Civilización o barbarie.
A puertas de Bicentenario de la
Republica peruana se reabren los antiguos debates por los cuales no hemos
logrado ser un proyecto exitoso de país. Nuestra sociedad se ha visto de pronto
confrontada con una realidad cruel y devastadora donde todo lo que habíamos
creído superado se ha vuelto en contra de nosotros. La tanta veces mencionada
crisis sanitaria que ha traído el COVID19 ha hecho trizas nuestra economía y
los criterios mínimos de civilidad que han sacado lo peor de todos los
peruanos.
El no saber gestionar desde el
ciudadano de a pie hasta las más altas formas de organización social los
protocolos bioseguridad para hacer frente a la pandemia ha destruido la endeble
funcionalidad desordenada de nuestro sistema económico y político. La miseria
ha regresado, el desplome de la PEA desocupada que bordea el 16.4% (INEI. 2020)
el PBI ha caído -30.2% (INEI. 2020) y
todo en ello en medio de un caos organizativo donde la delincuencia y la
corrupción campean a su estilo. Y no hay que olvidarse de las pugnas entre el
Congreso y el poder ejecutivo que demuestran la insensibilidad frente al clima
de descontrol que ha causado la pandemia.
“Facundo o civilización y
barbarie en las pampas argentinas” es un libro escrito en 1845 por el educador,
periodista, escritor y político argentino, Domingo Faustino Sarmiento donde el
autor hace un análisis de Sudamérica frente a la dicotomía internacional civilización
y barbarie que no deja ni ha dejado que la modernización racional sea alcanzada por los países latinoamericanos. En el caso
peruano esa apuesta por la civilización democrática ha devenido en dos siglos
de enfrentamientos políticos y culturales por traducir la enorme diversidad
cultural en una institucionalidad republicana a la altura de las urgencias
populares, que no ha contado con el liderazgo de nuestros grupos de poder ni
con la racionalidad en ciernes de nuestra población sin educación y sumida en
el atraso cultural.
Gobernar el Perú es un reto. Lo
ha sido desde siempre. A pesar de la enorme riqueza y biodiversidad
material con la que cuenta el territorio el pueblo peruano ha permitido que
nuestras clases dirigentes y el ´poder económico nos alejen de la tan ansiada
modernización industrial. A nuestros dirigentes les ha caído grande la
responsabilidad política de conducir al país por la senda del desarrollo
económico y social. Nadie hasta la fecha
pesar de los incontables debates que ha suscitado el tema de la nación desde
empiezos del siglo XX con figuras como Manuel Gonzales Prada, José Carlos Mariátegui,
Jorge Basadre, y José María Arguedas, ha podido pasar por el rasero de la dialéctica
de la modernización a nuestra enorme fragmentación psico-cultural. Nadie ha
podido entender nuestra realidad nacional y edificar un Estado a la altura de
nuestra idiosincrasia social logrando así dar un salto cualitativo que nos
aleje de la colonia y el gamonalismo racista. La promesa de nuestros padres de
la patria ha decaído en un absurdo montaje de burocratización e ignorancia
supina donde el más fuerte hace negocio del sufrimiento de los desposeídos, y
nadie se siente vinculado a valores sociales y cívicos compartidos como una
tradición nacional.
Ell neoliberalismo rampante había
parecido convencer al pueblo que la perorata del autodesarrollo y el
emprendimiento social conseguían resolver todos los problemas de carencia y
calidad de vida que la crisis económica de los años 80s trajo consigo. Nadie había
advertido que sostener el desarrollo sobre un enfoque extractivista de
minerales y de exportaciones hacia afuera era una decisión que nos conduciría al marasmo económico al llegar una fuerte
amenaza contra la democracia: la pandemia del COVID 19. En un santiamén el tan mentado desarrollo capitalista que había
traído la minería y las agro-exportaciones
fue derribado volviendo las antiguas dudas sobre nuestro derecho sagrado a
considerarnos una civilización consumada como los obstáculos estructurales que
siempre nos sumen en el desgobierno y la anarquía.
Hoy como antes toca hacerse la
pregunta ¿cómo construir instituciones sólidas que nos den un alma colectiva
que sienta el orgullo de establecer una nación? Pensar en nuevas formas de organización social de vida,
un nuevo mundo de la vida cotidiano que vaya más allá del interés frio y
desnudo del capital y que forje una diversidad de vínculos y valores sociales a
la altura de las circunstancias que nos toque enfrentar. La globalización y la
internacionalización del capitalismo nos ubican como una civilización con un
enorme pasado tradicional y con fuertes promesas de progreso social. La barbarie
en que nos hemos visto envueltos es una secuela aleatoria de nuestro desinterés
por el otro, y el perverso individualismo, acendrados como vicios ontológicos
que han sacado a relucir los abismos culturales y racionales que la debacle de
la modernización ha traído.
No podemos volvernos para atrás.
Toca vencer del mejor modo la pandemia, y en un escenario pospandemia hacer las
cirugías estructurales para no renunciar a la constitución de una nación rica y
solidaria, donde la civilización peruana se reencuentre consigo misma y el
pueblo alcance el desarrollo y el progreso cultural.
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