Curriculum, perfil profesional e intelectualidad orgánica
Resumen:
En este ensayo embrionario, discuto las relaciones inconsistentes entre formación, vocación y objetividad profesional en el mundo de las disciplinas y carreras profesionales. La hipotesis que ensayo es que el exito en el mundo de la cadena de mando profesional se paga al precio de una desvalorización de la pericia tecnica, por no ponerle sentido y amor a lo que se hace. Asi como un excsivo afan de ser solidario colisiona terriblemente con la audacia y tecnificación a la hora de resolver e interpretar problemas sociales. Es esta obcecación de solo ver el lado tecnico, sin valores sociales, lo que esta llenando de egocentrismo y corrupción el ejercicio profesional, y a la larga,. esta haciendo ingresar a los profesionales en la formación de mafias políticas, que destruyen todo atisbo de genialidad o buena voluntad de los talentos...
La polémica con respecto al
vivo interés que despierta en los últimos tiempos la reactivación comunitarista
del movimiento estudiantil, concita en los límites de este ensayo una serie de
reflexiones socio políticas referentes al abismo epistemológico y antropológico
entre la producción universitaria del conocimiento y su protagonismo práctico
concreto. En la contemporaneidad de un movimiento social múltiple que presiona
sobre los cimientos reduccionistas del Estado de derecho neoliberal el que se
debate con respecto a los fundamentos pedagógicos y produccionsitas del diseño
curricular cobra un énfasis original, en la medida que las organizaciones de la
sociedad política de los claustros universitarios urgen del control estratégico
del proceso educativo de las inteligencias académicas para legitimar y
operativizar teóricamente las decisiones que en materia de gestión ciudadana se
hacen necesarias en el espacio público de esta sociedad periférica
El relativo
aniquilamiento ideológico de los centros
de producción del conocimiento nacional-desarrollistas y el subordinamiento
posterior de la subjetividad universitaria a los cánones empresariales y
tecnocráticos del nuevo patrón de poder global, han condicionado que el
despliegue científico sea percibido erróneamente como una labor administrativa
por la cual se percibe una remuneración periódica, desplazándose paulatinamente
de la conciencia cotidiana el concreto compromiso ético que significa el
trabajo científico con el porvenir de la sociedad peruana. No negamos que el
inflamiento ideológico que supuso el proyecto populista trajo serios problemas
a la hora de resolver problemas técnicos, que urgían decisiones no bloqueadas por
dogmatismos obnubilantes, pero la verdad es que el desdibujamiento estructural
que prosiguió al agotamientos del proyecto populista dejo en una situación
precaria al componente político de la decisión gubernamental, es decir, sin la
suficiente capacidad de maniobra ejecutiva para desarrollar una lectura
apropiada en función del bienestar general.
Desde que el diseñó
profesional y sus productos técnicos se desentienden de las consecuencias
sociales de sus incursiones tecnocráticas se ingresa en un escenario donde la
validación del patrón de desarrollo se sostiene sobre la base desideologizada
de la metodología individual burocrática, en la cual la práctica organizacional
del Estado o de la empresa privada, a la cual no se la percibe como parte
vibrante del proyecto de vida singular. Creo que la razón principal de que no
exista una sólida ética del funcionariado público en nuestra realidad
organizacional descalificada, es que el escenario universitario donde se forja
la subjetividad profesional esta siendo infectado por una psicología
egocéntrica que sólo percibe el adiestramiento cognoscitivo como una etapa
previa y embrionaria de sus deseos de movilidad social y no como un proyecto
ilustrado de formación integral de la personalidad, tan necesario en la realidad
organizacional de hoy, porque es la única garantía antropológica de que se
exprese una inclinación afectiva con
respecto a los programas colectivos que se derivan de las jerarquías
burocráticas.
Sostener la lealtad
procedimental del profesional sólo en un sistema sofisticado de recompensas
salariales dejando de lado la legitimación ideológica que la labor individual
le debe a la estructura burocrática. Por eso, visualizando que la carencia de
una estructura actitudinal humanista conduce a un escenario de grupos
profesionales interesados, creemos que un estudio a profundidad del lugar
ontológico donde se forma primariamente la intencionalidad profesional resulta
coherente con el examen minucioso de la s relaciones entre el perfil curricular
y la formación social específica.
Humanismo y formación profesional.
Hablar de curriculum
académico en un contexto social tan expuesto a la obsolescencia y lo efímero
como el nuestro, significa estar siempre atento a las improvisadas e ingeniosas
modas académicas que asaltan el embrionario espacio público del debate social.
Adecuar estratégicamente las energías cognoscitivas para dar validez y sostén
ideológico a conspicuos y diletantes modas académicas, que no trascienden
mayormente en políticas públicas, significa en el fondo parapetar a los
escenarios universitarios de ideologías farfulleras y de exageradas consignas
doctrinarias, que proveen a la individualidad intelectual de una atmósfera
política cargada de símbolos y de banderas humanistas, que en última instancia
alejan al talento individual de las bases empíricas y prácticas del real
ejercicio profesional. Si bien la inserción de la conciencia juvenil en
cascarones ideológicos, rotundamente dogmáticos, engarza a una identidad
juvenil – generalmente desorientada y sin compromisos sociales – con un
acertado y justificado mensaje crítico. Al verdad es que esta virtud reflexiva
se va convirtiendo, a medida que las exigencias profesionales se apoderan de
las circunstancias prácticas, en una sólida regresión psicológica que
obstaculiza la adopción saludable de un necesario poder de gestión social sin
el cual el perfil profesional se ve desprovisto de la imprescindible
experiencia práctica para sobrevivir.
Como el bombardeo de una
atmósfera universitaria conciliada con el discurso humanista de la justicia
social provee a la conciencia juvenil de un discurso apasionadamente
reivindicacionista se hace muy difícil que el entrenamiento curricular que se
consume en los cinco años de pregrado. Logre vulnerar los complejos y
prejuicios ideológicos que detienen en sí el urgente desarrollo
académico-profesional. Por más que los aspecto pedagógicos del curriculum
profesional estén diseñados para dotar de habilidades de producción intelectual
a la subjetividad del educando, lo cierto es que los discursos ideológicos
socialistas y la previa intencionalidad egoísta del universitario bloquean el
progreso de identidades intelectuales, que sin sacrificar el aprendizaje de un
oficio que recompensa económicamente, logren elaborar lecturas totales u
congruentes con la problemática y agenda social que se discute tímidamente en
el espacio público.
Mientras se observa que el desarrollo de los
intelectuales orgánicos es algo seriamente escaso en la producción académica de
las instituciones de educación superior, debido a que la autoconservación
individual se impone como lógica cruda de la supervivencia material y
simbólica, también se termina por imponer la carencia objetiva de liderazgos
intelectuales en relación estrecha con
la producción de subjetividades rebeldes que originan los movimientos
sociales. En la medida que no exista una vinculación originaria con el ethos
subalterno de las víctimas cotidianas de la pobreza estructural, es decir, en
la medida que no exista una fuerte imbricación ideológica con la cultura
popular será muy difícil alterara significativamente esa mala costumbre de
explorar turísticamente el espacio público, en la búsqueda de ornamentos
exóticos y esencialistas que sólo enfatizan la capacidad de transmutar valores
para el cambio cultural como la única alternativa de resistir el poder
monocultural del capitalismo
Es urgente hacer frente a
esa desviación narcisista que introduce una epistemología existencialista en
las órbitas de las preocupaciones de investigación, porque este exhibicionismo
estético en la confección pseudomusical de la reflexión social lo único que
causa es incrementar la brecha ontológica que existe entre el intelectual
despreocupado e irresponsable que sirve de confidente dicharachero de la oralidad
trágica, y una textura social desprovista de amortiguamientos políticos con que
conquistar un reconocimiento y redistribución social negado históricamente por
las oligarquías culturales. Es difícil decirlo, pero el cambio de época que
influye sobre la cosmovisión representativa de las categorías mesocráticas ha
hecho que estas sustituyan obligadamente los enfoques críticos de la ideología
nacional-desarrollista por un pensamiento fenomenológico y subjetivista que
deposita la confianza del desarrollo cultural en la disposición voluntarista y
en los esfuerzos constructivistas de las categorías individuales. Creemos
ciertamente que la tendencia que demuestra el diseño curricular a promover una
postura espiritualista resulta coherente en estos tiempos postmodernos, en
donde nada alcanza sostenidamente afirmación simbólica, pero creo que de un
modo objetivo y responsable esta posición ideológica aleja verticalmente a la
reflexión social de su compromiso funcional con la formación socio-histórica.
Esta conclusión es algo parecida a lo que Quijano insinuó en uno de sus
artículos: la currícula adiestra con una epistemología de derecha mientras que
la atmósfera universitaria respira una epistemología de izquierda.
Es interesante mencionar que
la vuelta del pensamiento vitalista-común en las raíces primigenias de nuestra
filosofía social no representa un reencuentro originario con nuestra endógena
tradición peruanista, sino la aparición subalternizada de una hibridación
neofeudal que hace reposar el objetivo, que es el cambio cultural, en la
asimilación hermenéutica de la metodología reconstructiva como la única vía que
existe para procesar el caos ontológico que se apodera del sentido cotidiano.
Yo sinceramente rescato las bondades comprensivas que significa defender atinadamente
el ethos cultural de las mentalidades populares, pero creo sinceramente que la
reproducción de este saber hermenéutico en manos de una clase intelectual sin
ningún tipo de interés por la dinámica rebelde de los movimientos sociales
predispone a la formación de un pensamiento social academicista y sordo a las
súplica de la realidad irracional. En tanto el saber científico no salga a
represntar el rol de traducir la semántica innovadora de los saberes populares,
para que la ciencia se derrame democráticamente sobre el pueblo. Será
complicado detener apropiadamente esa maligna costumbre de ver la producción de
conocimiento social como una genialidad solitaria que sólo le corresponde gozar
al intelectual más dotado para crear.
Gran parte de que el humanismo
altruista sea desplazado por una retórica fanfarrona que sólo desataca las
aventuras artísticas de la existencia intelectual es que el diseño curricular
sea interpretado por el educando de un modo tergiversado, debido a que el mundo
humanista es asimilado como un atributo comunicativo para mejorar los
intercambios y la seducción cotidiana. Si bien existe la necesidad de saber
comunicar los argumentos científicos y conjeturas para reproducir una cultura
intelectual que mantenga la disposición crítica y la capacidad de investigar,
la verdad es que los comportamientos indagatorios en ciencias sociales deberían
sólo estar acompañados de una virtud retórica y expositiva, y no invadir estos
las preferencias sociales a la hora de dar moldeamiento a una figura
intelectual o a la hora de seleccionar el tema de investigación social.
La interacción e endeble
entre el curriculum académico y el contexto ideológico en el cual este se
práctica genera que la formación sólida de los personajes intelectuales este
desprovista de un rendimiento profesional lo suficientemente eficaz como para
asegurar la reproducción socioeconómica del particular. En ala mayoría de los
casos la educación superior no consigue comprometer a los embrionarios
intelectuales en un proyecto de ilustración sociopsicológica que logre expresar, por último, un genio para
lectura cognoscitivas, porque la transformación emotiva que conlleva moldear la
habilidad filosófica implica sacrificar y desprepararse para la vida cotidiana.
El rechazo que recive el proyecto escribal del ser intelectual, pues provoca
una vida solitaria y empobrecida por la inteligencia observacional, ocasiona que esta sección ideográfica de
producción humanista sea descuidada
peligrosamente por los actores democráticos, lo cual a la larga condiciona la
colonización privada de la razón instruemental, que percibe el saber científico
como una terquedad especulativa que hace
mucho daño a la conciencia social y a sus intereses particulares.
Gerencia social y formación profesional.
El relativo empoderamiento
que ha significado en los últimos veinte años la avalancha tecnocrática en las
relaciones sociales ha debilitado la ilusión desarrollista de expandir el
juicio racional y modernista en una realidad considerada dominada por la superstición
arcaica y por los poderes tradicionales. El apogeo burocrático que ha
conseguido la empresa privada, con un sistema flexible y autorreferencial de
organización compleja atento a los cambios culturales en la vida económica, ha
penetrado convenientemente en el tejido sociocultural de las clases populares y
de los sectores mesocráticos desplegando toda una red sofisticada de pequeñas y
medianas empresas particulares en términos de la reproducción de estilos de
consumo y de las preferencias postmodernas de los sectores subalternos. A demás
esta textura microempresarial como prueba palpable de la hibridación
tecnoadministrativa que se ha agotado en los últimos tiempos, se comprueba la
recepción cultural de una moral instrumentalizadota y del cálculo administrativo
que moldean los repertorio simbólicos y los sistema de usos sociales, lo cual
esta condicionando el reforzamiento de una racionalidad instrumental que define
toda acción social en términos de una resultado funcional y mercantil. El hecho de que la vida esté expuesta a la concepción
de una conducta de la rentabilidad y del interés racional fortalece un
organismo social infectado de una cohesión de la supervivencia y de la
artificialidad frívola que va mermando la relación social comunitaria y basada
en la solidaridad orgánica.
Es esta predisposición
tecno-egoísta lo que incide en la formación de un diseño curricular que arroja
técnicos sociales sin ningún tipo de compromiso ético a cerca de las
consecuencias sociales que implica la responsabilidad de la evaluación técnica.
Hay sui se quiere una intencionalidad predeterminada en la conciencia juvenil
hacia la legitimación de una cultura del dinero que visualiza el sistema de
adiestramiento profesional como una oportunidad existencial de escalar posiciones
sociales expectantes en la sofisticada estratificación social de la sociedad
peruana. No hay me parece en los actuales contingentes profesionales una
inclinación solidaria a responsabilizarse de las acciones tecnocráticas, porque
la realidad difícil y hostil empuja a las subjetividades profesionales a
desarrollar decisiones y ejecuciones eficaces en los diversos rubros
organizacionales que impliquen una validación de su desempeño individual. Creo
que la gran razón de que el mercado de trabajo presione sobre el sistema universitario para producir
ingenieros sociales calificados, no es sólo producto del gran impacto de las
reformas neoliberales en el sector educativo superior, sino una mañas
complicada demanda de utilidad social desde el tejido popular por tratar de
resultar funcional y así poder sobrevivir socialmente, sin operar reformas
sustanciales en la arquitectura organizacional del Estado y al sociedad.
De algún modo inesperado la
gran capacidad de despliegue administrativo y reformista que presenta la
mentalidad subalterna, con base en liderazgos económicos, es que las dificultades que demuestra el
diseño democrático-representativo para procesar apropiadamente las demandas
sociales se resuelven sólo bajo regularidades que ofrece la institucionalidad
del Estado de derecho, y no en la escasez de coordinaciones golpistas o
momentos constitutivos, propios de movimientos sociales que quieran provocar
una ruptura con el orden existente. En líneas generales, soy de la idea que las
identidades sometidas de la complejidad periférica peruana hacen reposar sus
habilidades de resistencia y reinterpretación cultural en la suficiente
disposición reformista con que imprimen sus múltiples interacciones cotidianas
e intercambios económicos, sin deshacer las fuerzas sociales hegemónicas que
los oprimen, y que ponen en paréntesis perpetuo sus variados sistemas de
significación.
Es la situación particular
en que la cultura peruana ha asimilado el lenguaje organizacional, tornándolo
en un ethos devorador de todo vitalismo singular lo que condiciona
indirectamente que la vida social se vea forzada a instrumentalizar
hipocondríacamente la subjetividad del otro. Esta prueba es visible en la forma
como el patrón de desarrollo ha empujado a las mentalidades colectivas a
estructurar las instituciones sociales en función de una cultura mercantilista
y pragmática, lo cual quiere decir, que la conciencia colectiva típica edifica
un socius autoritario e individualista que construye desde tempranas edades una
biografía egocéntrica y autorreferencial con respecto a la totalidad social. El
abismo infranqueable entre una socialidad degradada y autoconservacionista y un
proceso de personalización periférico que divorcia a la subjetividad de todo
contexto social donde se edifica, inaugura una textura asocial y totalitaria
que produce instituciones sociopolíticas antidemocráticas y precarias sin
ningún tipo de respaldo social o comunitario. Es la manera despótica como la
psicología individual es invitada a formar parte de una complejidad
cosificadora y mistificante lo que desdice rápidamente a la singularidad a
proteger toda solidaridad popular, pues toda realización autoconformadora a
través del proceso educativo es agenciada de modo mezquino y solitario, lo cual
va destruyendo los marcos de socialización recíprocos de la sociedad peruana.
Digamos que el engullimiento de la vida patológica por obra de la fragmentación
del biopoder prepara singularidades conscientes de su papel tecnocrático y de
sobrevivientes en una realidad licuada, pero esta misma promoción de una
conducta egocéntrica es la que va mermando las bases objetivas donde descansa
la reproducción de la solidaridad y los significados comunitaristas del mundo
de la vida.
Con respecto a este
condicionamiento social del curriculum académico de las ciencias sociales
creemos que el exagerado y a veces desmesurado control del lenguaje
tecnocrático en la formación de talentos científicos está ocasionando el
desvirtuamiento social de nuestras ciencias, y la deslegitimación de una profesión
que es vista sólo como una labor gerencial con La cual se consigue
remuneraciones y movilidad social. En la medida que no se comprenda que la
construcción social implica un compromiso serio y una vocación de servicio
social, será muy difícil hacer retroceder el cáncer mercantilista de la
política global, lo cual hasta la fecha esta confeccionando una cultura social
cínica y despreocupada de la problemática social.
Gremios y movimiento estudiantil.
Desde la democrática reforma
universitaria de Córdoba venimos asistiendo lentamente a la inminente
culturización y masificación del movimiento estudiantil. Con esto queremos
decir que la habitual homogeneidad que caracterizaba la identidad estudiantil
cede su lugar a la controvertida, me parece, posmodernización de los reclamos
de reconocimiento cultural que hallan en la constitución del conocimiento
social la precisa representación política en una sociedad tan carente de
renovación de cuadros políticos. Aunque la existencia de un discurso adulto
todavía muy injusto y descalificador con la juventud política reprime
oficialmente la acción legítima de los actores juveniles creemos que la
práctica diversa de este sector intergeneracional, en cuanto a producción de
una rica subjetividad, esta seriamente presionando sobre le principio de
realidad imprimiéndole la expresión de una remozada vitalidad e innovación
cultural, que hace retroceder el habitual conservadurismo y puritanismo
criollo.
Si bien el antiguo
protagonismo colectivo es enriquecido con la práctica de estilos de vida
extrovertidos y de desobediencia civil, lo cual habla positivamente de cambios
culturales en el tejido despótico, lo cierto es que la fuerte devaluación y
desorientación con la cual son percibidas las acciones juveniles aún le quita
la validez necesaria a la cultura de la juventud como para conseguir
legitimidad en esta realidad hostil y frívola. La fuerte preponderancia de un
mundo sin corazón, severo y competitivo, relega el significado revolucionario
de las identidades juveniles a una mentalidad anarquista y subversiva, lo cual
despoja a la subjetividad creativa del control estructural de la maquinaria
capitalista, lo cual a su vez es visualizado por el movimiento estudiantil como
el muro de contención objetivo que mantiene en paréntesis perpetuo sus
justificadas reivindicaciones y el que explota desconsideradamente a la vida subalterna y empobrecida. En tanto
la multiplicidad de los saberes juveniles no quiera abandonar el reformismo
cultural de sus cotidianos estilos de vida festivos será muy complicado
desactivar el control material y estructural que detentan los poderes
particulares sobre al formación social, ya que una práctica de vida juvenil
debidamente orientada a la consecución
política de una sociedad civil
organizada se halla bloqueada por la desafección cívica que evidencian las
misma s categorías juveniles hacia el sistema político.
Es el impacto irresponsable
de la sociedad de consumo y de la cultura del espectáculo los que infringen el
mayor golpe contencionista a la personalidad estudiantil, pues estas entidades
la alejan de todo sacrificio colectivo y de solidaridad con alguna
identificación política que pueda generar la canalización y reactivación del
diseño social. Quizás la desidentificación ontológica con un proceso heterodoxo
de planificación social es la que impide al movimiento estudiantil hechar
raíces sobre los incomprendidos sectores poblacionales más jóvenes, pues la
sola presencia de un rigor organizativo es percibido como un discurso de la
dominación adulta que la permisividad juvenil y esa astuta conducta aventurera
y apasionada rechaza de plano.
No obstante, existe la
necesidad de que el cambio
organizacional sea validado con la incorporación de la creatividad juvenil se
percibe una brecha grave entre la mentalidad romántica y soñadora y un discurso
sistémico de la madurez social que tarde o temprano se impone sobre la
experiencia que va dejando de ser joven. Muchas veces este proceso de
envejecimiento es tomado como una desilusión fáctica, como un proceso de
realismo crudo que atrapa a la vida del joven en aquel entramado organizacional
que él detesta, pero es a ciencia cierta la única transición que favorece el
proceso de realización social capitalista a expensas de los anhelos de
felicidad primarios del individuo. Es el despertar a la cruda realidad o el
empecinamiento de permanecer donde la validez a una utopía con la que se
entorpece la supervivencia, los que obstaculizan el necesario crecimiento y
organicidad de la propuesta estudiantil, en materia de ser considerada como un
conjunto de significados que enriquecen y mejoren la realidad social del
estudiante.
El estado conflictuado y en
estado de reafirmación sociopsicológica en el que transita endeblemente la
identidad del profesional de las ciencias sociales origina que éste no cuente con la suficiente
calificación práctica y apasionamiento reflexivo como para llegar a mantener la
pujanza reivindicacionista de un movimiento estudiantil organizado. Es decir, la
presión autoritaria por definir un estado profesional auspicioso que comulgue
contradictoriamente con una vida revolucionaria enfrascado en la lucha política
es la que condiciona que las urgencias de la vida privada desvanezcan, a medida
que se hace necesario la competencia económica, la apasionada vitalidad por
darle legitimación a un movimiento estudiantil organizado y coherente con las
necesidades del estudiante.
Es además este impase
objetivo de tener que madurar y ser derrotado por la fría individualidad lo que
congela el afán organizativo y mantiene el control del movimiento estudiantil
en el poder de un clientelismo y de franquicias retrógradas que manipulan la
voluntad soñadora en pos del interés de facciones y grupos particulares, que al
final sólo desacreditan más las buenas intenciones de la propuesta estudiantil.
La desactivación organizativa de la juventud política es la que otorga validez
a la aparición de toda una red sectorial de monopolios privados que controlan
la formación de cuadros y la producción de conocimiento social de acuerdo a una
versión dizque civilizado de la vida social. Hasta la actualidad inorgánica, a
veces precaria, de la existencia estudiantil es producto de que esta se halla
desprovista y desguarnecida ante la fatalidad de juegos de poder al interior de
la universidad, los cuales utilizan las
energías estudiantiles para reproducir sus consorcios académicos-políticos a
costa del derecho colectivo que posee le movimiento estudiantil de recrear una
generación democrática e histórica.
Soy de la idea que una actividad gremial
correctamente respaldada por un movimiento estudiantil que produzca
inteligencia científica es capaz de resultar un contrapeso significativo frente
a la colonialidad de los saberes académicos y frente a la privatización y
elitización de la acción política por empresas trasnacionales del conocimiento.
El gremio estudiantil hoy reducido a un conjunto de espacios decorativos,
recuerdo de otras épocas gloriosas, es la institución estudiantil que debe
vigilar democráticamente los intereses curriculares del estudiante, y que debe
hacer un seguimiento institucional al desarrollo profesional de la
individualidad intelectual en concordancia directa con el despliegue político y
reivindicativo de los movimientos sociales. Es la actividad gremial una experiencia
subjetiva de consolidar solidaridades orgánicas y un órgano fiscalizador de a
tendencia elitista que demuestra el gobierno universitario a no consultar, ni a
discutir sus decisiones ejecutivas. El gremio, por último, es el centro bisagra
que unifica la producción de conocimiento estudiantil con el escenario más
amplio y general de los sistemas de partidos y movimientos sociales,
posibilitando la conformación de demandas de un sector y luchando por
revolucionar las estructuras capitalistas deificadas.
Conclusiones.
Hemos llegado a este punto
para sostener la idea que el ejercicio
eficaz de un currículo académico es el resultado de a interacción dialéctica
con el medio político en el que se aplica como ideología y cosmovisión
orgánica. Más allá de que exista una contradicción aparente entre un discurso
curricular sometido a los dictados del mercado profesional, y a la atmósfera
proselitista que condiciona la formación de singularidades intelectuales,
existe la preponderancia de un entorno mesiánico que condiciona la dotación de
recursos cognoscitivos y de un discurso semántico que orienta mal que bien el
desarrollo del político y del intelectual orgánico. Somos de la idea que la
vida académica y al producción ideológica como cultura de la sospecha no deben
ser sacrificados a expensas del control teconocrático y proselitista del
mercado, sino que la vida humanística, más allá de las complicaciones que
implica la sobrevivencia diaria, debe ser preservada, porque de no hacerlo se
facilita la propagación de discursos empresariales que sólo lucran con el
conocimientos social de modo operativo y gerencial.
No negamos que la consulta
técnica es necesaria en un medio de confusiones y entropía
organizacional, pero de ahí a encumbrarlo por sobre el carácter desenmascarador
y discutible de la reflexión sociofilosófica es un reverendo error que se
paga con la administración de lo
perverso y caótico. Hay que aprender a entender que la vida dejada a su propia
dinámica convulsiva se destruye irremediablemente, razón por la cual es urgente
ubicar la pedagogía de un pensamiento cotidiano desocultante en la posición
precisa de una racionalidad negativa que contenga la tendencia social que demuestran las identidades
privadas a privatizar el carácter democrático de la sociedad
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