De ideólogos a consultores.
Cuestiones previas:
En
estos renglones anarcas pero cercanos al riesgo de arrojarme nuevamente a la
danza de la política voy a examinar un cambio imprevisto, no para mejor sino una mutación que sobrevino con el
agotamiento maligno de la modernización populista al interior de la izquierda.
La historia que narro es incómoda pero se apoya en una lógica del proceso
social que la vuelve verídica e insoportable.
Lego
a los colectivos juveniles y a todos aquellos actores conscientes a recoger
estas tesis anarcas y rebeldes con el propósito de escapar a la pesadilla que
es el ultraje del espíritu de izquierda. No deseo una revolución ni una
venganza purista sino una crítica constructiva del sistema gangrenado en que se
ha envuelto la organicidad social de las juntas vecinales, los sistemas de
subsistencia social (vasos de leche, comedores populares, club de madres), los
sistemas de organización profesional alrededor de los movimientos y elites
regionales/locales, la redes de organización de la promoción social (ONGs), el
sistema de partidos de izquierda y derecha, y el campo académico-profesional
del sistema educativo y demás instituciones del Estado. Este examen en la línea
de un diagnóstico holístico no ensaya contrariamente una salida global, un gran
esfuerzo de transformación cualitativa, sino el aporte de ingenuamente
cuestionarla desde sus cimientos para despertar al ciudadano probo y solidario
a combatirla desde la asociatividad y el desarrollo de esfuerzos individuales
conectados.
Este es un tiempo de liderazgos constructivos
y creadores. Ahí donde todo esta en ruinas y se transita sospechosamente hacia
un nuevo sistema global de realidad es creíble
parir nuevos referentes y propuestas de civilización. La juventud es
clave, pero no esa juventud sin idea de sí misma, envuelta en el desperdicio de
la autodestrucción y la miseria
utilitarista, sino una juventud que ejerza la crítica vital sin caer en el
realismo y la resignación de los sistemas enfermos; un joven una joven que
desborden socioculturalmente a la vida averiada desde sus entrañas y creen un
nuevo sentido generacional. Pero esto es propedéutica o profilaxis marginal.
Ahora señalo brevemente los contenidos de este documento irrespirable.
Técnica e ideología en el populismo.
En
primera instancia presento la génesis cultural de esta enfermedad organizativa
y social. Ahí donde se dio un corte de aguas generacional en contra de este
escolasticismo, con el arribamiento de la generación de los 60s y 70s, sustento
la tesis que la fuerza revolucionaria del cambio social de estos cuadros
jóvenes y geniales sentaron las bases para la modernización legalista de la
estructura público-privada de la sociedad. Si bien este rescate operativo de
las tesis mariateguianas, de la escuela de la CEPAL y de los enfoques de la
dependencia crearon una nueva capa de profesionales, dirigentes y funcionarios
que planteaban un movimiento mecanicista y feudatario que aún era muy poco
sofisticado y secular, la verdad es que el despertar de subjetividades
oprimidas que tomaron la decisión de
migrar, de abrir negocitos aquí y allá, de aglutinarse en torno a la atracción
del industrialismo y de apostar por una reorganización democrática de la
sociedad, hablaban de un cambio de época con el que todos estaban de acuerdo y
promovían. La idea es que este ataque a todo el cimiento de la feudalidad, del
señorío y de la cultura de enclave de los grandes clubes oligarcas obedecía aun
profundo diagnóstico acertado de la cuestión nacional por parte de los
ideólogos y avanzadas revolucionarias que inundaban las organizaciones
sindicales y barriales, los movimientos campesinos y el sistema de partidos
nacionales. Hablemos de estos espacios.
En
el terreno rural la toma de haciendas por parte de Hugo Blanco en la Convención
(Cuzco) en los 60s, y ulteriormente como reacción en cadena en toda la Sierra
rural – en especial en zona sur- y parte de la Costa no sólo obedeció a un
cambio reivindicativo estimulado por ideólogos marxistas. Era sobre todo un
movimiento social generado por la necesidad de combatir el desprecio y la
explotación servil que sufrían los indígenas y comunidades campesinas hacia su
cultura, y sobre todo como sostengo un acto natural de modernidad, una
decisión producida curiosamente por la
aculturización criolla que provocó el sistema de educación pública
monocultural; un acto de apropiarse de las tierras para expandir el mandato
generacional, del que hablaba Degregori (DEGREGORI Carlos Iván: ) y no un secreto milenarismo comunista que
fue el discurso tomado de las tesis arguedianas escritas en sus novelas y obra
antropológica[2] y en parte por de la
legión de líderes y jóvenes pensadores que se autoatribuyó la dirección de
estos movimientos.
El
posterior desprestigio y desmembramiento de las cooperativas que propagó el
Gobierno Velazquista con la Reforma Agraria del 1968 parece confirmar esta
opinión. La revolución que se suscitó en el campo no fue un acto de
institucionalización de las solidaridades campesinas y políticas que debían
confluir en la estructura comunitarista de producción de cooperativas sino un
comportamiento de liberación individual, un acto de ciudadanía que fue perdiendo
contacto con la disposición organizativa y racionalizada del sistema
cooperativo. Tanto había sido la profundización del sojuzgamiento gamonal del
triangulo sin base, del que habla Cotler (COTLER Julio:) en la mecánica de la
dominación interna, que no se desarrollo una cultura laboral en sintonía con la
acumulación y productividad que esperaba la cooperativización del campo[3].
Se concibió que el mundo ritualizado y panteísta del mundo andino cuajaría en
una cultura económica eficiente y
solidaria que daría forma a los mercados internos regionales y que resolvería
la depresión económica y pobreza histórica del campo.
La
descomposición acelerada de las cooperativas y su posterior fragmentación en
una selva irracional de minifundios, como sucedió con las haciendas
tecnificadas del Norte en La Libertad, Lambayeque, Piura, en la experiencia de
los ingenios azucareros de la Oligarquía y luego con la propiedad colectiva de
sindicatos agrarios locales, parece hablar en la dirección de mi tesis: la
cultura organizativa del campo penetrada
por la corrupción dirigencial de los señoríos y grandes hacendados, se degradó
aún más y reprodujo las prácticas nefastas del tradicionalismo gamonal, cuando
estas poblaciones campesinas quedaron descabezadas de los parásitos y comehechados “mistis”
Al
parecer, y tal es mi observación el pésimo manejo administrativo de la
producción agropecuaria, y la relativa indiferencia de la heterodoxia urbana –
pues más se daba importancia al experimento de la industrialización-, hicieron
que naufragara operativamente el planteamiento romántico y justicialista de la Reforma Agraria[4].
El reordenamiento de la propiedad agraria, descapitalizada y sin burguesía para
reflotarla hundió en una traba estructural de pobreza y miseria cultural al
mundo rural, dispuesto, entonces, a recibir el mensaje de la catarsis violenta
que recogió el movimiento sectario de Sendero Luminoso[5].
Esta
guerra incomprensible en los confines de identidades y terrenos olvidados por
el Estado oligárquico y después el viejo Estado populista, además del
desmembramiento productivo del campo precipitarían el acto modernidad de las
migraciones a la costa. Ya en un escenario desarrollista esta mano de obra
migrante entraría a engrosar a la masa asalariada del proceso de industrialización,
generando una presión por servicios y condiciones de vida que no sería atendida
cabalmente por la modernización acelerada del país. En varios estudios sobre la
acumulación migrante en pueblos jóvenes y barriadas como los de Gustavo Riofrío,
Max Meneses, se describiría la difícil como dramática adaptación de las
culturas provincianas migrantes en las periferias desérticas de la ciudad en
base a la organización comunitaria. El traslado de los patrones culturales
colectivistas a un movimiento de pobladores urbanos potenciaría la recreación
democratizante de todo un tejido organizativo de juntas vecinales, asociaciones
de pobladores y club barriales que permitirían la ruptura frontal con la
tradicional como autoritaria cultura criolla.
En
búsqueda de obtener un lugar sólido en el proceso de democratización populista
y heterodoxo, esta movilidad política produciría una subjetividad política que
incrementaría el poder decisorio de la clase trabajadora sindicalizada. Gran
parte de la experiencias barriales de Villa el Salvador, Villa María, Comas,
Los Olivos, Independencia, San Juan de Lurigancho, y los pueblos jóvenes
incrustados en zonas urbano-populares más consolidadas como Mendozita (La
Victoria) Mirones (Lima-Cercado) Cerro San Cosme y El Pino (El Agustino-La
Victoria) evidenciarían una cultura organizativa y de presión política acorde
con la política de crear una nueva identidad nacional y cívica. Aunque gran parte
de las deplorables condiciones de vida de estas poblaciones urbano-marginales
las unían a la consecución de metas comunes como necesidad y titulación de
vivienda, servicios básicos de agua, desagüe, electrificación, telefonía fija
(aún muy escasa), y zonificación urbanística (pistas y veredas), no dejaba de
existir la efervescencia de una cultura comunitaria con la cual resistían los
embates segregatorios y discriminatorios de la cultura criolla que era muy dura
y poco receptiva a las grandes mutaciones y mestizajes que vendrían después.
En
la medida que las oleadas migrantes ocupaban los tugurios antiguos de
Lima-cercado (las grandes quintas, callejones de un solo caño, los solares y
casonas de antaño) creando hacinamiento e inseguridad doméstica, y las zonas
desérticas y chacras de los suburbios de la Lima Virreynal se producía como
panorama un nuevo horizonte cultural:
1. Una nueva subjetividad popular de base migrante
que alimentaría la politización del viejo Estado populista, en base a la
universalización de trabajo asalariado y la incorporación participativa de las
democracias locales-barriales.
2. Generaría una ruptura con la habitual conformación
urbano-popular de los barrios criollos (Barrios Altos, Callao, Barranco, Surco
Viejo, Breña), un desenganche larvario con la ética clientelar y
patrimonialista del criollismo, que posteriormente al escindirse producto de la
masificación de los medios de comunicación de primera generación (TV, Radio,
prensa, folletines, comics, revistas, literatura popular) cobraría un auge
insospechado
3. Deacuerdo a lo anterior se precipitaría en el seno
de las juntas y organizaciones vecinales una camada abundante de nuevos
dirigentes populares y actores representativos que asumirían lentamente un
discurso cada vez más confrontacional y revolucionario en la medida que el
populismo y el poder de las clases medias se relajarían, y la ortodoxia central
de la nueva izquierda de los 70s exigía una posición cada vez más politizada al
régimen ambiguo del populismo velazquista y de la novel partidocracia
ochentera.
Este
fenómeno de asociatividad barrial iría perdiendo terreno en las décadas posteriores
debido a la atomización individualista de las reformas neoliberales (el ajuste
estructural del Consenso de Washington) y retrocedería a la conformación de una
estructura semi-delincuencial y corrupta que redescubriría los patrones
intersubjetivos de una cultura parroquial[6] y
antidemocrática en contextos urbanos (ALMOND y VERMA:)[7].
Al replegarse la cobertura universalista de las políticas sociales, al decaer
frenéticamente la productividad del industrialismo de enclave, como señala
Althaus (ALTHAUS: ), al descomponerse
internamente el pésimo sistema educativo y al ser descabezado el movimiento de
izquierda[8]
con el aburguesamiento forzoso de las clases medias individualizadas, se
produciría una situación de abandono de los sectores populares, lugar que sería
ocupado por la lenta formación y pujanza de economías informales y el neurótico
avance de la violencia política. La lenta transición de la primera
modernización populista y heterodoxa[9] a
la modernización empresarial individualista[10]
del Fujimorismo ocasionó una fuerte descomposición moral y cultural de las
solidaridades rurales, barriales y sindicales que al lentamente apropiarse de
la pastoral microempresarial del capitalismo salvaje arrebatarían a los
movimientos del cambio social las bases sociales que alimentaron el jerárquico
sistema de partidos que venía desde los 60s y 70s. Ahí en el seno de una
pujante como misteriosa hibridación entre migrantes y actores populares de toda
procedencia se desarrollaría un desborde popular, una emergencia cholificadora,
como sostuvo Quijano (QUIJANO: ) por la
apropiación de ser ciudadano individual y de consumo, por incorporarse a la
gramática plástica criolla, pero al precio de reforzar y reproducir una cultura
anómica, trasgresora “de todo lo vale” cuyas patologías recibirían con dolor
las identidades populares más empobrecidas y vulnerables. Es sintomático en
este período las caracterizaciones psicoanalíticas de la cultura de la pobreza
de Rodríguez Rabanal (RODRIGUEZ:) o la emblemática película del “Grupo Chasqui”: “Gregorio” donde el
drama psicológico de la miseria y el abandono moral de un niño migrante que
tiene que trabajar, proyectó a los 80s como una época sin espíritu y nihilista,
donde modernizarse implica hasta hoy desconocer lo que somos como sociedad.
Humanismo y profesión.
Antes
de pasar a describir las transformaciones cualitativas que se operaron en los
sistemas organizativos de las sociedades populares, en el reino del mercado y
del utilitarismo popular, me detendré a examinar un problema que se originó en
la colonialidad del saber profesional, a raíz del tipo de energías
profesionales que demandó el Virreynato, y como este registro cultural en
relación a las capacidades y una ética del trabajo barroca y tradicional han
condicionado la producción y expansión de un tipo de saber profesional criollo,
una psicología profesional que vive descohesionada de todo modelo institucional
del desarrollo.
Las
tesis que presento alrededor de esta problemática se delinean como sigue: La
perennización de un tipo de cultura profesional colonial barroca y poco ligado
a la operativización de los grandes postulados ideológicos ha posibilitado la
construcción:
1. Un Estado patrimonial y clientelar
2. Una empresa de enclave poco receptiva a la transformación tecnológica y científica, más
cercana al sector servicios, y diseminada en un mosaico variopinto de ejército
de informales que por disposición cultural no cuentan con los recursos
profesionales para dar saltos cualitativos y generar un sector industrial[11]
3. Ha recreado una y otra vez ideólogos
humanistoides, con poca capacidad para la administración y la ejecución de las
ideas. Esta capa de profesionales han quedado en el sector educativo
público-privado como catedráticos y operadores políticos viviendo de la proliferación de consignas y programas
políticos declarativos. Su trabajo meramente ideológico y politiquero ha
secuestrado los espacios universitarios creando grupos y mafias que restringen
la calidad educativa y empeoran la formación técnico-científico de los
universitarios que en el mejor de los casos reproducen como aparato esta
patología del resentimiento. Aunque no es desestimar la rica producción
intelectual que sigue creando la academia sostengo que el abismo entre la mera
teoría y la planificación tecnocrática que evidencia esta escribalidad
militante ha promovido la estupidez sensorial y administrativa en el ejército
de graduados que se arroja al mercado profesional.
4. Ha creado la hegemonía de una pastoral
hiper-administrativa que si bien es el resultado de un cambio técnico,
gerencial y de correcta conducción de los sistemas organizativos privados como
públicos del país, ha coaccionado culturalmente e institucionalmente toda
creatividad científica y tecnológica que ha sido expectorada de las
universidades, en donde no se invierte en investigación por proteger la
propiedad intelectual de los capitalismos que no transfieren tecnología. Con
esto a pesar de todo sobrevive rudimentariamente en la cultura de técnicos
artesanales sin educación formal y en los entornos informales que ha abierto la
tecnología informática. Estoy hablando de los innumerables talleres de
ingeniería metalmecánica, ebanistería y manufactura de Lima Norte y Villa El
Salvador, así como el closer de Wilson con la venta de software y equipos de
informática. En cierta medida las transformaciones cualitativas de nuestro
pujante capitalismo microempresarial y extractivista están aperturando sistemas de investigación aplicada en conexión con las
mejores universidades capacitadas para este tema; sin embargo, este despliegue
es todavía muy limitado y embrionario. Tal vez las mutaciones posteriores en
materia de industrialización espontánea introduzcan una política de
investigación y tecnología aplicadas, que rompa la inoperatividad de un mercado
laboral repleto de administradores y gerentes.
5. El otro problema que presenta este persistente
humanismo profesional es la no distribución geográfica y descentralizada de los
recursos profesionales. Ya sea por la carencia y mala constitución de los
centros de educación superior, técnico-profesional o por el absorbente
centralismo cultural que incuba curiosamente un sistema educativo de corte
monocultural, se observa un déficit de inteligencias organizativas y de
ingenieros hábiles en lugares claves que recepcionan las jugosas regalías del
canon minero. La incapacidad para
introducir una lógica del trabajo burocrático y programado, y la abundancia de
cuadros políticos sin destreza ejecutiva y con ganas de bloquear las
iniciativas de modernización infraestructural y de desarrollo socioeconómico
provoca la parálisis gerencial de los gobiernos regionales y municipales, ahí
donde un clima tradicional inhibe el control local de los acelerados procesos
de modernización que desata por ejemplo
la inversión minera.
6. Un sexto
impasse que provoca este humanismo recalcitrante es la pervivencia perjudicial
de una ética del trabajo improductiva y parasitaria. Ahí donde la seducción de
la sociedad de consumo mezcla tiempo de ocio con tiempo laboral, donde la
“criollada” y la “pendejada” politiquera esta instalada para contener la
meritocracia se coaccionará toda reforma sustancial de los aparatos del Estado,
ahí donde el incontenible desborde de la moral andina no cuaja sino reproduce
la desidia del funcionariado, se provoca un recurso humano y una cultura
organizativa poco dúctil a producir transformaciones cualitativas en el seno
del modelo desarrollo. Esta moral festiva y no disciplinaria heredada de
nuestros escolásticos encomenderos, hacendados y escribanos coloniales, se
deposita como gramática perjuiciosa en las clases populares en la mediatización
y en una pérfida erotización de la realidad, pero proviene como modelo de individualidad
estilística de la hegemonía de una clase A1, de consumidores hedonistas que
reproducen todos los vicios de la
sociedad cortesana de la antigua oligarquía.
7. Y por último este humanismo ramplón ha generado a
lo largo de las épocas de letargo y apogeo una desperuanización del discurso
teórico aplicado de las ciencias sociales. Aún cuando sendas autoridades
intelectuales han convergido en la necesidad de ofrecer lecturas nacionalizadas
y etnocéntricas de las mejores contribuciones de la filosofía y de las
humanidades, como Mariátegui, Vallejo, Arguedas, etc. Siempre se ha terminado
por imponer un campo intelectual-académico que divorcia peligrosamente
teoría-técnica y política, y que en base a esta figura han levantado una
mentalidad, instituciones y formas de
intervención política que han retraído el cambio generacional y generado una
devaluación accidentada de las ciencias sociales en el Perú.
En
este acápite a manera de propedéutica es necesario observar con detenimiento
los esfuerzos de la ingeniería institucional, la escuela norteamericana[12],
que se están operando en los órganos del Estado y sobre todo en la arquitectura
privado empresarial de las grandes corporaciones, para modificar las pésimas
disposiciones profesionales del país. A pesar que la acelerada acumulación de
los sectores productivos está modelando la productividad del trabajo –
(evaluación permanente, rendición de cuentas, recompensas al producto, etc.)
esta es la suerte de gran parte de los programas sociales, hoy en día- creemos existe una fuerte resistencia a
reformar la cultura profesional de los organismos públicos-privados. Si bien
para el diseño de una empresa o del Estado no interesa las complicaciones psicológicas, emocionales y
culturales que tengan sus elementos, la cuestión es que respondan a las
exigencias laborales y den resultados, la verdad es que tal pragmatismo de
gestión choca y no desactiva la cultura patrimonial y clientelar de los cuadros
burocráticos del Estado, que en cierta manera se blindan entre sí y montan
mafias internas por el control corrupto de sus feudos.
El Mercado, la democracia y el tercer sector
Como
venimos sosteniendo la urgencia por contar con un ejército renovado de
tecnócratas y profesionales en el seno de los sistemas organizativos sociales,
gremiales, estatales y privados pasa no sólo por una decisión consciente de
reforma institucional. Es necesario obtener una escisión epocal, una revolución
refrescante de nuevas generaciones que rompan con la aún fuerte hegemonía del
ethos ortodoxo y conservador que promocionó el desarrollismo estatocéntrico.
Aún cuando la gloriosa generación de los 70s promovió jovialmente estos
cambios, sostengo que al reordenar su posición en plena era del ajuste
estructural, y ante la debacle ideológica que sufrieron en este contexto,
promovieron la consolidación de una socialización pragmatista y utilitarista
que oficializó el fujimorismo, con la prensa chicha amarillista, y con el
inicio de un tipo de televisión que relajaría los endebles valores de la
ciudadanía. La cruenta aniquilación de la clase media tradicional, o su
vergonzoso reagrupamiento en el protagonismo individual de las profesiones
liberales, descabezaron de dirigencias a los sectores populares que quedaron
arrojados al desempleo, la miseria y la reforzamiento de una economía popular
de la subsistencia con la extensión de programas de vaso de leche y los
comedores populares
Es
en este contexto de salvaje adopción de las reformas neoliberales
(flexibilización del mercado de trabajo, privatización de empresas públicas,
ajuste fiscal, control de la inflación y reducción del gasto social) se
produciría correlativo a los cambios en el modelo de desarrollo un reajuste y
en muchos casos una descomposición accidentada de los sistemas de socialización
primaria (familia, educación) y secundarios (identidad barrial, sistema
laboral, mass media, sistema político). La desocialización que produjo
lentamente la sociedad de consumo (publicidad, prensa amarilla, TV farandulera,
cadenas comerciales) y sobre todo la introducción de una racionalidad del
costo-beneficio que relajaría la ya debilitada normatividad social del
populismo colectivista, ocasionarían un desorden regresivo a la barbarie del sistema anarquizado de
organizaciones sociales, resucitando de forma cínica un ejército de operadores
políticos y caudillos locales que se granjearían el liderazgo y representación
de toda política social, intervención gubernamental o campañas políticas para
extender una cultura mafiosa de la clientela y de la desmoralización mercantilista
que negociaría recompensas y poderes locales.
El
populismo neoliberal que inventaría la “democradura”[13]
del Fujimorismo reforzaría exponencialmente las patologías organizativas del
sistema social expandiendo de forma escandalosa e inmoral una cultura de la
trasgresión criolla que se naturalizaría como virtud cotidiana pariendo en cada
región de la estructura hecha escombros, mafias y clubes parasitarios y
complotadores locales. Es de advertir que la necesidad de superar el
asambleísmo retórico de la partidocracia ochentera en el Congreso, como
sostiene Althaus, obligó a cerrar los caminos institucionales de la democracia,
para tomar decisiones con la que superar la crisis social, pero al precio de
destruir referentes de una cultura cívica declarativa con el tejido mafiosa y
electorero de apoyos sociales de los programas sociales dirigidos personalmente
por Fujimori. Al dar regalitos, prebendas, inaugurar centros educativos y
postas de salud, construir y dar títulos de vivienda, llevar el vaso de leche y
el PRONAA a lugares olvidados, Fujimori – “el papa viajero”- consiguió levantar una relación dictatorial y
carismática con el pueblo, destruyendo el nefasto sistema de partidos que venía
desde los 60s y así proteger y resguardar la corrupción enquistada en las
esferas cívico militares del poder.
Para
efectos de este ensayo el ajuste estructural, que constituyó la autonomía
funcional de la economía (agroexportación, inversión minera, sector servicios)
del control de la política, edificó un sistema estatal-legal ( la constitución
del año 93) que garantizó desde entonces la protección sin consulta de la
inversión extranjera, sin nociones de prescripción geopolíticas y de
responsabilidad social, e instauró una llave de entrada autoritaria y sin
domesticación de la sociedad civil a la esfera sociocultural de identidades y
organizaciones sociales (ideología de mercado, lobbysmo, mercantilismo social)
que sometió y aseguró el control de la mano de obra (“el cholo barato”) y que
diseminó esa relación antidemocrática y corrupta a todas los rincones de la
sociedad. Pasemos revista a algunas características:
1. Como sostuve más arriba el escenario de barriadas
y pueblos jóvenes fue dominada por una corriente colectivista y asociativa de
dirigencias populares que alimentaron democráticamente al sistema de partidos
de los 60s, pasando por efecto de la descomposición neoliberal a ser capturado
por el protagonismo privado de oportunistas y operadores locales que diluyeron la casi ausente cultura cívica,
y que sometieron las buenas intenciones y liderazgos nuevos a tener que
reproducir y depender de un ambiente delincuencial y apolítico, donde ser “el
vivazo”, como participar del tráfico de alimentos, es el pan de cada día. Aunque en gran parte de las realidades urbano-marginales
los servicios de vivienda básica se hallan en franca resolución, son otras problemáticas de vulnerabilidad social
las que despiertan la preocupación de la vecinos: delincuencia juvenil, falta
de oportunidades educativas, desempleo estructural, drogadicción-alcoholismo,
recrudecimiento de enfermedades como TBC, VIH, EDAS, IRAS, niños en situación
de abandono) que invaden el socius barrial perjudicando la convivencia social e
instalando un clima de violencia cotidiana permanente. Estas problemáticas del
desarrollo desigual podrían reactivar la vida asociativa de los espacios
barriales, predisponiendo la formación de una capa de nuevos liderazgos y
grupos de interés. Pero aún estas iniciativas carecen de apoyos públicos y de
voluntad política de actores con más preparación, por lo que aún cunde el
asistencialismo y la promesa incumplida.
2. Un segundo escenario en permanente deterioro
organizativo lo representan los campesinos asociados del medio rural (CNA-
Confederación Nacional agraria) comunidades campesinas y pequeños productores
de la sierra, costa y selva. En este punto, la fragmentación del diseño cooperativo
y de la descapitalización del campo, debido a la insistencia en la práctica de
formas de producción anticuadas y tradicionales y ante el asolamiento
institucional de la violencia política, han
generado la hegemonía de una estrategia de resistencia negativa, donde
se carece desde el Estado como de los campesinos organizados de un programa realista de modernización y de tecnificación de la
producción agropecuaria. La cruenta separación del carácter étnico del
productor y la organización agrícola, ha posibilitado la lenta capitalización
agroexportadora en la Costa (Los Oviedo, Grupo Gloria), pero ha bloqueado por resistencia cultural en la sierra
y en la selva donde cultura y tierra están fusionados, una estrategia homogénea
de desarrollo rural, que abandone de forma concertada concepciones nefastas
sobre la propiedad territorial y que
permita imprimir un mercado agrícola más dinámico y con seguridad
alimentaria. Más allá de que no exista una vinculación positiva entre geografía
(manejo de microclimas, ordenamiento territorial), carácter étnico-cultural y
polos de desarrollo urbano, lo cierto es que existe toda una gama de
intermediarios, comerciantes, vías de comunicación, información sobre los
mercados exteriores y apoyo de programas de desarrollo rural que han vuelto más
dinámica a la sociedad rural, variando paulatinamente los indicadores de
desarrollo humano[14].
Pero es esta base material e franca modernización desordenada y aún parcial, la
que ha vuelto más resistentes los puntos focalizados de la pobreza rural,
concentrada en las comunidades alto andina. Y más si incorporamos la incidencia
de la inversión minera que altera las culturas rurales y disuelve de manera
accidentada los saberes productivos ancestrales, incrustando el molino satánico
del enclave minero. Es en este escenario visible como al removerse la
solidaridad orgánica del campesinado este reproduce y asimila una cultura conservadora
y mercantilista de la organización, tratando de restituir y salvar sus
principios bucólicos y agraristas, pero en un contexto donde la ambición y el
autoritarismo gobiernan el partido
3. Un tercer espacio donde el envejecimiento del
paradigma heterodoxo populista ha calado profundo en las vanguardias
sindicales. Aquí se lanza la tesis que la violencia de la flexibilización del
mercado de trabajo – esto quiere decir precariedad laboral, inestabilidad
laboral, condena de la sindicalización, no derecho a huelga, o anulación de
derechos sociales- desestructuró los agregados sindicales en la sección
moderno-industrial, que implosionó con la primarización de la economía[15].
Es decir, la presión desestabilizadora de las fuerzas sindicales oponían la
mano de obra ideologizadora a los intereses monopólicos de la acumulación del
sector público. El propósito desde siempre fue imprimir una ruptura
revolucionaria con el Capitalismo de Estado del Velazquismo y apoderarse de la
base material faústica que su gestión construyó con mucho esfuerzo y
deficiencia. El derecho a la sindicalización interfirió con las intenciones
estructurales del capitalismo interno de generar saltos cualitativos en la
división social del trabajo, siendo el costo la poca adaptabilidad de la mano
de obra a los planes de alcanzar un sistema industrial, y el manejo racional
competitivo de su productividad. La idea de reforzar la posición política de
las vanguardias sindicalizadas contribuyó a la erosión de las relaciones
sociales de producción, justificándose un cambio urgente que al tardarse
precipitó el desvanecimiento del ciudadano asalariado, y la indiscutible y
nefasta liberalización del mercado de trabajo. No es de extrañar que la
filtración de elementos subversivos y la maquiavélica persecución de las
dirigencias sindicales por obra del Fujimorismo, crearon masivos despidos, la
fragmentación del mundo de trabajo, el movimiento estructural hacia la
informalidad, y la desaparición de la relación asalariada de trabajo por
figuras jurídicas más flexibles y serviles a la explotación. El sindicalismo
clásico cavo su tumba al no incorporar procedimientos de evaluación y de
competitividad en las esferas de la mano de obra, lo cual garantizó su
posterior descrédito y el inicio de una cultura depresiva hacia el trabajo
estandarizado, prolongado y poco creativo. De cierta manera la recuperación
paulatina de espacios de negociación sindical y la inserción en las esferas
empresariales de elementos de responsabilidad empresarial y calidad de vida han
significado el inicio de evoluciones positivas en el tema reivindicativo, pero
estas temáticas asimiladas aún son muy embrionarias y secundarias ante el
carácter dogmático de la CGTP, CUT, centrales sindicales en las empresas más
dinámicas, y demás niveles gremiales donde aún se cuece la revolución. En este
sentido es legítima la observación de que la
pervivencia de un ideario lleno de consignas como la lucha de clases
resulta el caldo de cultivo de la descapacitación de la fuerza de trabajo y la
manutención de dirigencias sindicales que viven del discurso de mejoras
salariales, de memorias de acuerdos y reclamos, sin ser un verdadero peligro
para el avance del capitalismo[16].
En este nivel es urgente la
modernización ideológica de la lucha de los trabajadores no para hacerle el
juego a las mutaciones empresariales de
los grupos de poder, sino para permitir la conservación y mejoramiento
de un instrumento de protesta y de negociación que debe domesticar socialmente
a las fuerzas de la globalización económica. Pero hoy esta lucha y recuperación
sindicalista depende del nivel de autonomía y manejo democrático de los
gremios, hoy capturados por los operadores, del nivel de coordinación y de
propuesta con los demás actores y movimientos sociales emancipatorios, y de la
capacidad para ofrecer una lectura integral y representación progresista de las
multivoces del proletariado social.
4. La implosión perjudicial de las organizaciones
sociales de base, con el ajuste estructural, arrebató no sólo al Estado sino al
sistema de partidos el control cívico sobre la recolección correcta de demandas
y necesidades sociales, sino que tal desplome de la socialidad organizada
quebró toda probabilidad de introducir cultura cívica o democrática en el campo
y la ciudad desde abajo, ocupando eses vacío de democratización y de ausencia
de sociedad civil una red desordenada de ONGs izquierdistas, eclesiásticas,
socialdemócratas y liberales. En líneas generales. Ellas se multiplicaron para
llenar el vacío social orquestado por la retirada del Estado populista del seno
de la sociedad popular; como se supone este repliegue buscaba cortar todos los
lazos de fiscalización y de asociatividad que pudieran emerger en el tejido
social, lo cual daño al ya alicaído sistema de partidos y dejo expuestos a los
sectores populares al deterioro conductual e individualización producido
posteriormente por el sistema audiovisual y sociedad de consumo. El
apoliticismo enervante, la desafección cívica hacia grandes referentes o
ideologías orientadoras crearon las condiciones para la proliferación política
de oportunistas y operadores corruptos, que enfermaron la base social o
simplemente la infectaron de clientelismo y prebendas, destruyendo toda
conexión entre las nuevas generaciones y el sistema político, y dejando el
terreno libre a una clase política tradicional que haría de la democracia, y de su endeble
institucionalidad un negocio personalista de administradores y manipuladores de
información, corruptores y sirvientes al que demuestre poder económico. Frente
a este problema de vulnerabilidad social y desorganización de los sectores
populares proyectaron su tarea de repliegue político los viejos cuadros de
izquierda. Al ser barridos del Estado populista ellos conservaron la agenda
social del trabajo comunitario con los sectores empobrecidos y golpeados por la
crisis cultural y económica de los 80s, edificando un interesante trabajo
operativo de desarrollar capacidades y empoderar a la población, con el
aprendizaje de saberes técnicos, experiencias microempresariales, talleres
productivos para jóvenes y madres, trabajo con poblaciones infantiles y
adolescentes, entrenamiento y participación ciudadana. El propósito al inicio
fue recepcionar de manera no lucrativa el dinero de apoyo social de la
cooperación internacional de los centros avanzados capitalistas, para construir
un colchón de organicidad social frente al impacto de las crisis
socioeconómicas de los 80s y 90s en toda
la región. Pero específicamente en el Perú ese trabajo social no consiguió por
cálculo político de los poderes políticos de las ONGs, a recrear una sólida
sociedad civil plural y organizada, sino que en muchos casos la representación
y liderazgo que lograron a niveles de poder más altos reprodujo estructuras clientelares y
asistencialistas, haciéndole el juego al miserabilismo de la política social
fujimorista por equilibrio estratégico[17].No
se duda de que en cierto modo la sostenibilidad social de los aprendizajes que
defendieron las ONGs sirvieron como compensaciones sociales a la salvaje
inserción del mercado; que en ellas se dieran los pasos iniciales para la
formación de cuadros técnicos y consultores especializados en temas diversos de
la estructura del Estado; y que desde ellos – sobre todo en las ONgs DESCO,
Alternativa, IEP, CEPES, CEDAL, CEDEP, etc.- se generó la reserva democrática
de contención al autoritarismo fujimorista y la ulterior recuperación de la
democracia institucional. Ese no es el problema, el punto es que en muchos
casos la cercanía con el trabajo social del tercer sector popular, y su
alejamiento real de la modernización y sofisticación del poder estatal crearon
cuadros profesionales con profundos desconocimientos de los niveles superiores
de gobierno, y sin ningún interés personal por modificar esta infraestructura
sociocultural en poder efectivo de cambio social. Al igual que los niveles
sindicales, gremiales, barriales no hubo la preocupación por encarnar una
propuesta realista y operativa de cambio social, y no hubo la integración
programática de generar estas condiciones previamente en sus experiencias de intervención
social de forma conjunta porque tal resultado hubiera sido el liquidamiento de
las condiciones de pobreza y por lo tanto la pérdida de apoyos objetivos que
hacen posible su existencia institucional... Por ello en red este poder civil
si bien es acogedor de la democracia y de ciertos niveles de manejo responsable
y desideologizado de la economía, no representa sino una empresa de poder, que
ha logrado últimamente ciertos niveles de manejo tecnocrático – con el
Toledismo y hoy con la gerencia municipal de Susana Villarán- pero cuya
supervivencia a pesar de las reformas sociales hacia el social-liberalismo, y
el crecimiento real de los indicadores del desarrollo humano de forma parcial –
principalmente en la Costa y en las ciudades-
no representa sino una oligarquía mesocrática que negocia con los
saberes aplicados del desarrollo social sin ningún escrúpulo vendiendo su
conocimiento social de la realidad popular, como consultores acríticos que son
a los nuevos poderes particulares, sin influir políticamente en las
barbaridades y represiones de la derecha económica. Hoy tal vez con la etiqueta
de “la inclusión social” – tema incorporado proselitistamente por Humala y la
izquierda esclarecida- se percibió la oportunidad operativa de poner en práctica la reforma social, tal vez
cultural, del modelo de desarrollo, es decir, progresar de manera social y
humana. Pero pronto al desproporción para llevar a cabo esta tarea, animada
sólo en la retórica populista, y el desenmascaramiento de intenciones caudillistas
y personalistas – el caso Chehade, nepotismo y corrupción en la varios niveles
del gobierno- han sido los motivos perfectos para ser desalojados de los
niveles de gobierno real del Perú. El tema de inclusión social ha sido
arrebatado a sus sacerdotes y utilizado detal manera por la derecha para servir
de pretexto para iniciar la neutralización política de la intervención de las
ONGs, reformándolas o simplemente expulsándolas al cinismo del consultor o
asesor de temas sociales.
5. Un último espacio que no ha sido considerado como
resultado de la degradación político-cultural de las organizaciones sociales de
base, y demás niveles superiores, es el sector informal de microempresarios.
Esto no quiere decir que no sufra de grados complejos de corrupción y de
pragmatismo utilitarista, pero estos problemas son resultado de otra naturaleza
cultural, y parte de la apropiación reactiva de “[18]la
sabiduría escéptica” de las ciudades para predominar. Se podría sostener que no
obstante carecer de esquemas clásicos y pensados de desarrollo social, y ser el
terreno material para el desarrollo de
un ethos grotesco y ritualista en
espacios urbanos, estos migrantes de todas las latitudes del país si
respetan la lógica interna de sus rudimentarias organizaciones económicas,
supliendo la falta de competencias administrativas y de sofisticadas divisiones
de trabajo interno por la pujanza del trabajo y el uso intenso de mano de obra
migrante. Es en estos polos de
desarrollo microempresarial – Gamarra, Lima Norte, Villa El Salvador, El centro
de Lima, e innumerables talleres productivos y manufactureros, donde las
mutaciones insospechadas del ahorro popular y del mundo del trabajo vienen
precedidas de cambios en los estilos de vida y en los sistemas de
representación cultural, quebrándose así la vieja hegemonía de la modernización
criolla, mal llamada “cholificación”, y dando paso a un caleidoscopio complejo
de identidades y culturas donde la asociatividad y el esfuerzo individual
retoma la vieja idea arguediana de un Perú “de todas las sangres” o la
heterotopía de la que habla Vattimo en sus análisis de la cultura postmoderna
(VATTIMO: ). A pesar de la segregación
social, el racismo y niveles crueles de violencia social en todos los frentes,
existe incólume el proyecto de un encuentro democrático intercultural de todos
los pueblos y cosmovisiones que conforman el accidentado mundo que es el Perú,
una integración que puede encarnarse en una nueva cultura organizativa más
hecha a la idiosincrasia sensorial de nuestra tierra. Ese es el reto.
Activismo y relaciones comunitarias.
Como
en otra parte examine[19]
la disociación clase-juventud a inicios de la segunda modernización
individualista y consumista[20]
creo las condiciones sociopsicológicas
para la formación de un espíritu juvenil, en permanente divorcio del
sistema político, y en general con todo sistema de normas establecido. Lo
sostengo con todas sus letras, el surgimiento del acontecimiento juvenil en la
historia del Perú contemporáneo no obedeció sencillamente a un salto
cualitativo de la cultura sensorial por sobre la cima de la homogeneización
estatocéntrica, sino que su manifestación propiamente postmaterial y
esteticista fue un resultado del desmarque violento y justificado de la
descomposición social que experimentó el modelo de desarrollo heterodoxo. De
cierta manera la pervivencia de estas culturas juveniles –fenómeno propiamente
en las ciudades- ligada a condiciones concretas de pobreza estructural y falta
de oportunidades, condicionaron la deslegitimación cultural del sistema de
partidos, pero también la nefasta desestructuración de la secularización
cultural, la reproducción y reforzamiento de un tejido social anticívico y el
desmadre de una moral anómica. La fragmentación cultural de las bases sociales
ante “el sálvese quien pueda” del ajuste estructural neoliberal no sólo
ahondaron la crisis cultural de las asociaciones voluntarias del campo y la
ciudad, sino que provocaron la renuncia irreversible de las fuerzas juveniles
populares de todo proyecto colectivo de país, cayendo sus identidades golpeadas
por la diseminación y atomización objetiva en las garras de una cultura
marginal, en la violencia y la delincuencia cotidiana, y en el culto a un
estilo de vida anárquico y tribal que sólo adoraría y legitimaría la
credibilidad del consumismo seductor. La derrota de la subversión senderista
arrojó el despliegue de la criminalidad a un escenario sin peligros ideológicos
y enemigos alternativos para el capitalismo, pero el costo fue la siembra de
una vida en red trasgresora en todos los niveles (delincuencia común,
narcotráfico, corrupción organizativa) que impacto sobre la juventud
empobrecida, decidiendo estas culturas de cierta manera a reproducir
clandestinamente una economía delictiva informal que le diera acceso al
postmodernismo consumista de la cultura criolla. Ahí donde el deseo gobierna la
razón y la convierte en un racionalismo pragmatista y utilitarista, se
desarrolla de modo subterráneo una economía libidinal, una economía política
ilegal que solventa el despilfarro y el desborde de los deseos, una mutación
tan insospechada que deteriora el poco puritanismo laboral que pudiera existir
en la base, quebrando con el tiempo, todo mandato generacional[21]
hacia la profesionalización, y provocando, por lo tanto, todo deseo de
organizarse en una estructura política, a la cual sólo filtrarían para servirse
de ella.
No
estoy haciendo sólo un juicio moral hacia las culturas juveniles de modo
absolutista. El hecho de que me haya detenido en la juventud popular,
abandonada por el modelo de desarrollo, el sistema educativo y la elitización
asfixiante de las culturas oficiales, obedece a un criterio previo de querer
explicar el poco nivel de organicidad política que se evidencia en los
colectivos juveniles de izquierda de hoy. Más allá de una observación general
creo de modo exploratorio que los colectivos juveniles reflejan internamente
este conflicto anómico, esta desarticulación esteticista con el sistema social
de la modernización autoritaria, y que aunque la juventud concita una opinión
crítica, un trabajo comunitarista en todos los rincones de la sociedad sigue
reproduciendo una distancia “alpinchista” con el sistema de dominación al cual
rechazan, ocasionando la entrega delegativa al Estado autoritario. Señalemos
algunos rasgos sociales de estos colectivos:
1. En primera instancia, estos colectivos carecen de
una elemental organicidad interna; no
poseen las referencias idearios políticos definidos aunque se reclaman
marxistas, y se desvinculan intencionalmente de las organizaciones
tradicionales de la izquierda por considerarlas anacrónicas, centralistas y
autoritarias. Ese esta actitud anarquista hacia cualquier referencia normativa
lo que impide la renovación dirigencial, y el cinismo profesionalizado de la
movilidad individual. Son no partido.
2. No se posee más que una conexión embrionaria con
las juventudes populares. Si bien en el seno de las universidades públicas
existe tal contacto este aún esta secuestrado por el emprendedurismo individual
y el avance del radicalismo estudiantil, como el FER (Frente de estudiantes
revolucionarios-UNMSM) lo cual impide inundar de eticidad democrática a la base
social. Además de cierta manera hipotética esta brecha política entre los
colectivos mesocráticos de las universidades público-privados y la juventud
popular es causada aún por una mentalidad de representación humanitaria, que se
refleja en el activismo juvenil de las ONGs de izquierda. No hay me parece, una
real dimensión solidaria y si una estigmatización academicista de estos grupos
juveniles con los que no se desarrolla una real equidad de saberes. Esto se
expresa en las marchas y movilizaciones, donde sólo hay una representación
escasa de la juventud, que es de procedencia universitaria y de sectores
medios.
3. A pesar de su asombrosa producción de subjetividad
artística y cultural (teatro, artes plásticas, danzas, cultura del deporte,
turismo ecológico, voluntariado social, formación de grupos musicales, etc.)
que habla de cierta manera de la conformación de un nuevo horizonte cultural,
que aún no encarna en instituciones definidas, creo con certeza que esta rica ontología sigue
secuestrada y alimenta aún a los monopolios criollos del consumo, de los
afectos y de los saberes estéticos, incorporando las creaciones folklóricas y
de la estética artesanal a un constructo que lee con exactitud los gustos de
las sociedades populares. No obstante no ser la cultura popular una
reproducción de las elites, si existe en forma un criterio oculto de veneración
de los arquetipos cosméticos del mundo criollo occidental, aún cuando la
creatividad juvenil inventa escapes trasgresores con sus pasiones y vivencias
rebeldes. Creo que la no incorporación de este esteticismo militante en el seno
de los programas políticos renovados ocasiona su elitización descarada; la
práctica de un esnobismo, hedonismo irresponsable que convierte el arte en una
ideología de la manipulación.
4. Creo de forma sospechosa que todo este alardeo de
desobediencia y rebeldía no rompe de raíz con la moratoria social y el
funcionalismo organizativo de la cultura adulta posterior. En realidad este menosprecio de la ley paterna y
de la jungla de obligaciones en el sistema de trabajo rutinario, es más que una
real fidelidad a lo alternativo del socialismo, o la democracia radical, una
forma de vida que reniega de su captura posterior, lo cual me dicta a
conjeturar que en plena madurez o en realismo desencantado reasume la cultura
inauténtica y oportunista, corrupta y calculista del universo hegemónico,
recreando por decepción un escepticismo y descompromiso hacia toda forma de
vida social[22].
En
este sentido, al haber delineado de forma hipotética algunos rasgos de esta
rebeldía pre-profesional es lógico sostener que la madurez posterior crea una
psicología social y un perfil laboral que asume acríticamente los activos y
pasivos del trabajo que se desempeña, acogiendo los idearios y sistemas de
conocimiento de su entorno laboral para conseguir eficiencia, movilidad profesional
y ventajas salariales. De cierta manera su grado de compromiso alcanza
recomendaciones sugerentes en el terreno profesional, pero no las protagoniza o
simplemente las desecha por el juego de poder intrínseco a las jerarquías
administrativas. Es más da permiso a sus instancias superiores y decisoras a
usar de la manera más personal y rentable sus productos de trabajo, aún cuando,
a veces, tal conocimiento sirva para favorecer intereses particulares y
mafiosos. El hecho de que exista una distancia sutil entre los productos
intelectuales del trabajo y sus aplicaciones prácticas lucrativas genera un
cinismo profesional que deja intactas las mafias laborales que se apoderan del
sector público y empresarial, y va lentamente mermando y volviendo mediocre la
capacidad de trabajo individual y colectiva. Es este cinismo profesional de la
sobrevivencia y de la actitud mercantilista lo que se impone como cultura del
trabajo y se naturaliza hasta las instancias universitarias de la vida juvenil[23],
tornándose una virtud moral que erosiona significativamente la solidez de toda
estructura administrativa. Este es el caso dramático de las profesiones ligadas
a lo social, donde no sólo están severamente expulsadas de los niveles más
tecnocráticos de decisión y del poder ejecutivo, sino que además son relegados
a un trabajo social con la población para recoger datos cualitativos y
cuantitativos[24], que después son usados
para armar líneas de base y estudios de impacto ambiental – los más conocidos-
cuyas conclusiones son utilizadas a espaldas y en contra de los intereses
sociales. Aún cuando es complicado el margen de maniobra del trabajador social,
y me incluyo, si hay un nivel de recomendación y de influencia donde la voz
comprensiva e intercultural del científico social puede sugerir, como son los
planes de relaciones comunitarias y planes de participación ciudadana pero este
escenario es aún muy embrionario y está plagado de profesiones inapropiadas y
sin ninguna capacidad de análisis social (abogados, ingenieros, arquitectos,
mayormente).
Creo
que este abismo social entre la prédica social y la capacidad real para
operativizarla en bienestar social, descoloca moralmente al consultor social
teniendo que convertirse por recursos económicos en un vulgar mercenario de la
información social y de la lógica de organización de los pueblos. Aún cuando
hay muchos “PPKausas”[25]
desperdigados por ahí creemos que la reserva moral y la ética profesional
de nuestros jóvenes valores y talentos
sociales no debería correr la suerte de una estructura profesional enferma y
defectuosa, pero eso es una lucha que implica una decisión individual y
colectiva que hoy es sólo una promesa.
Conclusiones. Hacia un modelo de integración. Teoría-tecnocracia-clase
política.
Como
acápite final y a manera de conclusión ensayaré los lineamientos sueltos de un
modelo de integración profesional, como aporte sociológico para superar la
jaula de hierro delincuencial y autoritaria que representa nuestra estructura
organizativa interna. Si bien la tarea es titánica y rebasa las fuerzas de mi
reflexión exploratoria, aquí sólo soltare algunas ideas directrices que deben
ser aterrrizadas en acción operativa:
1. En el nivel de la teoría (ciencias y humanidades)
es necesario superar de manera real los serios límites organizativos,
epistémicos, políticos y morales que existen en la producción científica. Es
urgente independizar al librepensador y a la curiosidad de la ciencia de las
manipulaciones y conveniencias políticas de los financistas y operadores
políticos a raudales, recreando e imponiendo un nuevo consenso ortodoxo
alrededor de líneas y temática de investigación más útiles a la recomposición
de la vida social[26].
Esto quiere decir que es recomendable beber de los múltiples enfoques
científicos y filosóficos que saturan la sociedad digital para refrescar y
liberar de los prejuicios eurocéntricos y dogmáticos de la reflexión científica
y las humanidades. Es necesario descolonizar no sólo las ideas sino inventar
nuevas aproximaciones metodológicas y técnicas al objeto de estudio cambiante y
consciente, acciones concretas de comunicación y trabajo en equipo en los establecimientos universitarios que
deshagan esa vieja idea weberiana de la separación ciencia e ideología que nos
ha vuelto tan apolíticos y frívolos (WEBER:). No hay que alimentar ese
esnobismo recreacional o esa escribalidad sin sujetos políticos, sino
publicitar y hacer trabajo de base con las ideas y la comprensión-logoterapia.
Pero no para alimentar liderazgos autoritarios o estrellas de cine, sino para
retroalimentar la teoría y al campo académico de nuevo vigor intersubjetivo;
una comunidad científica que recoja del pueblo los saberes residuales –de los
que habla Foucault[27]-
y los verdaderos conocimientos tecnológicos-culturales para empoderar al sujeto
político descentrado y golpeado por la desinformación de la jungla digital. No
es una búsqueda de ideologización política lo que se propone, ni
adoctrinamiento para confrontar, sino enseñar a las sociedades populares a
redescubrirse y deconstruirse con tolerancia y autonomía. Hay que romper ese
alejamiento de la ciencia del discurso popular, pero no en pos de una
secularización autoritaria o moral científica, sino en búsqueda de una sociedad
que sintetice lo antiguo y lo moderno, una sociedad que se autoconozca y se
autoreproduzca. Hay que finalmente salir de esa sabiduría intelectualista y
abrirse a la investigación participativa que escuche al sabio de la calle y del
campo para construir un discurso de segundo orden que haga de la hermenéutica
de la sospecha y de la superficialidad postmoderna una técnica real de
educación democrática. ¡Basta ya del desperdicio cool de la inteligencia o de
la atrofia tecnológica!; es preciso dejar de sentirse los sacerdotes en medio
de auditores cínicos o en revistas que nadie lee. Frente a la dispersión de lo
empírico, de los postmoderno la unidad de la teoría. Es preciso tal síntesis pero esto es sólo obra
de niños y desquiciados
2. En las últimas décadas el descrédito de la teoría
marxista y de variados especulativismos a su alrededor, han atrofiado la
comunicación entre la academia y el
trabajo operativo social. Al abandonarse los cambios holísticos (reforma,
revolución) las ONGs ha apelado a un reformismo microsocial o
etnometodológico[28] donde la acumulación de
esfuerzos individuales o redes intercomunales (los pueblos de Villa El Salvador
son un ejemplo de esta actividad autogestionaria) crearon una nueva cultura cívica y solidaria, y lo que es
importante, nuevos sujetos políticos y cotidianos. Aunque tal objetivo se ha
dado de forma escurridiza a raíz del crecimiento económico del PBI nacional (7%
en promedio en el último año) y de los demás indicadores del desarrollo humano,
la verdad es que late en las matrices de la cultura popular una asociatividad
de la subsistencia y del emprendedurismo empresarial todavía muy lejos del
aprendizaje del diálogo y la comunicación a varios niveles. Ya sea la
desinformación o el arraigo de al cultura de la pobreza la tarea del desarrollo
de capacidades ha sido complicado, y se ha quedado en meras sensibilizaciones o
en celebración de talleres informativos que son un “saludo a la bandera” debido
a la insostenibilidad de recetas en donde se aguarda la iniciativa individual o
se predetermina indicadores ajenos a la realidad cruda de la vulnerabilidad y
de la pobreza estructural. El ya decidido protagonismo sin atisbos de
cooperación social y la desaparición de la sociedad nacional como referente
simbólico a raíz de esta pulverización del sujeto consciente, convierten el
trabajo de las ONgs en esfuerzos a medias y en muchas veces al servicio de
reproducción de un dependentismo social preocupante y ridículo. Hay
disposiciones y hábitos culturales, étnicos, artesanales en la sociedad real
que pueden ser reflotados como cimientos de tecnología intercultural (la
biodiversidad en el manejo de la economía cultural de la selva), pero esta
apuesta no se concatena aún con un programa socioeconómico alternativo al de la
mera acumulación de corte racionalista por la razón de que no se constituye una
técnica social, física y biológica, que gestione articuladamente el territorio.
El tecnócrata es ciego sin la ciencia, saber que podría que recoger el corazón
trasversal de los fenómenos sociales, y ser replicado en un diseño organizativo
total sano y eficiente. Como la academia carece del refresco autóctono de lo
peruano y se deja hundir en disquisiciones doctrinarias, y la técnica sólo
gerencia y acumula los problemas en soluciones improvisadas del “copia y pega”,
es necesario un trabajo recíproco que libere a la teoría y a la praxis de
postulados impracticables o de la mera acción voluntarista de los desinformados
o descontentos. Esto por ahora sin una
atmósfera realista de cambio es obra de otro espíritu, de otra fuerza
generacional, pero esto es sólo un proyecto al que le falta tomar cuerpo y
dirección.
3. Un último impase que observo para unificar el
campo profesional y revitalizar así a las organizaciones de abajo hacia arriba,
es la pervivencia nefasta de un club interminable de operadores, lobistas, y mercenarios
políticos que ha atrofiado con tal
alevosía la estructura política que su predica y audacia se ha convertido en
una virtud moral de incapaces y
delincuentes. El principal daño que han ocasionado a la sociedad no es
como sostiene incluso ellos con desfachatez, el haber entregado a la sociedad a
las manipulaciones y transformaciones inciertas del capitalismo interno y trasnacional, sino haber dejado
intacto esa cultura del “pendejo” y del “vivazo”, del “divide y vencerás” en el
corazón del pueblo, convirtiendo toda acción de bienestar social en populismo
barato, donde su idea siciliana de perennizarse en el poder ha reproducido una
raza de seres corruptos y complotadores, que no les importa la responsabilidad
del cargo que ocupan, y no les importa nada realmente. En este sentido creo hay
que romper esa sólida subordinación de los niveles académicos y tecnocráticos a
su concurso personal, pues ello, lo sostengo, es la fuente principal del
deterioro y pérdida de la calidad de las contribuciones científicas y el
sojuzgamiento de las capas profesionales a un sistema de poder que los denigra
y los anula. Creo que el embate a estos criminales del alma debe ser público y
urgente, pero es sólo tarea de hombres nuevos y con magia. Hay que resucitar a
la palabra.
[1] Titulo que parafrasea la
contribución anterior de mi amigo Tomás Miranda Saucedo, y que es observada
también en las observaciones ácidas de Sloterdijk a la izquierda europea.
[2] Observaciones de una gran Catarsis
indianista se hallan en los diarios que incorpora en la novela de “Los zorros
de arriba y los zorros de abajo” y en el pensamiento de sus cuentos en “Agua”,
sobre todo en “El sueño del Pongo”
[3] La experiencia exitosa de las
cooperativas del norte de La Libertad y Lambayeque parece rebatir esta
hipótesis, pero como dice mi amigo interlocutor Tomás Miranda, hubo una
ofensiva posterior desde el poder para desbaratar estas economías en su afán de
privatizar el campo y reducir los poderes regionales incómodos.
[4] Más allá del traspié en la estructura agraria que
supuso la Reforma agraria si consiguió eliminar a poderes regionales y locales
que habían pulverizado al país, y habían impuesto su ley personal. En el
terreno de la efectividad creo estuvo el error; existió una mala lectura de la
posible organización del campo y de las respuestas del recurso humano
[5] Esta escena se deja ejemplificar
en la novela “El tiempo del descanso” de Rodrigo Montoya, donde el personaje de
“La Gringa” empieza a capitalizar el descontento en el campo y a organizar a
los comuneros y campesinos
[6] ALMOND y VERMA. En el contexto de
nuestra discusión politológica cultura patrimonial, donde las instituciones
públicas son privatizadas en mafias o chacras personales, que a veces toman la
forma de amiguismos, nepotismos, y clientelas.
[7]
Estas apreciaciones son recogidas además de los estudios sobre organizaciones
de base popular realizados por Tanaka, acerca del asociativismo popular y de la
incubación de una cultura autoritaria. También han sido recogidas de mis
observaciones de las organizaciones políticas de Mirones, Barrios Altos, Puerto
Nuevo Callao, y actualmente en Puente Piedra y Carabayllo
[8] Izquierda Unida, se disolvería, y la
izquierda prácticamente desaparecería en los noventa con el Fujimorismo
[9] En Touraine el Estado en América
Latina se encargaría del desarrollo desde adentro, pero en BAUMAN Zymungt.
Modernidad Sólida este Estado autoritario sería la encarnación de la modernidad
sólida
[10] En la línea de los planteamientos
de LIPOVESTKY Gilles. La era del vacío como era de la individualización, sin
base económica y sin modernización autoritaria
[11] Tal vez esto se este modificando
con la rápida profesionalización de los sectores más dinámicos de las economías
populares, pero hay todavía una brecha cualitativa y de forma de poder que
coacciona esta tentativa; por eso siguen
la informalidad en red.
[12] Escuela de diseño político que
sostiene a grandes rasgos que la manera
como se construyen instituciones determina el moldeamiento de la cultura que
opera en ese medio. Nuestro mejor representante en el Perú es Martín Tanaka
[13] El termino es de Sinesio López
[14] Estudio realizado por Richard Web
y Cuanto
[15] El estudio de estas condiciones de
producción corresponde a los esfuerzos de Efraín Gonzales de Olarte, en su
libro “Neoliberalismo a la peruana”
[16] El nivel de discusión que existe
en los espacios sindicales y frentes de defensa es aún muy reivindicativo e inoperativo, sin una real
injerencia técnico sobre lo que solicitan. De muchas maneras se conservan como
medidas de mejoría social recetarios keynesianos, e idearios que no cuentan con
aplicación y que serían reaccionarios para el actual momento del capitalismo.
Es necesario insertar la solución y la propuesta en el terreno de las
organizaciones de izquierda y comunitarias.
[17] Es claro que el trabajo social y
el empoderamiento- término acuñado por el Banco Mundial- han conseguido
rediseñar los lazos comunales y barriales rotos por la pobreza y la recesión
económica, pero esta dinámica ha decidido caminar por el camino de la
privatización popular, paradigma que
intentan revertir las ONGs como Alternativa, DESCO, etc. Pero sin el éxito de
antaño donde los niveles de asociatividad recreaban una cultura más dirigista.
Esa ausencia de politicidad en el seno de las bases ha quitado poder
paulatinamente a las ONgs, que hoy se deciden por el paradigma del individualismo
metodológico
[18] Esta característica de la cultura
peruana de las ciudades y en espacios
criollos populares que se refiere a la viveza psicologista de conocer al otro
pero no para corregir o mejorar el
entorno, sino para valerse personalmente de el y reproducirlo al final. Esta
idea esta explicado en un documento del CISEPA-PUCP por Sinesio López en su
descripción de la escisión criolla.
[19] “Historicidad y juventud en el
Perú contemporáneo·”
[20] Idea trabajado en las ideas del
proceso de personalización de Gilles
Lipovestky, en los análisis de la
modernización reflexiva de Ulrich Beck
[21] Esta categoría hace referencia al
resultado inusitado de la educación pública en el campo: la decisión de migrar
y alcanzar educación para mejorar y ser considerado ciudadano, es un acto de
modernizarse a la peruana. Idea de Carlos Iván Degregori
[22]Tal vez la forma como se construye
la identidad juvenil es sólo ideológica, dado el profundo juicio negativo que
la adultez le profiere, siendo esta moratoria objetiva una manera de contener y
arruinar la creatividad histórica que posee la juventud. El ser joven es vivido
como una edad transitoria una vida desperdiciada que es engullida por las
fauces de la supervivencia, hecho que arroja al individuo autosuficiente a
negar todo lo que planeo para sí mismo.
[23] Es visible en las últimas épocas
la ofensiva de desconectar la atmósfera politizada y reflexiva de los claustros
universitarios mediante una formación meramente técnica y operativa, donde se
gestiona y se resuelve problemas sin escrúpulos morales para ello. Como prueba
es visible el currículo profesional de las facultades de sociología de la
UNMSM, Universidad Federico Villareal, Universidad San Agustín, Universidad
Pedro Ruíz Gallo.
[24] De muchas maneras el activismo
implícito de los sociólogos y antropólogos de campo es neutralizado con la
recolección vil de información y de impresiones con la promesa de mejorar las
condiciones de vida, cuando no se posee real poder decisorio al respecto.
[25] Juventud política que apoyo en el
último proceso electoral a Pedro Pablo
Kushinky, denotando un apoyo ferviente al modelo de desarrollo, con actitudes
políticas neoliberales alejadas del tradicional espíritu de izquierda de la
juventud
[26] Es urgente repensar los
fundamentos de la socialidad ofreciendo planes de desarrollo que recuperen y
regeneren el desarrollo social, roto por la pobreza y la metástasis de la
crisis de valores. Pero esto se tiene que hacer reorientando de manera
responsable las preferencias en la investigación y reconectando a la ciencia
con las demandas de la población; no sólo una visión celebratoria.
[27] Es en los saberes que van al
margen donde reside el tiempo y la vida alternativa, pero es un postulado que
muchas veces recibe la estigmatización y el control social y no cuaja, pero es
ahí donde debe pasarse de la afirmación declarativa a la asociatividad
subalterna, a la planificación comunitaria
[28] En esta línea se práctica la
técnica de provocar pequeños esfuerzos individuales que en acumulación pueden
generar cambios auspiciosos y seguros. El cambio holístico es muy raro y no
depende más que del azar histórico. Este pensamiento en la línea de la
ingeniería fragmentaria de Popper,
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