jueves, 16 de febrero de 2017

A mi loquita de la escarcha. (Lo directo no lo es)




Hace años recordaba los lieros y alocados años universitarios en San Marcos, cuando veía con melancolía el parque cívico. Más bien debieron llamarle parque de los besos o encuentros o algo así. Y lo recuerdo porque fue en aquel lugar donde me enamore como un niño de María Claudia, mi adolescente de la escarcha.. Yo iba en los años superiores, y ella era de trabajo social, y hacía trabajo en la salas de la antigua biblioteca de sociales.
Siempre habíamos tenido nuestros encuentros ópticos con alguna sonrisa de esas que electrizan, pero nunca me había animado a acercármele. Ella era dulce y veloz como una gacela en eso de saber matar con la mirada y volver loco a cualquier rufián. Me había costado tener una justificación para caerle, pues ya varios cuervos estaban detrás de esta gacela. Y ella era de aquellas chicas que se ponía escarcha en el rostro de colorines para impactar y coquetear con cualquier desprevenido. NO me parecía malo que fuera así pero si desgarrones debieron salir de esos labios no consabidos. Ella era chiquita de figura compacta y delgada, y con una sonrisa y ojos que devoraban cualquier racionalidad. Esas cejas del pueblo me mataban.

Yo bajaba siempre a la biblioteca para pedir un libro y leer y tener aunque sea un hallazgo con sus ojos dorados. Pero no me quedaba en la sala, pues no era de leer en lugares formales. Sino en el parque o tirado en los pasillos de la facultad. Sólo lo hacía para mirarla, y mandarle recaditos con su amiga, que también estaba más buena que el pan. Pero ella era especial, y debía no desordenarme. Le gustaba mis versitos. Pero ella quería que hiciera una locura, no era de caer así no más con papel arrugadito de tintes marmoleados.. De tanto mirarle, ya la estaba mosqueando, asi que deje esa estrategia que me envenenaba la mente, y me dispuse a abordarla a la hora que saliera.

Por esos años se estaba dando el proceso político de la caída del fujimorismo, y no sin razón se conversaba en todos los pasillos de la caída de la dictadura, del fraude electoral, y de las posteriores movilizaciones. YO no era un líder, sino sólo en espectador muy cercano a los verdaderos líderes, como una suerte de amigo culto, que compartía chelas y versos de vez en cuando. En sus matices, todos estábamos unidos en contra de la dictadura, y se procedería pronto a hacerse un acto de fuerza en la facultad, pues de las opiniones más de uno reclamaba que sociales se levantara en contra de la mafia fujimorista.

Por esos días que yo aglutinaba fuerzas para abordar a María Claudia, me encontré luego de días con una camarada, hermano y amigo de chelas en el primer piso. LO había visto de pasada, pues yo aguardaba que saliera mi loquita de la escarcha de la biblioteca, y estaba como asombrado y maquinando algo. El era uno de esos rufianes rokeros, culto y litigante que al igual que yo no era un líder. Sólo un buen amigo de chelas y de opiniones políticas al paso. Siempre con su higadito de paso, y los respectivos fujimoris para emborracharnos.
Esa noche le vi algo en el rostro que lo pinto tal como era. De un actor pasivo se volvería una suerte de líder imparable, y yo por supuesto ante la amistad un amigo más de su clan intratable. Estaba de acuerdo con la toma, pero no participe en su concepción, sino más bien ya en la ejecución, ya en los días en que las papas quemaban. Esa noche había vuelto de la toma de la Villareal, y estaba muy sorprendido con su organización, me conto algo, y luego que haríamos algo igual tarde o temprano en la facultad. Lo deje despabilándose, pues mi antídoto y veneno pasaba justo mientras conversábamos. Me dijo el muy pendejo, que de vampiro no termines sin sangre, y el siempre con su sonrisa cachosa, cualqiuiera se daba cuenta.
Ella salió de la facu, y me le acerque en la entrada. Como ya nos conocíamos pues hablábamos de que libro quería o que no, le pregunte si podía acompañarla,  pues justo íbamos por el mismo camino hacia Venezuela. Acepto y en el camino di mis pergaminos y empecé decirle si podríamos detenernos a conversar en el parque cívico, y asi capturar más su atención. Ya sentados me contó que era de Huaráz, y que estaba recontra feliz en Lima, y que le agradaba su carrera. Yo que esa platica me parecía más formal para una despedida, dije haría una locura por ella en ese momento, pues me gustaba, y que deseaba fuera un pretendiente seguro de ser el firme… Que vas hacer loco… vas a gritar algo, que pueden decir”…. “ - “EL fujimorismo ya cayó pues estoy con mi heroína de la escarcha….” Puffff….. Eres un maldito….jjjjjaaaaaajjajajjjjajjajajaja, ya no mas me voy, estas loco”    Y asi de rápido y avergonzada se fue….. mañana hablamos eres un loco, tengo que cenar con mis familiares”.

Regrese luego de dejar empolvados algunos versos que pensaba decirle al oído, y volví  a ver a mi pata ensimismado en sus pensamientos. Esta vez será…. Si Marx hubiera leído a Schopenhauer la revolución hubiera sido posible…. Una frase de un gran finado. EL ya estaba haciendo planes y recorrían por la facultades noticias y aires de rebelión. Yo ya había inmortalizado a mi heroína de la escarcha. De repente ya no me hablaría pensaba, no importaba en ese momento. Había que tomar por que la dictadura se venía a bajo….. NO irresponsable ahora será acá.

Me invito a formar parte de la toma, pero yo me aleje en esos día turbulentos en que se sabia que iba a ver toma, por un acto de precaución, y porque estaba ya en algo con María Claudia, siempre a las 7:30pm que nos encontrábamos en el parque cívico. Ella me preguntaba de la Toma, yo algo le soltaba, pero gran cosa no sabía. Era mejor ametrallarla con unos versos de Machado cerca de su orejita con escarcha. Sabía ya de los avances de la sublevación estudiantil y del día que se iba a ejecutar, bueno todo el mundo lo sabía, pero en esas noches me extraía de los aires de rebelión y me encargaba de endulzar el oído de María Claudia, y en reciprocidad ella me mordía los labios y nos recorríamos con caricias cálidas. Ella era un azote de la naturaleza, una fuerza sobrenatural a la hora de seducir. Me prodigaba unas miraditas o me hacía unos gestos y yo de inmediato hipnotizado cumplía todos sus caprichos. Me ponía nervioso o me convulsionaba cada vez que me hablaba de otros chicos, pues en poco tiempo me había encamotado de ella.

Cuando ya los encuentros eran más tórridos y frecuentes nos íbamos a los huecos de Pando a bailar en pareja, y luego de estar sazonados con los tragos sabor a panetón encima nos perdíamos en las inmediaciones de biblioteca y desatábamos una pasión que corrompía las leyes de la física. Ella era dulce como la miel, y su calor me derretía hasta los huesos. Su cuerpo era firme y delicioso. Yo no atacaba como sediento de ella, sino paso a paso, beso a beso, como si se tratara de algo que se pudiera quebrar. Ella era mi ángel de cristal y yo sólo un habitante salvaje de sus contornos y formas perfectas. Un sediento amante de sus sensaciones mas procaces. Esa sinvergüenza del idilio me mantuvo vivo por varios meses. Luego de la Toma ya en verano, nos seguíamos viendo, pero algo sentía que no andaba bien. Ella era de no darse con todo en una relación. No era que le gustara que la cosa fuera lenta, cada cosa en su lugar, sino que ella se aburría de las relaciones estables y sólo deseaba hervirse en amantes desbocados. Por más que yo fuera romántico y pura fuerza con ella, ya tenía otros planes. No me había engañado con nadie según lo pude constatar, pues tenía pocos amigos en Lima, no obstante, buscaba nuevas experiencias y otras aventuras. Inmediatamente entendí su comportamiento y antes de hacerme más daño o ilusionarme con ella, procure desgastar la relación y darnos un tiempo para pensarlo mejor. Entendí que era una chiquilla inmadura que sólo buscaba divertirse y darle a la vida una sonrisa extravagante. No discutí con ella nunca su actitud, y sólo la deje ir, lo mejor que pude y quedamos como amigos.

Luego de arreglarse las relaciones entre los profesores y los alumnos y levantado el cerco de la toma, no la volví  a ver ni siquiera por la biblioteca. Me dedique a estudiar y a hacer mis pesas en el gimnasio para desfogar todo la bravura que me había causado la ruptura de la relación con María Claudia. Justo en esos días mi amigo de toda la vida MX… me sobrecogió con un pedido de ley: que lo apoyara para formar una lista al consejo de facultad de ese año. La democracia si se puede decir que esto haya en San Marcos, había vuelto y debíamos participar para arrojar de la facultad a todos aquellos que habían traicionado el espíritu de la toma y que la habían utilizado para alinearse con los profesores corruptos. Nadie había discutido la necesidad de llegar a un arreglo con la administración de profesores que habían ingresado, pues eran de lo mejorcito, sino que un sector de los alumnos caviares habían vendido el pundonor y el amor de la rebelión estudiantil de las bases a unos profesores que a pesar de sus galones también habían tenido un pasado sucio en la universidad. MX… y otros participamos para representar una tercera opción, y eso fue algo que nadie comprendió, pues nos tacharon de senderistas y de personas que no estábamos preparados para participar en el gobierno de la facultad.

Como es historia de otro relato ese año ganamos el tercio de la facultad pero las contradicciones del poder hicieron que perdiéramos el crédito de los estudiantes que pronto se pudieron en nuestra contra. Yo me salí del juego político de un modo incorrecto, pues debí proteger a amigos a quienes yo había propuesto como gobierno de la facultad, y no salirme asqueado de una política que no me llevó nada. En esa época deje la acción y me puse a interpretar el mundo y el curso de los acontecimientos de la universidad con una barahúnda de ensayos y esbozos, que hasta ahora me acompañan en mis archivos digitales. El origen de esa generación es una de las matrices desde las cuales he podido pensar, y agradezco en estos renglones a los amigos con los que compartí la toma y las elecciones, pues sus interminables charlas y aventuras me dieron la fuerza para convertirme en un escritor que ve la vida como una pasión eterna y estética.

Bueno me olvidé de María Claudia. En cuanto me vio que estaba al frente con unos amigos de la política de la facultad su interés por mí renació. En uno de esos días solitarios que había en la toma volvimos a encontrarnos en los pasadizos y en los renglones oscuros de los salones, y renovamos la llama de pasión que nunca se consumió. Me volvió a insistir que lo nuestro era rico, pero que no dudaría para siempre, y que yo buscando una relación estable con ella lo único que buscaba era mi perjuicio. Ella me hacía daño, pero que rico daño era chocar con ella.

Salimos un par de veces, y aunque ella pareció de improviso a querer probar una relación que yo le pedía, mi orgullo no estaba dispuesto a que alguien me usara como un pañito, o como un chupete que se chupa y se vota a la basura. Así que volví a cortarla, y contra mi voluntad, pues la condenada estaba que daba la hora en cuanto a belleza. De ahí bueno al año 2002 terminé la carrera de sociología y me puse a practicar en el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática) y no volví a saber de ella. Ya no estaba en la biblioteca ni en las oficinas del decanato.

 De las relaciones que tuve fue una de las más intensas y con la que aprendí que una mujer sin grandes egotismos o ambiciones desmesuradas puede amar sin condiciones y ternura. No fue un abismo o un pecado lo que hicimos sino dos cuerpos con sabor a melao que se hallaron en estos laberintos de la vida. No había máscara en ella; era sólo una hechizera que me embrujo con sus encantos y dulzura, y que desató en mi un aprendizaje por el calor de la mujer. Algo que hasta estos días busco con afán no importándome si me halló con varias bandoleras. Las hembras son las hembras, y los machos los machos. A pesar de tanta vaina la cultura no ha podido corromper la atracción siempre majadera y altiva del amor entre hombres y mujeres, y todas las formas de amor que existan. María Claudia sabía eso por eso me enloquecía; lástima que no tuve algo con ella serio, hubiera sido mi musa y la razón para escapar de la dialéctica negativa. Pero así es la vida.


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