Análisis de la película Blade Runner. Año de la pelicula:
1981.Director: Ridley Scott
Dicen por ahí que el
mundo hace ganancia de su propio cáncer. Enfermedad a la cual el sétimo arte le pronostica una muerte anunciada, y enfermedad a la cual, sin embargo, no se le
quiere dar un contundente remedio. Blade Runner – El detector- es una de
aquellas películas en donde en el trasfondo de una autoeliminación cosmopolita
se oculta una lucha a muerte entre el voluntarismo y los tentáculos del
existencialismo racional. Este último como una epidemia que organiza la energía
humana en dirección de las necesidades de la maquinaria objetiva que
deshumaniza todos los ámbitos de la existencia humana, es sin duda hoy por hoy,
el más enérgico síntoma de una integración social que descansa en el
escepticismo del futuro. Y esto parece obvio en los pasajes de la película,
disfrazados tras los hábitos de la confluencia de civilizaciones dispersas se
halla un elemento de este sacrificio de la individualidad y la diferencia a las
exigencias del sistema.
La sociedad no es
un sitio de prosperidad y de realización. Masas que caminan en una realidad
degradada por las irresponsabilidades del presente, atomizadas, muriendo en los
abismos de la soledad; la biogenética como anuncio de la desnaturalización del
ser humano, y su reducción a meras necesidades sintéticas; las colonias
exteriores al planeta, a las cuales sólo puede aspirar lo mejor de la especie
humana, y por consiguiente, en la tierra se hallan los despojos; y los aparatos
de represión que eliminan las resistencias que pudieran surgir, revelan el
sometimiento de la vida a las más duras condiciones de la objetivación social,
que no tiene más sentido que la alienación brutal de la dialéctica del hombre.
Otros rasgos que se pueden mencionar: la vejez de la población, así como
ambientes sobrepoblados, apunto de colapsar, sucios y hediondos; la confluencia
de las comidas, de los lenguajes y las razas; la propensión al alcoholismo y
extravagancia de los participantes.
La sociedad ha
llegado a tal grado de decadencia en su capacidad de satisfacer las
expectativas generales, que su naturaleza sólo puede residir en el frágil
refugio que le otorga la resignación de las trayectorias particulares a los
caprichos de la ideología de los medios de comunicación. La diferencia en un
mundo así sólo puede residir en las profundidades de la fantasía, por lo tanto,
la realidad exterior es vaciada de cualquier creatividad concreta que pudiera
nacer. Cualquier víctima de estas condiciones que no naturalice que los hombres
deben vivir en el puro pesimismo de la supervivencia, que no acepte que la
realidad es el más rotundo existencialismo, y que, por consiguiente, cuestiones
con su habilidad la antropología negativa a la cual es conducido el hombre,
debe ser considerado irracional y peligroso. Su osadía es incompatible con las
posibilidades de la realidad; tal aventura, tal potencial creacionista, es
exclusivamente reservado a las voraces redes de la tecnología científica: disciplina
que amordaza las habilidades del hombre en beneficio del sistema, se convierte
en la película en el más fiel aliado de la conservación de lo existente.
Y a todo esto
¿quién es el enemigo? La película no lo dice abiertamente. Sin embargo, parecen
ser los “replicants androides”, más humanos que sus propios creadores, quienes
se atreven a desafiar las reglas del orden imperante en la búsqueda de la
fuente de la vida. Aquel bien que se reduce a la supervivencia más absurda
cobra en estas singulares réplicas la materialización más intensa, tan intensa
como la vida es corta. Pero ellos no pueden rendirse a esta fatalidad que
inunda la opacidad de las escenas; han sido creados para pensar y sentir como los hombres, y es
justamente esa su gran falta querer ser como ellos. Ya que los hombres están
completamente cosificados y no quieren abrir los ojos, y darse cuenta de lo que
tienen, pues han reducido sus sueños a la cárcel de la mente, y ellos toman la
determinación de acabar con las representaciones y liberarse del sistema.
Liberarse en cuanto logren el bien de la inmortalidad; las demás liberaciones
no tiene relativamente importancia en el mundo que presenta la película. Tal
vez la conducta de los réplicants logre
concientizar a otros, y cuestionar las
bases reales que no se denotan en el largometraje, porque ellos son
considerados criminales y por eso hay que eliminarlos.
Y en esa tarea esta
involucrado el verdugo Deckard, que estando cansado de ejercer un oficio que lo
rebaja a un cruel asesino, es en persona el conflicto entre el deber de
representar el papel del orden policiaco y la esencia de la libertad. A medida
que pone sus habilidades al servicio de una realidad con la cual no esta de
acuerdo, y a medida que va interiorizando de si no esta aniquilando a sus
propias respuestas, esta tensión lo hace despertar, decidiendo escapar con la
replicant de la cual se enamoró. Es curioso notar, como esta replicant, hecha a
imagen y semejanza de la ternura, representa la verdad que se oculta tras las
apariencias; tras la mentira que le implantan en su mente se halla un espíritu
núbil que no halla realización en mundo unidimensional del capital.
Por otra parte los
dos mejores diálogos suceden en partes diferentes de la película: Cuando Roy
Batty logra ingresar con ayuda de uno de los ingenieros genéticos a la
corporación TYRELD, y se entrevista con su creador, se establece la
confrontación con la verdad científica y la vida. Para el científico Tyreld lo
más interesante es concentrar toda su genialidad en la perfección robótica de
las réplicas humanas, sin considerar que tal conocimiento puede ser utilizado a
favor de la transformación de lo existente. Mientras que para Roy la vida es lo
más importante: la convicción de la inmortalidad. Esa brecha entre la verdad por
la verdad, y por consiguiente, el sacrificio de la vida a la verdad científica,
es cuestionado por el androide líder, quien al matar a su creador no sólo sostiene su total
rebeldía, sino que además defiende con su acción la verdad para el mejoramiento
de las condiciones individuales de existencia.
Y el último
diálogo, donde Roy Batty desnudo representando a liberación a minutos de su
muerte, cazando prácticamente a su propio sicario le dice salvando a Deckard
del precipicio y de una muerte segura: “He visto cosas…”. Es ahí donde el
verdugo se despierta para darse cuenta
que estaba matando a los propios amantes de la vida, para escuchar como en los
últimos segundos de la existencia de la libertad, que se personificaba en la
paloma que sale volando, las palabras de un hombre que había desafiado la
absurdidad de la existencia aplastada del hombre. El androide, amante de la
vida queriendo escapar a la inevitabilidad del presente, en sus últimas
acciones esquizofrénicas le demuestra y le deja como herencia que se diera
cuenta de la deshumanización y valore su existencia.
Blade Runner huye,
pero la salida que propone la película es individualista, porque la libertad no
puede reducirse al escape de una existencia individual, así haya cobrado
conciencia de la deshumanización. En tanto la solución no sea universal, para
escapar a la muerte de la diferencia que representa la película, será muy
difícil que esa verdadera individualidad pueda transmutar sus valores
realmente. Sin embargo, lamentablemente la libertad como la deseamos y como la
creemos conocer es una ficción atomizada e individualista, algo efímero que
nunca alcanzamos.
“La
liberación provendrá del exterior…”
Herbert
Marcuse
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