sábado, 20 de octubre de 2018

Curriculum, perfil profesional e intelectualidad orgánica




Resumen:  

En este ensayo embrionario, discuto las relaciones inconsistentes entre formación, vocación y objetividad profesional en el mundo de las disciplinas y carreras profesionales. La hipotesis que ensayo es que el exito en el mundo de la cadena de mando profesional se paga al precio de una desvalorización de la pericia tecnica, por no ponerle sentido y amor a lo que se hace. Asi como un excsivo afan de ser solidario colisiona terriblemente con la audacia y tecnificación a la hora de resolver e interpretar problemas sociales. Es esta obcecación de solo ver el lado tecnico, sin valores sociales, lo que esta llenando de egocentrismo y corrupción el ejercicio profesional, y a la larga,.  esta haciendo ingresar a los profesionales en la formación de mafias políticas, que destruyen todo atisbo de genialidad o buena voluntad de los talentos...

La polémica con respecto al vivo interés que despierta en los últimos tiempos la reactivación comunitarista del movimiento estudiantil, concita en los límites de este ensayo una serie de reflexiones socio políticas referentes al abismo epistemológico y antropológico entre la producción universitaria del conocimiento y su protagonismo práctico concreto. En la contemporaneidad de un movimiento social múltiple que presiona sobre los cimientos reduccionistas del Estado de derecho neoliberal el que se debate con respecto a los fundamentos pedagógicos y produccionsitas del diseño curricular cobra un énfasis original, en la medida que las organizaciones de la sociedad política de los claustros universitarios urgen del control estratégico del proceso educativo de las inteligencias académicas para legitimar y operativizar teóricamente las decisiones que en materia de gestión ciudadana se hacen necesarias en el espacio público de esta sociedad periférica

El relativo aniquilamiento  ideológico de los centros de producción del conocimiento nacional-desarrollistas y el subordinamiento posterior de la subjetividad universitaria a los cánones empresariales y tecnocráticos del nuevo patrón de poder global, han condicionado que el despliegue científico sea percibido erróneamente como una labor administrativa por la cual se percibe una remuneración periódica, desplazándose paulatinamente de la conciencia cotidiana el concreto compromiso ético que significa el trabajo científico con el porvenir de la sociedad peruana. No negamos que el inflamiento ideológico que supuso el proyecto populista trajo serios problemas a la hora de resolver problemas técnicos, que urgían decisiones no bloqueadas por dogmatismos obnubilantes, pero la verdad es que el desdibujamiento estructural que prosiguió al agotamientos del proyecto populista dejo en una situación precaria al componente político de la decisión gubernamental, es decir, sin la suficiente capacidad de maniobra ejecutiva para desarrollar una lectura apropiada en función del bienestar general.

Desde que el diseñó profesional y sus productos técnicos se desentienden de las consecuencias sociales de sus incursiones tecnocráticas se ingresa en un escenario donde la validación del patrón de desarrollo se sostiene sobre la base desideologizada de la metodología individual burocrática, en la cual la práctica organizacional del Estado o de la empresa privada, a la cual no se la percibe como parte vibrante del proyecto de vida singular. Creo que la razón principal de que no exista una sólida ética del funcionariado público en nuestra realidad organizacional descalificada, es que el escenario universitario donde se forja la subjetividad profesional esta siendo infectado por una psicología egocéntrica que sólo percibe el adiestramiento cognoscitivo como una etapa previa y embrionaria de sus deseos de movilidad social y no como un proyecto ilustrado de formación integral de la personalidad, tan necesario en la realidad organizacional de hoy, porque es la única garantía antropológica de que se exprese una inclinación afectiva con  respecto a los programas colectivos que se derivan de las jerarquías burocráticas.

Sostener la lealtad procedimental del profesional sólo en un sistema sofisticado de recompensas salariales dejando de lado la legitimación ideológica que la labor individual le debe a la estructura burocrática. Por eso, visualizando que la carencia de una estructura actitudinal humanista conduce a un escenario de grupos profesionales interesados, creemos que un estudio a profundidad del lugar ontológico donde se forma primariamente la intencionalidad profesional resulta coherente con el examen minucioso de la s relaciones entre el perfil curricular y la formación social específica.

Humanismo y formación profesional.

Hablar de curriculum académico en un contexto social tan expuesto a la obsolescencia y lo efímero como el nuestro, significa estar siempre atento a las improvisadas e ingeniosas modas académicas que asaltan el embrionario espacio público del debate social. Adecuar estratégicamente las energías cognoscitivas para dar validez y sostén ideológico a conspicuos y diletantes modas académicas, que no trascienden mayormente en políticas públicas, significa en el fondo parapetar a los escenarios universitarios de ideologías farfulleras y de exageradas consignas doctrinarias, que proveen a la individualidad intelectual de una atmósfera política cargada de símbolos y de banderas humanistas, que en última instancia alejan al talento individual de las bases empíricas y prácticas del real ejercicio profesional. Si bien la inserción de la conciencia juvenil en cascarones ideológicos, rotundamente dogmáticos, engarza a una identidad juvenil – generalmente desorientada y sin compromisos sociales – con un acertado y justificado mensaje crítico. Al verdad es que esta virtud reflexiva se va convirtiendo, a medida que las exigencias profesionales se apoderan de las circunstancias prácticas, en una sólida regresión psicológica que obstaculiza la adopción saludable de un necesario poder de gestión social sin el cual el perfil profesional se ve desprovisto de la imprescindible experiencia  práctica para sobrevivir.

Como el bombardeo de una atmósfera universitaria conciliada con el discurso humanista de la justicia social provee a la conciencia juvenil de un discurso apasionadamente reivindicacionista se hace muy difícil que el entrenamiento curricular que se consume en los cinco años de pregrado. Logre vulnerar los complejos y prejuicios ideológicos que detienen en sí el urgente desarrollo académico-profesional. Por más que los aspecto pedagógicos del curriculum profesional estén diseñados para dotar de habilidades de producción intelectual a la subjetividad del educando, lo cierto es que los discursos ideológicos socialistas y la previa intencionalidad egoísta del universitario bloquean el progreso de identidades intelectuales, que sin sacrificar el aprendizaje de un oficio que recompensa económicamente, logren elaborar lecturas totales u congruentes con la problemática y agenda social que se discute tímidamente en el espacio público.

 Mientras se observa que el desarrollo de los intelectuales orgánicos es algo seriamente escaso en la producción académica de las instituciones de educación superior, debido a que la autoconservación individual se impone como lógica cruda de la supervivencia material y simbólica, también se termina por imponer la carencia objetiva de liderazgos intelectuales en relación estrecha con  la producción de subjetividades rebeldes que originan los movimientos sociales. En la medida que no exista una vinculación originaria con el ethos subalterno de las víctimas cotidianas de la pobreza estructural, es decir, en la medida que no exista una fuerte imbricación ideológica con la cultura popular será muy difícil alterara significativamente esa mala costumbre de explorar turísticamente el espacio público, en la búsqueda de ornamentos exóticos y esencialistas que sólo enfatizan la capacidad de transmutar valores para el cambio cultural como la única alternativa de resistir el poder monocultural del capitalismo

Es urgente hacer frente a esa desviación narcisista que introduce una epistemología existencialista en las órbitas de las preocupaciones de investigación, porque este exhibicionismo estético en la confección pseudomusical de la reflexión social lo único que causa es incrementar la brecha ontológica que existe entre el intelectual despreocupado e irresponsable que sirve de confidente dicharachero de la oralidad trágica, y una textura social desprovista de amortiguamientos políticos con que conquistar un reconocimiento y redistribución social negado históricamente por las oligarquías culturales. Es difícil decirlo, pero el cambio de época que influye sobre la cosmovisión representativa de las categorías mesocráticas ha hecho que estas sustituyan obligadamente los enfoques críticos de la ideología nacional-desarrollista por un pensamiento fenomenológico y subjetivista que deposita la confianza del desarrollo cultural en la disposición voluntarista y en los esfuerzos constructivistas de las categorías individuales. Creemos ciertamente que la tendencia que demuestra el diseño curricular a promover una postura espiritualista resulta coherente en estos tiempos postmodernos, en donde nada alcanza sostenidamente afirmación simbólica, pero creo que de un modo objetivo y responsable esta posición ideológica aleja verticalmente a la reflexión social de su compromiso funcional con la formación socio-histórica. Esta conclusión es algo parecida a lo que Quijano insinuó en uno de sus artículos: la currícula adiestra con una epistemología de derecha mientras que la atmósfera universitaria respira una epistemología de izquierda.

Es interesante mencionar que la vuelta del pensamiento vitalista-común en las raíces primigenias de nuestra filosofía social no representa un reencuentro originario con nuestra endógena tradición peruanista, sino la aparición subalternizada de una hibridación neofeudal que hace reposar el objetivo, que es el cambio cultural, en la asimilación hermenéutica de la metodología reconstructiva como la única vía que existe para procesar el caos ontológico que se apodera del sentido cotidiano. Yo sinceramente rescato las bondades comprensivas que significa defender atinadamente el ethos cultural de las mentalidades populares, pero creo sinceramente que la reproducción de este saber hermenéutico en manos de una clase intelectual sin ningún tipo de interés por la dinámica rebelde de los movimientos sociales predispone a la formación de un pensamiento social academicista y sordo a las súplica de la realidad irracional. En tanto el saber científico no salga a represntar el rol de traducir la semántica innovadora de los saberes populares, para que la ciencia se derrame democráticamente sobre el pueblo. Será complicado detener apropiadamente esa maligna costumbre de ver la producción de conocimiento social como una genialidad solitaria que sólo le corresponde gozar al intelectual más dotado para crear.

Gran parte de que el humanismo altruista sea desplazado por una retórica fanfarrona que sólo desataca las aventuras artísticas de la existencia intelectual es que el diseño curricular sea interpretado por el educando de un modo tergiversado, debido a que el mundo humanista es asimilado como un atributo comunicativo para mejorar los intercambios y la seducción cotidiana. Si bien existe la necesidad de saber comunicar los argumentos científicos y conjeturas para reproducir una cultura intelectual que mantenga la disposición crítica y la capacidad de investigar, la verdad es que los comportamientos indagatorios en ciencias sociales deberían sólo estar acompañados de una virtud retórica y expositiva, y no invadir estos las preferencias sociales a la hora de dar moldeamiento a una figura intelectual o a la hora de seleccionar el tema de investigación social.

La interacción e endeble entre el curriculum académico y el contexto ideológico en el cual este se práctica genera que la formación sólida de los personajes intelectuales este desprovista de un rendimiento profesional lo suficientemente eficaz como para asegurar la reproducción socioeconómica del particular. En ala mayoría de los casos la educación superior no consigue comprometer a los embrionarios intelectuales en un proyecto de ilustración sociopsicológica que  logre expresar, por último, un genio para lectura cognoscitivas, porque la transformación emotiva que conlleva moldear la habilidad filosófica implica sacrificar y desprepararse para la vida cotidiana. El rechazo que recive el proyecto escribal del ser intelectual, pues provoca una vida solitaria y empobrecida por la inteligencia observacional,  ocasiona que esta sección ideográfica de producción  humanista sea descuidada peligrosamente por los actores democráticos, lo cual a la larga condiciona la colonización privada de la razón instruemental, que percibe el saber científico como una  terquedad especulativa que hace mucho daño a la conciencia social y a sus intereses particulares.

Gerencia social y formación profesional.

El relativo empoderamiento que ha significado en los últimos veinte años la avalancha tecnocrática en las relaciones sociales ha debilitado la ilusión desarrollista de expandir el juicio racional y modernista en una realidad considerada dominada por la superstición arcaica y por los poderes tradicionales. El apogeo burocrático que ha conseguido la empresa privada, con un sistema flexible y autorreferencial de organización compleja atento a los cambios culturales en la vida económica, ha penetrado convenientemente en el tejido sociocultural de las clases populares y de los sectores mesocráticos desplegando toda una red sofisticada de pequeñas y medianas empresas particulares en términos de la reproducción de estilos de consumo y de las preferencias postmodernas de los sectores subalternos. A demás esta textura microempresarial como prueba palpable de la hibridación tecnoadministrativa que se ha agotado en los últimos tiempos, se comprueba la recepción cultural de una moral instrumentalizadota y del cálculo administrativo que moldean los repertorio simbólicos y los sistema de usos sociales, lo cual esta condicionando el reforzamiento de una racionalidad instrumental que define toda acción social en términos de una resultado funcional y mercantil. El hecho  de que la vida esté expuesta a la concepción de una conducta de la rentabilidad y del interés racional fortalece un organismo social infectado de una cohesión de la supervivencia y de la artificialidad frívola que va mermando la relación social comunitaria y basada en la solidaridad orgánica.

Es esta predisposición tecno-egoísta lo que incide en la formación de un diseño curricular que arroja técnicos sociales sin ningún tipo de compromiso ético a cerca de las consecuencias sociales que implica la responsabilidad de la evaluación técnica. Hay sui se quiere una intencionalidad predeterminada en la conciencia juvenil hacia la legitimación de una cultura del dinero que visualiza el sistema de adiestramiento profesional como una oportunidad existencial de escalar posiciones sociales expectantes en la sofisticada estratificación social de la sociedad peruana. No hay me parece en los actuales contingentes profesionales una inclinación solidaria a responsabilizarse de las acciones tecnocráticas, porque la realidad difícil y hostil empuja a las subjetividades profesionales a desarrollar decisiones y ejecuciones eficaces en los diversos rubros organizacionales que impliquen una validación de su desempeño individual. Creo que la gran razón de que el mercado de trabajo presione sobre  el sistema universitario para producir ingenieros sociales calificados, no es sólo producto del gran impacto de las reformas neoliberales en el sector educativo superior, sino una mañas complicada demanda de utilidad social desde el tejido popular por tratar de resultar funcional y así poder sobrevivir socialmente, sin operar reformas sustanciales en la arquitectura organizacional del Estado y al sociedad.

De algún modo inesperado la gran capacidad de despliegue administrativo y reformista que presenta la mentalidad subalterna, con base en liderazgos económicos,  es que las dificultades que demuestra el diseño democrático-representativo para procesar apropiadamente las demandas sociales se resuelven sólo bajo regularidades que ofrece la institucionalidad del Estado de derecho, y no en la escasez de coordinaciones golpistas o momentos constitutivos, propios de movimientos sociales que quieran provocar una ruptura con el orden existente. En líneas generales, soy de la idea que las identidades sometidas de la complejidad periférica peruana hacen reposar sus habilidades de resistencia y reinterpretación cultural en la suficiente disposición reformista con que imprimen sus múltiples interacciones cotidianas e intercambios económicos, sin deshacer las fuerzas sociales hegemónicas que los oprimen, y que ponen en paréntesis perpetuo sus variados sistemas de significación.

Es la situación particular en que la cultura peruana ha asimilado el lenguaje organizacional, tornándolo en un ethos devorador de todo vitalismo singular lo que condiciona indirectamente que la vida social se vea forzada a instrumentalizar hipocondríacamente la subjetividad del otro. Esta prueba es visible en la forma como el patrón de desarrollo ha empujado a las mentalidades colectivas a estructurar las instituciones sociales en función de una cultura mercantilista y pragmática, lo cual quiere decir, que la conciencia colectiva típica edifica un socius autoritario e individualista que construye desde tempranas edades una biografía egocéntrica y autorreferencial con respecto a la totalidad social. El abismo infranqueable entre una socialidad degradada y autoconservacionista y un proceso de personalización periférico que divorcia a la subjetividad de todo contexto social donde se edifica, inaugura una textura asocial y totalitaria que produce instituciones sociopolíticas antidemocráticas y precarias sin ningún tipo de respaldo social o comunitario. Es la manera despótica como la psicología individual es invitada a formar parte de una complejidad cosificadora y mistificante lo que desdice rápidamente a la singularidad a proteger toda solidaridad popular, pues toda realización autoconformadora a través del proceso educativo es agenciada de modo mezquino y solitario, lo cual va destruyendo los marcos de socialización recíprocos de la sociedad peruana. Digamos que el engullimiento de la vida patológica por obra de la fragmentación del biopoder prepara singularidades conscientes de su papel tecnocrático y de sobrevivientes en una realidad licuada, pero esta misma promoción de una conducta egocéntrica es la que va mermando las bases objetivas donde descansa la reproducción de la solidaridad y los significados comunitaristas del mundo de la vida.

Con respecto a este condicionamiento social del curriculum académico de las ciencias sociales creemos que el exagerado y a veces desmesurado control del lenguaje tecnocrático en la formación de talentos científicos está ocasionando el desvirtuamiento social de nuestras ciencias, y la deslegitimación de una profesión que es vista sólo como una labor gerencial con La cual se consigue remuneraciones y movilidad social. En la medida que no se comprenda que la construcción social implica un compromiso serio y una vocación de servicio social, será muy difícil hacer retroceder el cáncer mercantilista de la política global, lo cual hasta la fecha esta confeccionando una cultura social cínica y despreocupada de la problemática social.

Gremios y movimiento estudiantil.

Desde la democrática reforma universitaria de Córdoba venimos asistiendo lentamente a la inminente culturización y masificación del movimiento estudiantil. Con esto queremos decir que la habitual homogeneidad que caracterizaba la identidad estudiantil cede su lugar a la controvertida, me parece, posmodernización de los reclamos de reconocimiento cultural que hallan en la constitución del conocimiento social la precisa representación política en una sociedad tan carente de renovación de cuadros políticos. Aunque la existencia de un discurso adulto todavía muy injusto y descalificador con la juventud política reprime oficialmente la acción legítima de los actores juveniles creemos que la práctica diversa de este sector intergeneracional, en cuanto a producción de una rica subjetividad, esta seriamente presionando sobre le principio de realidad imprimiéndole la expresión de una remozada vitalidad e innovación cultural, que hace retroceder el habitual conservadurismo y puritanismo criollo.

Si bien el antiguo protagonismo colectivo es enriquecido con la práctica de estilos de vida extrovertidos y de desobediencia civil, lo cual habla positivamente de cambios culturales en el tejido despótico, lo cierto es que la fuerte devaluación y desorientación con la cual son percibidas las acciones juveniles aún le quita la validez necesaria a la cultura de la juventud como para conseguir legitimidad en esta realidad hostil y frívola. La fuerte preponderancia de un mundo sin corazón, severo y competitivo, relega el significado revolucionario de las identidades juveniles a una mentalidad anarquista y subversiva, lo cual despoja a la subjetividad creativa del control estructural de la maquinaria capitalista, lo cual a su vez es visualizado por el movimiento estudiantil como el muro de contención objetivo que mantiene en paréntesis perpetuo sus justificadas reivindicaciones y el que explota desconsideradamente  a la vida subalterna y empobrecida. En tanto la multiplicidad de los saberes juveniles no quiera abandonar el reformismo cultural de sus cotidianos estilos de vida festivos será muy complicado desactivar el control material y estructural que detentan los poderes particulares sobre al formación social, ya que una práctica de vida juvenil debidamente orientada a la consecución  política de una  sociedad civil organizada se halla bloqueada por la desafección cívica que evidencian las misma s categorías juveniles hacia el sistema político.

Es el impacto irresponsable de la sociedad de consumo y de la cultura del espectáculo los que infringen el mayor golpe contencionista a la personalidad estudiantil, pues estas entidades la alejan de todo sacrificio colectivo y de solidaridad con alguna identificación política que pueda generar la canalización y reactivación del diseño social. Quizás la desidentificación ontológica con un proceso heterodoxo de planificación social es la que impide al movimiento estudiantil hechar raíces sobre los incomprendidos sectores poblacionales más jóvenes, pues la sola presencia de un rigor organizativo es percibido como un discurso de la dominación adulta que la permisividad juvenil y esa astuta conducta aventurera y apasionada rechaza de plano.

No obstante, existe la necesidad  de que el cambio organizacional sea validado con la incorporación de la creatividad juvenil se percibe una brecha grave entre la mentalidad romántica y soñadora y un discurso sistémico de la madurez social que tarde o temprano se impone sobre la experiencia que va dejando de ser joven. Muchas veces este proceso de envejecimiento es tomado como una desilusión fáctica, como un proceso de realismo crudo que atrapa a la vida del joven en aquel entramado organizacional que él detesta, pero es a ciencia cierta la única transición que favorece el proceso de realización social capitalista a expensas de los anhelos de felicidad primarios del individuo. Es el despertar a la cruda realidad o el empecinamiento de permanecer donde la validez a una utopía con la que se entorpece la supervivencia, los que obstaculizan el necesario crecimiento y organicidad de la propuesta estudiantil, en materia de ser considerada como un conjunto de significados que enriquecen y mejoren la realidad social del estudiante.

El estado conflictuado y en estado de reafirmación sociopsicológica en el que transita endeblemente la identidad del profesional de las ciencias sociales origina  que éste no cuente con la suficiente calificación práctica y apasionamiento reflexivo como para llegar a mantener la pujanza reivindicacionista de un movimiento estudiantil organizado. Es decir, la presión autoritaria por definir un estado profesional auspicioso que comulgue contradictoriamente con una vida revolucionaria enfrascado en la lucha política es la que condiciona que las urgencias de la vida privada desvanezcan, a medida que se hace necesario la competencia económica, la apasionada vitalidad por darle legitimación a un movimiento estudiantil organizado y coherente con las necesidades del estudiante.

Es además este impase objetivo de tener que madurar y ser derrotado por la fría individualidad lo que congela el afán organizativo y mantiene el control del movimiento estudiantil en el poder de un clientelismo y de franquicias retrógradas que manipulan la voluntad soñadora en pos del interés de facciones y grupos particulares, que al final sólo desacreditan más las buenas intenciones de la propuesta estudiantil. La desactivación organizativa de la juventud política es la que otorga validez a la aparición de toda una red sectorial de monopolios privados que controlan la formación de cuadros y la producción de conocimiento social de acuerdo a una versión dizque civilizado de la vida social. Hasta la actualidad inorgánica, a veces precaria, de la existencia estudiantil es producto de que esta se halla desprovista y desguarnecida ante la fatalidad de juegos de poder al interior de la universidad,  los cuales utilizan las energías estudiantiles para reproducir sus consorcios académicos-políticos a costa del derecho colectivo que posee le movimiento estudiantil de recrear una generación democrática e histórica.

 Soy de la idea que una actividad gremial correctamente respaldada por un movimiento estudiantil que produzca inteligencia científica es capaz de resultar un contrapeso significativo frente a la colonialidad de los saberes académicos y frente a la privatización y elitización de la acción política por empresas trasnacionales del conocimiento. El gremio estudiantil hoy reducido a un conjunto de espacios decorativos, recuerdo de otras épocas gloriosas, es la institución estudiantil que debe vigilar democráticamente los intereses curriculares del estudiante, y que debe hacer un seguimiento institucional al desarrollo profesional de la individualidad intelectual en concordancia directa con el despliegue político y reivindicativo de los movimientos sociales. Es la actividad gremial una experiencia subjetiva de consolidar solidaridades orgánicas y un órgano fiscalizador de a tendencia elitista que demuestra el gobierno universitario a no consultar, ni a discutir sus decisiones ejecutivas. El gremio, por último, es el centro bisagra que unifica la producción de conocimiento estudiantil con el escenario más amplio y general de los sistemas de partidos y movimientos sociales, posibilitando la conformación de demandas de un sector y luchando por revolucionar las estructuras capitalistas deificadas.

Conclusiones.

Hemos llegado a este punto para sostener la idea que el  ejercicio eficaz de un currículo académico es el resultado de a interacción dialéctica con el medio político en el que se aplica como ideología y cosmovisión orgánica. Más allá de que exista una contradicción aparente entre un discurso curricular sometido a los dictados del mercado profesional, y a la atmósfera proselitista que condiciona la formación de singularidades intelectuales, existe la preponderancia de un entorno mesiánico que condiciona la dotación de recursos cognoscitivos y de un discurso semántico que orienta mal que bien el desarrollo del político y del intelectual orgánico. Somos de la idea que la vida académica y al producción ideológica como cultura de la sospecha no deben ser sacrificados a expensas del control teconocrático y proselitista del mercado, sino que la vida humanística, más allá de las complicaciones que implica la sobrevivencia diaria, debe ser preservada, porque de no hacerlo se facilita la propagación de discursos empresariales que sólo lucran con el conocimientos social de modo operativo y gerencial.

No negamos que la consulta técnica es necesaria en  un  medio de confusiones y entropía organizacional, pero de ahí a encumbrarlo por sobre el carácter desenmascarador y discutible de la reflexión sociofilosófica es un reverendo error que se paga  con la administración de lo perverso y caótico. Hay que aprender a entender que la vida dejada a su propia dinámica convulsiva se destruye irremediablemente, razón por la cual es urgente ubicar la pedagogía de un pensamiento cotidiano desocultante en la posición precisa de una racionalidad negativa que contenga la tendencia  social que demuestran las identidades privadas a privatizar el carácter democrático de la sociedad


                                     










No hay comentarios:

Publicar un comentario

La desunion de una familia

  Hace unos meses conversaba con una vecina que es adulto mayor. Le decía que a pesar de tener 75 años se le veía muy conservada y fortaleci...