martes, 21 de marzo de 2017

 Análisis de la película Blade Runner. Año de la pelicula: 1981.Director: Ridley Scott




Dicen por ahí que el mundo hace ganancia de su propio cáncer. Enfermedad a la cual el sétimo arte le pronostica una muerte anunciada, y enfermedad a la cual, sin embargo, no se le quiere dar un contundente remedio. Blade Runner – El detector- es una de aquellas películas en donde en el trasfondo de una autoeliminación cosmopolita se oculta una lucha a muerte entre el voluntarismo y los tentáculos del existencialismo racional. Este último como una epidemia que organiza la energía humana en dirección de las necesidades de la maquinaria objetiva que deshumaniza todos los ámbitos de la existencia humana, es sin duda hoy por hoy, el más enérgico síntoma de una integración social que descansa en el escepticismo del futuro. Y esto parece obvio en los pasajes de la película, disfrazados tras los hábitos de la confluencia de civilizaciones dispersas se halla un elemento de este sacrificio de la individualidad y la diferencia a las exigencias del sistema.

La sociedad no es un sitio de prosperidad y de realización. Masas que caminan en una realidad degradada por las irresponsabilidades del presente, atomizadas, muriendo en los abismos de la soledad; la biogenética como anuncio de la desnaturalización del ser humano, y su reducción a meras necesidades sintéticas; las colonias exteriores al planeta, a las cuales sólo puede aspirar lo mejor de la especie humana, y por consiguiente, en la tierra se hallan los despojos; y los aparatos de represión que eliminan las resistencias que pudieran surgir, revelan el sometimiento de la vida a las más duras condiciones de la objetivación social, que no tiene más sentido que la alienación brutal de la dialéctica del hombre. Otros rasgos que se pueden mencionar: la vejez de la población, así como ambientes sobrepoblados, apunto de colapsar, sucios y hediondos; la confluencia de las comidas, de los lenguajes y las razas; la propensión al alcoholismo y extravagancia de los participantes.

La sociedad ha llegado a tal grado de decadencia en su capacidad de satisfacer las expectativas generales, que su naturaleza sólo puede residir en el frágil refugio que le otorga la resignación de las trayectorias particulares a los caprichos de la ideología de los medios de comunicación. La diferencia en un mundo así sólo puede residir en las profundidades de la fantasía, por lo tanto, la realidad exterior es vaciada de cualquier creatividad concreta que pudiera nacer. Cualquier víctima de estas condiciones que no naturalice que los hombres deben vivir en el puro pesimismo de la supervivencia, que no acepte que la realidad es el más rotundo existencialismo, y que, por consiguiente, cuestiones con su habilidad la antropología negativa a la cual es conducido el hombre, debe ser considerado irracional y peligroso. Su osadía es incompatible con las posibilidades de la realidad; tal aventura, tal potencial creacionista, es exclusivamente reservado a las voraces redes de la tecnología científica: disciplina que amordaza las habilidades del hombre en beneficio del sistema, se convierte en la película en el más fiel aliado de la conservación de lo existente.

Y a todo esto ¿quién es el enemigo? La película no lo dice abiertamente. Sin embargo, parecen ser los “replicants androides”, más humanos que sus propios creadores, quienes se atreven a desafiar las reglas del orden imperante en la búsqueda de la fuente de la vida. Aquel bien que se reduce a la supervivencia más absurda cobra en estas singulares réplicas la materialización más intensa, tan intensa como la vida es corta. Pero ellos no pueden rendirse a esta fatalidad que inunda la opacidad de las escenas; han sido creados para  pensar y sentir como los hombres, y es justamente esa su gran falta querer ser como ellos. Ya que los hombres están completamente cosificados y no quieren abrir los ojos, y darse cuenta de lo que tienen, pues han reducido sus sueños a la cárcel de la mente, y ellos toman la determinación de acabar con las representaciones y liberarse del sistema. Liberarse en cuanto logren el bien de la inmortalidad; las demás liberaciones no tiene relativamente importancia en el mundo que presenta la película. Tal vez la conducta  de los réplicants logre concientizar a otros,  y cuestionar las bases reales que no se denotan en el largometraje, porque ellos son considerados criminales y por eso hay que eliminarlos.

Y en esa tarea esta involucrado el verdugo Deckard, que estando cansado de ejercer un oficio que lo rebaja a un cruel asesino, es en persona el conflicto entre el deber de representar el papel del orden policiaco y la esencia de la libertad. A medida que pone sus habilidades al servicio de una realidad con la cual no esta de acuerdo, y a medida que va interiorizando de si no esta aniquilando a sus propias respuestas, esta tensión lo hace despertar, decidiendo escapar con la replicant de la cual se enamoró. Es curioso notar, como esta replicant, hecha a imagen y semejanza de la ternura, representa la verdad que se oculta tras las apariencias; tras la mentira que le implantan en su mente se halla un espíritu núbil que no halla realización en mundo unidimensional del capital.

Por otra parte los dos mejores diálogos suceden en partes diferentes de la película: Cuando Roy Batty logra ingresar con ayuda de uno de los ingenieros genéticos a la corporación TYRELD, y se entrevista con su creador, se establece la confrontación con la verdad científica y la vida. Para el científico Tyreld lo más interesante es concentrar toda su genialidad en la perfección robótica de las réplicas humanas, sin considerar que tal conocimiento puede ser utilizado a favor de la transformación de lo existente. Mientras que para Roy la vida es lo más importante: la convicción de la inmortalidad. Esa brecha entre la verdad por la verdad, y por consiguiente, el sacrificio de la vida a la verdad científica, es cuestionado por el androide líder, quien al matar  a su creador no sólo sostiene su total rebeldía, sino que además defiende con su acción la verdad para el mejoramiento de las condiciones individuales de existencia.

Y el último diálogo, donde Roy Batty desnudo representando a liberación a minutos de su muerte, cazando prácticamente a su propio sicario le dice salvando a Deckard del precipicio y de una muerte segura: “He visto cosas…”. Es ahí donde el verdugo se despierta  para darse cuenta que estaba matando a los propios amantes de la vida, para escuchar como en los últimos segundos de la existencia de la libertad, que se personificaba en la paloma que sale volando, las palabras de un hombre que había desafiado la absurdidad de la existencia aplastada del hombre. El androide, amante de la vida queriendo escapar a la inevitabilidad del presente, en sus últimas acciones esquizofrénicas le demuestra y le deja como herencia que se diera cuenta de la deshumanización y valore su existencia.

Blade Runner huye, pero la salida que propone la película es individualista, porque la libertad no puede reducirse al escape de una existencia individual, así haya cobrado conciencia de la deshumanización. En tanto la solución no sea universal, para escapar a la muerte de la diferencia que representa la película, será muy difícil que esa verdadera individualidad pueda transmutar sus valores realmente. Sin embargo, lamentablemente la libertad como la deseamos y como la creemos conocer es una ficción atomizada e individualista, algo efímero que nunca alcanzamos.

                                               “La liberación provendrá del exterior…”
Herbert Marcuse



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