lunes, 6 de marzo de 2017

Análisis del film “Manchester frente al mar”. 
Crisis generacional y lazos afectivos.



La historia que pretendo comentar en términos sociales es la expresión del choque generacional que viven las familias en relación a la crianza y a los enormes esfuerzos que el patriarcado tiene que desplegar para convivir con los adolescentes. Lee Chandler (Casey Affleck) es un hombre que dedica su tiempo al mantenimiento de casas en un barrio de Boston, no posee educación, le gusta el alcohol y los deportes y es profundamente asocial y violento. Pierde a sus hijas en un incendio y termina una relación incompatible con Randi (Michelle Williams) debido a las culpas por la partida de sus pequeñas hijas. De pronto, luego de tener una vida aburrida y conflictiva es sorprendido por la muerte de su hermano Joe Chandler (Kyle Chandler). Este hermano presuntamente mayor que Lee se preocupa por él, mantiene un negocio de pescador en una bolichera en Manchester, y ejerce una influencia de orden, sensatez y racionalidad en relación a Lee que vive una vida desordenada y sin aspiraciones. Es elegido tutor de su sobrino Patrick (Lucas Hedges) de improviso, y aunque al inicio no quiere aceptar se ve ante el esfuerzo de soportar su vida arruinada y criar a un adolescente de 16 años que es dinámico y muy conflictivo.

De una visita de sólo días se queda meses en la casa de su difunto hermano, y tiene que convivir con Patrick que es parte en su escuela del equipo de Baloncesto y de Jockey sobre hielo, tiene una banda de rock y tiene dos novias. Se ve el choque generacional entre una cultura adulta poco comunicativa, impávida y excesivamente empobrecida en un mundo racionalizado y en decadencia moral,  y un mundo adolescente rebelde y trasgresor que no obedece órdenes y que siempre discute el rol de la autoridad paterna que nada enseña y que comprende poco acerca del mundo juvenil. En esta película se demuestra como la modernización da un valor desmesurado y hasta cruel a la juventud, y va aplastando en el olvido del fracaso las dificultades emotivas y subjetivas de un mundo adulto que esta harto de responsabilidades y frustraciones vitales. No son malas personas pero chocan porque hay intereses generacionales antagónicos, que expresan la ruptura epocal y espiritual de nuestros tiempos. Una ruptura que destruye las unidades familiares y barriales, y que a la vez sentencia a la juventud a la desorientación y al abandono delincuencial. Una relación conflictiva en un medio que mecaniza a la cultura y se ve la soledad del mundo administrado.

Una prueba de lo anterior es el impacto de Lee y Patrick ante la muerte de Joe. La sequedad  e indiferencia con que ven el cadáver en la morgue del Hospital, los procedimientos de rutina para hacerse con el cuerpo; la ceremonia del velado del cuerpo profundamente sobria y poco vernacular, y la reacción de ambos ante la muerte como una cosa que llega y que no trastorna el proceso de la rutina y de la acción social. No es la falta de mundo popular lo que se trastoca en frialdad y mecanización la conducta de ambos ante la partida de un ser querido, sino la reacción asentimental y nihilista que los atraviesa. Aunque Lee demuestra su dolor tomando en el bar del barrio y liándose a golpes sin motivo, y Patrick llorando en la cocina mientras recuerda que no pueden enterrar a su padre, pues el hielo a dejado muy duro el suelo del campo santo, y por tanto tiene que quedarse el cuerpo en la refrigeradora de la morgue, ambas subjetividades niegan la muerte como un modo de seguir una vida sin esperanza y existencial.

Con el paso del año académico de Patrick, se ve que el adolescente visita a su madre, una ex alcohólica que nunca estuvo en la vida de su hijo, y que aparentemente se ha regenerado. Se ve también el poco comportamiento insociable e intransigente de Lee ante las mujeres con las que se cruza en su vida, como si no existieran; y la vida sexual de Lee con sus novias donde se ve la vida dionisiaca y estética de la curiosidad adolescente frente al sexo. Estas tres escenas desbordan la poca sensibilidad racional de Lee frente a la educación  de Patrick. Lo quiere e intenta entenderlo, pero el peso de una vida sin significado y con culpas internas lo empuja hacia el desorden y la crisis moral. Los lazos afectivos son escasos y frágiles en una cultura institucional, pero que ha sido despedazada por la sociedad de consumo. Estos supuestos no se ven en el film, pero se deducen de las pistas y señas que da el rodaje al mostrar un mundo urbano completamente tecnificado y sin contacto humano. Incluso se ve una escena en donde Randi se encuentra con Lee, paseando Randi su recién nacido, y le vuelve a confesar que no ha dejado de amarlo, y la reacción de Lee es de desprecio y que su vida seca y aburrida no se fastidiada.

Lee no quiere dejar su vida en Boston, donde vive en un agujero. Y Patrick no desea dejar Manchester donde posee una vida afectiva rica en matices. Aunque al inicio Lee decide que se irán a vivir a Boston, luego entrega la tutoría financiera de Patrick a George, el socio en el negocio de la bolichera, y no se desea, con esto, trastornar los planes de su sobrino. Venden unas armas antiguas y consiguen un nuevo motor a la bolichera para que Patrick cuando llegue a la mayoría de edad se encargue del negocio de su padre. Luego se ve una escena en donde ambos parientes, tío y sobrino están caminando y jugando con una pelota de beisbol; sus vidas concurren en afecto, pero luego se separan por decisiones frías e irrelevantes. La absurdidad del mundo occidental hace que los vínculos afectivos sean emocionales e inestables. Pesa más el brutal camino de una sociedad urbanizada y postmoderna que confinado al amor y la rica vida asociativa en instituciones despersonalizadas y aburridas.


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