martes, 14 de marzo de 2017

Análisis del film “Nada es lo que parece 2”.
Magia y simulacro.



Este film es en toda su expresión un montaje. La gama de espejismos y falsificaciones que el director de esta película expone entretiene y atrapa como si toda la trama fuera un espectáculo. Las fuerzas del control siempre están atrás de las simulaciones y máscaras que las fuerzas de los magos y sacerdotes aplican. Más allá que las ilusiones siempre nos dicen que la magia no existe, toda la película se encarga de sorprendernos con los trucos de héroes y villanos de tras del control total de los embriagados y manipulados espectadores. Hemos alcanzado la época de la simulación a toda escala, donde las ideologías ya no esconden nada, pues la nada aterroriza. Hemos alcanzado los umbrales de una época donde las fuerzas del poder se exhiben con toda desvergüenza, sólo que nunca sabemos donde están ocultos. La cultura es simulación, y la socialización que debe madurar a los sujetos educandos un proceso empobrecido y varado. Hoy las personas se esconden y esconden cosas. Simular es un acto instrumental por no dejar ver la inmadurez de los sometidos. La magia arranca al cálculo y a la mecanización su parte de travesura y heroicidad. Divertir es un camuflaje que el cine usa para transmitir la dominación. El poder usa el espectáculo para mantener a los espectadores fuera de la rebeldía. Pero no sabe que las mascaras se combaten con revelar lo que yace ocullto, y eso lo hace un acto travieso y rebelde. Esta película es un legado de Hollywood que es mantenernos sorprendidos y perplejos.

Esta película del director John M.Chu es una muestra que la magia siempre va un paso adelante que la ciencia y la tecnología. Que la racionalidad y la sospecha resultan ser ejercicios de aguafiestas. Todo empieza cuando los jinetes van al exilio luego de que robaran un banco y dispersaran el dinero entre los atónitos espectadores en la parte 1. Aunque esta secuela nos atrapa con actos de hechicería y trucos como la primera ahora todo gira en torno a las razones psicológicas que llevaron al quinto jinete Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) a vengarse de Thaddeus (Morgan Freeman). Como sabemos en la primera parte Dylan se revela como uno de los sacerdotes del ojo de Horus, organización antigua cuyo poder sacerdotal estuvo siempre detrás de los faraones egipcios. La magia era una forma de enfrentarse con elegancia y astucia al poder de la espada y la violencia. Es un modo de entregar a las masas depauperadas la honra y la vida arrancada por el poder de la agresividad. Dylan niño ve como su padre queda atrapado en una caja fuerte arrojada desde un puente hacia un río como un acto de escape mágico. Al no lograrlo y morir visualiza desde niño a los causantes de su muerte y desprestigio: Thaddeus y el magnate Arthur Tressler (Michael Caine); este último negó a su familia el pago de un seguro vitalicio luego de la muerte del padre (Julián Stone).

En la segunda parte como hemos dicho, los jinetes se hallan en el exilio, escondidos durante un año. Hartos y sin poder vivir una vida normal se ve el desconcierto de Daniel Atlas (Jesse Eisenberg) quien por su cuenta contacta al ojo, desobedeciendo las órdenes de su líder Dylan Rhodes. No se ve por ninguna parte a Henley Reeves (Isla Fisher); y a los demás jinetes Jack Wilder (Dave Franco) y a al hipnotista Merrit Mackin (Woody Harrelson) se les une una nueva integrante Lula (lizzy Caplan). Se vuelven a unir para dejar en evidencia a un empresario de las telecomunicaciones de Octa Owen Case (Ben Lamb)  ante el revolucionario desarrollo de un chip de celulares que ayudara a controlar a la población del mundo. Mientras que aparecen en un set de TV en sustitución de Owen Case aparece un nuevo enemigo quien hackea la transmisión y deja en evidencia a los jinetes de sus trucos desenmascarando a Jack Wilder, quien se suponía muerto y a Dylan Rhodes, agente del FBI quien todo ese tiempo había supuestamente combatido y tratado de ubicar a los jinetes desaparecidos. EL FBI trata de atraparlos pero es de nuevo burlado dejando en evidencia la impotencia de la racionalidad ante la magia en toda la película. Los Jinetes huyen de la escena por un tubo que conducía a un camión, pero de pronto se hallan en Macao (China) y son capturados por Walter (Daniel Radcliffe) hijo ilegítimo de Arthur Tressler, quien ante la ausencia de su líder Dylan son chantajeados y puestos a trabajar por robar el chip revolucionario de la empresa Octa; ya que toda esa tecnología daba al que la manejaba un poder de manipulación a cualquier sujeto que se mantuviera tras las sombras. Walter que todo ese tiempo se había hecho pasar por muerto, era el brazo ejecutivo de la venganza de su padre Arthur Tressler quien había perdido mucho dinero por la jugarreta de magia de los jinetes y la venganza de Dylan.

Mientras Dylan no halla a sus amigos es contactado por Thaddeus desde la cárcel. Le dice a Dylan que puede ayudarlos a encontrar a los jinetes, si es que lo saca de prisión. Viajan en un avión a Macao China, en tanto que los jinetes logran luego de varios trucos magníficos y divertidos con la carta robar el chip de la empresa Octa. Dylan halla a Daniel Atlas en un mercado populoso de Macao y son ubicados por los hombres de Walter. Daniel escapa con el chip, pero Dylan es atrapado por Walter y `puesto en la misma carta fuerte donde su padre murió y es aventado al mar. Logra escapar y se les une los cuatro jinetes, quienes en poder del chip viajan a Londres para desenmascarar a Walter y su padre Tressler. Cuelgan un video en redes señalando que se presentarán en Londres, y luego de hacer varios actos de magia impresionantes en las calles de la ciudad son atrapados nuevamente por Tressler, su hijo y la parte mala de Merrit Mackin, Chase quien todo ese tiempo había conseguido estropear los actos de escape de sus enemigos. Con ayuda de sus amigos del ojo Li (Joy Chou) y su abuela Bu Bu (Tsai Chin) logran Timar y estropear los planes de Walter y su padre Tressler con los recursos de la magia y los efectos especiales, dejándolos boquiabiertos, siendo desenmascarados ante una multitud en el río Támesis. Otras ves escapan y se presentan ante los magos del Ojo, descubriendo que todo el tiempo habían sido vigilados y que Thaddeus era en realidad no el crítico realista y aguafiestas de la primera parte sino el sacerdote del ojo que todo este tiempo hilaba las fuerzas del ojo en secreto.

Dylan y sus jinetes logran alcanzar el nivel de los magos del ojo, y son puestos a cargo de la organización para nuevas aventuras de combate en contra de los poderosos. Todo el tiempo el determinismo de la tecnología informática de Walter y los planes de investigación del FBI siempre están conspirando con los recursos del poder, sin embargo, son burlados categóricamente por actos de ilusión y camuflajes que revelan los absurdo de una lógica de sectas. Aunque en boca de Walter se escucha que la tecnología y la ciencia es superior a la magia, ésta es superior porque recurre a la perplejidad y al asombro como medios de evadir el embrutecimiento y la violencia de la razón instrumental. Toda la estafa maestra que esta película urde como la versión inicial expresan el carácter controlista de Occidente, quien tras los simbolismos de la erudición antaño, y los recursos metafóricos de la tecnología quieren siempre mantener al poder oculto de las críticas y el socius del pueblo. La magia existe para suprimir e invertir las relaciones heterónomas que siempre han existido para destruir la vida en la tierra. Aunque el espectáculo al que recurre la magia, para entretener, descubre a los sentidos el placer de las simulaciones resulta el hechizo un poder de operación indirecto que busca remediar la mente de las personas sin apelar a la brutalidad de la violencia. Viendo esta película imagino las formas mágicas de contrarrestar la vigilancia biopolítica del sistema, sin tener que sentir la amenaza o los riesgos de una muerte prematura. La magia se combate con la magia en la medida que el pueblo descubre lo que a veces la magia es: un poder invocado por la envidia de los egotistas. Ojo por ojo….




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