De
suicidas y sociópatas.
Notas
a cerca de lo casos límites en la sociedad actual
Ronald Jesús Torres
Bringas
Introducción.
Este artículo es un producto
de notas y observaciones hechas sin afán de sistematización. No obstante, la
importancia de lo escrito en estos renglones merece una indagación más
exhaustiva e empírica, debido a la relevancia del tema que nos convoca a escribir,
a saber: las conductas sociopáticas y sus conexiones con la realidad social. Lo
señalado debe ser tomado como hipótesis de gabinete, presentadas en la
coyuntura dada la importancia que viene recibiendo los casos de asesinato y
parricidio por los medios de comunicación en los últimos años. En una primera
parte se hará una revisión teórica del marco en el que se gestan estas
conductas sociopáticas, sacando la afirmación de que la constitución de la
modernidad esta impregnada de violencia y de locura, a pesar del juego de
diálogos y cultura de paz que promete. Luego un evaluación de los casos
recogidos del mundo periodístico de los parricidios con comentarios generales,
para culminar en ligeras conclusiones y una propedéutica social.
Ilustración
y violencia social.
Aunque a veces el análisis
sociológico no se ocupa de estos temas, capturados por lo general por la
acuciosidad psicológica, es menester arrojar luces sobre estos temas de modo
sociológico pues manifiestan señales de que la sociedad no anda bien. En estos
casos límite, es como indagaba Durkheim[1],
donde se observan con mayor severidad las desconexiones entre el sistema de
instituciones políticas y económicas que produce la sociedad, y la vida desnuda
o instintiva que debe ser sublimada en este mundo producido[2].
Si la sociedad soporta elevados niveles de violencia y criminalidad es un
indicador de que los proyectos de racionalidad productiva que se levantan en su
nombre suprimen a la vida que acontece o
la cohíben de toda aquello que resulta gratificante, lo que se devuelve en
agresividad e incertidumbre[3].
Como alguna vez señalara
Fiodor Dostoeivsky en su novela “Crimen y castigo”[4]
se sabe del nivel de racionalidad de una civilización observando sus cárceles.
O más ilustrativo que eso. En la película “Terciopelo Azul” de David Lynch se
observa la escena de una oreja cercenada en el césped de un barrio residencial
en Estados Unidos de los 60s, mientras juegan los niños/as y se respira una
agradable atmósfera de paz. ¿Cuánta violencia ha tenido que soportar el alma
humana para pacificarse y ser domesticada? ¿Cuánta vigilancia y violencia
simbólica ha tenido que sufrir las personas a través de la historia para
fabricarse un yo, una personalidad que gobierne sus impulsos ciegos?
Hoy ese proyecto de domesticación
o civilidad se haya en crisis. El avance de la sociedad de consumo que erotiza
todo a su alrededor, y la consiguiente desvinculación que produce el avance de
la tecnología de los procesos culturales en nombre de los que se edifica, han
hecho que el saludable proceso de ilustración originario de Europa se diluya de
forma accidentada. El crédito generalizado[5],
y el impacto de una sociedad del espectáculo a través de la multiplicación de
estímulos han logrado incorporar como sistema necesidades y servicios de forma
contradictoria a los apetitos y expectativas de liberación que antaño
presionaban sobre los cimientos del capital[6].
En la cumbre de las grandes revoluciones en contra de la sociedad planificada[7],
como lo fueron los movimientos sociales del Mayo del 68[8]
se ha fabricado un sistema económico de servicios y falsas necesidades que han
despolitizado a las personas, y que han hecho ingresar a la psicología en un
proceso de regresión y de narcisismo extremo que divorcia a la vida de las
gigantescas mutaciones materiales que se atreve a introducir el capital, sin
ninguna resistencia, en las economías nacionales de todo el planeta. El
resultado es la cancelación abrupta del modelo histórico de personalidad basado
en la razón, impuesto desde los postulados de Descartes, y del contractualismo
liberal, y el arrojamiento de la identidad a un proceso de competencia salvaje
donde las emociones y los instintos más profundos como la sexualidad y las
tendencias agresivas pierden estabilidad y se convierten en recursos y
capacidades que hay que usar con destreza y sin piedad para alcanzar bienestar
y predominancia[9].
La inscripción de los aspectos
sensoriales y emocionales en las coordenadas de un mundo de la productividad
acelerado, ha distorsionado la vida socio-afectiva y a hecho regresar las
tendencias agresivas y violencia acumulada que la racionalización pretendió
negar. A pesar que los apetitos de realización y liberación que veían en la
historia han sido inhibidos con cierto éxito, la crueldad silenciosa con la que
son calificados en la sociedad contemporánea rasgos sensibles de la
personalidad crean las condiciones para que la vida íntima y la regiones más
recónditas de nuestros sentimientos y pasiones estallen en cuadros severos de
violencia, crimen y descontento generalizado. La razón dialógica, y su proyecto
privado, el amor romántico, que habían sido puestos en el lugar de la
brutalidad y la violencia insensata, se erosionan peligrosamente ocasionando
que las carencias de afectividad y la incomprensión a varios niveles hallen en
la violencia y en el egoísmo extra-limitado rutas de escape a la soledad que se
percibe, ante la falta de amor[10].
La desalmada competencia
genera que los lazos sociales protectores de la sociedad en la familia, en la escuela,
y en el barrio, y por lo tanto en la política y en el trabajo pierdan atractivo
para el sujeto, retrayendo la construcción de sus preferencias alrededor de
instintos primarios como la sexualidad y la violencia tribal[11].
La crisis que sufre el mundo de las instituciones, desde la familia, la escuela
hasta la política no es sólo expresión de la incompatibilidad de estos sistemas
de organizaciones para el sujeto que surge, sino que de otra manera, sugiere
que estas estructuras de gestión y producción de las demandas de la persona son
diques objetivos que lo arrojan a la marginalidad y a la trasgresión, como una
forma de exclusión de las grandes decisiones. A medida que el mundo producido
se desmorona o pierde conexiones con la cultura las nuevas subjetividades se
refugian en el mar de las pulsiones, sin vuelta posible, produciendo ahí donde
gobierna la ironía, la diversión y el erotismo más delicioso una sensación de
agotamiento y de miseria sombría que no se canaliza en creación, sino en
anarquía y en desafección ante la sociedad en la que se vive y se trabaja[12].
El dominio del mundo producido
inhibe la regeneración de las instituciones, o no deja aprovechar que la nueva
sangre imponga sus sueños y los canalice de modo real. El desmoronamiento del
mundo industrial, y con él la debacle de una sociedad protectora y preocupada
por la formación del sujeto ha supuesto que el sujeto se halle desamparado de
improviso, y que para él suponga un tremendo esfuerzo el tener que acomodarse a
una sociedad donde todo es frio interés desnudo, y nada esta hecho objetivamente
de acuerdo a sus nuevas sensibilidades. Se genera lo que se dice un abismo
entre un mundo institucional cuyo poder pervive incólume, pero ya no tiene
legitimidad, y una nueva sensibilidad[13]
cuyas fuerzas motrices no se hallan representadas o se encuentran violentamente
excluidas. El nacer en una sociedad donde los deseos de realización se hallan
cancelados, y no se puede construir organización política y material de acuerdo
a lo soñado produce en el sujeto un
severo desencanto con respecto al mundo, y a la vez la decisión de
corromperse y sobrevivir a toda costa. En parte el hecho de que la mayor
incidencia de criminalidad se encuentren en los jóvenes[14]
demuestran que se viene conteniendo la regeneración cultural de la sociedad, y
que éstos prefieren desarrollar subculturas ilegales y paralelas al mundo
institucionalizado[15]
como una forma de protesta y de hallar la comprensión y la vida que no hallan
en una sociedad presa de atrofia y de un extrañamiento incurable.
Análisis
de casos
En el caso de un patrón de
asesinatos por parricidio en los últimos tiempos se citan los ejemplos
emblemáticos de Guiliana Llamoja[16]
que acuchillo a su madre María Del Carmen Hilares hasta provocarle la muerte en
el 2005, cuando ella sólo tenía 18 años. Hoy esta en libertad luego de estar
unos años en ´prisión, al parecer reintegrada a la sociedad. En medio de este
drama había una fortuna en juego. Un segundo caso, es el asesinato de Myriam
Fefer[17]
(2006), al parecer asesinada por orden
de su hija Eva Bracamonte Fefer a manos de un sicario colombiano, Alejandro
Trujillo Ospina. En este caso se vio incriminada la supuesta pareja sentimental
de Eva Bracamonte, Liliana Manarelli, hoy libre de todo cargo. También en este
caso hay una fortuna en medio, disputada por el hermano de Eva, Ariel
Bracamonte. El juicio de Eva Bracamonte fue anulado y hoy espera un nuevo
proceso en libertad. El tercer caso, es el parricidio de Elizabeth Vásquez
Marín (2010), por orden de su hija Elizabeth “Elita” Espino con ayuda de su
pareja sentimental Fernando Gonzales Asenjo, y su amigo Jorge Eduardo Cornejo
Ruíz, hoy condenados a prisión. Elita Espino fue condenada a 30 años de
prisión. También hay una fortuna en juego. Y por último el caso más cercano de
parricidio: el asesinato de la empresaria panadera María Rosa Castillo (2013),
a manos de su hijo Marcos Arenas Castillo (22), en el que esta incriminada
seriamente su novia Fernanda Lora (19), acusada de instigar el parricidio[18].
En estos casos sonados de
parricidio se puede sostener que la poca disposición a hallar en la educación y
en el ambiente de familia los valores o ideas fuerza que moldeen una identidad
estable en los jóvenes, predisponen a un uso perverso de la libertad[19].
Los traumas e impases afectivos son revertidos en rencor hacia las figuras
paternas (todas mujeres) porque la existencia de la autoridad se convierte en
un conflicto de poderes, donde la prohibición y el yugo paterno no representan
estímulos de educación, cuando si de obstáculo para ambiciones desmedidas. La
falta de sentido de culpa, el dinero que empodera indebidamente, y la vida sin
límites y vivida con crueldad conforman una identidad donde no hay ley que
detenga, o que se imponga para seres que se sienten por encima del bien y del
mal[20].
El narcisismo crea un ser capaz de todo. La violencia fría en contra del ser
amado, al punto de quitarle la vida crea una persona que calcula y que se
sumerge en la mentira constante. El desequilibrio del que parte toda
experiencia de resilencia y de invención profesional, que tanto necesita la
productividad de una economía salvaje, es el contexto psicosocial para la
formación de tendencias criminales en una sociedad que importa poco, y donde la
lucha por el hallazgo de la creatividad debe darse sobre la necesaria
indigencia y desarraigo colectivo. El capital requiere destruir la sociedad
para elegir a los genios que lo reproducen.
Un caso cuyas consecuencias
son distintas, pero que se nutre de causas similares es el suicidio del joven
estudiante Emilio Egocheaga D Angelo[21].
Cito este caso de reciente data como ejemplo para señalar que un contexto
similar de lazos familiares rotos, incomprensión y excesiva frivolidad y
pobreza en las relaciones sociales inmediatas en los jóvenes trae como
consecuencia impactos y reacciones distintas a la formación de inclinaciones
criminales. En el caso del estudiante Emilio Egocheaga la fuerte depresión
causada por la ruptura de sus padres lo llevo al suicidio[22],
luego de estar sufriendo un fuerte cuadro de aislamiento, sin poder comunicar
su aflicción y en un medio donde su fragilidad e interioridad no contaba. A
diferencia de los casos de parricidio, este joven no canalizó su posible
desadaptación con rencor hacia sus padres, sino que reprimía sus emociones y
vivía en una errática timidez, sin haber podido dar forma a una identidad. La
baja autoestima, el miedo a la vida, y la desubicación frente al mundo lo
llevaron a no querer crecer. En este sentido, un dato que alentó la depresión
fueron las dudas del joven a cerca de su futuro profesional, pues abandono en
el último año la carrera de ingeniería industrial, para empezar de cero en la
de comunicaciones; una señal de que deseaba inclinarse por las letras y
testimoniar su dolor interno.
Un caso sonado en los últimos
días es el asesinato de la joven estudiante universitaria de 17 años Karla
Vanesa Zelada Suazo, a manos de su ex enamorado Alexi Pacasi Vargas en el
distrito de San Miguel[23].
Luego de haberse escondido en el Callao, el joven fue capturado y confesó que
degolló a la joven, habiendo sido ayudado por un cómplice. Al parecer los celos
y el hecho de que ya no eran enamorados fueron los móviles del crimen. En este
caso se demuestra la vulnerabilidad en que se hallan las mujeres frente a
hombres que piensan que una relación de pareja es poseer como su fuera una
propiedad a la mujer, y que no hay derecho a dialogar para zanjar algún dilema
en común. La falta de educación, y como señalo el contexto de donde se obtienen
los anti-valores de este joven hacen pensar que la violencia, y la agresión son
parte del hecho de ser hombre, y que no hay ley que pese sobre ellos. Por otra
parte, la violencia en la que caen los varones son señales de que la
masculinidad ha entrado en severa crisis y las tendencias más autoritarias y
machistas alcanzan formas de agresión socializada[24].
Conclusiones
y propedéutica.
1. A
diferencia de los enfoques de la desviación, donde el crimen y las conductas
anormales eran la excepción a la regla, en nuestras sociedades postindustriales
la conducta criminal y psicopatológica es casi común, y es la exageración en un
tejido social donde la anomia es la regla institucionalizada.
2. El
crimen, y las conductas sociopáticas, sobre todo en jóvenes son las señales que
la sociedad de consumo que se levantó con el objetivo de contener el cambio
histórico, desde Mayo del 68, ha logrado un éxito parcial. Han separado a la
juventud de las fuerzas históricas, pero al costo haberse generado una
subjetividad desamparada y sumergida en la violencia.
3. Ahí
donde las emociones y la sensoriedad son admitidas como capacidades de
producción se incorporan de modo cruel áreas de la vida, que inoculan
creatividad al mundo tecnificado, pero con el resultado de que se desestabiliza
más el ser, y se vive en un gran resentimiento generalizado.
4. Las
políticas democráticas de diálogo, de amistad y de amor romántico fallan, como
rutas sublimadoras de civilidad, lo que deviene en violencia y en el desarrollo
de una personalidad que halla en la barbarie una forma de vida y de placer
enfermizo.
5. Ahí
donde hay mucha libertad, que hace posible el consumo, retrocede la educación y
se esfuman los valores de respeto por la comunidad ciudadana, lo que deviene en
un maluso de la libertad.
6. Las
conductas sociopáticas y de forma indirecta las tendencias suicidas son
expresiones de que la sociedad se viene descomponiendo en favor de una
modernización desbocada y destructiva. La búsqueda de invención despierta
también lo peor del ser humano por mor de la productividad.
7. Como
propedéutica las rutas para medicar nuestra cultura frente al avance de la
criminalidad y la depresión, residen en el equilibrio mismo de la persona, al
tolerarlo todo, como individuo autorreferido o en la insurgencia de una
revolución cultural que reconecte a la sociedad, la cultura con el sistema
política y sus fuerzas materiales.
[1]
DURKHEIM Emile. El suicido. Editorial AKal. 1992
[2]
Esta expresión pertenece a Jean Braudillard, y menciona los complejos sistemas
de producción que se edifican para dar sentido a la vida, más allá de la simple
como inestable vida impulsiva o instintiva.
[3]
MARCUSE Herbert. Eros y Civilización. Editorial Ariel. 2003
[4]
DOSTOEIVSKY Fiodor. Crimen y Castigo. Editorial Península. 2011.
[5] LIPOVESTKY
Gilles. La era del vacío. Editorial Anagrama. 1993.
[6]
DEBORD Guy. La sociedad del espectáculo. Editorial Anagrama. 1967.
[7] Categoría propia del contexto de postguerra, o
de la guerra fría en el mundo, que señala el papel intervencionista del Estado
en la economía y en la sociedad, como
una forma de inhibir el avance del socialismo en el planeta.
[8] Según el que escribe la mayor efervescencia
por convocatoria y programa de cambio social lo representó el multivariado
movimiento estudiantil de Mayo del 68 en Europa, y en varias ciudades de
América Latina. Su agotamiento haría que el mundo irrumpiría en el desencanto
postmoderno.
[9]
HARDT Michael y NEGRI Antonio. Imperio. Editorial Paidos Ibérica. 2005
[10]
STRAUSS Leo. Progreso o retorno. Editorial Paidos Ibérica. 2004.
[11]
Esta idea es parte de la tesis de Horkheimer y Adorno que a la letra dice: “El
fruto del imparable progreso es la imparable regresión…” La Dialéctica de la
Ilustración. Editorial Sudamericana. 1967
[12]
MARCUSE Herbert. El hombre Unidimensional. Editorial. 2003.
[13]
Expresiones de esta nueva sensibilidad son las culturas indígenas, los jóvenes
de variadas tendencias, y las varias minorías culturales, así como los
productos de la cultura popular y el artesanado.
[14] El
costo económico de la delincuencia organizada en el Perú. http://www.unodc.org/documents/peruandecuador/Publicaciones/UNODC-costo-crimen.pdf
[15]
Las pandillas, o los grupos de esquineros trajinantes son ejemplos de esta
dimensión sub-cultural
[19]
SAFRANSKY Rudiger. El mal o el drama de la libertad. Tusquets editores. 2001
[24]
BOURDIEU Pierre. La masculinidad. Editorial Abya Yala 1998
Comentarios
Publicar un comentario