lunes, 2 de enero de 2023

Tecnología hedonística. Esbozos para una crítica de la razón estética.

 


 



 

Resumen.

 

En los límites de este ensayo se presenta un examen de la ideología estética en las regiones periféricas sosteniendo que el reencantamiento artístico que experimentan los centros del capitalismo avanzado encuentra a las sociedades subdesarrolladas ante la ausencia de una infraestructura material con la cual domesticar el impacto abrumador de los artefactos estéticos. El enfoque que expongo es una aplicación de la teoría de la ideología desarrollada por la escuela de Frankfurt al estudio de la subjetividad estética.

 

 

Condiciones sociales de la inteligencia estética.

 

Las calamidades exteriores a las cuales es expuesta la vida exilian prodigiosamente a los frutos del espíritu de los hábitats materiales donde cobran realización. Esta desproporción existente entre el cúmulo de aspiraciones emocionales, asiladas ahí en la piel del individuo, y las posibilidades materiales para su manifestación aceleran en gran medida el movimiento de la vida hacia la subsistencia. La ofensiva del espectro objetivo, devorando en la interioridad los contenidos oníricos del ser, impele a la propia carne a arrojarse a la caza de los bienes existenciales más escasos. Esta actitud no sólo sirve para preservarse de las ecuaciones imprevisibles del sistema, sino además para evolucionar producto del hambre interior que le recorre esa dotación enfermiza de placer, que lo convierte en un salvaje sediento de la subjetividad de otros hombres. Pareciera polémico sostener que la represión psicológica de la individualidad como consecuencia de la colonización de la razón[1], de los ámbitos más significativos de la interioridad, estimula a la gran mayoría de personas a divorciar su energía interior de los procesos concretos de la vida social, prefiriendo hacer congénito a las propias falsificaciones que representa en las relaciones sociales un ser interior demoníaco, que libera estratégicamente en episodios íntimos de su existencia cotidiana

 

Vaciados de sentido los espacios mecanizados de la sociedad, la presencia que el sujeto desarrolla y modifica tácticamente según las circunstancias habla de un conjunto de máscaras sutiles y apropiadas que se superponen de acuerdo a sus prioridades. Desprovisto de saberes especializados con los cuales conformar un fondo más rico de experiencias porque estos conocimientos están distribuidos políticamente[2], según los sectores de la sociedad, el individuo se conduce con lo desconocido, y por lo tanto hostil, ampliando su campo de saberes implícitos en aquellas facetas más elementales y corpóreas que posibilitan la asimilación de las situaciones problemas. Es decir, ante lo inconmensurable y heterogéneo expresa una inteligencia emocional[3] que parapeta de severidad y agresividad, pero que diluye en la risa espasmódica y en el hedonismo sobre limitado tan pronto la oscuridad y los recintos mágicos del entretenimiento se apoderan salvajemente de su conducta cuadriculada. Al extraviarse las condiciones ontológicas de un control científico de lo cualitativo, pues se creía firmemente que el antropocentrismo debía subordinar lo natural para liberar al hombre del irracionalismo de lo mítico[4], se transita hacia una época en que la mimesis invade con su caoticidad todos los ámbitos de la existencia cotidiana, disolviendo las certezas disciplinarias de la sociedad moderna en una infinidad de discursos y acontecimientos que se sostienen en la fragilidad y violencia de la razón estética. Cuanto más el avance de la racionalidad del mercado deshumaniza el espacio social, tanto más el sujeto se sumerge en la creatividad interminable de la ideología estética[5] como un mecanismo de adaptación que reencanta la experiencia al precio de la absurdidad económica.

 

Así como existe una desigualdad exorbitante en la distribución de los recursos, así también existe un brutal criterio de desigualdad en la distribución de los saberes sociales, lo cual ocasiona la adaptación positiva de los que reconocen rápidamente lo desconocido, y el descalabro de aquellos que no resuelven situaciones problemas, por lo tanto, son incapaces de instrumentalizar su biografía personal. En un mundo en que el desenvolvimiento en la abstracción se paga al precio de la nulidad sensorial, la única estrategia para no ser devorado por la estupidización tecnológica es desarrollar una vida en lo clandestino, en la oscuridad de lo periférico, que suponga una expresión desbordada pero transparente de lo que resulta reprimido en la civilización, y que a la vez revela un camino de compensación contra todo el fisicalismo del mundo burocratizado. El camino a la divinidad es el constante libertinaje, como diría Hesse[6].

 

La dinámica de un poder que organiza lo conocido dentro de una epistemia violenta y miserable que desperdicia la existencia de otros saberes que escapan a la socialización moderna[7] introyecta en la desencantada línea del progreso autoritario un mecanismo de producción del deseo[8] que dirige lo que hoy resulta metafísico y ahistórico. En un determinado momento del progreso histórico la racionalidad como facultad de escapar al discurso de la naturaleza, cedió su lugar a la divinización del consumo, que como lógica de los afectos y la subjetividad dirige actualmente la producción de bienes culturales, so pena de perder la orientación de la humanidad hacia algo mejor.

 

En las sociedades hegemónicas esta lógica de las preferencias y del consumo ha desactivado como propósito implícito las expresiones socio-históricas que las identidades locales osaron desarrollar, provocando no sólo una fragmentación de los movimientos de vanguardia, sino además un desmantelamiento de las bases concretas de socialización. Esto último trae consigo que al evaporarse la soberanía sobre un determinado espacio-histórico los actores se aferren por la necesidad de certidumbre a las nuevas simulaciones[9] que elabora el capitalismo de los afectos, y por lo tanto, incorporan a los sujetos en escenarios en los cuales los lenguajes pierden su base concreta de producción, y uno sufre la deliciosa adicción a la máscara. Esta conversión de un sujeto que se cimentaba en principios, que regía su acción según esquema definido de experiencias, en un sujeto que devora lo efímero[10] que vive atrapado en la absurdidad del fingimiento, habla de un fabricante de ideologías de lo seductor que olvida toscamente el movimiento de estructuras que lo determinan.

 

 A medida que el sujeto huye con el placer de la cárcel de la estandarización se evade audazmente de su responsabilidad con la totalidad, construyéndose una semiótica de la resistencia que lo termina atrincherando en los abismos de su temor, de su desconocimiento de lo fundamental. Mientras el individuo persigue en la realidad la decadencia de una magia que es la caricatura corrupta de la industria cultural[11]seguirá siendo embaucado por un poder que desestructura las bases constitutivas de la existencia, dejando sin condiciones de reproducción a los más desfavorecidos de la sociedad. Si hoy se cree que el impacto de la hechura estética conmueve al corazón al punto de hacernos olvidar la contundencia de los poderes fácticos es porque se ha elegido la construcción de un mundo paralelo al funcional que embruje afirmativamente a la persona al precio de la hambruna material.

 

La malicia y la belleza como bienes melifluos se cazan con la opresión y la injusticia, por que el arte de las masas crea mecanismos alternativos que le permiten resistir creativamente el impacto negativo del mundo objetivo devorando impunemente los contenidos interiores de la subjetividad social. Las expectativas estimuladas, incapaces de ser colmadas por un orden de cosas en que no pueden realizarse, más en que en minúsculos ghetos retirados de la vida pública[12], decepcionan al ser del mundo concreto retrayéndolo no sólo hacia religiosas facetas ascéticas de la conciencia, sino especialmente hacia el fortalecimiento de agresivas rutas hedonistas donde el ser libera y hace aflorar toda su animalidad de modo hipócrita, a la lucha de los bienes más pretendidos de la sociedad. No serían los canales institucionales los que acercarían al ser con la libertad sino la desesperación filistea, el insaciable consumo de la intensidad carnal que reemplazaría el afán de realización exterior por necesidades sintéticas de privacía e intimidad que no completan al ser. La noche y el misterio que ella otorga se han convertido con el paso del tiempo en espacios sociales de relajación y recreamiento en que el sujeto aflora su inteligencia estética, sin ser constreñido por los caminos objetivadores del sistema social.

 

Sin embargo, la tendencia a no ser sincero con la sociedad, a tener que desnudarse en aquellos rincones donde puede diferenciarse y desenvolver su individualidad, conducen al sujeto a legitimar solamente en lo necesario a la estructura social en la cual habita. Ella es vista como una ruta obligada para abastecerse de los recursos materiales para poder mantenerse y no como un concreto hábitat de realización. El extrañamiento del ser con respecto al mundo, al cual siente demasiado artificial para expresar su sensibilidad, demasiado deteriorado y hostil, empujan no sólo a la individualidad a refugiarse en la privacía, sino además a socavar la arquitectura material y normativa sobre la cual se asienta la supervivencia de la especie[13].

 

Arrojado a la captura de su propia vitalidad, al individualizarse, el sujeto entra en crisis el mundo exterior y la naturaleza en la cual respira. Hambriento de esencialidad, el ensimismamiento y la renuncia al ser con su mundo, en el cual es materia, conducen a un individualismo sin fronteras que no sólo vacía de contenido el progreso de la civilización sino que además sentencia a la soledad más absoluta al ser narcotizado de existencia. Es decir, el apetito de intimidad, por más que solace al hombre en los ámbitos de fruición – creados por la maquinaria comercial del capital- no logrará realizar al mismo mientras no se entienda que estos espacios  sólo lo llevan  ser preso de sus propias pulsiones, y por lo tanto, a la expresión de un racionalidad cínica[14] con la cual infecta la convivencia social. Se convierte al hombre, a su voluntad que utiliza la razón en una sorprendente máquina de placer, en una hiena adoradora de la noche y de los suculentos elixires de la sensualidad y del caos.

 

Y aquí el origen del nihilista, de ese genio de la orgía, superdotados para amar y succionar; utilizará todo el conocimiento que posee y la mente que sojuzga para transmitirle a su cuerpo, a su mirada, a sus labios la violencia inacabable para luchar en una selva de voluntades confusas por la satisfacción de los bienes más escasos. La silueta que se contonea, el sabor que fluye y cautiva el alma, lo locura que ataca y es mordaz, la sensualidad para violar los espacios más secretos del espíritu humano, convierten a esta inspiración en una religión caminante, usurpadora del néctar de otros seres. En la medida que el día está cargado de una muchedumbre que deambula programadamente como un zombi, el tiempo abstracto que esclaviza a los individuos es diluido en una fiesta de la expresión estética que reencanta la experiencia al precio de una mimesis de la peligrosidad que deja en suspenso la responsabilidad con la norma. La represión de una socialización que hace gregaria y común la vida social arroja a la existencia a desarrollar un comportamiento caótico y arriesgado, con el propósito de llenar la subjetividad de un significado cosificador que la ayude a diferenciarse agresivamente.

 

El coqueteo con la absurdidad al punto de neutralizar mágicamente la reificación del concepto hacen de la espontaneidad de una vida de lo no visible una estrategia de la individuación que es negada por la cultura oficial, pero que hace posible la emancipación sobre una base esquizofrénica y sumamente violenta. En este mundo a la ingenuidad de la retórica del trato efervescente que un espíritu decente puede desplegar es vapuleada intensamente por un lenguaje corporal que hace de la belleza una propiedad que destruye toda nobleza y transparencia que el sistema promociona y ayuda a edificar. Esta economía de la sensualidad[15] en la cual el embrujo de la silueta articulado a un razonamiento de la inversión subjetiva, corrompe la eficacia del mundo moral genera una lógica del placer furtivo que escapa al determinismo de la estructura social en los momentos oscuros de la existencia.

 

Formación histórica y cultura de la oligarquía.

           

            En la periferia del mundo los fenómenos estéticos adquieren un comportamiento profundamente diferente del que habitualmente tienen en las sociedades del capitalismo avanzado. Aunque nuestra condición precapitalista y de una modernidad inconclusa es seriamente relativizada por el impacto de la cultura electronal[16] que coge al tejido social en una situación se sintonía cultural con la lógica del consumo, lo cierto es que este desmantelamiento de la modernización no llegó a corromper del todo la demoledora experiencia de un discurso criollo legítimo que impide la auténtica expresión de otras identidades culturales que soportan su sometimiento. Es decir, sospecho que esta suerte de simpatía ontológica entre una cultura oral que no logró  transitar exitosamente hacia un escenario urbano-industrial, y el impacto asistemático y líquido[17] de la mass media han conseguido sofisticar y hacer más oscuros los mecanismos de construcción de la realidad peruana, provocando una regresión cultural hacia una sociedad de castas en la cual los atributos y los beneficios existenciales se ganan con la práctica de una racionalidad instrumental acriollada que invade y empobrece la experiencia de la estratificación social. Aunque la reprimarización de la economía[18] ligada a una precariedad de los circuitos económicos internos no determina el configuramiento de una cultura engarrotada, la verdad es que a pesar de la habilidad sincrética y de hibridación[19] de nuestros actores sociales las estrategias de supervivencia ontológica que estos desarrollan no llegan a domesticar del todo la sensación de que la materialidad de la economía se evapora irremediablemente en los flujos de la aldea global.

La descomposición de un tejido social que fue traducido erróneamente por una modernización autoritaria que hoy se cae a pedazos, obliga examinar concienzudamente que en la periferia del mundo las prácticas culturales se desenvuelven en una selva de precariedades y cruel fugacidad que dependen del punto de vista del observador[20] y de su subjetividad, casi sin ninguna compensación social y en la soledad y esterilidad más absoluta. Al contrario de lo que piensan los sacerdotes de la complejidad la acción social en las sociedades subdesarrolladas, ante el impacto de las bombas de fragmentación, elabora personalidades y estructuras sociales en las cuales la perdida de sentido no es reemplazada por una experiencia de unidad con la sociedad en la cual habitan. En otras palabras, la retirada hacia la interioridad y la creciente diferenciación crean disfraces de una realidad que ha recuperado el impulso arcaico[21] al precio de extraviar definitivamente los pocos refugios antropológicos desde los cuales producir una contraofensiva que detenga el conjunto de transformaciones estructurales que nos despoja de toda seguridad real. Cuanto más la complejidad organizada[22] crea su  propio espacio de influencia, gestionando audazmente la caoticidad de una realidad ingobernable tanto más el sufrimiento de las poblaciones que no tienen la capacidad para entrar en esta lógica nos habla de una epidemia de la atomización que es presentada como un cambio evolutivo cuando es en realidad una sucia ficción para dejar afuera a aquellas porciones de la sociedad global que no resultan rentables para el capitalismo trasnacional.

 

En la medida que el sistema global se crea su propia crítica esta no sólo descarta la representación de testimonios que conoce confusamente, sino  que además se atreve a justificar su propio hedonismo cognoscitivo e irresponsable como una forma de vida libertaria y antisistémica que debe servir de ejemplo a los aficionados del pensamiento negativo. Esto no hace sino reproducir la trasnacionalización de símbolos y tendencias culturales que rechazan un verdadero mundo plural en tanto despojan de la universalidad a las demás identidades étnicas que sobreviven en los laboratorios del mestizaje cultural, sin poder expandir sus visiones de mundo

 

La brusca castración histórica que significó la conquista española trajo como consecuencia que la diversidad étnica que caracterizaba al Tahuantinsuyo se redujera radicalmente a la condición del indígena, separado drásticamente de los privilegios criollos. En su carácter subordinado el indígena fue absorbido paulatinamente al interior de la organización colonial, deseando ser siempre incluido en las configuraciones institucionales del régimen colonial, pero a su vez resistiendo y conservando parte esencial de su cultura que se transmutaba según la explotación y el desprecio colonial cobraban una nueva dimensión. El descabezamiento de la dirigencia indígena al caer derrotada la rebelión de Tupac Amaru, significó que la transición independentista no contemplara mas que dentro de los bloques de poder que sustituyeron al Virreynato a los grupos de poder criollo, que ganaron la guerra de independencia, dejando fuera y aplastando el derecho público de las categorías indígenas a participar en la dirección de la política republicana[23].

 

Este hecho histórico que supuso el cambio de administrador más no de régimen político ni de acumulación significo a su vez la furibunda exclusión de los esquemas y percepciones del mundo andino de los ámbitos legítimos en los cuales se desarrollaba la remozada cultura criollo-oligárquica. Aunque el  sincretismo religioso y la coexistencia de fenómenos artísticos en el período colonial – y presumo en el primer período de la república peruana – delataban la presencia impostergable de la cosmovisión andina, lo cierto es que la recomposición del tejido idiosincrásico de los andes fue expulsado de la historicidad de la política gubernamental, y de las expresiones de conciencia nacional que eran privilegio exclusivo de la oligarquía. A medida que la inmutable estabilidad de la estratificación por castas recibía paradójicamente el rechazo de una identidad migrante que era producto de la política educativa que ellos mismos impulsaron, y de una conducta siempre deteriorada y festiva del actor social peruano, esta clasificación estamental empezó a tambalearse y a recibir el desprecio político de los valores y repertorios culturales que asfixiaban el desarrollismo revolucionario.

 

 Al desmantelarse la estructura tradicional los códigos que resistieron audazmente el embate de los procesos revolucionarios fueron los estilos de vida aburguesados que ya se habían masificado mucho antes de que las ideologías políticas persuadieran de que la cultura peruana debía abandonar esas pautas culturales precapitalistas por un horizonte cultural disciplinado, racional y puritano. La industrialización fue tan acelerada y en desorden que los efectos provisionales que provocó no lograron permear la cultura criolla que ya se había escindido popularmente[24], redefiniéndose estratégicamente y apoderándose de una conciencia subalterna que ingresó en relaciones de mercado y de consumo masificado, sin enterarse colectivamente que la modernización ya había destruido la presencia de un mundo injusto,  sin haber desactivado las relaciones cognitivas que se mantuvieron intactas.

 

El agotamiento de una cosmovisión que no fue más que una treta para corromper una estructura que ya no era funcional con el carácter que adoptaba el capitalismo postindustrial[25], se correspondió con una realidad en la cual el sujeto periférico recibe el bombardeo de los bienes culturales sin poder edificar un mundo de estrategias con las cuales resistir el impacto desfigurador de la cultura de la personalización[26], recurriendo a un sentido de la autonomía y la soberanía ontológica que se van difuminando poco a poco. La caída de los cimientos materiales que hacen posible el éxito de las trayectorias biográficas en los capitalismos avanzados coloca a la construcción de la identidad ante una situación de precariedad sensorial y mentalización empobrecida, en donde los pocos códigos que constituyen la falacia del individualismo postmoderno sirven no sólo para destruir las pocas conexiones conscientes de los individuos con la realidad fáctica, sino además sirven para erigir la materialización de un gusto legítimo y marcadamente pretoriano.

 

La elitización de las formaciones culturales en donde se decide el rumbo de las prácticas individuales se da en un momento en donde la corrosión de la praxis política, así como el desdibujamiento de las organizaciones populares despojan a la subjetividad de las pocas compensaciones culturales para construir un sentido de la autenticidad y de la fiscalización ciudadana. Al reducirse las posibilidades de un sentido democrático de las prácticas culturales el sujeto se aferra al mar de la globalidad como una manera de cercanía con los recursos abstractos que hacen posible la existencia concreta, al precio de ir perdiendo paulatinamente la visión de un horizonte cultural de la autonomía y de la libertad personal. Cuanto más el individuo de la periferia es retirado de los escenarios públicos en los cuales se podría negociar el impacto de la lógica mercantil tanto más éste recurre al hechizo de la ideología estética[27] como un antídoto eficaz para atenuar la irracionalidad del mundo real, que es devorado por la lógica de la insignificancia[28].

 

El ahogo del sujeto en el mundo empírico, en la realidad inminente[29] impide que este desarrolle las habilidades prácticas para resolver las crisis subjetivas inherentes al modelo de acumulación, extraviándose en la infinidad de informaciones y de elecciones precarias que supone la condición de ciudadano consumidor. Al perder la individualidad su base económica[30] el sujeto intenta hallarla en la inestabilidad del mercado laboral o en la insipiencia del mundo delictivo, pero la vacuidad es tan feroz que éste es capaz de olvidarse de comer por deslumbrarse con un espectacular programa de televisión. Se llega a un grado en el cual el mantenimiento de la apariencia y de la desafortunada cultura que se construye el individuo entorpece el cambio social que lo favorecería, ocasionándose un clima de prótesis, de rituales festivos, de desórdenes alimenticios –como la anorexia y al bulimia-  que delatan la petrificación de la realidad biográfica en un mundo donde la aparente estabilidad no llega a ocultar la velocidad de una realidad desbocada. La miseria de una historia abstracta que ha definido la emergencia de las multitudes es proporcional a la retirada a la vida hedonista; la crueldad de un mundo administrado que se redefine con sagacidad incorporando el conocimiento de la biodiversidad[31] es contrarrestada con la dolorosa experiencia de un placer estético que no es más que una recaída en la existencia aconceptual y en el psicologismo de la angustia[32] que termina por favorecer a la sofisticada efervescencia de la industria cultural.

 

En la actualidad la creciente aristocratización del gusto y la persecución de un sentido de la belleza que pocos llegan a tener, es más reveladora en un mundo como el peruano debido a la hegemonía de una cultura criolla que ha logrado su heteronimia en base a su expansión desfigurada en el mundo popular. El racismo que no se reduce al desprecio étnico-racial nos habla de una desvalorización despiadada de nuestra identidad en un territorio exótico del cual todos nos creemos turistas, pero del cual seguimos siendo productos apátridas, ajenos de una realidad confusa que se va desdibujando a medida que queremos rechazarla y reconfigurarla[33]. A medida que la sobrevivencia económica y la compulsión comercial van transmutando los valores en la dirección de un nihilismo del consumo y de la saturación de artefactos culturales, tanto más se produce el divorcio del sujeto de su vida concreta, persiguiendo en una lucha enmascarada por los convencionalismos de la totalidad  un conjunto de significados estéticos y sensoriales, a los cuales atribuye el camino de la realización y de la expresión espontánea.

 

En otras palabras, la bonanza de una vida ficticia pero que el sujeto hace real lo va absorbiendo al interior de una red de interacciones estéticas y de cosificaciones sensuales con el único propósito de no verse despojados de los misterios de una existencia que ha sido rechazada hacia los abismos de la fantasía. El rostro cosmético en un paraíso de cirugías distintivas desnuda la pobreza de una existencia que ha decidido validar un orden de cosas en el cual la falsa complacencia estática no llega a convulsionar y a enriquecer la trayectoria de un individuo atrapado en un laberinto de máscaras. Y esta percepción de que hemos comido aire se deja ver en los ebrios y en los adictos a las drogas, que buscando huir del extrañamiento de la realidad[34] la alteran con el único propósito de expandir la sensoriedad y probar la experiencia de un carácter lúdico que evade todas las ecuaciones al precio de sentirse, cuando acaba el ritual, como unos parias, arrojados a una calle que es la marca artificial de una inmensidad sistémica que no quieren reconocer. O se deja ver en los enfermos de anorexia y bulimia cuyos desórdenes alimenticios por tratar de cuidar la apariencia del cuerpo demuestran el grado de alienación estilística al cual ha llegado la humanidad; es decir, la contundencia de un bello cuerpo que cobra inteligencia de improviso en la cárcel de la ideología del vacío, ha llegado a ser más importante que la supervivencia material en un mundo donde no sobran los recursos.

 

Pero no es el impacto desprevenido de una racionalidad estética deformada lo que embota la experiencia; además es la lógica de una distribución desigual de los saberes estéticos lo que ocasiona la certeza de un mundo carente de verdadera belleza natural. El monopolio legítimo sobre la economía libidinal, como diría Bataille[35], construye un espacio de jerarquías estilísticas en donde desenvolverse con criterio de habilidad se da sobre estructuras objetivas que benefician el sabor de los que tienen el fenotipo natural para expresar la riqueza de su particularidad. Quien no posee ese código de prácticas estéticas, adquiridas desde un hábitat que reconoce su herencia racial, simplemente no sería admitido realmente dentro de los grupos de poder sensorial, y por lo tanto, se vería ante la drástica decisión de sólo imitar rústicamente la inteligencia estética que no posee, y que desea ardientemente. Para ello, estos grupos étnicos que edifican su identidad en base al mestizaje cultural copian toda una infraestructura de símbolos que no les pertenecen, sino relativamente, persiguiendo el perfume y los horizontes de sentido de las clases superiores, al precio de sufrir en carne propia el desengaño y la frustración por un universo de alcurnia y festividad que los oprime.

 

La falsa integración se describe en la evidencia de una ciudad donde se han dado pasos importantes para fundamentar un criterio de tolerancia y de igualdad social, pero donde las rutas distintivas huyen hacia la exclusividad de los mundos privados; por consiguiente, la tolerancia se convierte en una estrategia cínica que no reconoce la alteridad popular porque es calificada como de demasiada vulgar y tosca para ser incluida en un mundo de símbolos desenfrenados y de prácticas narcisistas que están destinadas para pocos. Las delicias que propaga la maquinaria audiovisual y de la publicidad, elaboran los recintos diferenciales y maneras de percibir el mundo social que ocultan estructuras de poder del detalle y de la singularidad[36], que tienden a reproducir y hacer estable un universo de estratos e instituciones que hacen flexible el sometimiento y las formas como este se sofistica. La estética particular que se constituya según las personas y la manera tan acriollada como se reproduce la clandestinidad, dan por resultado una estructura que se desmaterializa en la cosificación agresiva de los objetos artísticos, ocasionándose la sensación de una realidad que se evapora irremediablemente en la caricatura de una historicidad que es sólo combustible del placer desbordado y esquizofrénico del sujeto burgués. La mortalidad de un lenguaje que despoja al sujeto de la poca intimidad ontológica que pueda poseer nos relata la ficción de una respuesta contrahegémonica desde los sentidos que no son suficientes rivales para desactivar el tejido que ya se ha hecho profundamente abstracto. La recaída en el lenguaje nos desnuda por completo.

 

 

Conclusiones.

 

            En líneas generales, la narración dialéctica que he propuesto intenta describir los pormenores de una ideología estética en las regiones periféricas que oscurece las posibilidades concretas de realización histórica. El movimiento de la objetividad social hacia la reconciliación con el devenir mitológico, olvida el hecho de que tal reencuentro en las sociedades marginales no se libra de la peligrosidad de caer en la más desnuda cosificación de la experiencia individual. Mientras que el impacto de la era virtual encuentra a los centros hegemónicos en una situación de transmutación negociada, en el cual el vacío se va convirtiendo paulatinamente en un estado de existencia cotidiana, en las  regiones periféricas tal lógica de la absurdidad expande arbitrariamente el reino del caos, de la descomunicación, y por lo tanto, el estado de guerra permanente. Al contrario de lo que sucede en los capitalismos avanzados, la sobresaturación de los repertorios culturales en la periferia hurta a los cuerpos incipientes de la soberanía para construir un sentido compartido de la realidad, transitándose hacia un universo de oscuridad y de deformación de los recintos lingüísticos.

           

El renacimiento masificado de la ideología estética edifica la falsa apariencia de la identificación con la duración interna, como diría Bergson[37] ya que el cansancio que soporta el espíritu social es de tal magnitud que este ingresa en la irracionalidad del autista que se niega a transitar por el concepto[38], al precio de ir perdiendo aceleradamente en las infaustas condiciones tecnológicas que lo siguen transformando, las pocas certezas psicológicas que lo ayudan a sobrevivir. Cuanto más el individuo periférico se entrega inocentemente a la corriente estilística del ser narcisista tanto más deja de reconocer las variables claves para evitar la destrucción de la sociedad. Adicto al puro placer etéreo el sujeto olvida los problemas de la reproducción material esquivando el dolor que produce el desamparo existencial, pero no trocándolo en verdadera felicidad.

           

Creo firmemente que la perversión de la metafísica[39]de la cual no se libera el conocimiento del sur, puede ser superada si es que se abandona ese imperativo de adaptación de la mentalidad a las redes del sistema por un programa de reconocimiento de los lenguajes olvidados de los oprimidos[40], con el objetivo de recrear una imaginación libertaria que enriquezca la experiencia y democratice la subversión estética para toda la humanidad. Transgredir la espiritualidad de tal modo que las potencialidades que contiene la efervescencia estética equilibren y hechicen los mecanismos productivos de los cuales no podemos prescindir en un camino en donde todo se convierta en arte[41], como diría Nietzsche, sin perder la coherencia con el mundo objetivo.

 

Hay que superar el complot de la maquinaria productiva de incorporar como lógica de acumulación, como plusvalía, el goce estético que propaga con la explosión multidimensional de la diferencias; combatir aquella taimada tendencia de volverse una matriz creadora de la pluralidad lingüística, que fabrica un ser completamente succionado por los flujos del capital, y que recibe como estupefaciente las dimensiones caóticas del erotismo. Luchar por un claro en el bosque sería luchar por una oportunidad de resistirnos ante la embestida del mito estético, en el momento en que éste se ha filtrado como la mano invisible del capitalismo tardío.

           

Bibliografía.

 

  1. ADORNO theodor. Dialéctica Negativa. Taurus Eds, S.A. España. 1975.
  2.                  //            . Teoría Estética. Taurus Eds, S.A. España. 1971.
  3. BAUDRILLARD Jean, Cultura y simulacro. Kairos Barcelona. 5ta Ed. 1998.
  4. BAUMAN Zymunt. La sociedad sitiada. FCE 2002.
  5. BATAILLE George. Lo que entiendo por soberanía. Paidos Ibérica, S.A. Barcelona 1986.
  6. BELL Daniel. El capitalismo postindistrial
  7. BERGSON Henri. Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia
  8. BONILLA Heraclio. La independencia del Perú. IEP. Lima 1972.
  9. BOURDIEU Pierre. La distinción. Taurus Eds, S.A. 1979.
  10. CASTORIADES. El avance de la insignificancia. Ed Crítica, S.A. 1991.
  11. COLEMAN James. Inteligencia emocional.
  12. DELEUZE y GUATTARI. El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barral Editores. 1973.
  13. DE MAN Paul. la ideología estética. Ediciones Cátedra, S.A. 1998.
  14. DE SANTIAGO GUERVOS Luis E. Arte y poder. Editorial Trotta, S.A. 2002.
  15. FOUCAULT Michael. la microfísica del poder. Alianza editorial. 1986.
  16. BARCIA CANCLINI. Las culturas híbridas. Paidos. Barcelona 2da Ed. 2002.
  17. GIDDENS Anthony. El mundo desbocado. Ed. Santillana. 2da Ed. Madrid 2000.
  18. GONZALES CASANOVA Pablo. Las nuevas ciencias y las humanidades. Anthropos Editorial. 1ª Ed. 2004.
  19. GONZALES DE OLARTE. Efraín. Neoliberalismo a la peruana. IEP. 1ª Ed. 1998.
  20. HABERMAS Jurgen. El discurso filosófico de la modernidad. Taurus. Madrid. 1988.
  21.                                      . Teoría de la acción comunicativa. Tomo 1. taurus eds. Madrid 1987.
  22. HESSE Herman. Damian. 1ª Ed. Madrid. 2003.
  23. HEIDEGGER Martín. ¿Qué es la metafísica?
  24. HORKHEIMER Max. Crítica de la razón instrumental. Ed. sudamericana. 1975.
  25.                                    y Adorno. Dialéctica de la Ilustración. Ed. Sudamericana. Bs. As. 1987.
  26. HUSSERL Edmund. Meditaciones Cartesianas. Ed. Tecnos. 1986.
  27. LIPOVESTKY Gilles. la era del vacío. Ed. Anagrama, S.A. 1986.
  28. LEVINAS Inmanuel. Totalidad e infinito. Ediciones Sígueme. 1971.
  29. LOPEZ Sinesio. La escisión de la cultura criolla.
  30. MATURANA Humberto. La realidad ¿Objetiva o construida? Anthropos Editorial. 1996.
  31. SANTOS Boaventura de Sousa. Conocer desde el sur. Donde editorial de la Fac de CCSS/UNMSM. 1ª Ed. 2006.
  32. SCHUTZ Alfred. Fenomenología del mundo social. Paidos Estudios. 1966.
  33. SLOTERDIJK Peter. Crítica de la razón Cínica.
  34.                                    . El extrañamiento del mundo.
  35. VATTIMO Giani. la sociedad transparente. Eds Paidos. 1ª Ed. 1990.
  36. ZAPATA Eduardo. “Oralidad, escribalidad y electronalidad. Cercanías y distancias.” En: Rev. Crónicas urbanas No 8/Año 2000.

 



[1] HABERMAS Jurgen. Teoría de la acción comunicativa. Taurus eds. 1989.

[2] BOUDIEU Pierre. La distinción. Taurus eds, S:A. 1979.

[3] COLEMAN James. Inteligencia emocional.

[4] ADORNO y HORKHEIMER. Dialéctica de la Ilustración. Ed sudamericana. BsAs. 1987.

[5] ADORNO Theodor. Teoría estética. Taurus Eds, S:A. 1971.

[6] HESSE Herman. Damian. 1ª ed Antrhopos. Madrid 2003.

[7] SANTOS Boaventura De Sousa. Conocer desde el sur. Fondo editorial de la Facultad de Ciencias Sociales/UNMSM. 1ª ed 2006.

[8] DELEUZE y GAUTTARI. El Antiedipo. Cultura y esquizofrenia. Barral Editores. 1973.

[9] BAUDRILLARD Jean. Cultura y simulacro. kairos Barcelona 5ta Ed. 1998.

[10] LIPOVETSKY Gilles. La era del vacío. Editorial Anagrama. S.A. 1986.

[11] Ibid. HORKHEIMER y ADORNO. p. 126.

[12] GIDDENS Anthony. El mundo desbocado. Editorial Santillana. Madrid 2da Ed 2000.

[13] SLOTERDIJK Peter. El extrañamiento del mundo.

[14] SLOTERDIJK Meter. Crítica de la razón cínica.

[15] BATAILLE George. Lo que entiendo por soberanía. Paidos Ibérica. Barcelona. 1996.

[16] ZAPATA Eduardo. “Oralidad, escribalidad y electronalidad. Cercanías y distancias”En: Rev. crónica Urbanas. No 8. Año 2006.

[17] BAUMAN Zygmunt. La sociedad sitiada. FCE. 2002.

[18] GONZALES DE OLARTE Efraín. Neoliberalismo a la peruana. IEP. 1ª Ed. 1998.

[19] GARCIA CANCLINI. Culturas híbridas. Paidos. Barcelona 2da Edición 2001.

[20] MATURANA Humberto. La realidad ¿Objetiva o construida? Anthropos Editorial. 1996.

[21] HEIDEGGER Martín. ¿Qué es la metafísica?

[22] GONZALES CASANOVA Pablo. Las nuevas ciencias y las humanidades. Anthropos Editorial. 1ª Ed 2004.

[23] BONILLA Heraclio. La independencia del Perú. IEP. Lima 1972.

[24] LOPEZ Sinesio. La escisión de la cultura criolla

[25] BELL Daniel.

[26] LIPOVESTKY Gilles. Ibid. p.122.

[27] DE MAN Paul. Ideología estética. Cátedra Eds, S.A. 1988.

[28] CASTORIADES. El avance de la insignificancia. Ed Crítica, S.A 1991.

[29] SHUTZ Alfred. Fenomenología del mundo social. Paidos estudios. 1966.

[30] HORKHEIMER Max. Crítica de la razón instrumental. Ed sudamericana. 1975.

[31] BAUMAN Zymunt. Ibid p.34.

[32] HUSSERL Edmund. Meditaciones cartesianas. Ed. Tecnos. 1986.

[33] VATTIMO Giani. la sociedad transparente. Editorial Paidos, S.A 1ª d 1990.

[34] SLOTERDIJK Peter. El extrañamiento del mundo.

[35] HABERMAS Jurgen. El discurso filosófico de la modernidad. Taurus Eds. Madrid 1988.

[36] FOCAULT Michael. La microfísica del poder. Alianza Editorial. 1986.

[37] BERGSON Henri. Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Ed. Franc Beltrán 1919

[38] ADORNO Theodor. Dialéctica Negativa. Taurus Ediciones, S.A españa 1975.

[39] LEVINAS Inmanuel. Totalidad e infinito. Ediciones Sígueme. 1971.

[40] SANTOS Boaventura de Sousa. Conocer desde el sur. Fondo editorial de la Fac de CCSS/UNMSM. 1ª Ed. 2006.

[41] DE SANTIAGO GUERVOS Luis E. Arte y poder. Editorial Trotta, S.A. 2002.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La desunion de una familia

  Hace unos meses conversaba con una vecina que es adulto mayor. Le decía que a pesar de tener 75 años se le veía muy conservada y fortaleci...