martes, 12 de febrero de 2019

A favor de una política real.






Habermas como buen traidor de la razón libertaria alerta contra la aparición de los reyes filósofos. El argumento de Platón de que las ideas deben abrazarse con el entusiasmo del liderazgo organizativo vuelve como la amenaza de una nueva religiosidad cívica en contra de los intermediarios y los consultores, que bien emparentados con la no responsabilidad de sus consejos han disertado sobre un mundo que no existe. La responsabilidad que en la cadena de mando, las decisiones no alcancen valor real y empírico, se debe no solo a la especialización del saber ejecutivo, sino al enrevesamiento tecnocrático en que se han enmarañado los diagnósticos y las normas programáticas que han distorsionado la realidad.

El miedo de los decisores es que se desoculte su ignorancia nefasta del curso que ha tomado la realidad actual. Los políticos y sus clientelas de burócratas han operado sobre el pueblo, tomando su poder de representación, y han contribuido para la multiplicación del egoísmo, y la agencia privada como enfermedad que ha destruido la savia de las culturas populares. Hoy los tentáculos del poder real descansan sobre la desfiguración y estigmatización de la vida que acontece, por el miedo a que su ingenio y alegría cobre forma de revancha en contra de la corrupción e inmoralidad que han transmitido como ethos narcisista de la época.

El retorno de los sabios y de su decisionismo político alerta en favor de la urgencia de levantar nuevos pilares de sentido racional sobre el mundo. De lo que se trata es de rescatar de los abismos de la desinformación y las mass media, el real origen soberano del poder político, y relanzarlo sobre la modelación de la sociedad. Hoy se requieren gobernantes que sientan el espíritu domeñado de nuestro tiempo, y permitan que sus intervenciones logren echar raíces de vida, sobre el mundo, que al final es entera naturaleza. El pueblo se ha de mover si movemos su ánimo sobre las cosas vivificadas, intentando que esta fuerza alcance el grado de una nueva ingeniería y nuevas leyes. Al final lo que importa es domesticar el poder sobre la base de una organización real de la sociedad soberana.

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