razones, quizás las más
importante, obviada por las políticas públicas y de educación real es la
importancia que no dejan de tener los cursos de filosofía. Hoy en una crisis de
sentido global el dilema que enfrenta la economía y la política es la precisa
comprensión de los cambios acelerados que trae el mercado de servicios y
asociado a ello el estímulo imparable de la cultura digital. No hay una acción
efectiva que resuelva de raíz la crisis de la democracia como principio de
autoridad suficiente, porque las formas que adoptaron las democracias en el
mundo basaron su poder en la idea que el poder político es un ente productor de
la cultura de ciudadanos que requiere para la producción y el consumo. Que su tarea desde el viejo
Estado Keynesiano hasta los mejores desarrollo del Estado social en Europa de
marca socialdemócrata, eran producir colectivos e individuos hechos para
contribuir con sus voluntades a un bien mayor que era la sociedad dirigida. Esa
idea hoy está en desgaste desde Mayo de 68 y por el hiper-consumo generalizado
por la razón sencilla que el Estado social tuvo éxito en construir una
subjetividad autónoma que entendiera que debe producir valor mediante el
trabajo y que a la vez debe consumir lo que el patrón de poder produce para su
disfrute personal o de ocio colectivo.
La filosofía en este sentido por
su rasgo declarado hacia la defensa de un hombre trascendente, y de la búsqueda
de los fundamentos raíz que explican y subyacen a las formas de convivencia
social de un país o del mundo. Al obtener estas bases verdades puedes fijar un
rumbo y mejorar radicalmente la sociedad, pues la filosofía entiende como se
mueve y comporta el espíritu de un pueblo. Es de la filosofía de un país, es
decir el modo como un pueblo se ha construido y actuado en un territorio y a edificado
una estructura social y política fiel
reflejo de ese efervescencia espiritual de donde se toman las herramientas
emocionales y de pertenencia para gestar una identidad y articular propuestas
operativas comunes. Toda cultura que se precie de educar a su pueblo en la
dirección de interés común, mas allá de las divisiones de clase o conflictos de
intereses mundanos se preocupa por enseñar a los niño/as y jóvenes la
cosmovisión particular de su nación, no solo en forma de relatos, sino apelando
a un amor por el saber originario que da sentido y un propósito más allá del
egoísmo y el solo incentivo económico. Y esto se hace porque la filosofía
aplicada a la vida activa y profesional desarrolla un sentido de cuidado por
las personas y por el mundo objetivo del cual se siente responsable y
propietario. Esto es lo que llama Durkheim, sociólogo francés, Conciencia
colectiva sin la cual la idea de sistema artificial no tiene garantía de
funcionamiento pleno más de la anomia.
La filosofía de nuestros tiempos
ha abandonado este propósito desde el nefasto camino de los filósofos posmodernos
y los posmarxistas que hablan que la vida
es una amalgama de deseos y voluntades superficiales que no tienen real
asidero con un mundo objetivo al cual desprecian y actúan en el con cinismo y
sentido de anarquía. La filosofía ha capitulado a recomponer los fundamentos
interpretativos que mueven al mundo, porque simplemente habla que la vida no
tiene sentido y que cada quien es una monada existencial voraz que esta en este
mundo por accidente, sin alma y sin propósito establecido de antemano. Deleuze
y Braudillard en sus pasajes de análisis arguyen que la vanidad y el deseo es
lo que mueve al mundo, y que los seres humamos trabajan para estar siempre
fuera de control de cualquier principio de realidad que se desvanece y pierde
relevancia para todos. Su recomendación para ellos es que el ser humano es lo
que es, y que bajo ese fundamento su elección por sobrevivir en un mundo
irracional de explotación y violencia generalizada es una actitud de
desvanecimiento de toda forma de pensamiento y el imperio de la estupidez y la
banalidad. En la mirada de Zygmunt Bauman
solo existimos si consumimos, y que todas las formas de abstinencia para
conseguir recursos se reducen a aplacar la voracidad de vicios que es la base
de acumulación de la economía actual.
En este tránsito de una filosofía
que impuso piedras angulares a los países civilizaciones que hoy comandan el
rumbo de la historia esta filosofía he abandonado el camino de la metafísica
del poder sobre lo real. Esto quiere decir que las grandes naciones que
producen los cursos de la tecnología y el pleno empleo basan su fuerza en
construir sistemas sociales donde la persona real concreta y práctica es un
reflejo de una reproducción alegórica y
emocional que la mueve al compromiso y a la ambición de crear. Co n sus
limitaciones Asia, y sobre todo Japón hace esto. Alemania y los países nórdicos
hacen esto con mucha finura, y mediamente todas las culturas que poseen fuertes
raíces tradicionales e históricas
cuentan con la sensibilidad natural para construir sistemas sociales fiel
reflejo de condicionamientos entre la geografía, la psicología y la cultura
social. Al final el rumbo de la producción vira hacia donde el capitalismo
puede reformarse e identificarse con un mundo alternativo sin perder su esencia
de lucro desmesurado. Esto es lo que llamamos con acierto el biomercado, y la búsqueda cada vez más panteísta de una
visión panteísta de la naturaleza y de uno mismo.
En nuestro país sesgado por la
avaricia de las sectas y la megalomanía de celebrar la miseria, la filosofía es
una filosofía sobre lo banal. Desde el hallazgo del problema del indio, y la
búsqueda insaciable de los filósofos sociales por hallarle coordenadas
mitológicas e históricas a la reflexión de la nación peruana desde Gonzales
Prada, pasando por Mariátegui, Haya, hasta Arguedas, todo el esfuerzo ha sido
construirnos un espíritu social que le diera sostén ideológico a toda
construcción institucional y política marco. Aunque ese intento fue desfigurado
por la insurgencia ideológica dela sociología funcionalista y marxista de corte
revolucionario en los años 60s, la filosofía peruana siempre tuvo un matiz
profundamente sensible al tema de rellenar los vacíos que la ortodoxia
comunista dejaban de lado. Con el tiempo su también distorsión ideológica por
el avance de la violencia política y la descomposición de la sociedad peruana
la convirtió en una disciplina de adoctrinamiento que destruyo las bases mitopoeiticas
de la filosofía social. En ese sentido la filosofía peruana, incluso la ligada
a las culturas andinas y amazónicas capituló ante planteamientos etnológicos y
aproximaciones reivindicativas que desfiguraban una entera comprensión de esos
pueblos y comunidades. Solo se puede
decir que desde los 70s un aporte de real importancia de la filosofía ha sido
el descubrimiento de la interculturalidad como sistema de reglas donde las
emociones y la cultura se construyen a partir de un equilibrio armónico con el bosque y la naturaleza animada una
civilización que apuesta por evolucionar, aprender y a ser integrada con sus
limitaciones a la sociedad mayor. Para la amazonia el encuentro con la
modernidad ha sido una oportunidad de reconservar sus potencialidades
productivas, pero al riesgo de ir perdiendo también su esencialidad que es
obturada por los ritmos frenéticos de la modernidad y la introducción de la
tecnología celular, y las industrias extractivas. En la selva, no así en la
sierra, hay un proceso en marcha de reinvención regional que se basa en el
conocimiento medicinal del bosque, como potencial bioquímico farmacéutico. Pero
este proceso es muy artesanal y ambiguo. La interculturalidad tanto en la selva
como en los Andes nos habla del dialogo como regla básica de aprendizaje entre
culturas, para el rescate y redefinición de tecnologías y saberes que muchas veces Occidente desconoce. Aunque
en los Andes esta opción toma el camino de la quietud y la resistencia a toda
forma de modernización, varados en un tiempo cíclico que provoca pobreza y
estallidos sociales.
En la academia más relevante la filosofía
con excepciones ha seguido el camino de la frivolidad y el diletantismo para
producir sentidos comunes. Si argumente como al principio que la filosofía es
la que accede a los fundamentos históricos y emocionales de un ser social, en
este momento la filosofía como lo fue el maiosmo en los /0s representa modas y
eclecticismos que desorientan a la inteligencia de su papel de otorgar ideas
matrices que nos digan que es la realidad peruana en toda su extensión. En
cierto sentido como dije de modo hipotético en otro lado toda nuestra academia por el tipo de posición
epistemológica y ontológica que eligieron para llevar a la cabo la revolución
social en los 70s no solo cancelaron una etapa que pensaba la líneas
directrices de nuestra formación nacional, sino que en su aventura por nutrir a
la política agresiva se fue perdiendo en un distorsiones y modas culturales que
han complicado una sana lectura de la realidad peruana en su movimiento
imprevisto durante casi 50 años. Y esta invisibilización obedece en sus últimas
performances a un activismo irracional que cruzado por el desperdicio de la
inteligencia que significaron los estudios culturales de los años 90s y 2000,
ha convertido a la reflexión social en una amalgama variopinta de consignas y
símbolos que simpatizan con la fragmentación y desmoralización de nuestros
jóvenes y pueblos. Hoy la filosofía y la construcción de una ideología para las
organizaciones políticas abandona el realismo de ver las cosas de forma
objetiva y se abandona a la práctica a raja tabla de ideas inoperativas e
irresponsables que no tienen mayor asidero en un diagnostico sensato de donde
intervienen.
Una de las razones de la crisis
de la política en los últimos años se debe a que la academia no entiende el
curso reproductivo de nuestra realidad nacional, y se empecina en crear una
confusión y plantillas ideológicas con las cuales hace ingresar en una severa
crisis de metodología y epistemología el carácter social de la ciencia. Con
honrosas excepciones la historia ha desmentido a Mariátegui, por ser un hombre que vivía en la
estratosfera platónica, y ha dado la razón al realismo evolucionista de Haya,
que siempre entendió que toda intervención política y progresista debe
ajustarse a los parámetros de un crudo realismo y responsabilidad democrática,
antes que ha enrevesamientos y sofismas que detienen los consensos y los
debates constructivos y es de donde se obtienen consensos normativos sobre
temas fuerza que son los que guían y sirven de base para el desarrollo y
moralización de un país.
Hoy nuestra filosofía adolece de
ubicación y responsabilidad normativa. Como en todo el mundo el ritmo imparable
de la innovación productiva y la competencia por nuevos mercados y áreas de
desarrollo hace que el ser humano demuestre su capacidad de adaptación y
creatividad al mercado de bienes y servicios como individuo descontextualizado.
En ese sentido nuestro país, no ha logrado incluir en nuestra personalidad
colectiva ideas fuerza de construcción psicológica a partir de nuestra historia
y tradición antropológica que deben ser repintadas y redescubiertas por la filosofía
y las ciencias sociales. Ese es el escollo civilizatorio que no permite a pesar
de nuestras diferencias superar el racismo más sofisticado, y los abismos
sociales, laborales y de creación científica que reproducen la cultura de la
pobreza en muchas partes del país. Es tarea de un nuevo relato o narrativa
ideológica y a la vez programática de la realidad peruana repensar nuestra experiencia especifica de
modernidad, el rol de la memoria histórica en la actualidad, y el rol del
Estado, la amalgama soberanía-nación, y sobre todo como ejecutar desde la
reforma educativa principios que demuelan anacronismos pseudoculturales que no
dejan la integración del pueblo a nivel del lenguaje coloquial hasta los
niveles más sofisticados de la dirección empresarial y pública. Creo con
acierto que la búsqueda de alternativas que nos lleven a nuevos estadios de
bienestar y desarrollo social pasan por abandonar una base productiva
extractiva, premoderna e inestable, mediante, una fuerte educación y e
innovación orientada al desarrollo de nuevas cadenas de valor más internas,
acelerar la competitividad y la productividad con el crecimiento y asistencia
técnica de los nuevos emprendedores nacionales y darles mercados
internacionales, proteger y agrandar en conocimientos y destrezas de dirección
y de ciudadanía a una clase media que no siempre sale de una cultura resistente
al emprendimiento, y la toma de decisiones políticas urgentes para hacer un
Estado más dinámico, formalizado, y con presencia jurídica, administrativa y
soberana en todo el territorio nacional
que sepa reorientar y ajustarse a los ritmos impredecibles del
capitalismo y sus intereses lógicos de lucro. Pero en todo esto vive la
filosofía, pues es la magia anímica que une y conecta las vidas para su mejor
inserción feliz en todo o que hagan u decidan hacer. Hoy la filosofía debe
apostar por ser sabiduría práctica
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