Femenicidios y sociedad. apuntes
Buscar las razones de porque
nuestra sociedad es tan violenta en contra de la mujer, y se llega al caso de
los feminicidios es penetrar en la raíces estructurales de nuestra vida
cotidiana como país. A pesar de los avances modernizadores del feminismo y del
rol cada vez mas protagónico de las mujeres en la vida social, aun persisten en
nuestro país grandes zonas grises de barbarie y antimodernización, donde la
mujer es poco más que una reproductora del hogar doméstico. Y esto se debe a
que como proyecto de nación la modernización sólo ha llegado a las ciudades más
grandes y es ahí donde el rol empoderado de la mujer se hace sentir sin ningún
atropello aunque con mucha hostilidad y violencia simbolica.. Pero como no somos una cultura integral donde la energía de la
modernidad se propague de modo homogéneo, es arraigado aún un profundo subsuelo
de ignorancia y de tradicionalidad que no deja verter la racionalidad de la
comunicación y de la deliberación en el hogar, y en las relaciones sociales más
íntimas. Sigue subsistiendo la idea de que Lima es una esponja, un vampiro que
se chupa lo mejor del desarrollo para sí misma, y deja a las regiones en el
atraso y en la formación de una cultura colectiva sumamente escasa y violenta.
Aunque en las zonas rurales este apunte es muy generalista. La violencia es parte de la estructura ancestral y complicada de la naturaleza. En el mundo andino la idea de cultura de la miseria que atraviesa raza y sexualidad, da una violencia pactada en el sentido de posesión, al interior de una familia mas comunitaria. Pero esto va cambiando en las ultimas geraciones de jovenes. Y en la selva salvo diferencias mas marcadas, la modernización no alterado la racionalidad de la inocencia en la eleccion de pareja, y algo menos negociado. Pero si la posesión y la sexualidad es mas transparente y eso da un snetido de balance en los hogares. Pero igual las feminas en comunidades mas de selva ocupa un lugar de trabajo muy subordinadas y hay temas cercanos al incesto. En selva varias de las comundides mas de ciudad, son familias mas estables pero la separación no implica violencia. Se buscan otro u otra y todo cambio.
Aunque en las zonas rurales este apunte es muy generalista. La violencia es parte de la estructura ancestral y complicada de la naturaleza. En el mundo andino la idea de cultura de la miseria que atraviesa raza y sexualidad, da una violencia pactada en el sentido de posesión, al interior de una familia mas comunitaria. Pero esto va cambiando en las ultimas geraciones de jovenes. Y en la selva salvo diferencias mas marcadas, la modernización no alterado la racionalidad de la inocencia en la eleccion de pareja, y algo menos negociado. Pero si la posesión y la sexualidad es mas transparente y eso da un snetido de balance en los hogares. Pero igual las feminas en comunidades mas de selva ocupa un lugar de trabajo muy subordinadas y hay temas cercanos al incesto. En selva varias de las comundides mas de ciudad, son familias mas estables pero la separación no implica violencia. Se buscan otro u otra y todo cambio.
No solo el atropello en contra de
la mujer es un síntoma de que la racionalidad de la comprensión no se extiende
de modo democrático en el país, sino además que de modo histórico subsisten
imágenes psicológicas de la mujer como un objeto de producción privado que es
la base del rico asociativismo comunitario que vive el país. En su tarea de
sostener el hogar la mujer ha extendido a las sociedades barriales la fuerza de
un tejido voluntario que ha permitido en nuestras peores épocas sostenernos de
la violencia y de la crisis económica. Este mundo de una economía de la
subsistencia a través de los comedores populares y los clubes de madre ha hecho
notar la ausencia de una figura patriarcal que
nunca estuvo en su poder construir una poder público resplandeciente. Lo
que vemos es que nuestra esfera pública es débil y penetrada por el
patriarcalismo y aun una idea sincertica de camunidad y ayllu porque a los hombres les quedo grande constituir de modo
democrático un Estado reprublicano. La masculinidad es rigida pues aun por un orgullo de poder y dominio, que le pone un precio a la belleza. El peso de los emprendedores iinato en hombres y mujeres ha neurotizado la cultura de los saberes de pareja. En su lugar el patriarcado nos ha hecho
conocer una masculinidad peruana que ha hecho lo posible por hacer permanente
el poder de la aldea y del latifundio tanto en las relaciones públicas como en
lo privado. Y esto para hacer constante la figura de un señor todopoderoso que
es dueño de tierras como de mujeres. En su terquedad por mantener un poder
arcaico y atrasado han devastado la posibilidad psíquica de construir vínculos
afectivos duraderos y democráticos, justo cuando la modernidad clamaba
racionalidad para la sociedad moderna. Pero esta regla escapa al detalle no todos los hombres y mujeres actuan deacuerdo a la atmosfera dominante.
Es esta confusión entre lo
público y lo privado lo que ha hecho que no desarrollemos una sexualidad
liberadora. Y en su lugar haya sido casi incólume una racionalidad del sexo
conservadora e hipócrita que ha hecho de la intriga, del sobón y del rajón, un
vehículo cultural para hacerse de los favores del placer como para construir
una sexualidad reprimida y enferma. A no dudarlo es esta manutención de una
cultura colonial y patriarcal de la abstinencia lo que freno en la resignación
al mundo andino y permitió a las oligarquías que pasaron por nuestra historia
desarrollar una sexualidad más potenciada y libre. Es este desencuentro en
cuanto al poder hegemónico de la carne lo que ha arrojado sobre las relaciones
sociales más subalternas una personalidad atizada por el odio y la frustración.
Y no hay que negar, si no funciono o no existió una cultura democratizadora y
sin complejos de la sexualidad es esto lo que ha hecho fracasar el suelo para
una cultura sin discriminaciones e igualitaria. Es una sexualidad y un amor
conquistado a fuerza de violencia simbólica lo que arroja hoy en día sobre
nuestra historia cultural una vida íntima atravesada por la psicología de la
violencia y del aprovechamiento subjetivo y corporal. En este sentido cualquier
proyecto para modernizar las relaciones entre los hombres y las mujeres debe
entender los profundos abismos psíquicos que existen sobre nuestra cultura en
relación a la sexualidad, y no seguir aventando al caballazo fuerzas
liberadoras de la sexualidad sin comprender las heridas históricas y
antropológicas que atraviesan al peruano. La selva entra en este marco, aunque el efecto es menos homogéneo. la selvática ya en ciudad es siempre mas liberadora, y el hombre igual. No han perdido en sentido del humor.
En este sentido, explicar la
violencia en las relaciones de pareja es comenzar a entender que el proyecto de
diálogo y de amor que la modernidad propagandeo como injerencia para que nos
entendamos y comuniquemos ha fracasado. Y que en su lugar regresan de modo
microfísico y corporal proyecto de odio y de resentimiento donde la
subjetividad del hombre de a pie se desgarra entre la soledad y una sexualidad
violenta y traumatizante. Annque la idea de la sexualidad casual aun compensa y puede basar de forma accidentada la fuerza de la búsqueda de pareja.Al escasear el amor, o al perder toda voluntad el
hombre y la mujer para su aprendizaje, es de preferencia demostrar un poder
impactante para las relaciones íntimas y sexuales como un mecanismo de
compensación y de reconocimiento que amortigua la ausencia del afecto y de la
comprensión entre las personas.
En la medida que las personas no se esperanzan por conseguir un afecto duradero, y hacen del amor una relación vital difícil de sostener se genera una personalidad vengativa y llena de rencor que ve las relaciones de pareja como oportunidades para divertirse o cosechar historias anecdóticas e intensas. Es la cultura de la intriga y del chisme como mecanismos de comunicación en la relación a las relaciones amorosas lo que carga de tensión y de indignación a la salud mental de los aspirantes al afecto del sexo opuesto, y esto es lo que hace estallar cuadros preocupantes de violencia y de odio desmesurados. El empoderamiento de la mujer en nuestra sociedad lleva la carga de la intriga en ambos géneros a sectores donde no deberían llegar y esto es lo que desata la violencia en las relaciones de pareja llevando la peor parte las mujeres. Es además el embrutecimiento en que ha caído el hombre, producto del relajamiento de la masculinidad lo que ha arrojado sobre el hombre cuadros de inconsciencia y de agresión.
En la medida que las personas no se esperanzan por conseguir un afecto duradero, y hacen del amor una relación vital difícil de sostener se genera una personalidad vengativa y llena de rencor que ve las relaciones de pareja como oportunidades para divertirse o cosechar historias anecdóticas e intensas. Es la cultura de la intriga y del chisme como mecanismos de comunicación en la relación a las relaciones amorosas lo que carga de tensión y de indignación a la salud mental de los aspirantes al afecto del sexo opuesto, y esto es lo que hace estallar cuadros preocupantes de violencia y de odio desmesurados. El empoderamiento de la mujer en nuestra sociedad lleva la carga de la intriga en ambos géneros a sectores donde no deberían llegar y esto es lo que desata la violencia en las relaciones de pareja llevando la peor parte las mujeres. Es además el embrutecimiento en que ha caído el hombre, producto del relajamiento de la masculinidad lo que ha arrojado sobre el hombre cuadros de inconsciencia y de agresión.
No es mediante la penalización o
la vulneración de la masculinidad como se va lograr un equitativo entendimiento
en las relaciones de pareja. No es reemplazar una relación vertical de poder
por otra como se va resolver el problema de una subjetividad vaciada de paz y
de bienestar. Tanto los hombres necesitan de las mujeres como viceversa. Pero
hay que entender que la aplicación de políticas públicas que tengan un decidido
impacto sobra la cultura de las relaciones de pareja, pasa por hacer un
minucioso estudio de la subjetividad y de la intimidad en nuestra cultura
nacional; y eso es algo que el abanderado feminismo debería considerar, y no
sólo imponer sin ningún conocimiento de causa políticas eurocéntricas que echan
más fuego al caldero. Aunque hay resistencia fuerte en los hombres por
renunciar a su poder opresor hay aún una decisiva fuerza espiritual en relación
a que los sexos no se separen. El amor es una fuerza espiritual que hasta el
más bárbaro desea en su corazón y no debería ser considerado los romances como situaciones
susceptibles de crítica y de refunfuño. Es nuestra cultura conservadora la que
refuerza que el amor se convierta en una relación de opresión y de pertenencia
opresiva. Cuando debería verse el romance como un aprendizaje constante de práctica
amatoria, donde el poder sobre el cuerpo no sea visto como una relación de
dominio.
Sigo insistiendo, mientras la modernización siga siendo una
fuerza destructiva que libera y confecciona individuos consumistas e impulsivos
la violencia seguirá siendo el síntoma de una cultura que no ha sabido hacerse
del control de la modernidad. Hace falta entender que el proceso de
modernización reforzado hoy en las regiones con los procesos mineros y
comerciales echa violencia sobre la cultura porque disuelve las tradiciones y
los arcaicos sistemas de representación. Al disolver estas culturas locales la
modernización es la contraparte de una intersubjetividad o de una cultura local
que vive en carne propia el sin sentido de la vida y de la agresividad criminal
como de hogar. El feminicidio, en este sentido, es la prueba que la
modernización no disuelve sino ha reforzado la fuerza del machismo, y que el
hombre se ve intimidado por el
empoderamiento de la mujer en estas últimas décadas. El hombre aún no entiende
que la fuerza de la mujer merece todo el reconocimiento cultural de nuestra
nación, y no sólo entenderla como un objeto de propiedad doméstico o de placer.
Aunque las mujeres de mayor valor social y sexual hacen uso de su belleza para
sus emprendimientos propios, y eso concita la crítica conservadora y el dolor
moral de los hombres, lo cierto es que
esta habilidad no debería verse con menosprecio, sino como un poder que
la naturaleza les ha dado. El problema que vuelve violentos y desquiciados a
los hombres es cuando el amor o el afecto concita un precio, y eso es algo que
no garantiza sino la infidelidad latente. Pero hasta eso debería ser parte de
la costumbre. Por ahora evitar los feminicidios pasa por reformar el sistema
educativo de modo transversal, y reforzar las culturas barriales y comunitarias
para que la formación de los niños y los jóvenes permitan identidades más
democráticas y asequibles. Sino se arroja amor ye apegos sobre las relaciones sociales,
cualquier cosa en su lugar es lo mismo que rencor y antagonismo. A mas leyes mayor es el resultado inverso.
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