Avatar y los límites del
neoliberalismo.
La espectacularidad de la película Avatar que por estos días concita la
atención de masivos públicos en todo el mundo, sería otra realización
taquillera y mediática del cine norteamericano, sino fuera porque transmite en
un lenguaje cubierto por la espectacularidad de las escenas una problemática
central del mundo capitalista. A medida que el éxito de la acumulación
económica implica también exportar el modelo de desarrollo depredador a otros
lugares menos desarrollados del planeta, se produce un conflicto serio entre
la cada vez menos autonomía soberana de
las naciones colonizadas y el poder seductor del capital.
En este sentido Avatar representaría el choque de civilizaciones con
antagónicas concepciones sobre el uso y apropiación de los ordenamientos
territoriales. Mientras que los nativos de Pandora viven en relativa armonía y
empatía con su medio natural, desarrollando una relación de equilibrio natural
y compenetración cultural con la naturaleza circundante, la expedición de
mercenarios del proyecto ADR evidencia la visión saqueadora que caracteriza a
toda proyecto capitalista: en búsqueda del precioso metal Unobtainium,
que resolvería los problemas de crisis energética de la tierra, definen el
medio natural como una despensa de recursos materiales dispuesta a someterse a
los caprichos industrializantes de la tecnología humana.
Algo parecido a
esta épica fantástica, pero con ribetes realistas, aconteció en Bagua a
mediados del año pasado. Aquí como en la lejana Pandora el Estado peruano
ostento una visión neoliberal y depredadora del entorno natural. No sólo con
los decretos legislativos a favor de la privatización y concesión de las
tierras comunales de propiedad de los pueblos nativos, demostró una concepción
minimalista y dilapidadora de los derechos indígenas, sino que se atrevió a considerarlos como un estorbo primitivo que
obstaculiza la consolidación del modelo primario-exportador, y que por lo
tanto, debían ser barridos como parte de
una naturaleza irracional a la cual hay
que someter. El gobierno aprista sin voluntad de diálogo y apelando a una versión policíaca en la resolución de
conflictos étnicos, demostró el lado parcializado e incompleto de toda política
de desarrollo, que no toma en cuenta el factor cultural como rasgo que facilita
o bloquea el cambio social.
Creo que al ser
derrotado el gobierno por la determinada actitud reivindicacionista de las
minorías nativas, se demostró que la carencia de una lectura comprensiva y
negociada de los espacios interculturales llevó al Estado a favorecer una
noción despreciativa y mercantilista de los territorios amazónicos. En tanto
las políticas de Estado en relación al patrón de acumulación no estén vinculadas
al desarrollo de reformas interculturales que otorguen legitimidad ciudadana al
cambio estructural, toda real iniciativa de progreso material colisionará
indefectiblemente con una cultura de masas descalificada para enfrentar los
desafíos del mundo de hoy.
Si bien el
conflicto en Bagua dejo lamentablemente pérdidas humanas en ambos lados, este
conflicto cultural sirvió para llamar la atención a la opinión pública de los
profundos desencuentros sociales que amanzan con dividir la integridad de la
nación. No obstante, ser fuente de riqueza, la insospechada diversidad social
que delata el país, es también motivo de asimetrías y rivalidades culturales
que enfrentan poblaciones y concepciones sobre lo que debería ser la agenda
social. En este sentido, lo que nos enseña Avatar es de una sabiduría absoluta,
pues cuando se identifica claramente la agresión de un agente colonizador la
unidad del pueblo logra superar los abismos y fragmentaciones tribales que
pudieran existir, para dirigirlas hacia la emancipación y defensa de lo que se
considera un espacio soberano. Si vemos de similar manera lo acontecido en
Bagua vemos que la actitud represiva del gobierno despertó la indignación
general de la sociedad civil nacional e internacional, en contra de una forma de
gobernar unilateral y autoritaria que sólo defiende los intereses del gran capital, a costa de las demandas justas de
las grandes mayorías.
Localizada en una
realidad remota y exótica para el primer mundo, lo acontecido en la Amazonía peruana rebela
de modo localista y aislado una pauta de reconocimiento de lo que será la
crisis ecológica para el capitalismo, que no se detendrá en su empeño de
alimentarse de la savia natural y cultural de los pueblos, a sabiendas que el
daño ecológico y el cambio climático en ciernes deslegitiman el carácter
devorador de su sociedad de consumo contaminante.
Es aquí donde el
asalta al Estado y por intermedio de él a la sociedad en su conjunto, halla un
límite infranqueable: a medida que los
efectos devastadores de una naturaleza incontrolable amenazan la estabilidad y
seguridad de los órdenes sociales, el capitalismo por presión de la ciudadanía
mundial tendrá que redefinirse en un sistema sostenible que solucione la crisis
ambiental y social que promueve su modo de explotación. De no hacerlo y exponer
al planeta ante su propio colapso sistémico se delatará la conspiración de una
concepción destructora y opresiva de la vida, que tratará de sabotear la necesidad primariosa de
construir un orden global integrador que repiense y supere el Estado de
excepción y de incertidumbre caótico que atraviesa la humanidad.
Una última
impresión que me produce la película Avatar es que a través de la tecnología
tridimensional y de efectos especiales logra dar vida aun escenario surrealista y postmoderno donde
la naturalidad de los estímulos y de las fantasías hiperrealistas sólo es el
producto de un exceso de tecnologización mediática que nos hace reencontrarnos
con los orígenes arcaicos. A pesar que la aparición del ejército humano de mercenarios
trastoca esta concordia ideal se puede sugerir la idea de que la película nos
quiere comunicar que cuidemos el valor inapreciable de la madre naturaleza;
pues si la distorsionamos y no entramos en comunión con ella no serenos capaces
de domesticar las fuerzas de una globalización sin freno e ilimitada que nos
arranca de toda seguridad tradicional
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