Análisis del film “Manchester frente al mar”.
Crisis
generacional y lazos afectivos.
La historia que pretendo comentar
en términos sociales es la expresión del choque generacional que viven las
familias en relación a la crianza y a los enormes esfuerzos que el patriarcado
tiene que desplegar para convivir con los adolescentes. Lee Chandler (Casey
Affleck) es un hombre que dedica su tiempo al mantenimiento de casas en un
barrio de Boston, no posee educación, le gusta el alcohol y los deportes y es
profundamente asocial y violento. Pierde a sus hijas en un incendio y termina
una relación incompatible con Randi (Michelle Williams) debido a las culpas por
la partida de sus pequeñas hijas. De pronto, luego de tener una vida aburrida y
conflictiva es sorprendido por la muerte de su hermano Joe Chandler (Kyle
Chandler). Este hermano presuntamente mayor que Lee se preocupa por él,
mantiene un negocio de pescador en una bolichera en Manchester, y ejerce una
influencia de orden, sensatez y racionalidad en relación a Lee que vive una
vida desordenada y sin aspiraciones. Es elegido tutor de su sobrino Patrick
(Lucas Hedges) de improviso, y aunque al inicio no quiere aceptar se ve ante el
esfuerzo de soportar su vida arruinada y criar a un adolescente de 16 años que
es dinámico y muy conflictivo.
De una visita de sólo días se
queda meses en la casa de su difunto hermano, y tiene que convivir con Patrick
que es parte en su escuela del equipo de Baloncesto y de Jockey sobre hielo,
tiene una banda de rock y tiene dos novias. Se ve el choque generacional entre
una cultura adulta poco comunicativa, impávida y excesivamente empobrecida en
un mundo racionalizado y en decadencia moral,
y un mundo adolescente rebelde y trasgresor que no obedece órdenes y que
siempre discute el rol de la autoridad paterna que nada enseña y que comprende
poco acerca del mundo juvenil. En esta película se demuestra como la
modernización da un valor desmesurado y hasta cruel a la juventud, y va
aplastando en el olvido del fracaso las dificultades emotivas y subjetivas de
un mundo adulto que esta harto de responsabilidades y frustraciones vitales. No
son malas personas pero chocan porque hay intereses generacionales antagónicos,
que expresan la ruptura epocal y espiritual de nuestros tiempos. Una ruptura
que destruye las unidades familiares y barriales, y que a la vez sentencia a la
juventud a la desorientación y al abandono delincuencial. Una relación
conflictiva en un medio que mecaniza a la cultura y se ve la soledad del mundo
administrado.
Una prueba de lo anterior es el
impacto de Lee y Patrick ante la muerte de Joe. La sequedad e indiferencia con que ven el cadáver en la
morgue del Hospital, los procedimientos de rutina para hacerse con el cuerpo;
la ceremonia del velado del cuerpo profundamente sobria y poco vernacular, y la
reacción de ambos ante la muerte como una cosa que llega y que no trastorna el
proceso de la rutina y de la acción social. No es la falta de mundo popular lo
que se trastoca en frialdad y mecanización la conducta de ambos ante la partida
de un ser querido, sino la reacción asentimental y nihilista que los atraviesa.
Aunque Lee demuestra su dolor tomando en el bar del barrio y liándose a golpes
sin motivo, y Patrick llorando en la cocina mientras recuerda que no pueden
enterrar a su padre, pues el hielo a dejado muy duro el suelo del campo santo,
y por tanto tiene que quedarse el cuerpo en la refrigeradora de la morgue,
ambas subjetividades niegan la muerte como un modo de seguir una vida sin
esperanza y existencial.
Con el paso del año académico de
Patrick, se ve que el adolescente visita a su madre, una ex alcohólica que
nunca estuvo en la vida de su hijo, y que aparentemente se ha regenerado. Se ve
también el poco comportamiento insociable e intransigente de Lee ante las
mujeres con las que se cruza en su vida, como si no existieran; y la vida
sexual de Lee con sus novias donde se ve la vida dionisiaca y estética de la
curiosidad adolescente frente al sexo. Estas tres escenas desbordan la poca
sensibilidad racional de Lee frente a la educación de Patrick. Lo quiere e intenta entenderlo,
pero el peso de una vida sin significado y con culpas internas lo empuja hacia
el desorden y la crisis moral. Los lazos afectivos son escasos y frágiles en
una cultura institucional, pero que ha sido despedazada por la sociedad de
consumo. Estos supuestos no se ven en el film, pero se deducen de las pistas y
señas que da el rodaje al mostrar un mundo urbano completamente tecnificado y
sin contacto humano. Incluso se ve una escena en donde Randi se encuentra con
Lee, paseando Randi su recién nacido, y le vuelve a confesar que no ha dejado
de amarlo, y la reacción de Lee es de desprecio y que su vida seca y aburrida
no se fastidiada.
Lee no quiere dejar su vida en
Boston, donde vive en un agujero. Y Patrick no desea dejar Manchester donde
posee una vida afectiva rica en matices. Aunque al inicio Lee decide que se
irán a vivir a Boston, luego entrega la tutoría financiera de Patrick a George,
el socio en el negocio de la bolichera, y no se desea, con esto, trastornar los
planes de su sobrino. Venden unas armas antiguas y consiguen un nuevo motor a
la bolichera para que Patrick cuando llegue a la mayoría de edad se encargue
del negocio de su padre. Luego se ve una escena en donde ambos parientes, tío y
sobrino están caminando y jugando con una pelota de beisbol; sus vidas
concurren en afecto, pero luego se separan por decisiones frías e irrelevantes.
La absurdidad del mundo occidental hace que los vínculos afectivos sean
emocionales e inestables. Pesa más el brutal camino de una sociedad urbanizada
y postmoderna que confinado al amor y la rica vida asociativa en instituciones
despersonalizadas y aburridas.
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