A mi gitana de los rulos
La conocí en la academia hace
años. Era sólo una amiga con la quien conversaba fugazmente y a la que hacía
reír con mis bromas de colegial en las clases. Yo no asistía regularmente a
clases pues prefería estar en la calle jugando pimboll o jugar ajedrez en la
plaza Francia. Sin embargo, fui testigo de su belleza sin pensar alguna vez en
enamorarla. Era una buena chica del Callao, delgada, blanca como los cisnes, de
rizos enrevesados, y de un rostro perfilado y que irradiaba fiereza y dulzura a
la vez. Me fui fijando en ella hacia el final de la academia. No logre
conseguir cupo para el repaso de verano así que le perdí el rastro.
Durante verano en otra academia
la olvidé por completo. Es con la universidad que su recuerdo asalto mi mente.
Ella supe por amigos en común que ingresó a la Universidad técnica del Callao,
a la carrera de economía. Gracias a una amiga conseguí su teléfono fijo, le
llame y nos citamos en San Marcos en la facultad de letras. La esperaba con
impaciencia, pues las ráfagas de los recuerdos siguientes me habían hecho que
me interesara mucho en ella, y un poco ingenuo pensaba que ella también vendría
con cierta curiosidad romántica.
El encuentro fue protocolar y
amigable. No se porque razón temblé al acércame a saludarla, y de la nada titubee
al mascar algunas palabras de bienvenida. Ella se sonrojo por un momento, y
sentí cierto temblor en su rostro al mirarnos sólo de reojo. Recordamos los
días en la academia, las risotadas, el campeonato de fulbito, el certamen de
belleza en que ella estuvo al frente de nosotros irradiando belleza. Los días
de diversión en las discotecas del centro y algunas caminatas largas que
hacíamos para acompañarla a tomar su colectivo hacia el Callao. Por alguna
razón esa sincera amistad había dejado en los recuerdos la chance para
encontrarse de otro modo que no fuera como amigos en un futuro muy cercano.
Mientras cruzábamos miradas, y
con todo respeto nos confiábamos sueños e ilusiones no ví a la muchacha dulce y
núbil de anteriores meses. Vi a una mujer mas suelta y decidida, y por tanto
más complicada de caer en romances superficiales. No es que no le gustara. La
razón de su aparente cambio es que quería despegar, triunfar, y si el amor era
un obstáculo estaba dispuesta a no involucrarse en aventuras dolorosas que
mancillaran sus emociones y perjudicaran su rendimiento académico. Me conto que
había experimentado un crecimiento académico y que estaba rodeado de nuevas
amistades que la hacían sentirse bien. Por el momento el amor no estaba en sus
planes cercanos.
A pesar de todo no me deje
vencer. Mis sueños hacia ella no eran de un típico adolescente que se
abalanzara. Su candidez anterior, y esa miradita perdida que hablaba hacia las
estrellas, mientras nos arropábamos me hacían abrigar que podía captar su
atención. Quería abrazarla todo el tiempo, que nos miráramos toda una época, y
que me perdiera en sus rulos de gitana sin que los besos posteriores no
acabaran con mis locuras de adolescente. La neblina de la tarde, y el frio del
invierno conspiraban para que nos acercar. No pude arrebatarle un beso a
Ángela, no era estratégico hacerlo. Reímos toda la noche y cada sueño hacia el
futuro nos hacía pensar que dos amigos se habían encontrado para competir en un
arrebato de anhelos. Fue una noche de reconocimiento, pero para mi una noche de
prendamiento ineluctable.
La volví a llamar para que
conociera a mis amigos de la universidad. Pensé que rodeado de ellos tendría
mayor seguridad para conocerla más. También creí que al sentirse insegura entre
extraños se refugiaría mas en mi persona. No lo creí mal así que la recogimos
en la facultad de ciencias sociales donde yo estudiaba y fuimos a una reunión
de amigos cerca de la universidad. Se hizo rápidamente amiga de mis mejores
amigos, y sentí que estaba construyendo un espacio que compartir con ella. En
el momento de bailar la saque a bailar, reímos y compartimos deshinbición y
alegrías entre amigos. De pronto me dijo que tenía que irse.
La acompañé por el camino que
conducía a la universidad. Íbamos callados. Yo mascullaba entre dientes las
palabras idóneas para declararme. Y ella parecía estar solicita para que un
encuentro romántico aconteciera. La detuve por un momento y nos adentramos en
un solitario estacionamiento. Le dije que me gustaba, y que no quería que
fuéramos mas amigos sino enamorados. Le corte el aliento. Sentí su duda. Nos
abrazamos fuertemente y en una de esas búsquedas entre cabellos y labios ella
me besó. Sentí estallar. Salimos de ese estacionamiento e íbamos de la mano,
conversando y haciendo planes para salir de nuevo. Mis amigos le agradaron y
parecía querer pasar más momentos agradables con ellos. La embarque en su
combi, con el desgarramiento de no verla hasta la próxima semana.
Nos estuvimos viendo por espacio
de tres meses en mi universidad. No se porque razón me enamore tan cándidamente
de Ángela, que hasta cuando no estaba mis amigos me jodían que deliraba y
suspiraba. No hacía más que hablar de Ángela. Le decían la invisible, pues sólo
la veía los viernes y sábados. Cuando aparecía yo saltaba de donde estaba y
corría como un colegial. No era para menos que la vergüenza nos sobrecogiera.
Sus sentimientos hacia mi no estallaban con la misma intensidad. Poco a poco la
fui perdiendo por un exceso de euforia, y porque pasaban cosas que yo ignoraba.
Me escribió una carta donde se
lamentaba y me disculpara por no poder quererme con la misma fuerza que yo si
demostraba. Aunque sentí dolor por esas letras sentí que con el tiempo podía
quererme. Lo que no podría suponer es que había un tercero que le decía que había
cometido un error al aceptarme como su enamorado, pues no me quería. Y que era
mejor terminarme pues me estaba haciendo daño. Nunca conocí al estimado
caballero. Ella me dejo por semanas, me pidió un tiempo para pensar, pues ante
todo me quería. La esperé y los días se hicieron largos, penosos y
angustiantes.
La fui a buscar a su universidad.
Me puso tiza para verla y enfrentar cualquier cosa. Eran las tres de la tarde
de un viernes de Octubre. LO que vi y me hizo sentir fue doloroso. No me
presentó con sus amigos, y por momentos era una molestia para ella. A pesar de
eso, destrozado la quería. La jale hacia un costado, y no se como estuvimos en
espacio solitario de su universidad. Ella me había dirigido hacia aquel lugar.
Ahí me besó, me acarició y me dijo que la perdonara por su actitud con sus
amigos. Por esas cosas de la emociones tuvimos un encuentro fogoso.
Entreverados sentí su aroma, y mis caricias la hacían temblar. Pensé que si lo
que le gustaba de mi era la pasión yo la devoraría para que no me dejara. Pero
no era tan fácil. Ella era caprichosa y no menos soberbia. Se detuvo y me jaló
hacia la salida de la universidad. Caminamos hasta su casa en silencio, y como
si no hubiera pasado nada entre nosotros me dejó en la puerta sin el beso de
despedida. La quería y la odiaba. Mas melancólico que nunca vagabundee en los
ómnibus por horas. Llegue a mi casa y me había llamado. Una chispa de ilusión
asoló mi cuerpo. Esto era una relación que mi inmaduro corazón no soportaría,
sin embargo yo seguía.
No me volvió a llamar por días, y
se negaba a mis llamadas. Quería buscarla pero a la vez no deseaba encontrarme
con su padre quien era muy cuidadoso con su nena. Logre hacer que nos citáramos
y mediante el teléfono me dijo que tal reunión estaba por demás, que ella me
estaba haciendo daño. Ciego sordo, y atenazado por la rabia y el desamor la
espere en las bancas del parque cívico de mi universidad. Varias veces en esas
bancas habíamos estado amándonos. La espera era larga como si al demorarse
decidiera irme y no verme. La esperé dolido, llegó y se sentó cerca de mí.
Había llegado para decirme que no me amaba, y que si bien había pasado momentos
muy agradables a mi lado lo mejor era separarnos. Una daga atravesó mi corazón.
Por primera vez supe lo que era la humillación. Nos besamos de nuevo llenos de
rabia y confusión. Ella quería irse, quería dejarme. Yo nunca le eche en cara
la existencia de un tercero, sólo la apretaba con todas mis fuerzas, como si al
dejar en cada beso un fuego ardiente pudiera hacerle cambiar de opinión. El
momento culminó, y de nuevo me quedé entre ómnibus y calles como un fantasma
lleno de tristeza y de dolor.
Termine ese año la universidad
con buenas notas. Pase un verano trabajando en carga, como un humilde
estibador. Como hacia el final de Febrero recibí una llamada de Ángela, quería
verme y resarcir el daño ocasionado. Cuando nos vimos de nuevo en la
universidad casi no cruzábamos palabras. Todos eran tórridos encuentros de
sexualidad y dolor compulsivo. Ella trataba de hablar, de despegarme de mis
acometidas, pero era inútil, yo la arrastraba hacia la pasión, y hacia las
caricias desmesuradas. Estuvimos así por días, sin casi proferir un diálogo
alturado. Sólo nos amábamos. Hasta que se iniciaron las clases y ella me dijo
que estaba con otra pareja. LO dijo porque me fuera de su vida, y lo logro. Un
orgullo doliente como piedra se dibujó en mi rostro. No quería volver a verla.
Sus palabras y comentarios estuvieron deambulando en mi cabeza por meses,
quizás años. Nunca pude olvidarla, porque nunca pude despegarme de su perfume y
de sus coqueteos de princesa.
Rehíce me vida con dificultad.
Y
lo tengo que decir la razón de que me hiciera tan reflexivo estaba en la
necesidad que tenía de olvidarla. Me deje atrapar por las garras de la
sabiduría para escapar mediante las ideas de su perfume y palabras. Escribí y leí
sistemas complicados para aplastar su recuerdo. Creí que de ese modo me haría
más fuerte, más maduro e importante. Nunca afronté ni supe diferenciar las
causas de porque me dejó. Me hice potente con las ideas como una promesa para
que ella me viera, para que supiera de mi éxito. Los años han pasado y no se
nada más de ella. La sigo buscando en las redes y en internet. Ella remeció
como ninguna otra esta personalidad llena de nostalgia y de romanticismo
histórico por la vida. Ahora que su espectro ya no carcome como antes los
espacios de mi piel, me entregado al mundo para ver si la promesa de escapar
mediante los conceptos a la locura de amar la vida me devolverá alguna vez una
chance simple de vivir y ser feliz. Mientras tanto escribo y escribo.
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