miércoles, 15 de febrero de 2017

A mi gitana de los rulos





La conocí en la academia hace años. Era sólo una amiga con la quien conversaba fugazmente y a la que hacía reír con mis bromas de colegial en las clases. Yo no asistía regularmente a clases pues prefería estar en la calle jugando pimboll o jugar ajedrez en la plaza Francia. Sin embargo, fui testigo de su belleza sin pensar alguna vez en enamorarla. Era una buena chica del Callao, delgada, blanca como los cisnes, de rizos enrevesados, y de un rostro perfilado y que irradiaba fiereza y dulzura a la vez. Me fui fijando en ella hacia el final de la academia. No logre conseguir cupo para el repaso de verano así que le perdí el rastro.

Durante verano en otra academia la olvidé por completo. Es con la universidad que su recuerdo asalto mi mente. Ella supe por amigos en común que ingresó a la Universidad técnica del Callao, a la carrera de economía. Gracias a una amiga conseguí su teléfono fijo, le llame y nos citamos en San Marcos en la facultad de letras. La esperaba con impaciencia, pues las ráfagas de los recuerdos siguientes me habían hecho que me interesara mucho en ella, y un poco ingenuo pensaba que ella también vendría con cierta curiosidad romántica.

El encuentro fue protocolar y amigable. No se porque razón temblé al acércame a saludarla, y de la nada titubee al mascar algunas palabras de bienvenida. Ella se sonrojo por un momento, y sentí cierto temblor en su rostro al mirarnos sólo de reojo. Recordamos los días en la academia, las risotadas, el campeonato de fulbito, el certamen de belleza en que ella estuvo al frente de nosotros irradiando belleza. Los días de diversión en las discotecas del centro y algunas caminatas largas que hacíamos para acompañarla a tomar su colectivo hacia el Callao. Por alguna razón esa sincera amistad había dejado en los recuerdos la chance para encontrarse de otro modo que no fuera como amigos en un futuro muy cercano.

Mientras cruzábamos miradas, y con todo respeto nos confiábamos sueños e ilusiones no ví a la muchacha dulce y núbil de anteriores meses. Vi a una mujer mas suelta y decidida, y por tanto más complicada de caer en romances superficiales. No es que no le gustara. La razón de su aparente cambio es que quería despegar, triunfar, y si el amor era un obstáculo estaba dispuesta a no involucrarse en aventuras dolorosas que mancillaran sus emociones y perjudicaran su rendimiento académico. Me conto que había experimentado un crecimiento académico y que estaba rodeado de nuevas amistades que la hacían sentirse bien. Por el momento el amor no estaba en sus planes cercanos.

A pesar de todo no me deje vencer. Mis sueños hacia ella no eran de un típico adolescente que se abalanzara. Su candidez anterior, y esa miradita perdida que hablaba hacia las estrellas, mientras nos arropábamos me hacían abrigar que podía captar su atención. Quería abrazarla todo el tiempo, que nos miráramos toda una época, y que me perdiera en sus rulos de gitana sin que los besos posteriores no acabaran con mis locuras de adolescente. La neblina de la tarde, y el frio del invierno conspiraban para que nos acercar. No pude arrebatarle un beso a Ángela, no era estratégico hacerlo. Reímos toda la noche y cada sueño hacia el futuro nos hacía pensar que dos amigos se habían encontrado para competir en un arrebato de anhelos. Fue una noche de reconocimiento, pero para mi una noche de prendamiento ineluctable.

La volví a llamar para que conociera a mis amigos de la universidad. Pensé que rodeado de ellos tendría mayor seguridad para conocerla más. También creí que al sentirse insegura entre extraños se refugiaría mas en mi persona. No lo creí mal así que la recogimos en la facultad de ciencias sociales donde yo estudiaba y fuimos a una reunión de amigos cerca de la universidad. Se hizo rápidamente amiga de mis mejores amigos, y sentí que estaba construyendo un espacio que compartir con ella. En el momento de bailar la saque a bailar, reímos y compartimos deshinbición y alegrías entre amigos. De pronto me dijo que tenía que irse.

La acompañé por el camino que conducía a la universidad. Íbamos callados. Yo mascullaba entre dientes las palabras idóneas para declararme. Y ella parecía estar solicita para que un encuentro romántico aconteciera. La detuve por un momento y nos adentramos en un solitario estacionamiento. Le dije que me gustaba, y que no quería que fuéramos mas amigos sino enamorados. Le corte el aliento. Sentí su duda. Nos abrazamos fuertemente y en una de esas búsquedas entre cabellos y labios ella me besó. Sentí estallar. Salimos de ese estacionamiento e íbamos de la mano, conversando y haciendo planes para salir de nuevo. Mis amigos le agradaron y parecía querer pasar más momentos agradables con ellos. La embarque en su combi, con el desgarramiento de no verla hasta la próxima semana.

Nos estuvimos viendo por espacio de tres meses en mi universidad. No se porque razón me enamore tan cándidamente de Ángela, que hasta cuando no estaba mis amigos me jodían que deliraba y suspiraba. No hacía más que hablar de Ángela. Le decían la invisible, pues sólo la veía los viernes y sábados. Cuando aparecía yo saltaba de donde estaba y corría como un colegial. No era para menos que la vergüenza nos sobrecogiera. Sus sentimientos hacia mi no estallaban con la misma intensidad. Poco a poco la fui perdiendo por un exceso de euforia, y porque pasaban cosas que yo ignoraba.

Me escribió una carta donde se lamentaba y me disculpara por no poder quererme con la misma fuerza que yo si demostraba. Aunque sentí dolor por esas letras sentí que con el tiempo podía quererme. Lo que no podría suponer es que había un tercero que le decía que había cometido un error al aceptarme como su enamorado, pues no me quería. Y que era mejor terminarme pues me estaba haciendo daño. Nunca conocí al estimado caballero. Ella me dejo por semanas, me pidió un tiempo para pensar, pues ante todo me quería. La esperé y los días se hicieron largos, penosos y angustiantes.
La fui a buscar a su universidad. Me puso tiza para verla y enfrentar cualquier cosa. Eran las tres de la tarde de un viernes de Octubre. LO que vi y me hizo sentir fue doloroso. No me presentó con sus amigos, y por momentos era una molestia para ella. A pesar de eso, destrozado la quería. La jale hacia un costado, y no se como estuvimos en espacio solitario de su universidad. Ella me había dirigido hacia aquel lugar. Ahí me besó, me acarició y me dijo que la perdonara por su actitud con sus amigos. Por esas cosas de la emociones tuvimos un encuentro fogoso. Entreverados sentí su aroma, y mis caricias la hacían temblar. Pensé que si lo que le gustaba de mi era la pasión yo la devoraría para que no me dejara. Pero no era tan fácil. Ella era caprichosa y no menos soberbia. Se detuvo y me jaló hacia la salida de la universidad. Caminamos hasta su casa en silencio, y como si no hubiera pasado nada entre nosotros me dejó en la puerta sin el beso de despedida. La quería y la odiaba. Mas melancólico que nunca vagabundee en los ómnibus por horas. Llegue a mi casa y me había llamado. Una chispa de ilusión asoló mi cuerpo. Esto era una relación que mi inmaduro corazón no soportaría, sin embargo yo seguía.

No me volvió a llamar por días, y se negaba a mis llamadas. Quería buscarla pero a la vez no deseaba encontrarme con su padre quien era muy cuidadoso con su nena. Logre hacer que nos citáramos y mediante el teléfono me dijo que tal reunión estaba por demás, que ella me estaba haciendo daño. Ciego sordo, y atenazado por la rabia y el desamor la espere en las bancas del parque cívico de mi universidad. Varias veces en esas bancas habíamos estado amándonos. La espera era larga como si al demorarse decidiera irme y no verme. La esperé dolido, llegó y se sentó cerca de mí. Había llegado para decirme que no me amaba, y que si bien había pasado momentos muy agradables a mi lado lo mejor era separarnos. Una daga atravesó mi corazón. Por primera vez supe lo que era la humillación. Nos besamos de nuevo llenos de rabia y confusión. Ella quería irse, quería dejarme. Yo nunca le eche en cara la existencia de un tercero, sólo la apretaba con todas mis fuerzas, como si al dejar en cada beso un fuego ardiente pudiera hacerle cambiar de opinión. El momento culminó, y de nuevo me quedé entre ómnibus y calles como un fantasma lleno de tristeza y de dolor.

Termine ese año la universidad con buenas notas. Pase un verano trabajando en carga, como un humilde estibador. Como hacia el final de Febrero recibí una llamada de Ángela, quería verme y resarcir el daño ocasionado. Cuando nos vimos de nuevo en la universidad casi no cruzábamos palabras. Todos eran tórridos encuentros de sexualidad y dolor compulsivo. Ella trataba de hablar, de despegarme de mis acometidas, pero era inútil, yo la arrastraba hacia la pasión, y hacia las caricias desmesuradas. Estuvimos así por días, sin casi proferir un diálogo alturado. Sólo nos amábamos. Hasta que se iniciaron las clases y ella me dijo que estaba con otra pareja. LO dijo porque me fuera de su vida, y lo logro. Un orgullo doliente como piedra se dibujó en mi rostro. No quería volver a verla. Sus palabras y comentarios estuvieron deambulando en mi cabeza por meses, quizás años. Nunca pude olvidarla, porque nunca pude despegarme de su perfume y de sus coqueteos de princesa.

Rehíce me vida con dificultad. 

Y lo tengo que decir la razón de que me hiciera tan reflexivo estaba en la necesidad que tenía de olvidarla. Me deje atrapar por las garras de la sabiduría para escapar mediante las ideas de su perfume y palabras. Escribí y leí sistemas complicados para aplastar su recuerdo. Creí que de ese modo me haría más fuerte, más maduro e importante. Nunca afronté ni supe diferenciar las causas de porque me dejó. Me hice potente con las ideas como una promesa para que ella me viera, para que supiera de mi éxito. Los años han pasado y no se nada más de ella. La sigo buscando en las redes y en internet. Ella remeció como ninguna otra esta personalidad llena de nostalgia y de romanticismo histórico por la vida. Ahora que su espectro ya no carcome como antes los espacios de mi piel, me entregado al mundo para ver si la promesa de escapar mediante los conceptos a la locura de amar la vida me devolverá alguna vez una chance simple de vivir y ser feliz. Mientras tanto escribo y escribo.

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