domingo, 1 de enero de 2023

Actitud y condiciones




Por lo general, en la construcción del sentido común advertimos un entramado de saberes y conocimientos que tienen la función especial de reproducir el conocimiento social cotidiano. Sin estas estructuras o patrones sociales de comportamiento sería imposible la construcción de un ser individual racional y autosuficiente. Esto es el rostro perfecto del proceso de socializacion que da forma a individuos aislados y libres que son los encargados con sus proyectos de vida de reproducir el orden social, enriquecer o rupturar la emergencia de una época. Sin la socializacion es imposible la conciencia de libertad, pero a la vez dicha socializacion podría programar hombres y mujeres dependientes de patrones sociales y mentales que condicionan la inmadurez de un tipo específico de personalidad. Esa dependencia haría que en una época determinada no se realizará el ser generacional de un pueblo, y por lo tanto se transmitiera a las siguientes épocas una personalidad servil y emocionalmente incapacitada para movilizarse socialmente en el edificio de la sociedad.


Durkheim nos decía que la sociedad produce los caracteres que rompen con el todo social. A este fenómeno le llamo anomia, es decir, períodos de inestabilidad y crisis en la constitución de la sociedad y sus roles. Fenómenos que están presentes en la sociedad que generan caos, desgobierno y pérdida del sentido de la vida. Por eso era partidario de que las personas reprodujeran reservadamente el orden social, y la vida fuera enteramente normativa. Aquí el problema. Una sociedad fuertemente normativa no dejaría espacio para la libertad negativa, y por tanto cada acción sería prevista para reproducir un todo social inflexible y conservador. Las personas con sus decisiones y elecciones racionales reproducen su vida cotidiana y se realizan. Pero a la vez que se realizan reproducen el orden social y el patrón de poder de cada sociedad en específico.

Las sociedades ejercen coercion sobre las personas a las que moldean para distribuir adecuadamente el saber social. Sin una relación vertical o jerárquica no existirían marcos institucionales o autoridades en las que recayera el control social y el proceso de educación de cada individuo. El conocimiento social necesita una distribución jerárquica, porque sin la verticalidad del poder no se podrían producir los nuevos conocimientos generacionales, ni la sociedad sería capaz de progresar hacia elevados estados de conciencia colectiva. El poder limita la libertad, porque a través de este límite los aprendizajes son introyectados por el sujeto, y este es capaz de ir desarrollándose en la adquisición de nuevos conocimientos y por tanto mejores probabilidades de cambio social. El problema sucede ahí donde el poder niega la realización de la libertad negativa e impide el cambio social. Lo que significa una sociedad que no evoluciona y mantiene esclavizados a las personas en roles y hábitos que no reproducen el bienestar social, ni realizan todas las características generacionales de una época.

Las estructuras osificantes de la vida social mantienen la forma de una gran maquinaria que mantiene a los sujetos bajo el yugo de la reproducción social. Pero ahí donde estas estructuras organizativas se deshacen o diluyen la heteronomia se acaba y queda el propio individuo con un mayor margen de libertad para el quehacer individual. Claro desprovisto del suficiente saber social para crear vida social, pero a la vez libre para recrear innovaciónes e ingenios que potencian el poder realizador de las personas. Los procesos autoritarios se desmoronan y se abre paso una época donde el proceso de individualizacion que desguarnece a las personas y estas para sentirse realizadas buscan desesperadamente tener acceso a los conocimientos sociales a los que antes eran inscritos obligadamente. Se produce un individuo cuya ilusión de felicidad se desmantela con las estructuras objetivas de la sociedad, y se erige una persona que no es autosuficiente, ni tiene el suficiente saber social para sobrevivir en las coordenadas de un mundo muy peligroso que se hace añicos. La disolución o ablandamiento de los enfoques sociales que antes daban orientación para la acción individual, dan paso a personalidades más vulgares e impulsivas, más expuestas a las multiplicación de estímulos, que es el estado de conciencia más asequible para el consumismo y los goces desmesurados.

Las condiciones o circunstancias que antes moldeaban patrones de vida saludables y con armonía, ceden su paso a empobrecidas y hasta escasas normas de orientación social, lo cual desestructura la conciencia y la expone a tener que reaccionar ante la escasez de certidumbre y realización. Y lo hace con el esfuerzo permanente de tener que legitimarse y sobrevivir. Ante una sociedad rechazada por el espíritu de producirla la persona reacciona con la suficiente plasticidad y resiliencia para no ser expulsada de la vida social que se elitiza y se vuelve totalmente bárbara y violenta. La pobreza de los vínculos sociales, unido al espacio enorme de miseria crean condiciones escasas para  progresar en esta locura del miedo y el yugo trémulo. Pero donde existe espíritu y voluntad de vivir, que es a veces lo único que se tiene, no hay circunstancias que valgan para autodesarrollarse y crear donde no existen estructuras sociales, nuevos edificios de riqueza y realización.

Pero existen paupérrimas condiciones sociales para que las poblaciones salgan adelante todas en igual o justo grado. Lo que hace pensar que ahí donde no existen condiciones u oportunidades es una imposibilidad el desarrollo humano. Pero la respuesta de la vida  si es que la natalidad nos llena de aspiraciones, es lo suficientemente audaz para prevalecer como éxito y felicidad. Donde se carece de bienestar para todos las personas se lo crean, sin embargo   con gran ingenio y disciplina. Las circunstancias son el pretextos de los empobrecidos y los dependientes emocionales. Y el éxito empresarial la conquista de personas que ante el dominio y los traumas vitales saben desafiar la miseria con la generación de riqueza y de trabajo. El mandato de cada generación  aún ante el dominio y la pobreza es emanciparse de los patrones culturales que los abandonan y excluyen. La promesa de la vida es su eterna manifestación heroica, a pesar que la amenaza de la muerte y la insignificancia llevan al hartazgo y el cansancio psicológico a cualquier carácter que aleatoriamente halla nacido en la escasez y la orfandad. 

Se concluye que la humanidad y los pueblos en zozobra son lo suficientemente creativos para rivalizar con esfuerzo y coraje por un mundo sostenible, donde las ruinas del antiguo sistema autoritario y neurótico ya no los protegen y socializan. Los que están contra el dominio no lo enfrentan desde la rebelión o la insurgencia, sino a través del emprendimiento y el trabajo consciente. No hay pretextos para el fracaso. Se viene a desplegar todas las potencialidades de las que estamos hechos, o sino el fracaso y la irresponsabilidad se apoderan de las almas. No hay condiciones para triunfar  sino actitud para prevalecer. Quien se quiera a sí mismo y a los demás puede alcanzar las cumbres del desarrollo. El dominio es solo una ecuación para retrógrados y esclavos.


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