viernes, 31 de marzo de 2017


Generación contra clase.
Acerca de la muerte de las promesas en nuestra cultura.




En el silencio de nuestros dolores y disconformidades va creciendo un gran océano de talentos y potencialidades que es cruelmente ahogado. Nuestros sueños y esperanzas frustrados alimentan el magma de mucha rabia y de rebeldías clandestinas, que permanecen irrepresentados en la soledad de los caminos de la supervivencia diaria. La candidez de una sonrisa, la profundidad de una mirada, aquel compromiso que surge como un juego, va trocándose con el tiempo en selvas de rufianes infestadas de promesas que perecen rápidamente, y que relatan la trayectoria de vidas desperdiciadas y olvidadas en los basureros del tiempo. Nuestra sociedad ya no es una niña que contenga la expectativa de seguir, sino es una anciana repleta de proyectos extraviados, y de decepciones persistentes que culminan en la mentira y en la inmadurez más ridícula. Es una sociedad que ha hallado en la destrucción de si misma como cultura, la manera de sobrevivir como patéticos consumidores. En el desamor a lo que no llegamos a ser como sociedad reside la apariencia de despiadados competidores económicos que desilusionados por todo lo que callan y no les dejan hacer se lanzan a crecer como ejecutivos orgullosos, pero sigilosamente carcomidos por un vacío existencial creciente.

Una cultura sin amor a si misma, y a todo lo que nace con la mayor de la inocencias se entrega a las adicciones más escandalosas y a los disfraces más delincuenciales con el sólo objetivo de esconder su gran miedo, y desesperación. Todo lo que brota con profundidad y en lo que anida la trascendencia acoge las mentiras con el paso de los años, y a la larga se va envolviendo en ellas paralizando lo que soñaba por dentro. Hoy no basta con ser noble, hace falta salir de sí mismo, llevar los sentidos por fuera, pero la infamia de la reacción, de calcular en la oscuridad, se convierte en las mejores ecuaciones donde mueren los apetitos de la interioridad, y con ella las ganas de vivir un solo rostro. Ya no hay con quien hablar, ni con quien comentar de sí mismo en confidencia. La desconfianza hacia fantasmas que han vuelto de la cultura y las relaciones sociales una zona de guerra por los bienes más escasos, hace que se diga cada vez menos, y se sepa cada vez menos de sí mismo. Solo se permanece por el terror a la vergüenza, y hacemos de lo siniestro y de la violencia una forma de placer, donde aquello que más se busca se pierde del modo más estúpido.

Hoy los peruanos hemos sido seducidos por el cuento de vivir aquí y ahora, pero no se puede respirar y reír con seguridad sobre la descomposición de culturas y de naciones diversas, sobre el carácter inconcluso y cada vez más atrofiado de nuestro proyecto de sociedad; hacer eso es no vivenciar más que un pedazo de lo que se puede llegar a ser, conformarse con poco, y ser un severo obstáculo latiente a los sueños sin representación de múltiples generaciones. Y eso es lo que es nuestra cultura con su indiferencia y su barata atomización individual, un gran cementerio de promesas y de proyectos, donde la dispersión y el caos originario de querer alcanzar apócrifos reconocimientos culturales terminan por sofocar en el marasmo la casi eterna como indistinguible indigencia que nos corroe como civilización.

Nuestra miseria, no es cualquier miseria, sino aquella que se arrincona en la estupidez y a la vez en la arrogancia, una cierta sabiduría practica que ha sido el motor de nuestra ininteligible supervivencia a través de la historia, y hoy de nuestro autodestructivo crecimiento socioeconómico, pero que se contenta con las migajas de la globalización, sin querer darle a ese sincretismo telúrico a esa audacia casi remota un modo expansivo de desarrollarse como singularidad social de modo público y compartido. Es esa falta de identidad, y de no saber como no ser descarrilados de los rieles de una historia cada vez más tecnificada y desarraigada lo que nos hace permanecer en los rincones de la mediocridad, agazapados en los localismos cuasi turísticos, en la nostalgia más desubicada, y en los conflictos entre hermanos más ridículos, la que no nos deja expresar hacia afuera un tipo de organización política que expulse, de los confines de nuestra más sagrado como mancillado honor, toda aquella nobleza y promesa de realización sociocultural, que termina, por lo general, mordiendo el polvo de la frustración y de la rabia más profunda

Y es en estos renglones sísmicos donde, precisamente, se narra la muerte de muchas generaciones. He querido hacer este paréntesis poético para mostrar que dichos cementerios de nuestra historia política y a la vez cultural han abierto hoy más que nunca heridas a flor de piel, y que para cerrar dichas yagas es urgente hablar con motivación cercana a la agresividad y la crítica cultural para desnudar los reales conflictos que nos cierran el paso como civilización. No hay que llegar a la imprecación panfletaria, pero si a la denuncia que ubique la crítica ante el verdadero obstáculo que impide el cambio cultural. Pues, lo sostengo, lo que hoy conocemos como los instrumentos conceptuales y políticos que profetizan dichos cambios a nivel de un conflicto de clases, de desposeídos en contra de opresores, neblinan de modo cuasi perfecto la real dinámica de cambio estructural y cultural que hoy se ha vuelto imprescindible. Nuestro problema de sociedad, es un problema de recambio generacional, de hacer nacer lo que permanece latente como nuevas subjetividades y darle a esa riqueza confinada en el arte, y en las diversas expresiones de la cultura popular una forma de organización institucional y a la vez política.

Conjeturo como supuesto a revisar que el modo errado como se ha construido nuestra sociedad en base al conflicto de clase desde buena parte de nuestra historia ha ocultado e incluso echado a perder la renovación y la consolidación espiritual de cada época en específico. Es necesario señalar aquellos momentos de pérdida de renovación cultural en la historia y leer de un modo distinto el desarrollo de nuestra historia basado en que los cambios que garantizan la premisa para todo cambio sostenible son cambios de orden político. Se debe decir que hoy como ayer los cambios de naturaleza política solo centran su fuerza en relevamiento de intereses; que la captura del Estado, y luego el uso de este aparato para imponer otra relación entre el Estado y la sociedad no garantizan nada en realidad. El  solo planteamiento de que el problema del país es sólo un dilema resuelto por la lucha de intereses y del modo de distribución horizontal de los recursos a mano del Estado no dejan ver que el sostenimiento en el tiempo de estas política redistributiva o basada en la desigualdad jerárquica para afianzarse, debe alcanzar una forma de organización social y política que compatibilice y promueve la expresión de su cultura interna en específico.

Y eso es justo lo que no han hecho las ideologías que se han posicionado de nuestras energías políticas y de construcción popular a través de la historia: encontrar o poner en práctica una forma de organización social, política y en estos últimos años técnica que sintonice y exprese la emergencia de los productos culturales e intersubjetivos que las diversas generaciones han reproducido y manifestado a través del tiempo. Por lo general, ha primado como forma de dominación social y  a la vez de un facilismo consentido a todo nivel, un armazón descoordinado y caótico de formulas y construcciones institucionales que han coaccionado los deseos y contenidos de realización de cada generación que ha nacido, ahogando con ello los apetitos de compatibilización de la vida social con las configuraciones y formaciones de poder público que no han alcanzado más que el rótulo de su inspiración. Tal vez el mayor daño que se ha hecho, es que la perdida en calidad y en compromiso afectivo de la vida cultural con respecto a los aparatos y configuraciones administrativas que se han impuesto ha sido que se ha generado una mentalidad de huida de la vida hacia los submundos del sincretismo y de la anomia social como costumbre y fijación psíquica que ha devaluado y sentenciado al desperdicio a todos los talentos e ingeniosidades que nacen en su seno.

Es esta no expresión abierta y horizontal de las promesas de cada generación o de cada singularidad histórica en los contextos institucionales en que se inscribe y que acontecen de modo fáctico, lo que se esta acelerando y acentuando de modo severo y peligroso, con el consiguiente resultado, de que el desarrollo afectivo y expectante de cada vida que busca vivir y expresarse se pierde irremediablemente en la separación, en la segregación cultural, y en los conflictos intergeneracionales.  La acumulación de proyectos vitales que se pierden en la violencia y en la mediocridad ha fortalecido una forma de poder, que fue también un producto y una apuesta generacional, y que actualmente es la razón del divorcio y fragmentación de la cultura interna con respecto a una selva de diseños y técnicas de administración social cada vez más extrañas e incompatibles. Toda la cultura material y los diversos artificios técnicos que se han desarrollado a través de la historia no han sido el resultado de la osificación pacífica de los productos culturales que han emergido a través del tiempo, sino que ha existido, desde nuestros orígenes civilizatorios, una inorganicidad espantosa de la vida institucional, ocasionada por esta no explicitación emancipada de las culturas, lo que significa, en última instancia, la insuficiencia de los sistemas de organización social que se han practicado como el desinterés de la vida a conciliarse con esta realidad de organizaciones que la circunda.

Quiero señalar antes de examinar las vidas desperdiciadas de nuestro presente, hacer un ejercicio histórico de los momentos y etapas en que dicha emergencia generacional ha tomado su punto más álgido. Se sostiene en estos pasajes que estas coyunturas histórico-culturales han devenido, casi siempre, en el fracaso objetivo de estos poderes culturales, luego de haber propuesto una nueva forma de práctica política y una visión del mundo que los circundaba y que a la larga no consiguió institucionalizarse u osificarse. Con el paso del tiempo, la complejización de las sociedades y la sofisticación de la influencia de poderes técnicos externos esta condenando a este descontento y efervescencia de generaciones a una cada vez más incapacidad de plantear sus necesidades y demandas de modo político y en forma de concepciones de mundo. En la actualidad, para adelantar mis observaciones, se puede afirmar que el descontento ha alcanzado la forma de una violencia irracional y de histerias tribales que es la prueba real del desprecio al mundo organizado y extraño que los convoca, así como la prueba real, también, de la inconsciencia para darle a esa riqueza cultural y emotiva una forma de pensamiento y de nueva praxis política.

En primera instancia, se puede mencionar que la primera emergencia de esta energía generacional se produjo hacia finales de la Colonia. Aunque no poseo datos concluyentes, se puede sostener que todo el movimiento político independentista que arranca desde la Revolución de Túpac Amaru hasta las luchas de criollos hacia el final de la caída del Virreynato fue obra de una nueva espiritualidad que alcanzó expresiones políticas e ideológicas. Las luchas revolucionarias en Europa a cargo del secularismo francés, y las nuevas transformaciones materiales que introdujo la revolución tecnológica inglesa dieron el contexto perfecto y las herramientas ideológicas exactas para movilizar los apetitos de liberación de los pueblos subordinados a una Europa cada vez más hegemónica. La concepción de mundo que surgió de estos renacimiento de generaciones, fue el discurso nacionalista criollo, de tinte liberal y con cada vez más presencia en los Virreynatos mas alejados del centro político y más conservador del continente. En el Perú, dado el carácter ultraconservador de las elites limeñas, este pensamiento liberal y a la vez nacional no halló mucho eco afectivo en todas las clases sociales de su régimen de poder. A diferencia de las otras pre-naciones latinoamericanas donde los proyectos de liberación fueron más enraizados en sus sociedades  y más homogéneos, en el Perú la efectividad del discurso liberal solo concito luego de la politizada rebelión indígena de Túpac Amaru solo levantamientos focalizados y aislados que fueron rápidamente sofocados.

La razón que explica este aislamiento de los intentos de subversión reside en la vinculación afectiva y en el sentido cultural compartido de los criollos en relación a la administración virreinal, lo cual bloqueo que ellos creyeran fielmente en las premisas liberales, aunque les sirvieran de modo instrumental para sus objetivos separatistas. Y la otra razón quizás más soterrada pero no carente de fuerza se ubica en que el aplacamiento sanguinario de los levantamientos indígenas de Túpac Amaru en el S. XVIII provocó en los sectores populares y más subordinados una desafección ante las causas emancipadoras. Aunque el discurso liberal si alcanzó  a la ilustración de los grupos curacales la ideología que estimuló, sobre todo, su sublevación más allá de los intereses de reacomodo económico fue una mentalidad de separación netamente indigenista, influenciada por la lectura de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, y el revanchismo de las elites indígenas a recuperar una situación de independencia política. Como se sabe dicho intento fue sofocado y dejo enteramente la fuerza de la independencia a un timón exterior con la ayuda débil pero influyente de las elites mas esclarecidas de nuestras aristocracia criolla.

Y en ese no contacto movilizador de las clases populares de modo ideológico o sentimental, pues el milenarismo de las bases había sido liquidado décadas antes, resurgió la mentalidad sincrética y servil que luego los sectores criollos aprovecharían para hacer de la revolución emancipadora un cambio de poder que reforzó el feudalismo, y convirtió al país en una coraza de enclaves y feudos desconectados y en la anarquía total. Hay que decirlo de manera más enfática que los historiadores de la Independencia, la victoria de la aristocracia criolla, en apoyo  a regañadientes de los ejércitos externos de San Martín de Porres y de Simón Bolívar no fue sino un proceso político que sentenció el nacimiento de una nueva unidad política en el papel nacional, pero con el costo de un gran sacrificio de energías y de pueblos que fueron ingresados a la fuerza y sin su consentimiento a un tipo de organización republicana y secularizada incompatible y que desorganizó aun más a las culturas internas del país.

La liquidación del proyecto proto-nacional de las rebeliones indígenas dejo al país naciente sin una proto-burguesía en el control económico y político, cediendo el poder del Estado en teoría republicando a una lucha de facciones y de clientelas de liberales y conservadores, que nunca buscaron en realidad la conformación de premisas de corte nacional, pues la fragmentación feudal y la anarquía de la nación les favoreció abismalmente. La derrota de los españoles también fue una derrota de las clases populares, que vieron disminuida sus influencia en los destinos del país, perdiéndose de este modo la gran riqueza generacional que las emancipaciones despertaron pero que el conservadurismo criollo manipulo y al final ahogó con la sofisticación del servilismo feudal y hasta racista. El desperdició de esta generación a la que se le dio erradamente el rótulo ideológico de liberal permitió al poder posterior, hasta la guerra con Chile, consolidar una visión política e intelectual que bloqueo la integración de los intereses del pueblo atrapado en los enclaves feudales; es decir, su administración política promovió la eficiente desnacionalización del país, con la consiguiente corrupción y concentración del poder que lo caracterizó. El predominio de un conflicto de clase entre criollos y españoles ocultaron el conflicto acumulado y generacional que realmente subyacía en los subsuelos de este proceso político: el conflicto entre los pueblos subordinados al control español y también a su manera a la parte criollo-liberal.

El marasmo moral y social que nos dejo la guerra con Chile posibilitó una ruptura generacional que no tuvo consecuencias políticas pero si culturales y a la vez intelectuales. Las razones de la debacle y de la ruina de una sociedad que volvía a su habitual indiferencia y desafección elitista causaron en mentes esclarecidas y radicales la aparición de los temas de realidad nacional que serían la bandera ideológica de los posteriores movimientos de masas de principios del s. XX. Mentes como las de Gonzales Prada, luego la generación del Arielismo o Generación del 900, y luego en esta etapa la generación de los años 20, con Mariátegui, y Haya del Torre se propusieron construir una visión integral de este país anarquizado y sin identidad. A su modo desde las proclamas de Gonzales Prada, pasando por las visiones cooperativistas del anarquismo sindicalista, hasta las propuestas sociales más elaboradas como las de José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre se construyo una lectura de los problemas del país, que puso el peso de su comprensión, en el antagonismo histórico entre las clases dominantes y las clases oprimidas. Mientras que en la otra vertiente las lecturas hispanistas de José de la Riva güero, Belaúnde, entre otros, se obstinaban en señalar que los problemas del país se explicaban en el carácter inconcluso y desdibujado del proyecto republicano.

Dentro de todas estas posiciones se puede conjeturar que todas pertenecían a la órbita del ensayo arielista latinoamericano. Este pensamiento en esencia era un acercamiento histórico-culturalista muy erudito que empleaba el medio del ensayo político y muy literario para generar una comprensión de las realidades a las que se examinaba. Si bien en muy contados casos era un medio de expresión escrita que utilizaba medios de indagación empírica, se puede decir que era una forma de reflexión social ajustada a realidades poco cohesionadas, o donde la influencia de un pensamiento aplicado era muy rara. Ahí donde las conformaciones de sociedades industriales permitían un pensamiento social con orientaciones aplicadas y de alcance nacional, en  contextos de sociedades desarticuladas o en formación se puede decir que la forma de inteligencia social apropiada era de modo especulativa y de corte ideográfico. Lo que no se unía de manera real, había que sentirlo de manera espiritual, o si quiera imaginarlo.

Y una de las conclusiones o hipótesis culturales que ensayaron era que una nación solo era el producto de una identidad generada y rebuscada en las raíces de la historia. En esos recorridos sumamente eruditos en búsqueda de fundamentos de las naciones, organizaron un sistema de informaciones y de fuentes históricas que permitieron la conformación de una intensa vida académica humanista y orgánica, que daría a las generaciones siguientes los postulados básicos y el ethos cultural nacional exacto para el cambio estructural. En una de esas premisas consiguieron detectar que la razón estructural de nuestra falta de identidad y de no haber alcanzado un desarrollo nacional era que nuestras sociedades estaban atravesadas por serios antagonismo de clase y de grupos de poder expresados en una estructura social que no permitía el desarrollo de una sociedad igualitaria, y con identidad nacional. Se puede señalar, que el máximo exponente de esa hipótesis es José Carlos Mariátegui, quien diagnosticó al Perú como una sociedad donde el grupo de poder oligárquico, en confabulación externa con los poderes trasnacionales, y los poderes señoriales en el Perú rural e interno poseían un control improductivo de la economía interna, en detrimento de las clases campesinas y el endeble proletariado. Es decir, la clave del cambio social en este período de la historia era ciertamente un conflicto de intereses histórico por el control del Estado, y que se hallaba en este aparato la herramienta política para construir o lograr el desarrollo socioeconómico.

No obstante, es lícito señalar que la fuerza intelectual de esta generación consiguió la expresión organizada de partidos de masas, que plantearon la lucha por el poder como un enfrentamiento entre las clases desposeídas y las clases oligárquicas. En otras palabras, la generación que arranca con el diagnóstico de la ruina nacional luego de la guerra con Chile halló en el Arielismo y en la visión nacional culturalista las herramientas conceptuales para lograr una visión global del país, y en el discurso marxista clasista la herramienta política para la realización de nuestra sociedad. El discurso de clase era representativo y aglutinaba en su interior los diversos antagonismos y luchas culturales que desgarraban al país, y era a no dudarlo un discurso político que movilizaba el descontento y organizaba demandas a nivel de las identidades dominadas. Incluso los severos antagonismos o búsquedas de identidad en el indigenismo político de naturaleza étnica hallaron en el discurso de clase un aliado muy rico y cooperante en que expresarse.

Culminando se podría decir que la fuerza genética de esta generación hasta los años de su declive político en los 60s, es la responsable de los cimientos ontológicos de lo que pondrían en practica la generación de la  Nueva izquierda, y de los sentidos de realidad que actualmente vivenciamos como parte de nuestro país. Si se agoto su influencia fue porque el desplazamiento político y a la vez generacional que sufrieron por obra de la nueva sangre consiguió poner en el sentido común la necesidad de dar un paso  hacia la modernidad estructural y secular, más allá de su sola mención ideográfica. El sólo posicionamiento de la crítica en los márgenes literarios del ensayo y las creaciones literarias, inclinaron a las energías intelectuales hacia un hábito poco calificado para convertir dichas premisas intelectuales en líneas claras de intervención social y técnica.

Ahí donde se buscaba el cambio estructural era necesario organizar las fuerzas de la inteligencia social en función de cuadros orgánicos y aparatos partidarios que lograran expulsar de sus restricciones arcaicas y tradicionales todas las promesas que el proyecto republicano no pudo ejecutar. Se puede sostener que los objetivos sociales e ideológicos de esta brillante generación se cumplieron de modo cultural, dejando a sus herederos de izquierda la tarea de concretar la construcción de una sociedad nacional e industrializada. A medida que nación y socialismo coincidían en el plano territorial de los proyecto de liberación latinoamericanos se generó la idea que el Estado populista estaba orientado a practicar un nacionalismo modernista, y que este era el estadio necesario para la ulterior practica de la patria socialista. Ambos movimientos generacionales encontraron en el discurso de clase un ente ideológico representativo para las búsquedas de realización y reproducción de sus sueños originarios.

Por diversos motivos es hacia esta época de ruptura con el mundo oligárquico que se dieron las condiciones históricas singulares para la liberación de todos los talentos y compromisos afectivos acumulados en las culturas diversas a través de la historia, con el producto consiguiente que su solo fracaso, como se dio, generó las disgregación intergeneracional siguiente, ya que esta época fue la que logro comprometer, como ninguna otra, a los heterogéneos deseos y aspiraciones de una tierra tan desarticulada. Lo que se abrió como una época de esperanza hasta de lo más íntimo halló en estos mismos postulados ya obsoletos pero aún hegemónicos las razones que explican el desmoronamiento social y sistémico que sufrimos hoy en día. Y me explicaré porque razones pienso esto.

Lo que hoy vivimos es una época de decadencia, de muerte sistémica de todo los que nace por carencia de un mundo que seguir construyendo. El discurso de clase, su antagonismo cualitativo que en su momento representó como ningún otro ethos la esperanza de un mundo redimido y materializado ha perdido su atractivo ontológico. No solo se ha desnudado como una pastoral paupérrima que plantea la solución a los problemas del país como un mero conflicto de intereses sino que ha perdido el compromiso de la cultura y de las nuevas subjetividades que nacen, por ser entre otros un discurso que no moviliza los subterráneos apetitos de realización cultural de las sociedades populares. Es más, el completo fracaso de esta cultura de clase estriba en que el modelo de modernización que se planteo y que al final fue el que se operativizó nunca fue compatible realmente con las aspiraciones generacionales y los deseos de liberación social de aquellas generaciones que se lo arrogaron como destino ineluctable del país. En si el salto cualitativo no fue, como he sostenido en otra parte, de ningún modo una decisión progresista, convirtiéndose hacia nuestra época actual en un discurso cuya osificación ha comprometido seriamente la expresión libre y pacífica de todo el milagro de la vida que nace.

Tanto la pastoral del exitismo de los sectores conservadores, que recibe fuerte acogida en la población, como el discurso negacionista de los sectores más radicales de la izquierda son expresiones similares y a la vez antagónicas de esta cultura que no deja nacer lo nuevo, que estrangula el contenido realizador de las nuevas subjetividades que acontecen y que se ha convertido en un muro de naturaleza psicosocial que cancela toda posibilidad de materialización de las culturas que nacen. Su éxito es tal que han logrado desconectar los deseos de realización de los grupos sociales de los espacios organizativos en que a pesar suyo confluyen, sentenciando a la sociedad a un envejecimiento vital prematuro, donde el impulso ciego y la violencia anarquizada son expresiones de todo aquello que no se sublima o se institucionaliza racionalmente. La vida no halla sistemas de usos y de costumbres donde referir con flexibilidad sus aspiraciones y desarrollarse, sino que halla una selva desordenada de organizaciones y de dispositivos técnicos que tiene que tolerar y asimilar por mor de la supervivencia. Pero estos no representan para si objetivaciones culturales adecuadas a sus deseos de expansión y de bienestar social, lo que se traduce en que las emociones y los sentimientos contenidos y desperdiciados no hallan más ruta que el desfogue primitivo de los impulsos, la depresión social, y la violencia como lógica de existencia social. Hace falta una urgente reconciliación entre la vida contingente y el mundo producido, de lo contrario las subjetividades e imaginarios que acontecen decidirán huir más hacia la trasgresión oscura y hacia la mascara, y el mundo producido perderá la savia de la invención técnica para reproducirse y evolucionar de modo legítimo.

En mis observaciones lo que vivenciamos aceleradamente es la imposición de una sociedad dominada por serias contradicciones de orden cultural, que no están siendo reconocidas de modo hegemónico. De modo falso y errado se sigue afirmando que la más severa conflictividad es de un antagonismo de clase, y que todos los contrastes de esta realidad represiva hallan su resolución en el desenmascaramiento de las exclusiones y los diversos rostros de la dominación social. La captura del Estado y su inmediata movilización política para modificar estructuralmente la realidad es la fórmula matemática  precisa para desconectar los apoyos legítimos del capital de la vida que se libera. De modo equivocado y cegatón se publicita hasta la saciedad que la formula sigue siendo resolver el conflicto de clase en sus cimientos económicos, logrando constituir un mundo producido donde la sociedad administre su propia vida material y cultural.

Pero el problema es que esta fórmula keynesiana y a la vez estructural yerra en lo esencial. Pues hace ya bastantes décadas desde que la cultura decidió abandonar la sociedad y anidar en lo clandestino el Estado ha dejado de ser el centro desde el cual se puede alterar de modo orgánico a la sociedad. Las propuestas estatocéntrica y a la vez de mercado son eslabones secuenciales de un mismo proceso estructural, que impuso formas organizadas de poder y de asociatividad completamente ajenas a las disposiciones culturales que nacieron a través del desarrollismo y el ajuste estructural. Y que por lo tanto, el discurso de clase sentido aún en las izquierdas y con más razón en las clases dominantes son esquemas porfiados y anticuados ya, que intentan malamente explicar una realidad de imaginarios y de culturas que hace tiempo se ha escapado y que ha construido un Perú inexplicable. Es la ceguera por mantener el análisis en el antagonismo y en la confrontación politizada de la cultura la que no deja ver que la cultura es mucho más plástica que el poder, y que en todos estos años de informalidad y de sobrevivencia cultural, ésta ha conseguido edificar un Perú que reclama a gritos un nuevo contrato social, es decir, una nueva organicidad política visible acorde con esta sensibilidad, que nuestros conceptos sociales no han sabido nombrar con propiedad.

El problema de esta urgente necesidad es que la astucia y la creatividad de estas culturas rechazan su objetivación política y organizada. El habitual sincretismo en que se han visto envueltas y el disfrute anómico que han hallado a través de la cultura de consumo y de la multiplicación de estímulos postmoderna, divorcian a los contenidos culturales de las nuevas generaciones de sus objetivaciones tecnocráticas, así como de su aprovechamiento disciplinario en las construcciones más sofisticadas de la ciencia como del conocimiento racional. La fuerte desconexión afectiva entre los productos generacionales y el mundo producido, no es sólo provocada por el extrañamiento que experimentan en una realidad cada vez más rutinaria y mecanizada sino que las personalidades han hallado en el desequilibrio y en la crisis intersubjetiva que vivencian una oportunidad para hacer de sus adicciones y de sus prótesis sensoriales una nueva forma de vida autosostenible, que paga el precio, de tener que desvincular las energías instintivas de cualquier ámbito de la producción en donde se subliman o se convierten en técnica reconocida. El resultado es una desvalorización del trabajo, o la prevalencia de un ritmo de trabajo poco creativo y productivo; y también la desafección psicológica de las personas a querer formarse y desarrollar sistemas de conocimientos expertos que ayuden a conformar una tecnología propia. Hay por consiguiente, un abismo subjetivo y emocional hacia la necesidad de resignificar el mundo producido, porque las personas prefieren extraviarse en la cultura del consumo cada vez más erotizada.

Por ello deseo sostener, que la separación entre la razón y las nuevas sensibilidades que se afianzan en la juventud no es sólo el motivo estructural que ocasiona la dominación generacional, sino que ya de por sí las nuevas generaciones se definen en el desarraigo y en el extrovertismo evacuando toda posibilidad organizada y madura de hacer de cada promesa generacional un proyecto que imponga otro principio de realidad. El solo emotivismo y protesta sociocultural que se observa en las manifestaciones de la juventud posee una fuerte carga creativa y vitalidad social, pero en sí todo este magma riquísimo no busca ciertamente su osificación histórica, y mientras ello no suceda los contornos y perfiles de la sociedad a la que ven desde sus submundos se obstruirán e involucionar. Y en ciernes todo el rechazo que se alimenta en relación al sistema y sus diseños técnicos, y que a veces alcanza la forma de un izquierdismo ético, no será en realidad mas que un desperdicio de las energías que no confluyen hacia la construcción o redefinición de la sociedad.

A la juventud le hace falta darle a ese descontento visceral un tipo de organicidad política en el que se reconozcan y articulen todas sus demandas; y sobre todo un pensamiento social que sea la expresión del triunfo y realización de los movimientos sociales en los que viven y ríen. Y esto se hará si es que dejan de nombrarse con los idearios y proclamas de la izquierda marxista, pues ella en varios sentidos, su discurso de clase, ya no representa un motivo movilizador y articulador de demandas y de aspiraciones sociales. El conservadurismo de las clases dominantes no es el único muro en contra del cual deben vivir políticamente su liberación, sino que en su mismo seno de rebeldía se ven obligados sobrepujar una significativa renovación de cuadros y de concepciones de mundo, pues el discurso de clase se ha vuelto en el pretexto perfecto para la supervivencia vitalicia de una gerontocracia que no promueve tales medidas.

Por ahora hay cierta timidez para llevar a cabo esta tarea histórica que no es precisamente de modo amable, sino que es necesaria una lucha en contra de los conceptos, los idearios y los líderes viejos con los que en el fondo no quieren romper. No sólo basta un desplazamiento político de cuadros, hace falta una nueva concepción de mundo que se atreva a cuestionar en sus presupuestos esenciales aquel marxismo y retórica revolucionaria que es hoy por hoy muy reaccionaria, y a la vez poco eficaz para enfrentarse a los poderes dominantes. Ahí donde las contradicciones de clase han sido neutralizadas y a la vez justifican la represión en contra de los sectores oprimidos, es necesario privilegiar la lucha generacional, para que la osificación de su cultura y de sus proyectos vitales vivifiquen los perfiles de una nueva sociedad, que necesita otro tipo de oposición objetiva que articule las diversas demandas y antagonismos. Con esto digo que toda lucha política es el fondo la búsqueda de una renovación cultural, de una nueva religiosidad cívica y material que rescate a las diversas organizaciones de la sociedad, incluso las de izquierda, de la degradación y corrupción en que se han visto sumidas.

Es urgente invitar a los talentos y destrezas del pueblo y de la juventud a creer en una nueva sociedad, que nazca de sus experiencias concretas y de la búsqueda de una remozada identidad nacional. Hoy como ayer la deuda de la izquierda es dejar a un lado ese imprudente como desviante internacionalismo que le descoloca de su misión de constituir una nación. Sin la construcción de tal imaginario será imposible el compromiso del pueblo al que debe ofrecérsele un referente en el que creer, y un programa operativo y comunitario en el que vivir de modo concreto; y la larga sin la nación la juventud y la izquierda serán posiblemente responsables de la desarticulación política que el tipo de desarrollo que se practica en el país están provocando, y eso sería dispararse a los pies. Por ello el movimiento de expresión de esta generación esta emplazada a combatir con su liderazgo las diversas formas de poder y de exclusión social que atormentan al peruano de a pie, pero esto se hará si se atreven a conocer al Perú en realidad, y atreverse a pensarlo de modo auténtico, allí verán con sus propios ojos los rivales a los que se deben enfrentar. No dejemos que maten la promesa, pues la decepción es el origen de todo cáncer y huida del mundo.

11 de Setiembre del 2013










sábado, 25 de marzo de 2017

Análisis del film “Oblivion o el tiempo del olvido”. Amor y poder.



Enamorarse es el camino al todo. Desde siempre el poder ha sido toda estrategia que nos separa del todo. Dividir es no amar.es confiar en la razón para ser feliz, y ello es un rotundo error. Antes que conocer las personas buscamos ser reconocidas, amadas. Conocer es instrumentalizar, reificar no darle a las personas el derecho a ser amadas. El origen es la ausencia de poder,  y de administración del poder que nos hace desconfiados.  Se suele decir que sin poder distribuido no hay civilización, no hay respeto de la vida humana, pero digo que el derecho del poder ha ser expandido y ser liminar es el proceso de estar en transito perpetuo a ningún lugar. La recompensa de envenenarse de poder es el acceso al intercambio mercantil, ha hacer de las cosas objeto de consumo; y también es el proceso por el cual nos volvemos con amargura y nos desconocemos en nuestro interior. Amar es descubrir que no  estamos solos, sino que el todo, la naturaleza, incluso los desiertos industriales se animan de golpe, es volver a ser niños. El cine divierte, pero a veces comunica, hace del amor una experiencia de conmoción interior y nos da un mensaje subliminal, nos educa. El mensaje es para unos pocos elegidos, no es de masas. La masa se entretiene se solaza, busca el placer, es de cierto modo conservadora. El amor por el cambio, es rebelde, nos hace defender proteger el todo al que siempre huimos en la cosificación.

Esta película del director Joseph Kosinski del año 2013 es una representación fílmica de que cuando ya no hay sociedad, de que cuando ya no hay estructuras el mejor modo de dominio es saber administrar el amor dual, es engañar que aún hay amor. Y lo digo porque toda la película es la  historia de Jack Harper (Tom Cruise) y de Victoria (Andrea Riseborgough) completamente solos en una tierra devastada por una guerra nuclear y donde su tarea es vigilar el proceso de desembalse de las aguas marinas, por hidro-plataformas y de reparar los drones vigilantes que combaten en contra de los carroñeros extraterrestres. El film empieza con la narración de Jack en donde nos cuenta que la raza humana fue invadida por una civilización alienígena, en donde para vencerla tuvieron que arrojar bombas nucleares sobre la corteza terrestres. Nos cuenta que toda la civilización humana se halla en Titán una de las lunas de Saturno, y en una base interestelar llamada Tet. Se halla aturdido y en dudas por chispazos de recuerdos o visiones que no sabe si son de su pasado o se esta volviendo loco, pues por seguridad de la misión en la tierra se le ha borrado toda la memoria. No sabe porque los carroñeros siguen luchando, y su única tarea es reparar los drones o sondas que vigilan la tierra. Jack repara los drones y Victoria monitorea o vigila toda las tareas de Jack desde el TEC 49, la base en tierra donde viven Todo el tiempo a su vez son supervisados por Sally, una supuesta superior que vive en el Tet y que siempre les pregunta si son un equipo eficiente. Victoria siempre responde que lo son. Le quedan dos semanas para ser enviados a Titán y acabar con su misión en la tierra.

Jack es curioso, explora y no sabe porque tiene que abandonarse la tierra si ganaron la guerra a los carroñeros. El se pregunta porque siguen luchando, porque tienen que salir de planeta si aún hay lugares donde hay vegetación y agua. Siempre le piden que opere en ciertos lugares asignados a su supervisión y que no se acerque a las zonas de radiación, donde curiosamente halla una cabaña rodeada por la naturaleza, y por objetos de una existencia pasada. Encuentra un libro de poemas y tiene una plantita que riega de vez en cuando. Como dije es curioso, nostálgico y si por el fuera empezaría en la tierra una nueva base. Victoria por su parte ama su vida privada, cumple fielmente su tarea encomendada, vive en el confort, y aunque parece saber más vigila y cuida la relación con Jack, desesperada porque pasen las dos semanas y vayan rumbo a Titán. Es conservadora y sólo se dedica en las noches a seducir a Jack que de cierto modo en su curiosidad ama el todo. La sexualidad es un arte conservacionista de la vida, es una experiencia individual, mientras que el amor es un  acto gregario. Victoria en este film es conservadora, mientras que Jack es progresista, es puro masón, humanista.

Un día mientras repara los drones puestos  a su cuidado, se sorprende porque una sonda cae a tierra en el sector 17. Va a donde cae esta nave y descubre cinco humanos puestos en suspensión animada. Los drones llegan a donde se produjo el aterrizaje y matan a cuatro de ellos. Jack descubre que a uno de los supervivientes la conoce. Es Julia Rusakova (Olga Kurylenko) la mujer de sus visiones. La defiende de los drones que intenta matarla, y la transporta al Tec 49 donde la despierta y luego de recuperarla le pregunta cuál había sido el motivo de su misión. Jack se halla intrigado, mientras que Victoria quiere que solo se vaya. Julia es parte de una tripulación que había estado en suspensión animada durante 60 años, en sueño delta. Solo quiere la grabación de memoria de su nave. Una noche sin la ordenes de Victoria, Jack y julia van en busca de las grabaciones de memoria en el lugar de la caía de su nave. Mientras recuperan esta grabación son capturados por los carroñeros, quienes luego de presentarse resultan humanos que todo el tiempo habían combatido en contra de los drones, que eran autómatas alienígenas. Malcolm Beech (Morgan Freeman) jefe de los carroñeros le revela que en la guerra en contra de la civilización alienígena habían destruido la luna, provocando terremotos e inundaciones. En ayuda de clones de Jack habían invadido la tierra y habían casi exterminado a la raza humana. Por alguna razón Malcolm confía y pone sus esperanzas en Jack, pues todo este tiempo lo había estado observando y se había dado cuenta que tenía algo de humanidad. Recita unos versos del libro de poemas que Jack tenía: ¿Y como puede un hombre morir mejor/ que encarando lo imposible/ por las cenizas de sus padres/ y los templos de sus dioses? Los suelta y le dicen que vayan a las zonas de frontera, y descubran por si mismos la realidad. Va a las zonas de radiación y descubre un clon de sí mismo que hacía lo mismo que él, y a una Victoria clon, que supervisaba todo lo que hacía Jack.

Jack regresa con julia a su base Tec 49 y Victoria a la que desea salvar es asesinada por un Dron. Ya no son un equipo eficiente. Aunque explica antes a Victoria lo que había descubierto Victoria se aferra a la máscara, a la cultura. Quiere sólo regresar al Tet y viajar a una vida real en Titán. Como se descubre la verdad es asesinada. Sally (Melissa Leo) que es sólo un holograma de la base interestelar Tet les propone ser un nuevo equipo eficiente. Le ordena que entregue a julia, a la que desde entonces protege como un guardián del ser. Julia a diferencia de Victoria no esta sojuzgada por el poder, esta enamorada de su esposo Jack. Julia le revela que Jack, Julia y Victoria eran parte de una nave que estuvo rumbo a Titán y que en el trayecto habían descubierto el Tet, una nave extraterrestre cerca a Saturno. Que Jack y Julia eran esposos, y que no se sabe porque razón la tierra estaba destruida luego de 60 años. Jack regresa a la base de los carroñeros y acepta reorientar a un dron, ingresar al Tet y acabar con el dominio alienígena. Para ello debían ingresar una celda nuclear al tet y hacerla explotar. En ello estaban cuando son atacados por drones y casi la misión se echa a perder. Jack deja a Julia en la cabaña rodeada de naturaleza y se convierte en guardián del origen, de la natalidad. Ingresa con el aparato de suspensión animada donde se hallaba supuestamente Julia al Tet, y luego de una conversación filosófica con Sally, quien le dice que lo creo y que es su Dios, se sacrifican con Malcolm, que todo ese tiempo había estado escondido en la capsula de animación suspendida. El tet estalla, y luego se ve otra escena donde otro clon de Jack y los humanos sobrevivientes se unen a Victoria en la cabaña. La humanidad se había librado de expoliación alienígena.

Este film nos relata que la experiencia individual es siempre una relación dual. Que todas las formas de interacción no se reducen a una individualidad atomizada, sino una dualidad hombre mujer,  y las posibilidades de que el amor crezca entre ellos. La Película pone a un Jack histórico y rebelde que se preocupa por la vida natural y que busca una vida simple y rodeada por la naturaleza. Mientras que Victoria vigilante de una relación basada sólo en el goce, y la convivencia protocolar, parece saber más pero es conservadora. El papel de Julia Rusakova, es de la mujer que al enamorarse conoce su corazón, es la natalidad que debe ser protegida, y a la que le nace una niña de Jack. Sally es el tet, el papel despersonalizado de un alienígena que sólo destruye la vida humana y que curiosamente es mujer. Y digo esto porque en los orígenes cuando aún no había el poder político y el Estado, las relaciones mitológicas entre hombre y mujer cumplían una vida cercana al cosmos, no era susceptible de diferencia las relaciones hombre-mujer. Era una dualidad sagrada y procreadora que tenía una relación cultual Es necesario saber que quien rompe esta dualidad monádica es quien introduce el poder como relación desigual y subordinada. Al parecer la mujer dio el primer golpe, porque desconoció o no estuvo de acuerdo por ser el área de natalidad y de deseo originario que atrae al hombre. En la medida que las relaciones del mundo ritual son destruidas por la guerra y el estado de naturaleza el poder envenena las relaciones y los lazos míticos. La guerra y el belicismo hacen de la mujer el botín, lo que empuja a las mujeres al sacerdocio y la brujería. Quien se cuestiona como locus del deseo, se aleja del amor, y de la verdadera pasión. Creo que las mujeres hoy más que nunca no conocen todo su potencia en relación a una sexualidad no cosificada. Se halla en sus cuerpos en su natalidad, la promesa de una humanidad reconciliada. El lenguaje es el camino al origen.


martes, 21 de marzo de 2017

Avatar y los límites del neoliberalismo.




La espectacularidad de la película Avatar que por estos días concita la atención de masivos públicos en todo el mundo, sería otra realización taquillera y mediática del cine norteamericano, sino fuera porque transmite en un lenguaje cubierto por la espectacularidad de las escenas una problemática central del mundo capitalista. A medida que el éxito de la acumulación económica implica también exportar el modelo de desarrollo depredador a otros lugares menos desarrollados del planeta, se produce un conflicto serio entre la  cada vez menos autonomía soberana de las naciones colonizadas y el poder seductor del capital.

En este sentido Avatar representaría el choque de civilizaciones con antagónicas concepciones sobre el uso y apropiación de los ordenamientos territoriales. Mientras que los nativos de Pandora viven en relativa armonía y empatía con su medio natural, desarrollando una relación de equilibrio natural y compenetración cultural con la naturaleza circundante, la expedición de mercenarios del proyecto ADR evidencia la visión saqueadora que caracteriza a toda proyecto capitalista: en búsqueda del precioso metal Unobtainium, que resolvería los problemas de crisis energética de la tierra, definen el medio natural como una despensa de recursos materiales dispuesta a someterse a los caprichos industrializantes de la tecnología humana.

Algo parecido a esta épica fantástica, pero con ribetes realistas, aconteció en Bagua a mediados del año pasado. Aquí como en la lejana Pandora el Estado peruano ostento una visión neoliberal y depredadora del entorno natural. No sólo con los decretos legislativos a favor de la privatización y concesión de las tierras comunales de propiedad de los pueblos nativos, demostró una concepción minimalista y dilapidadora de los derechos indígenas, sino que se atrevió  a considerarlos como un estorbo primitivo que obstaculiza la consolidación del modelo primario-exportador, y que por lo tanto, debían ser barridos como parte  de una  naturaleza irracional a la cual hay que someter. El gobierno aprista sin voluntad de diálogo y apelando a  una versión policíaca en la resolución de conflictos étnicos, demostró el lado parcializado e incompleto de toda política de desarrollo, que no toma en cuenta el factor cultural como rasgo que facilita o bloquea el cambio social.

Creo que al ser derrotado el gobierno por la determinada actitud reivindicacionista de las minorías nativas, se demostró que la carencia de una lectura comprensiva y negociada de los espacios interculturales llevó al Estado a favorecer una noción despreciativa y mercantilista de los territorios amazónicos. En tanto las políticas de Estado en relación al patrón de acumulación no estén vinculadas al desarrollo de reformas interculturales que otorguen legitimidad ciudadana al cambio estructural, toda real iniciativa de progreso material colisionará indefectiblemente con una cultura de masas descalificada para enfrentar los desafíos del mundo de hoy.

Si bien el conflicto en Bagua dejo lamentablemente pérdidas humanas en ambos lados, este conflicto cultural sirvió para llamar la atención a la opinión pública de los profundos desencuentros sociales que amanzan con dividir la integridad de la nación. No obstante, ser fuente de riqueza, la insospechada diversidad social que delata el país, es también motivo de asimetrías y rivalidades culturales que enfrentan poblaciones y concepciones sobre lo que debería ser la agenda social. En este sentido, lo que nos enseña Avatar es de una sabiduría absoluta, pues cuando se identifica claramente la agresión de un agente colonizador la unidad del pueblo logra superar los abismos y fragmentaciones tribales que pudieran existir, para dirigirlas hacia la emancipación y defensa de lo que se considera un espacio soberano. Si vemos de similar manera lo acontecido en Bagua vemos que la actitud represiva del gobierno despertó la indignación general de la sociedad civil nacional e internacional, en contra de una forma de gobernar unilateral y autoritaria que sólo defiende los intereses del gran  capital, a costa de las demandas justas de las grandes mayorías.

Localizada en una realidad remota y exótica para el primer mundo, lo acontecido en la Amazonía peruana rebela de modo localista y aislado una pauta de reconocimiento de lo que será la crisis ecológica para el capitalismo, que no se detendrá en su empeño de alimentarse de la savia natural y cultural de los pueblos, a sabiendas que el daño ecológico y el cambio climático en ciernes deslegitiman el carácter devorador de su sociedad de consumo contaminante.

Es aquí donde el asalta al Estado y por intermedio de él a la sociedad en su conjunto, halla un límite infranqueable: a  medida que los efectos devastadores de una naturaleza incontrolable amenazan la estabilidad y seguridad de los órdenes sociales, el capitalismo por presión de la ciudadanía mundial tendrá que redefinirse en un sistema sostenible que solucione la crisis ambiental y social que promueve su modo de explotación. De no hacerlo y exponer al planeta ante su propio colapso sistémico se delatará la conspiración de una concepción destructora y opresiva de la vida, que tratará  de sabotear la necesidad primariosa de construir un orden global integrador que repiense y supere el Estado de excepción y de incertidumbre caótico que atraviesa la humanidad.

Una última impresión que me produce la película Avatar es que a través de la tecnología tridimensional y de efectos especiales logra dar vida  aun escenario surrealista y postmoderno donde la naturalidad de los estímulos y de las fantasías hiperrealistas sólo es el producto de un exceso de tecnologización mediática que nos hace reencontrarnos con los orígenes arcaicos. A pesar que la aparición del ejército humano de mercenarios trastoca esta concordia ideal se puede sugerir la idea de que la película nos quiere comunicar que cuidemos el valor inapreciable de la madre naturaleza; pues si la distorsionamos y no entramos en comunión con ella no serenos capaces de domesticar las fuerzas de una globalización sin freno e ilimitada que nos arranca de toda seguridad tradicional


 Análisis de la película Blade Runner. Año de la pelicula: 1981.Director: Ridley Scott




Dicen por ahí que el mundo hace ganancia de su propio cáncer. Enfermedad a la cual el sétimo arte le pronostica una muerte anunciada, y enfermedad a la cual, sin embargo, no se le quiere dar un contundente remedio. Blade Runner – El detector- es una de aquellas películas en donde en el trasfondo de una autoeliminación cosmopolita se oculta una lucha a muerte entre el voluntarismo y los tentáculos del existencialismo racional. Este último como una epidemia que organiza la energía humana en dirección de las necesidades de la maquinaria objetiva que deshumaniza todos los ámbitos de la existencia humana, es sin duda hoy por hoy, el más enérgico síntoma de una integración social que descansa en el escepticismo del futuro. Y esto parece obvio en los pasajes de la película, disfrazados tras los hábitos de la confluencia de civilizaciones dispersas se halla un elemento de este sacrificio de la individualidad y la diferencia a las exigencias del sistema.

La sociedad no es un sitio de prosperidad y de realización. Masas que caminan en una realidad degradada por las irresponsabilidades del presente, atomizadas, muriendo en los abismos de la soledad; la biogenética como anuncio de la desnaturalización del ser humano, y su reducción a meras necesidades sintéticas; las colonias exteriores al planeta, a las cuales sólo puede aspirar lo mejor de la especie humana, y por consiguiente, en la tierra se hallan los despojos; y los aparatos de represión que eliminan las resistencias que pudieran surgir, revelan el sometimiento de la vida a las más duras condiciones de la objetivación social, que no tiene más sentido que la alienación brutal de la dialéctica del hombre. Otros rasgos que se pueden mencionar: la vejez de la población, así como ambientes sobrepoblados, apunto de colapsar, sucios y hediondos; la confluencia de las comidas, de los lenguajes y las razas; la propensión al alcoholismo y extravagancia de los participantes.

La sociedad ha llegado a tal grado de decadencia en su capacidad de satisfacer las expectativas generales, que su naturaleza sólo puede residir en el frágil refugio que le otorga la resignación de las trayectorias particulares a los caprichos de la ideología de los medios de comunicación. La diferencia en un mundo así sólo puede residir en las profundidades de la fantasía, por lo tanto, la realidad exterior es vaciada de cualquier creatividad concreta que pudiera nacer. Cualquier víctima de estas condiciones que no naturalice que los hombres deben vivir en el puro pesimismo de la supervivencia, que no acepte que la realidad es el más rotundo existencialismo, y que, por consiguiente, cuestiones con su habilidad la antropología negativa a la cual es conducido el hombre, debe ser considerado irracional y peligroso. Su osadía es incompatible con las posibilidades de la realidad; tal aventura, tal potencial creacionista, es exclusivamente reservado a las voraces redes de la tecnología científica: disciplina que amordaza las habilidades del hombre en beneficio del sistema, se convierte en la película en el más fiel aliado de la conservación de lo existente.

Y a todo esto ¿quién es el enemigo? La película no lo dice abiertamente. Sin embargo, parecen ser los “replicants androides”, más humanos que sus propios creadores, quienes se atreven a desafiar las reglas del orden imperante en la búsqueda de la fuente de la vida. Aquel bien que se reduce a la supervivencia más absurda cobra en estas singulares réplicas la materialización más intensa, tan intensa como la vida es corta. Pero ellos no pueden rendirse a esta fatalidad que inunda la opacidad de las escenas; han sido creados para  pensar y sentir como los hombres, y es justamente esa su gran falta querer ser como ellos. Ya que los hombres están completamente cosificados y no quieren abrir los ojos, y darse cuenta de lo que tienen, pues han reducido sus sueños a la cárcel de la mente, y ellos toman la determinación de acabar con las representaciones y liberarse del sistema. Liberarse en cuanto logren el bien de la inmortalidad; las demás liberaciones no tiene relativamente importancia en el mundo que presenta la película. Tal vez la conducta  de los réplicants logre concientizar a otros,  y cuestionar las bases reales que no se denotan en el largometraje, porque ellos son considerados criminales y por eso hay que eliminarlos.

Y en esa tarea esta involucrado el verdugo Deckard, que estando cansado de ejercer un oficio que lo rebaja a un cruel asesino, es en persona el conflicto entre el deber de representar el papel del orden policiaco y la esencia de la libertad. A medida que pone sus habilidades al servicio de una realidad con la cual no esta de acuerdo, y a medida que va interiorizando de si no esta aniquilando a sus propias respuestas, esta tensión lo hace despertar, decidiendo escapar con la replicant de la cual se enamoró. Es curioso notar, como esta replicant, hecha a imagen y semejanza de la ternura, representa la verdad que se oculta tras las apariencias; tras la mentira que le implantan en su mente se halla un espíritu núbil que no halla realización en mundo unidimensional del capital.

Por otra parte los dos mejores diálogos suceden en partes diferentes de la película: Cuando Roy Batty logra ingresar con ayuda de uno de los ingenieros genéticos a la corporación TYRELD, y se entrevista con su creador, se establece la confrontación con la verdad científica y la vida. Para el científico Tyreld lo más interesante es concentrar toda su genialidad en la perfección robótica de las réplicas humanas, sin considerar que tal conocimiento puede ser utilizado a favor de la transformación de lo existente. Mientras que para Roy la vida es lo más importante: la convicción de la inmortalidad. Esa brecha entre la verdad por la verdad, y por consiguiente, el sacrificio de la vida a la verdad científica, es cuestionado por el androide líder, quien al matar  a su creador no sólo sostiene su total rebeldía, sino que además defiende con su acción la verdad para el mejoramiento de las condiciones individuales de existencia.

Y el último diálogo, donde Roy Batty desnudo representando a liberación a minutos de su muerte, cazando prácticamente a su propio sicario le dice salvando a Deckard del precipicio y de una muerte segura: “He visto cosas…”. Es ahí donde el verdugo se despierta  para darse cuenta que estaba matando a los propios amantes de la vida, para escuchar como en los últimos segundos de la existencia de la libertad, que se personificaba en la paloma que sale volando, las palabras de un hombre que había desafiado la absurdidad de la existencia aplastada del hombre. El androide, amante de la vida queriendo escapar a la inevitabilidad del presente, en sus últimas acciones esquizofrénicas le demuestra y le deja como herencia que se diera cuenta de la deshumanización y valore su existencia.

Blade Runner huye, pero la salida que propone la película es individualista, porque la libertad no puede reducirse al escape de una existencia individual, así haya cobrado conciencia de la deshumanización. En tanto la solución no sea universal, para escapar a la muerte de la diferencia que representa la película, será muy difícil que esa verdadera individualidad pueda transmutar sus valores realmente. Sin embargo, lamentablemente la libertad como la deseamos y como la creemos conocer es una ficción atomizada e individualista, algo efímero que nunca alcanzamos.

                                               “La liberación provendrá del exterior…”
Herbert Marcuse




Cinema Paradiso. La pasión y el progreso.



Al ver esta joya, a mi gusto una de las mejores películas que he podido ver, uno puede verse trasportado a esa fábrica de ilusiones que es el cine y como envuelto en sus idilios y mundos alternos se desarrolla una historia que crece con esta pasión y que se construye en base al amor y también el abatimiento de tener que crecer.

Esta historia contada con frescura y profundidad es una epica de la vida, algo que empieza como un sueño y que termina como una pesadilla. Cuenta la historia de Salvatore Di Vitta, Totó, un niño que crece en su natal Giancaldo, en los territorios de Sicilia, hacia inicios de la postguerra. Es pobre, huérfano de padre- ha muerto en la guerra reciente, aunque su madre trate de ocultarlo- monaguillo de la iglesia del pueblo, buen estudiante al parecer, pícaro y amante enfermizo del cine.

En sus ratos libres, que al parecer son bastantes, se escapa al cine  e intenta fervientemente entrar en la cabina del Cinema Paradiso donde se halla el operador del cine, Alfredo, y obtener los copiosos fotogramas de las cintas y aprender el oficio del cine. Con el tiempo a pesar de la negativa de Alfredo de enseñarle y de la madre de Toto que no le gustaba que su hijo estuviera enviciado en su empeño de estar en el cine, Toto aprende el oficio y se genera una entrañable amistad paternal entre Alfredo y él. Amistad que se refuerza cuando Alfredo en el incendio del cine pierde la vista – por contentar los gustos de la masa- y el nuevo dueño  al refaccionarlo “el napolitano”- un personaje que gana la lotería- le encarga la conducción de la cabina de Cinema Paradiso.

Alrededor de esta amistad se retrata la historia de un pueblecito tradicional después de la guerra cuya única diversión, luego de una realidad que acababa de salir de la crudeza de la guerra, era asistir religiosamente al cine en comunidad. Aquí vemos como el cine a sus inicios era todo un evento social en el cual se visualizaba las estructuras sociales, los de arriba, la burguesía y el pueblo en la parte baja, con sus comicidades y travesuras, en donde surgían amores y se percibían los prejuicios de la censura y las diferencias. Era un rito colectivo que embelesaba y que permitía cierto aroma de libertad, y no como ahora, me permito la licencia, un acto que sigue entreteniendo pero que esta capturado por un modelo del espectador al cual se le ha arrancado el derecho a vivir y protagonizar lo que sueña el cine. Por eso digo por ahí el cine nos da  y a la vez nos quita lo que nos es esencial.

Es gracioso observar como mientras Toto crece, entre risas y lágrimas de un pueblo atrapado en el cine, se ven ciertos personajes cómicos como el loquito de la plaza, “!la plaza es mía, la plaza es mía!, con el cual se juega como en comunidad y no se le veía, al menos como algo patológico y triste. Se ve también al cura que al principio es el encargado de la administración del cine y que ve previamente las películas para censurar escenas románticas, que era consideradas pornográficas para la época.  En ciernes, es una cultura popular donde las travesuras y las risas colectivas hablan de una comunidad que se conoce y genera integración, y no una risa como ahora que denigra y refuerza separaciones y exclusiones.

A medida que Toto crece el pueblo también lo hace, va renaciendo y se ven escenas de mayor compenetración del cine con la vida de la gente, un pretexto para alegrarse, y es bonita la escena en donde el Alfredo ya ciego visita a Toto en la cabina del Paradiso le coge la cara para reconocerlo y luego su rostro alcanza la lozana juventud, es el apogeo de una época encarnado en el rostro de la ilusión. Pasión e historia. En este tiempo el idilio del Toto con el cine es mayor a medida que la experiencia y sabiduría de Alfredo que le acompaña y vive en él, va invadiendo la conversación de frases sabias arrancadas de las películas.

En una de esas divagaciones románticas ya Totó filma, con un rudimentario aparato de filmación situaciones del pueblo, como el sacrificio de reces en el rastro, y saazz!, aparece Elena en la estación de autobuses. La filmación obstinada de su bello rostro, a pesar que la chica noto el persistente ponchazo lo delata enamorado. Y cuando la describe ante Alfredo las palabras son narrativas y a la vez de un suspiro sobrecogedor, pues el romance con el cine, se materializa y concentra en una persona, amor y pasión por crecer se encuentran.

Si bien Totó estaba enamorado, Elena no de él, no le conocía más que de lejos. Se presenta en una escena jocosa mientras compite con un amigo por entregarle un bulto que se deslizo de su brazo, y recibe por eso un ojo morado, y otra escena donde deja sus cosas tiradas en el suelo antes de ingresar al cine la ve y la persigue y le intenta hablar pero se avergüenza. Y la escena mas curiosa donde la ve ingresar en el confesionario en la iglesia y le dice a Alfredo que ataje al padre, con cualquier excusa, mientras el ingresa a la cámara y le habla por fin a su musa. Ahí le dice de la manera más inocente pero resuelta que le gusta, que esta enamorado de ella; pero Elena es sincera y le confiesa que le es simpático pero que no esta enamorado de él, pero el le propone hacer una locura que haga que ella se enamore. La historia del “soldado y la princesa”, cuentito que antes le había narrado Alfredo y que Totó, confundido entre la realidad y el romanticismo del cine pone en practica.

Cada noche durante 100 noches Totó, después de trabajar en el Paradiso, esperaba frente a la casa de Elena, frente a su ventana, así hubiera lluvia, hiciera viento o se muriera de frio, terco el se quedaba ahí, para que la viera ella en secreto, si al cabo de los 100 días, que coincidieron con el año nuevo, ella le decía que si, sólo tenía que dejar la ventana abierta y el entendería, pero ella la cerro. El solitario y acongojado mientras la gente celebraba el año nuevo botando lo viejo de sus casas, se fue al Paradiso y rompía papeles y regañaba, pues el hechizo se acababa, cuando de improvisa aparece Elena, se le acerca y su boca habla antes que ella, se toman de la mano, y el la abraza, la carga noblemente como quien contempla algo que se ama con el cuerpo y se besan, mientras el carrete de la cinta se terminaba y la gente abucheaba en el cine. La locura dio resultado, pues de ese modo uno se impregna en los sentidos, no basta el trato y la forma de ser, hay que estar dispuesto a actuar con magia, y así hasta las idioteces son ensueños.

El romance empieza como si fueran dos niños, sin formas y convenciones, pero ella era hija de un aristócrata, y la separan de él. La  historia narra como se va del pueblo, a estudiar a Palermo en la universidad y el se queda aprisionado en sus labores de operador del cine, y recibía sólo cartas de amor donde ella se sentía igual de triste, y que se escaparía cuanta veces fuera posible, para ir a la cabina del Paradiso. La magia de vivir una vida como el cine también la había invadido.

El ingresa al servicio militar obligatorio y le pierde el rastro. Al regresar a Giancaldo se da de bruces con la extrañeza. Había sido arrancado del mito, y volver a él ya no era lo mismo. Ve a otro operador del cine en su lugar y visita a Alfredo, aislado también y triste por la carencia de Toto, y dice unas dos frases remecedoras mientras se cuentan sus ausencias. Cuando Totó le pregunta porque no sale, el dice: “llega un momento donde hablar y estar callado es la misma cosa”, como preanunciando estos tiempos del lenguaje desperdiciado. Y la otra: “la vida no es como el cine; la vida es mas dura…” para hacerle ver la realidad a Totó y de que tome la decisión de partir del pueblo y así olvide un mundo que lo empobrecería, y sobre todo para olvidar a Elena.

En la estación del tren Totó lleno de dudas se despide de su madre y de su hermana, y de Alfredo y le agradece como a un padre, y el le dice que aunque la añoranza lo consuma no vuelva, que ame lo que haga, cualquiera que esto sea. Aquí uno se da cuenta que el romanticismo se acaba y comienza la supervivencia con ínfulas de progreso. Como pasa con Europa, hoy el progreso de todo tipo no significa progreso moral, no esta empapado de pasión no le da salida a los sentidos. “el progreso siempre llega tarde” Alfredo. El torbellino de vivir entregado a la auto-conservación degenera en olvido de sí mismo.

Esto es el pasado. Como la película empieza cuando a Totó le comunican la muerte de Alfredo, y el regresa a Giancaldo, a la casa de su madre, convertido en un prestigioso cineasta. Que fuerza indomable de tener que olvidar a Elena habrá surgido que se entregó al éxito de hacer su propio cine, pero en si ya era un trabajo que olvidaba su deseo. Regresa a su casa y ve su cuarto con sus cosas más queridas y se ve trasportado a los momentos mágicos de su niñez y juventud, mientras se escucha las tonadas de Ennio Morricone, tan profundas como sublimes.

Ve la película donde esta la imagen de Elena, y secretamente su madre ya anciana lo espía, y se ve alienado en su propia nostalgia. Habla con ella, cuando le pregunta “¿en que piensas?” y le confía que tenia miedo de regresar, después de 30 años, que creía que se había vuelto más fuerte, pero que al regresar estaba en el mismo río como si nada hubiera cambiado, pero ya no estaban, los peces ni la misma vida que dejó; y que había abandonado a su madre, que huyó como un bandido, en busca de escapar a los recuerdos. Ella muy sabia le responde que fue la mejor decisión, que ella no le reprochaba nada, que su vida estaba en Roma, aunque al llamarle al teléfono contestara una mujer diferente, sin que sintiera una voz enamorada, que ella se hubiera dado cuenta. Y establecerse para su madre es ser feliz, amar, y no progresar, pero que debía irse de Giancaldo, pues ahí solo había fantasmas. Y así es el progreso: un estar en la cresta de la ola, siendo importante y exitoso, pero ese alguien ya no eres tú, solo quieren y respetan al que tiene poder y  hace cosas, Totó se había quedado en el pasado.

Y luego la escena donde ingresa al Paradiso en ruinas, que ya no funcionaba, y rememora cada sonido, cada murmullo, la cabeza de león desde donde se disparaba la imagen del proyector, y se agarra la cara lleno de melancolía, como el niño que no quiso crecer y un recuerdo lo conmueve y se estremece. La penúltima escena cuando es testigo del derrumbe del Paradiso y esa musiquita de nostalgia y a la vez de injusticia se deja ver en el rostro de los personajes de su juventud, ya viejos y olvidados, llorando, como si mataran lo que fueron. La vejez es sólo recuerdo, pero es injusta, pues lo más sublime ya no tiene como salir, y te excluyen, ya son descartables. Y se ve hasta el loquito de la plaza ahora como un alma en pena, mientras la crueldad juvenil de estos tiempos juega con la moto entre los escombros polvorientos.

La última escena es impactante y poética, en medio de la música más romántica que he  escuchado. Toto proyecta la película que Alfredo le había dejado como secreto, y la sorpresa es mayúscula cuando ve las escenas, fotogramas, de los besos censurados de las películas que durante la juventud no se veían y el se ve trasportado a la magia de su niñez, mientras se coge la cabeza se estremece como un niño feliz. Y  esas bocas, volcánicas dándose besos, como es el colisionar inicial de un romance, algo entre el espíritu y el cuerpo, bocas que no deben ser respetada sino robadas, y termina con un fin que arranca lágrimas y emociona.

Pues que es como mensaje final esta película. Que el volvernos especialistas de la sobrevivencia nos deja con todo dentro, que al final las personas se autodestruyen para gozar porque el mundo es injusto y sólo es de los que sobrepasan y acrecientan poder. Ese es el destino de lo occidental de la vida sin historia, y a la larga sin pasión: un milagro que acontece, pero que el mismo hombre por el miedo a vivir, o porque sólo se permitió la decencia de sobrevivir se queda entre recuerdos y decepciones. Esto es Europa con su pomposa razón, que nosotros que somos los sentidos del planeta no nos pase lo mismo…. Pero esto es otra historia




miércoles, 15 de marzo de 2017

Análisis del film El perfume. Historia de un asesino o el efímero reino de los aromas. (2006)
Genio y sensibilidad.



Los sentidos son superiores al lenguaje, que duda cabe. Pero el rodeo que supone la civilización para olvidar esta máxima hace que la experiencia humana quede sojuzgada y empobrecida sin conocer todo su potencial de conciencia. El lenguaje resulta insuficiente para comunicar todas las experiencias que los sentidos registran. Pero por vergüenza o por coacción no somos capaces de nombrar lo que nos embriaga de pasión. Todo lo asemejamos a categorías y figuras que se parecen y que podemos ver sin ser engañados, es la razón de que en toda acción no inventamos más vida, sino que la representamos y tememos su misterio. Cuando algo excepcional ocurre la moral lo aplasta y lo olvida en lo innombrable. En esta película se habla del olfato, ese sentido que ha sido relegado al reino de los aromas e inmundicias, por la objetividad de la vista y la escucha del oído. Se nos ha enseñado que para poder aprender bien hay que saber ver y oír con precisión. No hay que confiar en el olfato, el tacto o el gusto porque nos desestabilizan emotivamente, nos seducen y nos hacen perder la cabeza. Pero que experiencia mas explosiva y desesperada que el erotismo para convencernos que estos tres sentidos nos hacen inventar formas y colores. Ahí donde no hay forma la vida resulta sospechosa. Sino se siente y se categoriza con eficiencia entonces no hay conocimiento y seguridad.

Esta película del director Tom Tykwer es una prueba que la genialidad es castigada con la soledad y el desprecio. Jean-Baptiste Grenouille (Ben Whishaw)  es un niño que nace en el mercado de pescados de París el 17 de Julio de 1738. Su madre que de igual manera había abandonado a sus cuatro últimos hermanos entre los desperdicios del mercado, entre ratas y gusanos, lo pare y lo deja casi muerto. De  pronto el bebito elige sobrevivir, y en medio de esa inmundicia olfatea y es bendecido con el don de un extraordinario olfato, que lo hace diferente al resto de mortales. Su madre es ahorcada, y crece en el orfanato de Madame Gaillard en donde recién logra hablar a los cinco años, y es maltratado por los demás niños porque es diferente y solitario. Cuando cumple 13 años es vendido por Gaillard a una curtiduría de pieles donde logra sobrevivir, como una bacteria, a pesar de las duras condiciones de trabajo. Ya de joven es llevado a visitar París por su amo, y en medio de multitudes y olores nauseabundos, no discrimina y se deja seducir por aromas y olores que provienen de muchas partes. Como nos cuenta el narrador era ambicioso, codiciaba todo lo que el mundo le podía ofrecer en forma de olores. No era selectivo con los olores, y no diferenciaba entre buenos y malos olores solo se dejaba llevar. Se acerca a la perfumería de Pelissier y olfatea su última creación “Amor y psique” y otros aromas que las damas probaban; de pronto es cautivado por el olor de una vendedora de dátiles (Karoline Herfurth), y se deja arrastrar por su perfume de mujer.

La sigue hasta donde descansaba la muchacha y mientras la olfateaba sin proscribir palabra, es descubierto por la vendedora que lanza un grito de pavor. Para que no lo descubrieran sin buscarlo ahoga a la muchacha y la mata. Sin saber que hacer la desnuda y la percibe con su olfato por todo su cuerpo, mientras su aroma de mujer abandona su cuerpo. Ahí de regreso a su prisión en la curtidería decide que él por haber crecido con un don especial debe aprender el modo de conservar los olores. Que el significado de su existencia miserable era posible sólo por el motivo de conservar los olores de forma permanente. Conoce a Giuseppe Baldini (Dustin Hoffman), un perfumista famoso venido a menos quien se queda sorprendido por la capacidad olfatoria y de cálculo de Grenouille para preparar perfumes, casi sin pericia o experiencia. Es comprado por Baldini a Grimal el curtidor y pronto trabaja en la perfumería de Baldini rejuveneciendo el negocio y otorgándole nuevos bríos de éxito al perfumista Baldini. A cambio de la gloria de Baldini, Grenouille aprende todos los secretos de la perfumería y escucha la historia del perfume egipcio eterno descubierto en la tumba de un faraón que tenía trece esencias vitales, de la cual la treceava esencia jamás pudo ser identificada. Escucha de boca de Baldini que todo perfume sagrado contiene cuatro acordes o notas, que se dividen en tres formas, la cabeza, el corazón y la base, cada una con el poder de conservar el olor con más fuerza que el otro. Le pide a Baldini que le enseñe a cómo conservar el aroma de forma permanente, y luego de destilar la esencia de la rosas Grenouille se disgusta de forma visceral porque no era el método para conservar los olores. Grenouille se enferma de gravedad y en su lecho de enfermo le pregunta a Baldini si hay alguna manera de Conservar los aromas de forma eterna, y el responde que en Grasse existe una forma llamada el secreto arte de la atracción. Se recupera, y a cambio de darle papeles para ingresar a la ciudad de Grasse le dicta a Baldini casi 100 fórmulas de perfumes especiales para que éste se haga más rico. Esa noche la casa de Baldini se derrumba, muriendo.

Viaja a Grasse –la Roma de los olores- en  medio de colinas y montañas, descansando al interior de una cueva en donde descubre que el mismo no tenía aroma corporal. No tenía alma, y como le dijo Baldini el perfume de una persona es su alma. Transformado por esa experiencia de súbita sorpresa decide rumbo a Grasse convertirse en alguien excepcional, diferente al resto, sin que haya límites u obstáculos. Sino tenía existencia era seguro que el descubrimiento del perfume esencial le daría una vida excepcional. En una vida sitiada por la moral religiosa y las tradiciones coercitivas su talento resultaba peligroso y radical. Estaba decidido a lograr un nombre, para olvidar su perdida existencial de vida interna, estaba decidido a convertirse en un super hombre. Pronto trabaja en el negocio de los perfumes de Madame Arnulfi (Corinna Harfouch) y aprende el arte de la atracción de perfumes. Experimenta destilando el cuerpo de una campesina que no era vírgen, y posteriormente, untando grasa animal en una prostituta logra capturar la esencia de un perfume que luego destila.

Se da cuenta que las trece esencias vitales que dieron origen al perfume sagrado de los egipcios son de mujeres, tan cercano al olor de la vendedora de dátiles, de la que quedo enamorado para siempre. Sin tener límites morales queda obsesionado por la misión de atrapar el aroma sagrado y mata sistemáticamente a doce de las mujeres más hermosas y vírgenes de Grasse. Los pobladores que no sabían de los motivos de las muertes declaran toque de queda y excomulgan al asesino. Nada lo detiene. El comerciante Antoine Richis (Alan Rickman) que hasta ese momento dirigía la investigación de los sucesos escapa con su hija Laura Richis (Rachel Hurdwood) de Grasse hacia un monasterio., tratando de confundir a Grenouille. Se alojan en una posada y pese a los esfuerzos de su padre Laura es asesinada. Grenouille poseía la treceava esencia, que mezcla con las otras doce dando origen a un perfume extraordinario con el que era capaz de esclavizar a toda la humanidad. Él se convierte en un ser excepcional, un genio sólo detenido por la culpabilidad de sus crímenes y el conservadurismo de la época.

Grenouille es atrapado por autoridad y ante el comerciante Antoine Richis cuando es torturado no revela los motivos de su crimen. Es condenado a ser ajusticiado en público. A la hora de que es llevado al púlpito para ser castigado logra escapar de sus captores sojuzgándolos con el poder del perfume secreto. Ya en la plaza pública se administra en su cuerpo el perfume y deja estupefactos y embriagados al pueblo y a las autoridades que pronto se desatan en una orgía comunitaria, rompiéndose con los valores conservadores de ese pueblo. Grasse despierta en un retrato de desnudos colectivo incompatibles con su moral religiosa, decidiendo culpar a otra persona y olvidarlo todo. No hay formas sólo cuerpos. El perfume los había transportado a un desatamiento colectivo de sentimientos compartidos que suprimen en un solo golpe de sexo comunitario las divisiones y clases sociales. Sólo la vergüenza y la ilusión de la individualidad los regresionan al papel de esclavos clericales.


Grenouille se dirige a París y luego  de haber descubierto un perfume con el que podía sojuzgar a toda la humanidad se da cuenta que algo no le daba: haber recuperado el perfume de aquella vendedora de ciruelas y poder amar y ser amado. En medio del mercado de pescados se derrama en su cuerpo todo el perfume y es devorado por los seducidos comerciantes y vagabundos que en un acto de embriaguez grupal aspiran un hálito de extrema felicidad. Como narra el film Grenouille había descubierto un poder más grande que el poder del dinero, el terror o la muerte: había descubierto el poder de seducción del amor. La seducción somete más fuerte que todos los artificios que la civilización es capaz de movilizar para direccionar las acciones de los hombres. La moral cristiana y hoy los valores burgueses no permiten que conozcamos las riquezas que la interioridad o la conciencia es capaz de liberar. Si mataba vírgenes bellas era porque la mujer encierra en su ser las delicias y la inocencia del amor redimido. Si amamos y cortejamos por intermedio del amor es porque deseamos acceder al embotamiento de la natividad que el cuerpo de la mujer hace posible. Comunicamos poesía al cuerpo de la mujer porque es la llave a su residencia más íntima: quedar embriagados en su interioridad natal y nacer de nuevo. Hoy el feminismo crítica la cosificación del cuerpo femenino, pero en su intento de descosificar a ese cuerpo de un rol de dominación violenta pierde atracción y seducción, con lo que muere el amor que nos mueve y se establece la hostilidad y el desconocimiento entre los sexos. Amar es el romance entre el lenguaje y la historia: el lenguaje es la mujer, y la historia es un evento masculino. Las mezclas nos hablan de que los roles amatorios pueden ser compartidos y que la seducción y la belleza es un poder más fuerte que los prejuicios políticos y la falta de honradez del discurso del éxito profesional. Las religiones y la civilización racional cristiana y ateniense no dejan que los hombres y mujeres redescubran todo su potencial… Solo hay cuerpos, no formas.

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