Un romance de verano.
En verano íbamos en familia al
balneario de San Bartolo. En esos días calurosos Las playas de San Bartolo eran
de aguas tranquilas, como una enorme poza, donde los niños chapoteaban y
jugaban a todo dar. Se descendía a la playa por unas escalinatas de piedra, y
ya en el llano de la playa la gente tomaba el sol bajo sombrillas de paja
incrustadas en la arena. No había los ambulantes que ahora pululan en las
playas, pero si un puestecito donde nos abastecíamos de marcianos y sanguches.
Mi padre que era un nadador extraordinario se alejaba de la orilla y nos saludaba
desde un islote que sobresalía doscientos metros en el mar. Era un espectáculo
ver a ese viejo que siempre cuido de su familia, demostrar que podía sin
ninguna dificultad ser un salvavidas. Sus años de niñez cruzando a brazadas los
ríos de su tierra le habían dado una habilidad para moverse como un pez en
aguas bravías. También era todo una ternura ver a mi tía cuca sentada en la
orilla del mar recibiendo el pequeño
oleaje, jugando con arena y cuidando de mi ultimo hermano aún un bebe.
Recuerdo que mi madre en una de
las visitas al mar en familia llevo un arroz con pollo. En esas épocas la gente
era limpia, o no muchos veraniegos acostumbraban llevar comida. En las afuera
del balneario se habían apostado cebicherías y restaurantes, y ahí la gente
aprovechaba para embutirse los deliciosos manjares que el mar daba. Bueno esa
tarde luego de chapotear y jugar con mi hermano y tía en la orilla del mar
comimos de ese rico manjar que mi tia cuca y mi madre Esther habían preparado.
Mi papa que siempre era un cómico empedernido le tiraba arena a mi madre y ella
que era renegona lo pellizcaba del hombro. MI padre durante toda su juventud
había sido un coquetón sin remedio, y al ver a tanta chica en ropa de baño fastidiaba
a mi madre como si fuera soltero o un hombre libre. Yo sólo me atenía a reírme
y obedecer a mi madre que no me alejara del cuidado de sus mayores.
Frente al mar en la parte
urbanizada del balneario se levantaban edificios de departamentos y algunos chalets,
donde los dueños veraniaban en sus terrazas o piscina particulares. Era como
miradores donde algún escritor o familia empoderada se daba los aires de
grandes creadores. Y no era para variar lugares extraños para una familia como
la nuestra que provenía de Barrios Altos, pero que tenía su pequeña platita.
Una que otra vez ingresábamos al club de la policía oficial y jugábamos en la
piscina con mis otros primos y todo el día era pasarla bien y comer alguna
parrillada que los policías solían preparar. No se porque desde niño el juego
era una cosa esencial en mi ser e imaginación, pero me gustaba ver el mar y ya
de alguna manera esa meditabunda lejanía sería la marca de mi ser.
En unos de esos bellos
crepúsculos que acompañaban a la despedida del sol en el mar, me aleje un poco del resto y mientras
caminaba un pelotazo me cayo en la mera mollera. MI reacción era mecharme al
que haya sido el gracioso, pero vaya fue mi sorpresa que metros mas allá una
linda adolescente se disculpo antes que yo hubiera proferido palabra. Y me
quede mudo no se si por el golpe o por la belleza de aquel primor, pero mi
insensatez causo una ligera sonrisa en aquella damita. “perdóname amigo, no era nuestra intención, solo jugábamos vóley,
espero no te vayas a morir…. Jajajaja” Me entumecí por un segundo y solo atení
a alejarme de aquel lugar con dirección a unos de los riscos donde rompían las
olas. No se cuanto tiempo estuve ahí. Yo solo tenía catorce años y no era bueno
que me alejara de mi familia cuando ya era
casi de noche. Una fuerza extraña me sobrecogió como una brisa del mar y
me quede a pensar como si una fuerte obligación me esperara luego de irme de
ese lugar. Cuando anocheció y a lo lejos el sol había dejado una fuerza
abrumadora decidí irme del lugar y regresarme al chalet que habíamos alquilado.
Mientras caminaba divise una pequeña fogata, y algunos adolescentes que
cantaban. Al acercarme vaya que fue mi sorpresa que era el mismo grupo de
chicas con las que una hora antes me había tropezado. El dulce candor de esa
risita mitad nerviosa mitad burlesca llegó a mis oídos. “ven robot a sentarte
con nosotras necesitamos guachimán”. No se que fuerza tenía esa voz que de inmediato
me hallaba a su lado como un gatito.
- - “Me llamo Rosalía y tu robot de ojos bellos”
- - Yo, yo me llamo Ronald, solo estoy de pasada por
acá mejor es que me vaya
- - Tranquilo robot bello y tierno no te he dicho
que te vayas, es hora de charlar.
- - Es tarde mi familia me ha de estar buscando
- - Sabes, cuando es verano yo y mi familia solemos
venir a San Bartolo. Papa es dueño de una empresa y para librarse del estres
del trabajo nos trae acá a desfogar energía. Y tu ¿de dónde vienes?
- - Yo soy de Lima
- - Pero de que parte de Lima – Creyendo que se
intimidaría si le decía de Barrios Altos elegí un lugar residencial.
- - De Miraflores.
- - A que curiosidad yo vivo cerca al ovalo, casi
somos vecinos
De pronto se oyó un estruendo a
lo lejos y de la nada de la noche aparecieron dos motocicletas, de una de las
cuales una voz increpó con fuerza a mi Rosalía. Ya le decía de ese modo:
- - Hermana que haces acá, ya vete al depa, mi padre
te ha estado buscando todo el día.
- - Hugo yo ya soy grandecita para cuidarme bien, no
jodas.
- - Y este rufiancito quién es, otro de tus robots.
- - El es solo un amigo.
- - Ojala no estés mintiendo a tu hermano mayor,
mejor me voy contigo es imposible.
De pronto se alejaron como
llegaron como rayos en la noche.
- - No hagas caso a ese patan, nunca me deja en paz.
Tengo una idea – Me jaloneo como un saco y caminamos en silencio como dos
gatos.
- - Tu nunca hablas no
- - Lo que pasa es que no se quien eres, y no se lo
que quieres- Me miro con esos dos ojos como luceros.
- - Acaso no sabes comportarte, que fastidio, mejor
te dejo aca.
- - No, no, quiero ir contigo
- - Así me gusta con seguridad.
Luego de unos minutos caminando
llegamos a un pequeño circo que se extendía en una explanada cerca a un cerro.
Desde ese lugar también había un mirador, desde el cual se avistaba toda la
playa en su hermosa inmensidad. “Ahora a divertirnos”, escuche con furor y en
unos segundos recorrí todos los juegos, desde el trencito, le gusanito, hasta
el carrusel. En todos ellos pude darme cuenta que Rosalía era una muchacha muy
alegre y segura de sí misma. Ella también me miraba y me empujaba a que una
sonrisa saliera de los labios de este robot. Cuando ya nos aburrimos de estar
en todos los juegos nos compramos unos mísperos acaramelados y nos acercamos al
mirador a contemplar el espectáculo del mar.
- - Gracias- alcance a decir.
- - Porque razón, yo te diría lo mismo, yo te vi y
te elegí
- - En todo el día has sido como un estela en el mar,
ha sido un susto conocerte, pero me he divertido contigo.
- - Oye robot te gusta pensar mucho, por eso me
gustas mucho.
- - Te gusto?
- - Claro acaso tu sorpresa en todo el día no ha
sido porque yo también te he quitado el aire del corazón.
- - Si algo asi, pero en estas cosas no habría que
conocernos mejor.
- - No robot, yo te vi y ahora eres mío. Esos ojazos
me convencieron que debí salvarte
- - Salvarme de qué?.
- - Del drama en el que vives, de la razón por la
cual te sientes mal todos los día, y casi no puedes respirar. Es el mismo mal
que sufro yo, no queremos crecer.
- - Es como esta noche oscura, y este firmamento
lleno de estrellas. Han servido para que nuestros dos fuegos se hallen.
- - Así me gusta robot – Y de la nada un silencio
nos invadió
Nuestros ojos se hallaron en
aquella inmensidad, y como jugando nos dimos un beso. No se cuanto duro eso,
pero de la nada ella se alejo de mi y se perdió en aquellas calles solitarias.
Unos minutos después mi hermano menor me hallaba taciturno y temblando de frío.
Cuando regrese a donde esteba mi familia las risas acaloraron mi test
blanquecina, y por unas dos horas antes de dormirnos pude disfrutar del calor
de hogar. Pensaba en Rosalía si la volvería a ver en la playa, o tal vez en el
circo, o en aquel mirador.
Estuve en el mar unos dos días
más con mi familia. No volví a hallar a Rosalía. Por más que la busque en todos
los lugares donde habíamos pisado, no hallé señales de su perfume. Era un dulce
sábado en la noche cuando decidí escaparme de la tutela familiar. Me quede dos
días más en San Bartolo, con mi tío Tato mientras mi familia partió
para Lima. Mi tío me dio libertad durante toda esa noche para salir y pasear
por todo el balneario. No se como escuché una música de fiesta a lo lejos y
decidí acercarme, un poco curioso. Había mucha gente reunida en el jardín de
una casota bailando y bebiendo, y haciendo un montón de locuras. De improviso
note el fulgor de Rosalía entre unas muchachas y movido por una energía varonil
me acerque a ella.
- - ¿Qué haces aquí robot? No te quedo claro.
- - Yo me llamo Ronald, no robot.
- - Vete de aquí, me traerás problemas con mi
hermano.
Las personas de la fiesta afluían
en un tropel y danzaban al ritmo de una música sicodélica que me atronaba los
oídos. No me importó jale a Rosalía a bailar, y aunque no sabía endilgar algún
paso la tuve entre mis brazos y pude decirle:
- - Tu beso me dejo soñando todos estos días-
- - No fue mi intención sólo me divertía, así que
suéltame.
- - No puedes jugar así con las personas. Yo me
llamo Ronald.
- - Está bien te daré lo que quieres.
Se soltó de mis brazos, oí unos
murmullos y de la nada un grupo de muchachos me cogió de los brazos y me sacó
de la fiesta. Yo pensé que iban a echarme del lugar, pero para mi sorpresa me
encerraron al interior de una camioneta que estaba estacionada al frente de la
casa. Estuve ahí como diez largos minutos sin saber la razón de lo que me
esperaba. De pronto Rosalía apareció como un fantasma y la empujaron al
interior de la camioneta. Solo oí unas palabras: “hazla tuya”. Estuvimos en silencio
unos segundos. Ella soltó un rugido: “se que es tu primera vez, pero hazlo bien”.
Yo no quería su cuerpo. Me bastaba estar con ella mirando el crepúsculo del
mar. Tuve miedo y a la vez dolor. La cogí lo mejor que pude sin saber como
desnudarla, y luego de un silencioso paseo de mis labios por su cuerpo, le
dije: “tu me recordarás” Me queme con su perfume y el enigma de sus besos, y
luego de acurrucarme entre sus líneas espectrales, entre su aroma a jazmines,
salí huyendo de la camioneta. A lo lejos escuche vociferar: “buena chibolo”, “Nunca
te olvidare”
Corrí al mar, sin saber que hacer
o pensar. Había perdido mi virginidad con una chica muy hermosa, pero no me
sentía bien. Hubiera deseado hacerlo con
alguien a quien amar o algo así. La agresividad con que ingrese en aquella
chica, me hizo reírme espasmódicamente y a la vez entristecerme. Estuve en el
mar hasta el alba, y creo que no dormí pensando en Rosalía, en buscarla, pero
para que? Yo era su robot, sólo eso.
Unas horas después salí de San
Bartolo mirando el mar desde la Panamericana. Creo que a lo lejos en una
camioneta vi a Rosalía, pero nuestras mirada no se hallaron. Sólo la recordé como
un mal sueño, y a la vez como un placer taciturno y fugaz, como los que
vendrían después.
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