miércoles, 17 de mayo de 2023

¿Somos postmodernos?

 



 


Asistimos, aunque no queramos reconocerlo, a un acuerdo establecido en materia de políticas de Estado, que corrigen y varían una concepción del desarrollo marcada por una excesiva actitud intervencionista del Estado, en un escenario entendido como una totalidad social. Este acuerdo, sin lugar a dudas, favorece a algunos sectores de la economía que pueden virtualmente competir con facilidad en el mercado internacional, pero resulta incoherente con las necesidades públicas de construir una sociedad basada en la convivencia y en el respeto mutuo. Es decir, el ejercicio técnico que puede desatar el libre albedrío empresarial, puede hipotéticamente dibujar elegantes condiciones de calidad de vida pero estos productos culturales resultan incompatibles con las idiosincrasias populares, cuya dinámica oculta en la clandestinidad elementos intangibles de un pasado que se resiste a desaparecer. Quizás la novedad cosmética resulta atractiva para los imaginarios sociales, sin embargo, de un tiempo a esta parte los disfraces ideológicos no ocultan a la perfección las intenciones de sometimiento que estos artefactos administrativos fomentan.

 

La percepción es que este avance en metas específicas habla de un consenso establecido a partir del cual los actores que de una y otra manera participan del escenario político deben articular sus promesas y estrategias del desarrollo. Sin embargo, tengo la impresión de que este acuerdo ha sido establecido sin haber contado con todos los actores reales de nuestra sociedad, reduciéndose a aquellos sectores que hacen del ejercicio ciudadano una oportunidad de beber de la mamadera del Estado. La desestructuración de las condiciones institucionales desde las cuales se construye la experiencia democrática, ahonda la brecha entre las figuras que dicen defender el sistema político, y aquellos agentes desmovilizados que sumergidos en sus relaciones cotidianas, invalidan el régimen político pero que no hacen nada para cambiarlo. En otras palabras, la división entre actores políticos y no políticos, con toda la depredación de los valores morales que esto significa, ocasiona que el oportunismo de aquellos que se sirven de la democracia estatal difunda un orden social, que a la larga asfixia la iniciativa individual y corrompe las garantías concretas sobre las cuales se concibe la vida social.

 

La urgencia por destituir una visión del desarrollo que colisionaba directamente con la diversidad cultural y que no desactivaba los fundamentos ideológicos del lenguaje criollo, llevo a los actores vinculados al incipiente mercado interno a subirse al carro de la democracia y de la gestión empresarial, como una alternativa al desarrollo heterodoxo que estrangulaba la expresión económica de las identidades regionales y locales. Si bien con sus defectos, el ajuste estructural a que esta medida condujo, introdujo una visión del mercado que es desde ahora un principio pluralista de la sociedad civil, lo cierto es que el despotismo de este impulso institucional impacta sobre la capacidad de adaptación socio psicológica que la población trabajadora es capaz de desarrollar. Mientras se conciba como política de Estado lo que es desde lejos interés de la clase político-económica, toda tentativa de transformar el edificio social de la peruanidad, sin tomar en cuenta la voz de las mayorías, chocará inevitablemente con la heterogeneidad cultural que los atletas de lo tecnocrático desprecian.

 

Habiéndose entendido que la sociedad en el fondo solamente se acomoda a los cambios estructurales para sobrevivir, se entenderá por consiguiente, que la falsa integración social  que alcanza la sociedad no es el resultado del bienestar social que este pueda generar, sino que es un producto de la necesidad de aferrarse a los recursos materiales e ideológicos que éste infinitamente produce. La calidad de vida que el sistema político oferta descansa sobre la creatividad para desperdigar significados e insumos culturales y no en su capacidad para generar condiciones concretas sobre las cuales se manifieste el espíritu social. En la medida que lo peruano se siga elaborando sobre la imagen múltiple de las ideologías del consumo, todo socialización que quiera construir individuos autónomos, conscientes de su rol social, desembocará en una agresiva atomización social y en egoísmos institucionalizados. La violencia con la cual el aparato estatal dirige la conducta, provocando el socavamiento de los espacios tradicionales en los cuales se refugia la individualidad, ocasiona que a su vez el individuo ejerza violencia para escapar al destino de la sociedad. La vigilancia y el ocaso que sufre el sujeto por los mecanismos dictatoriales del mercado, inhibe la creatividad social para elaborar discursos que rescaten, llamémoslo así, lo esencial del espíritu peruano. Es decir, la construcción de un edificio social en el cual depositar con confianza lo mejor de las destrezas nacionales, dependerá de la habilidad para escapar a la tiranía del mercado sin renunciar a sus recursos infraestructurales legítimos.

 

Por otra parte, extendida culturalmente la idea de que la globalización es la mano invisible que trasciende la aventura colectiva de cualquier proyecto nacional, lo único que queda para no quedar excluido de los movimientos del capital, es constituir con inteligencia un proyecto de sociedad que recoja las demandas de reconocimiento de las diversas identidades regionales y locales. La nación es un discurso que puede ser absorbido por la sociedad solo si se abandona con certeza ese facilismo mercantil, que consiste en tomar decisiones públicas sobre la base de esquemas que han tenido éxito en otras latitudes pero que aplicados en nuestra realidad colisionan con la idiosincrasia social. En tanto la caída del modelo de desarrollo populista conduzca a la caoticidad estructural y cultural, cualquier visión alternativa de desarrollo que se quiera implementar, fracasará porque no toma en cuenta el entramado organizativo de nuestra sociedad.

 

Pero vayamos al núcleo de esta discusión. Hasta aquí he sostenido que el programa civilizatorio que promueven los actores internos nos acercan a los a priori ideológicos de las relaciones internacionales, pero nos distancian por una cuestión de desconocimiento del clamor popular que vive sumido en la pobreza y la frustración. Es decir, se cree firmemente que el bombardeo cultural que ha desatado el racionalismo occidental, creará una dimensión independiente a las estructuras socioecónomicas de los países que no han alcanzado el desarrollo. Dimensión que dice fomentará un ideario del desarrollo en armonía con nuestras raíces culturales. Cualquier ámbito social que asimile cautivamente los significados visuales que el capitalismo expande con el propósito de modelar un tipo particular de ser social, devendrá en un espacio condenado a la regresión productiva e institucional.

 

En otras palabras, aunque el impulso de la globalización cultural difumine un patrón de hombre consumidor, capaz de adaptar sus esquemas de comportamiento a los más espeluznantes cambios estructurales, lo cierto es que dicha plaga ideológica bloquea el ciclo de modernización de la estructura productiva en su conjunto. La sed  por aferrarse a los esqueletos seductores de la sociedad de la información, porque ahí residen los símbolos de la supervivencia, nos hace desconocer las insuficiencias de un sistema económico que empobrece la experiencia a medida que se adentra en las conciencias regionales, cambiando desmesuradamente las frágiles constituciones en las cuales se refugia la identidad social.

 

Llegados a este punto, habiéndose sustentado que se oculta una estructura primaria y terciarizada tras los atavíos lujosos de la cultura del consumo y de la publicidad, quisiera desmentir aquella tesis que sostiene que el rumbo histórico de esta sociedad puede ser el mismo que el de las sociedades posmodernas. Es decir, el argumento que dice que las fronteras concretas se han desdibujado, por consiguiente, es susceptible que existan regímenes económicos híbridos, es sin lugar a equivocaciones, una figura ideológica que oculta un núcleo imperecedero de hegemonías al interior del mercado y en los confines de este. Tanto la economía de subsistencia dirigida a los excluidos, como aquellas relaciones de producción informales que hacen usos de la fuerza de trabajo en condiciones infrahumanas, viven articulados al mercado internacional como reservorios de espléndida plusvalía, y no como sectores de la economía que en un momento posterior puedan se incorporados al sistema central de acumulación. Sin embargo, la naturaleza endeble de estas hegemonías locales pude ser resquebrajada si los intereses de la clase dominante plasmados en una ideología del consumo colisionan con las redes informales de una incipiente burguesía industrial; cuando tiendan a conflictuar los intereses de una embrionaria burguesía industrial con los intereses trasnacionales de la clase dirigente, por el control del mercado interno, una forma de plantear la formación social precapitalista bloqueará el ligero y tímido intento de reestructurar la economía sobre una base industrial. La necesidad de incluirse en los circuitos globales del mercado internacional obligará a los patricios de la economía primarizada a incorporar segmentos calificados del sector manufacturero, variando de modo precario e híbrido la formación primario-exportadora del país. Su objetivo no será reconocer la urgencia de un cambio radical en el modelo de acumulación, sino agregar a su dominio económico aquella infraestructura social y de mentalidades que facilite la profusión de un conocimiento y de un modo de organizar la sociedad para sus propósitos empresariales. El interés particular de elaborar una espiritualidad proclive a la gerencia empresarial, no sólo bloquea de modo arbitrario la génesis de una cultura auténtica, sino que además dirige las energías de nuestra clase trabajadora al margen del control implícito de este mecanismo desregulado, que de algún modo inesperado ha empatado con los referentes culturales de nuestra diversidad.

 

No quiero hacer apología al mecanismo desregulado de la oferta y la demanda, lo que quiero demostrar es que aunque la perversidad de este modelo de desarrollo excluye a porciones significativas de la población, lo cierto es que los pobres se han apropiado de los saberes implacables de la ideología neoliberal, creando de modo caótico la impresionante presencia de un capitalismo interno que empieza a no sólo exigir reconocimiento étnico sino además participación en la forma como se administra la política económica. No obstante es lícito lanzar la conjetura de que esta asimilación de la semántica tecnocrática de modo violento, no resulta por sí solo una oportunidad natural de salir del subdesarrollo. Es necesario advertir que mientras se mantenga la heterogeneidad estructural como correlato general de la fragmentación étnica, este crecimiento que experimentan los sectores de vanguardia de la economía peruana no será más que resultado de una pintoresca improvisación, y no producto de una programación sostenida de los negocios de la política económica. Una etapa espontánea del crecimiento técnico debe dar paso a una maniobra regulada de la formación social, pero no a una planificación que asfixie la iniciativa empresarial sino al florecimiento de ciertas condiciones institucionales que hagan crecer la participación de los microcircuitos gremiales en el conjunto del producto bruto interno del país.

 

Se han dictado medidas formales par incentivar la generación de iniciativas empresariales; medidas que en su intento de incluirlas al universo de la tributación jurídica estrangulan la capacidad de reproducción ampliada que estas empresas podrían desarrollar. El grave déficit fiscal que soporta el Estado peruano no debe ser resuelto con la excesiva presión tributaria sobre los sectores marginales a la economía formal, que a la larga protegen los intereses de la economía primaria y terciarizada. Creo que la iniciativa del Estado en estos rubros debe ampliarse con el objetivo de incrementar la participación modeladora de la economía que estimulan estos sectores sociales. La solución es hacer crecer la inversión interna acaparando y haciendo crecer el mercado interno, destinando inyecciones de capital líquido en los salarios de los trabajadores y en la innovación tecnológica de los talleres productivos, con el propósito de obligar a los sectores de avanzada del capital a reconocer un consenso en materia de políticas de Estado, que haga perdurar un desarrollo sostenible en los próximos cincuenta años.

 

Debe abandonarse aquel intercambio desigual que se establece con los mercados extranjeros, no sólo dando trabajo en los sectores microempresariales a la fuerza ociosa de la población, sino además tratando de producir para el mercado interno alternativas de consumo que atrapen y obliguen a reinvertir el plusvalor en nuestras tierras. Así como existe un bombardeo de mercancía culturales que modifican las orientaciones valorativas del consumidor hacia aquellos productos que fabrican y maquetean los agentes trasnacionales, debe haber una excitación audiovisual a cerca de los bienes que nosotros los peruanos producimos. Es imposible cambiar los fantasmas ideológicos que confeccionan más de un disparate cultural; esa es la condición posmoderna que ha revolucionado la manera de pensar de nuestros estratos sociales, y por consiguiente, ha variado el modo en el cual el individuo se relaciona para producir.

 

La alternativa semántica de producir sentimientos e ilusiones que escapen a la memoria precapitalista que ostentamos, sólo puede provocar una decepción con respecto al mundo real. En tanto la  mimesis de lo muerto aprisione las fantasías de realización individual, creyéndolas satisfacer por el ingenioso y atractivo mecanismo de la industria cultural, se hará casi imposible que los bienes simbólicos que saturan nuestra conciencia guarden correspondencia con el empobrecimiento material de la condición premoderna de nuestro país. La diferencia se convertirá en aquel dispositivo ontológico a partir del cual se procesa la interpretación de las enormes mayorías, sus códigos estéticos, sus sistemas de significación, pero será una trampa ideológica que desactiva y traba el apetito de realización que cada sujeto inaugura y desea resolver. El mantenimiento de una infraestructura premoderna, y por tanto, el mantenimiento de esquemas tradicionales de interpretación de la realidad, impiden una verdadera mutación de la interioridad, ya que el solo hecho de rememorar lo arcaico mediante los signos excéntricos del cosmopolitismo, no consolidan exitosas experiencias de desarrollo individual. Es más creo sostener que los simulacros que fabrica la maquinaria audiovisual amedrentan el progreso material del sujeto, en la medida que la lucha por el reconocimiento social resulta más importante que la lucha por la erradicación de la desigualdad social.

 

En suma: el discurso del desarrollo que promueven los agentes extranjeros se sostiene en la medida que la diversidad étnica hace efectivo el crecimiento económico. Pero se vuelve una trampa ideológica que desintegra la vida social, pues al querer fundar el modelo de acumulación sobre bases micro sociales, se  enfrenta a severos problemas de adaptación socio psicológica. La gestión del caos cultural, y por consiguiente, del caos organizativo sólo es viable en la medida que la socialización acapara legítimamente políticas de compensación social. Sino existe una programación de las condiciones sociales que hacen posible la creatividad de las fuerzas históricas, será difícil domesticar la salvaje penetración capitalista, y por tanto, será difícil adoptar auténticas relaciones de convivencia moderna.

 

 

 

 

 

¿Por qué renuncian los valientes?

 



 Los estragos a los que conduce toda ética de la convicción residen más que en la naturaleza amenazante de la acción, primordialmente en los efectos nocivos al alma de quien emprende la batalla. El miedo, la sensación de inseguridad que embarga al espíritu debilitado y combativo del avezado le van sembrando la pregunta de si vale la pena tanto arrojo y persistencia. La angustia por quedarse sin nada en pos de una empresa apasionante que libera demonios y resucita el ethos radical, va provocando la sensación del más impostergable escepticismo, aquel que empieza como un pequeño temor y que va trocándose en una duda, en esa duda corrosiva  de si más allá de las espadas se consigue la verdadera plenitud, o de si continúan las tinieblas. Es allí en las llamas donde empieza el verdadero hielo. Cuanto más el extremismo de la ética quiere hacer de carne y hueso las ideas, tanto más el animal demanda devorar. El apetito insaciable del yo  se hace presente, y se cuela entre los dogmas de la liberación para proclamar la indigencia del alma y recordarle una y otra vez a la voluntad que la esencia de todo hombre es la negatividad.

 

No es la desconfianza en las fuerzas incontrolables de la historia, ni mucho menos las amenazas del espíritu conservador las que perturban la mente del revolucionario, es el terror a la soledad, a la sensación de desperdicio de la juventud lo que le inquieta y le preocupa. Mientras el alma le exige vivir, y los despiadados síntomas de la indiferencia racional le convencen a que sea funcional, despierte y vea la realidad tal cual es, en el avezado surge la vacilación: el primer sentimiento de renuncia. Esa reflexión insoslayable de que si aún hay tiempo de echarse para atrás, de que ya es tiempo de sentar cabeza y madurar, justificarlo con el mito de ver lo tuyo y ser adulto, de que unos cuantos no pueden acabar con la injusticia, no es sólo los indicios del más urbano-nihilismo, sino los más remotos orígenes de los traidores de ideales. Aquel que se hace el sordo a los temblores, aquel que disimula cuando se hacen escombros las ciudades,  a aquel que teniendo el talento para luchar argumenta que no se contamina del goce del poder cuando lo tiene cerca – ténganlo por seguro- ha despertado el más indomable egoísmo, y por lo tanto los gérmenes de la delincuencia emocional.

 

Hoy los servidores del poder con los disfraces de la democracia y de la objetividad son reclutados de estas ingeniosas canteras de los que han tomado conciencia de la realidad, les ofrecen profesión y una vida tranquila, mientras en su interior les incuban la codicia y la ambición por el poder; les estimulan la vanidad y aún más tarde la malicia y su adicción, rejuvenecen en gran medida y a paso lento se van transformando en los más feroces defensores del orden racional-burgués.

 

No hay duda de que aquel hombre o mujer que se excusa olvidando los fines de la realización humana, y por consiguiente, la materialización de la trascendencia; adaptándose a un orden de cosas inicuo y lamentable, no sólo hace estéril el terreno de las siguientes generaciones con su falta de responsabilidad y  solidaridad, sino que además huyendo de la vejez su alma se gangrena, empezando la senectud por dentro. Pero siempre el remordimiento los persigue.

 

 

 

 

 

 

 

martes, 16 de mayo de 2023

Populismos o mercado





El desarrollismo estatocentrico clásico del s XX sostuvo que un cierto período de autarquia era necesario para desarrollar el mercado interno y las bases de la sociedad moderna. Que si las periferias capitalistas se hubieran orientado por expandir áreas de libre comercio y competido según las ventajas comparativas, lo más probable es que América Latina jamás hubiera alcanzado cierto grado de modernización económica.


Era necesario que el Estado tuviera un rol de empresario para garantizar la formación de una cultura económica proclive al consumo y al individualismo económico. Cuando el Estado empresario se descompone producto de sus propias contradicciones internas para lograr el desarrollo material se suscita un periodo donde la idea de una subjetividad nacional también se desmaterializa y avanzamos hacia una realidad nacional fragmentada y disfuncional. Los grandes discursos orientadores que buscaban darle a las naciones latinoamericanas una cultura moderna y ordenada se desvanecieron rápidamente ante el colapso de las economías heterodoxas y el alumbramiento precario de un capitalismo popular.

Los reordenamientos estatales de los 90s, productos de los ajuste estructural y de la hegemonía de la pastoral neoliberal, trajeron la fuerte idea  que un estado retirado del funcionamiento privado de la economía era el pilar fundamental para crear riqueza, pleno empleo y reducir pobreza estructural. Que el rol del Estado era generar las condiciones sociales para que el rol privado de la economía hiciera su tarea económica. A pesar de sus desaciertos psicoculturales el capitalismo latinoamericano en las dos últimas décadas ha traído desarrollo y modernización social. El problema es que lo ha echo fomentando una economía primario exportadora, con poca presencia de bienes de capital, y manteniendo grandes desigualdades insalvables. Ha sido una estructura económica que ha evitado las reformas de segunda generación en la conducción del Estado y la economía, por lo que estamos recayendo en el descontento y la modorra económica.

Es el descontento con la explotación, la salvaje competencia y la falta de una preocupación por la salud mental, la que ha facilitado la demolición del liberalismo estructural por parte de los populismos latinoamericanos. Es un género más radical de izquierda la que no sólo amenaza la existencia de los valores democráticos, sino que busca nuevamente la práctica de un Estado empresario. No sólo busca restringir o anular la iniciativa privada, sino lo que esta en juego es el futuro de las naciones como sistemas sociales de vida. Distribuir a ultranza los recursos del Estado sin preocuparse por generar una economía que genere riqueza, creando clientelas políticas y sociales a lo que conduce es a la atrofia económica, y a la formación de una mafia política que se divorcia de su rol público y gestor, y que convierte el Estado en el gendarme de una gigantesca economía delictiva. La sociedad queda anulada y está pierde la soberanía sobre su propio territorio.

Actualmente una autorquia económica es un despropósito ideológico. Crear una realidad económica en donde mi actividad privada o profesional quedan prefijadas por un Estado que pondera el comunalismo económico y el trabajo social por sobre la innovación técnica, es a la larga una forma de dominación más nefasta que hunde al individuo en la pobreza y la destealizacion cultural. Quienes llevan en la sangre la ideología se favorecen financieramente con la toma permanente del poder estatal, y envían mensajes y propaganda a los súbditos que la igualdad social y económica es el camino seguro a la prosperidad y la justicia social. Cuando la sociedad se da cuenta que la redistribución social es lo mismo que miseria, ya es tarde para reaccionar: el pueblo ya no es soberano, sino esclavo.

Pero porque los mensajes populistas son tan exitosos frente a la sensatez económica y un manejo responsable de las cuentas públicas? Respuesta: porque el viejo sueño de la sociedad de emanciparse de la alienación laboral  por medio de un Estado populista siempre ha sido el pretexto ideal para abrazar las cadenas y caer en la miseria total. El populismo es un discurso político y exagerado que busca presentarse como la solución ética frente a un capitalismo que es aberrante e injusto. No es precisamente un sistema técnico bien razonado, algo que pueda aplicarse como alternativo a la economía de mercado., sino un conjunto de prácticas y procedimientos políticos que buscan el desbaratamiento de la propiedad privada  para repartirla a un pueblo hambriento de justicia . El odio de clase y hoy el etnicismo como herramienta de justicia social es la base política que se beneficia de la destrucción comunulista de los recursos de la nación.  Cuando ya no hay nada que distribuir es el amanecer de una tiranía permanente.

Cual es la razón que las sociedades con todo derecho reclamen ante el Estado y los actores privados, sobre asuntos de economía básica y mejoramiento de una cultura pública? Respuesta: no es un descontento exactamente con la forma como se dirige los asuntos privados y públicos, sino la incertidumbre en la que se hunde la existencia individual y colectiva, cuando lo que se ve amenazada es una cultura común y saludable. Son razones profundamente psico-culturales las que buscan un mundo mejor, cuando todos los días las personas con empleo o sin el reproducen el sistema al que culpan de tanta indignación y muerte. Es el funcionamiento de los mercados los que atraen el rechazo de una vida que busca la felicidad, cuando todos los días en contra de nuestra voluntad o por vocación luchamos por un ingreso o salario en los mercados. El mercado es un sistema de coordinación de saberes y señales donde el sujeto económico debe ofrecerse y venderse para conseguir la sovrevivencia en la división social del trabajo. Es un acto de libertad autoeducarse y estar preparado para luchar por un espacio útil en los mercados de trabajo y consumo.  Porque tal posición existencial es demostrar que nuestra actividad y trabajo nos otorga certidumbre y reputación.

Estamos expuestos en el capital global a que la sociedad desaparezca. Y es legítimo que la sociedad global y la democracia busque hacerlo evolucionar sin que deje de producir valor y riqueza. Pero de tal cambio o mutacion no se espera sino la posible ruina de culturas y civilizaciones. Es un acto de libertad plena prepararse para domesticar al capitalismo cuando viene y se apodera de nuestros recursos, bienes y fuerza de trabajo, pero no destruirlo, sino hacer que respete los sistemas sociales y arrancarle plenitud y bienestar. Las naciones deben estar dotadas para dialogar con las inversiones privadas y así atraer para la sociedad las mejores condiciones de prosperidad y bienestar. 

Democracia o barbarie




Nuestra democracia se deteriora rápidamente. No sólo es incapaz como sistema político de procesar las necesidades y urgencias de la ciudadanía, sino que al ser capturada por intereses particulares la amenazan en su decadencia permanente. Asistimos no sólo a una corrupción pública que debilita el accionar del régimen democrático, sino que se ciernen sobre su funcionamiento delincuentes que quieren destruirla. Esta destrucción se presenta como un cambio radical por parte de actores políticos que buscan restringir la iniciativa privada y la libertad dizque para combatir la pobreza y poner los recursos de la nación al servicio del pueblo. Es la ideología la que se troca en propiedad del Estado de una nueva monarquía que espanta la inversión privada y ahoga la actividad social de generación de la riqueza en la rémora absoluta de la capacidad productiva del país.


La democracia no consigue volver versátil el Estado para procesar las demandas de desarrollo de la población. Esto es producto de una construcción histórico ontológica que no se condice con el ordenamiento territorial y con el modo como se ha construido la cultura. Es una complicación histórica tratar de gobernar un territorio tan accidentado como el Perú. Somos una cultura fragmentada y ahora capturada por la desafeccion cívica las que hacen que la democracia no tenga el poder legítimo para tener autoridad soberana sobre nuestra sociedad.

El jaque logístico y político ante las movilizaciones políticas en el sur del Perú, y el fenómeno natural del niño costero han echo que el Estado sea sobrepasado por un sinnúmero de poderes locales y regionales que han fomentado la división política como la rémora pública. Al mostrarse el Estado ineficaz en su tarea de resolver los problemas de la sociedad y defenderla es vaciada la democracia  de su sentir público y esta se diluye rápidamente en un montón de fórmulas vacías de poder soberano.

La democracia y las leyes que la formalizan no son lo suficientemente validas para evitar la división política y para gestionar el progreso social del Perú. El poder público es invadido por empresas privadas que asaltan los recursos del Estado, y a la vez la población preocupada en resolver sus cuitas personales permiten el socavamiento del Estado de derecho, lo cual se traduce en delincuencia política y a la vez modorra estatal.

Es el fundamento emancipador del individualismo que hace posible la democracia la que debilita la protección legal y factica de las libertades civiles. Sin este fundamento individual y sin la iniciativa privada que hace posible la libertad económica es imposible la reproducción de la sociedad. Pero ahí donde no hay economía social de mercado ni libertad para que la actividad humana pueda crear progreso personal, es sumamente fácil hacer que el egoísmo y la ignorancia destruyan las bases cívicas del régimen de poder. Es el retiro del Estado de sus tareas progresistas la que hace que el modelo educativo no consiga fomentar una cultura cívico social. Es el socavamiento de las voluntades cívicas por el impacto de los medios de comunicación y las tecnologías de la información lo que ha generado una lenta pero potente disolución de las culturas populares y su sociabilidad. Este fenómeno esta consintiendo la aparición distorsionada de empresas delictivas a todo nivel que fortalecen las mafias locales del Estado y que con tal de reforzar el saqueo de los recursos públicos, son capaces de diluir la democracia y con ella destruir la sociedad liberal.

Es la disolución de la democracia provocada por este fenómeno de egotismo ontológico la que acelera su inoperancia ante tanta necesidades sociales. Y la que empuja a las libertades civiles a buscar su propio autodesarrollo sin que el Estado intervenga. Esto último permite que discursos radicales y delincuenciales usen los mecanismos de la democracia para ponerla en cuestión y destruirla. Ahí donde el poder civilizador de la democracia no es lo suficiente para permitir el desarrollo económico esta entra en discurso para disolverla. Es por otra parte, el efecto psico-cultural de la democracia liberal al manifestar una odiosa explotación como soledad visceral la que también facilita su destrucción acelerada. Por poderes alternativos que en su búsqueda de una comunidad ética facilitan la interrupción de los fundamentos democráticos, acelerando la vulgaridad, el robo y la violencia,

Sin un poder soberano que proteja las libertades civiles están entran en dilución. Lo que fomenta no solo un funcionamiento maligno de la democracia sino que además hacen prosperar una realidad donde el abuso y la violencia conviven con la privatización de la cultura. Es un acto de educación popular hacer que la cultura democrática mediante el sistema educativo y la propaganda creen cuidado sobre los valores civiles, pues sin ellos es imposible la realización individual y la formación de una sociedad desarrollada y en paz. Es necesario sanar la cultura de las amenazas particulares que se ciernen sobre la democracia, todo cuanto mas problemas ontológicos como las pandemias o el cambio climático predestinan su colapso. Sin un orden democrático que es perfectamente corregible lo que nos espera es el tribalismo y la barbarie, donde el mas taimado y egoísta en nombre del cambio puede atentar contra la sociedad, creyendo buscar una utopía,

domingo, 14 de mayo de 2023

Los límites del consumo y el agotamiento de la cultura.

 



 

 


 

Resumen:

 

Hoy más que nunca que el descarrilamiento de la cultura del consumo y del deconstruccionismo simbólico desestructuran y colocan en la incertidumbre a las culturas subalternas, se hace necesario una crítica de este modelo de liberalismo cultural asentado en una economía desbocada, como el único antídoto para que la sociedad democrática obtenga un control participativo y fijado de contextos de significados y sistemas de creencias que entumecen la acción política y convierten el derrotero de las identidades en una pluma desarraigada en manos de las manipulaciones de la anarquía global del capitalismo.

 

Abstract:

 

Today more than ever that the derailment of consumer culture and the symbolic deconstruction unstructured and placed in subordinate cultures uncertainty, it is necessary a review of this model of cultural liberalism anchored in a runaway economy, as the only antidote to get a democratic society and participatory control set of contexts of meaning and belief systems numbing political action and make the route to the uprooted identities in a pen in the hands of the operations of global anarchy of capitalism.

 

Palabras claves: Consumo, ideología, deconstrucción, modernidad, estudios culturales, subalternidad

 

 

¿Cultura o ideología?

 

Más allá de que este bache en el capitalismo sólo sea un ligero traspié o resfrío ilusorio del patrón de desarrollo occidental, la verdad es que el aparente desprendimiento de identidades híbridas que han sido estimuladas por la explosión infinita de la mass media evidencia el desvío histórico del sistema productivo de consumo para perseguir y devorar los sistemas de significación y de creencias que se han agotado, en un momento donde la vida excluida presiona por ser incluida en el modelo de desarrollo. Si bien la huida de la referencia social de la reificación industrial ha sido perseguida hacia los confines de la intersubjetividad por una proliferación de bienes culturales que consiguió deshacer la protesta histórica, lo cierto es que la fragmentación y caos cultural que ha provocado han culminado por derribar un patrón de crecimiento soberano que ofrecía garantías de control histórico y autonomía a las identidades subalternas del mundo. El agotamiento de lo que se conoció como Estado de  Bienestar o populista ha desencadenado el desdibujamiento de la narrativa del progreso histórico, ingresando la construcción de la personalidad en un escenario donde la estructura social se hace añicos y todos los referentes culturales que antes daban cobijo a la vida socializada son desmanteladas en centenares de ruinas, dejando un cuerpo social desbaratado y al acecho de singularidades agigantadas[1].

 

El desarrollismo keynesiano económico como sostén material de una sociedad que salía salvada del holocausto bélico fue la respuesta institucional que ofreció la sociedad ante los ultrajes económicos de la desregulación financiera que provocaron las guerras mundiales. El mundo capitalista ante la presión del socialismo realmente existente, ante los movimientos de liberación nacional del tercer mundo, y ante las propias contradicciones internas de sus sociedades específicas, tuvo  que cerrar un pacto de reconciliación con los actores democráticos inaugurando un estado de crecimiento que vinculaba el capitalismo, los actores mercantiles con las organizaciones de la sociedad civil de tal modo que el Estado se comprometió a garantizar e incentivar la producción empresarial siempre y cuando la rentabilidad se hiciera en correspondencia y en beneficio de los actores civiles[2]. El Estado nivelaba las desigualdades en la medida que remercantilizaba a los agentes económicos que quedaban rezagados en la tendencia a la monopolización, al capacitarlos y al hacerlos ingresar en relaciones de oferta y demanda[3]. El acuerdo democrático hasta cierto punto resulta en la medida que bloqueaba las contradicciones sociales que las sociedades avanzadas experimentaban, disciplinando las fuerzas sociales y asegurando la gobernabilidad del Estado en relación a la planificación económica que acallaba la multiplicación de las demandas sociales.

 

Es en este escenario de modernización hasta cierto punto autoritaria  del sistema cultural, incentivado por los medios de comunicación que va  ir paulatinamente liberándose de la lógica disciplinaria un proceso de personalización que permitió  modelar psicología proclives a consumir los bienes materiales y simbólicos, de una sociedad sumida en la segmentación simbólica, y es lo que va a crear una ontología cultural que huye de los edificios estandarizados de la lógica sistémica, porque percibe en la racionalización de la vida social relaciones de dominación que persiguen rutinizar la vida y sumirla en la vida conformista[4]. Hasta cierto punto esta cultura consumista liberada de su referencia material provocó poco después el agotamiento y acoso del estado desarrollista, ya que la culturización postmoderna que producirá irá atrofiando lentamente el predominio de la industrialización como modelo de desarrollo social[5].

 

A la larga este giro cultural y de apropiación estratégica de la vida cultural ocasionó el despliegue y desarrollo de una razón tecnológica y científica que asentará la producción y los intereses de capital en la dominación estratégica de los sistemas de creencia y hábitus individual. Es decir, la huida de la vida de la razón histórica, el descontento cultural de un proceso de revolución que solo botaba dominación y estandarización, decidirá que la intersubjetividad se replegará hacia un existencialismo vanidoso, pero solitario, que abandonará el exterior por una agitación espasmódica de una mente que se refugiará en el consumo y en estilo de vida ideológico-narcisista[6]. El deseo cínico y gastador de reconocerá como la lógica sistémica que estimulará la construcción y proliferación de la complejidad organizativa, ya que el sistema  productivo capitalista, en este contexto de desorden cósmico, se va a organizar y va a succionar su plusvalor en función del montaje de una industrialización cultural que fomenta y exarceba el estereotipo y la hibridación sociocultural[7].

 

En algunas sociedades donde la expansión institucional del sector público va a significar el sostén material que facilitará la asimilación y control ciudadano de la alienación consumista, es donde recaerá una simetría y coexistencia entre el tiempo de trabajo y tiempo del ocio. En otras palabras, la culturización gigantesca que representa la sociedad del conocimiento y del consumo va estar amortiguada por una estructura organizativa de actores ciudadanos, lo cual determinara que la alienación consumista no hecha a perder la iniciativa laboral y disciplinaria de los agentes económicos.

 

Esta situación no sucederá con similar forma en las regiones periféricas del sistema capitalista donde el agotamiento de las economías nacionales, aunado a las resistencias que supondrán las relaciones culturales tradicionales, desactivará de plano los esfuerzos históricos por completar el ciclo de formación de la auténtica modernidad racional[8]. Más allá de que este completamiento socioestructural de la formación histórica no se consolidó, debido a la crisis de recesión que experimentó el capitalismo en los años 70s, y a la presión socialista que desestabilizaba las condiciones para introducir correctivos legítimos en la estructura social, creemos que lo que explica el degradamiento del estado populista es la dependencia económico-cultural que padecían los capitalismos periféricos y el hecho de que la planificación moderna se iría paulatinamente evaporando para rediseñar un escenario productivo donde el conocimiento, la información y el deseo resquebrajarán las relaciones de dominación civilizatorias, en una vida reticular y compleja donde el poder ideológico se decide en función del voluntarismo y creatividad empresarial[9].

 

La vida colectiva, la vanguardia revolucionaria se desintegrará en una multitud de nuevos movimientos sociales, que además de buscar la tan ansiada redistribución económica, irán detrás del desmantelamiento de la relaciones de dominación simbólica. En otras palabras, la lucha por el reconocimiento irá desalojando las preocupaciones por eliminar la explotación social, redefiniendo el capitalismo multinacional en función de la solidaridad global e internacional que buscara equilibrar con la democracia directa la escandalosa sensorialización del poder y su introyección descarada en la vida significativa[10].

 

El crecimiento de una red interminable de referentes culturales irá sacando de la preocupación pública el tema utópico de la revolución social, lo cual irá otorgando al sistema desorganizado de la existencia cultural una centralidad absoluta en la medida que las tipicidades burguesas o yuppies que legitiman la sociedad de consumo  se irán expandiendo por el universo planetario, hibridizándose y en otra ocasiones hegemonizando con los sistemas de referencia, local, regional o nacional. Mientras que la producción cultural es cercada por el capitalismo de flujos e inversiones trasnacionales tanto más esta invierte las relaciones de poder en sistemas de expectativas locales y democráticos, deconstruyendo el sometimiento en una vida que padece el cáncer de la ideología mercantilizada[11]. Es decir, el asentamiento del capitalismo en la apropiación descarada de las culturas tradicionales y de las idiosincrasias locales, no sólo busca convertir el peligro de la revolución en vida domesticada y servil, sino que esquiva elegantemente el propósito de los actores democráticos de enriquecer igualitariamente las condiciones de vida social que ofrece el desarrollo global. Es decir, el plusvalor supracultural que consigue vive de la regresión sociopsicólogica del actor singular, de su no completamiento dialéctico, de la contención ahistórica que promueve un modelo de desarrollo social que no cancela la industrialización, pero que la restringe para pocas sociedades que monopolizan las atribuciones del desarrollo tecnocientífico[12]. En la medida que los descubrimientos e invenciones de la ciencia se orquestan en función del despliegue de las industrias culturales y de la razón cínica, será muy difícil liberar los beneficios del desarrollo tecnológico del control autoritario de las ideologías planetarias, masificar su aprovechamiento democrático, ya que la tendencia demuestra que los adelantos tecnocientíficos son utilizados para saciar las expectativas hedonistas de una individualidad saturada y bombardeada de espectacularidad cínica[13].

 

La proliferación de los híbridos culturales, liberados de la lógica unidimensional y autoritaria genera toda una gran conspiración ideológica en contra del espíritu subalterno que persigue democráticamente transformar las condiciones jerárquicas y antidemocráticas de la globalización socioeconómica. Es la obstinación del ánimo histórico de seguir siendo un esclavo glotón de la razón del deseo capitalista lo que impide la desestructuración de la complejidad del poder, ya que tal revolución cultural no podrá partir para su éxito de un solo cambio de horizonte mental sino que tendrá que afincarse en el desarrollo responsable de las fuerzas productivas, que le dan a la individualidad potenciada una base material donde hacer concreta su felicidad.

 

Crítica de los estudios culturales.

 

Al amparo del repliegue político que padecieron las fuerzas de izquierda con el neoliberalismo, se mantuvo la estrategia desde el pensamiento comprometido de relegar el análisis crítico hacia aquellas posiciones donde el liquidamiento neoliberal no lograra desalojar la potencia de la filosofía de izquierda. Quizás el problema de esta resistencia táctica haya sido que la fuerza para continuar con la crítica despiadada de la vida mistificada se convirtió con el paso del tiempo en la siembra de un estilo de vida que ha terminado por capitular ante las arremetidas culturalistas de la razón lingüística y de la ideología neoliberal. ¿En que consiste este conservadurismo repentino? Que ante la licuación de la estructura social y de las condiciones objetivas que posibilitaban la revolución del horizonte capitalista la vida contestataria se protegió de la ofensiva neoliberal en la crítica cultural, en el cuestionamiento acendrado del estilo de vida aburguesado y de las industrias culturales como una manera de conservar vital una forma de pensamiento que no había podido evitar la intensa culturalización de la estructura capitalista[14].

 

Al haberse definido que la transformación del capital dejaba sin aliento a la teoría crítica ya que este giro ontológico significaba el engarrotamiento y la pérdida de seducción de la filosofía negativa las capas sociales que antaño le daban validez cognitiva cambiaron arriesgadamente su campo de creencia revolucionaria por un deconstruccionismo cultural que empieza a leer el idealismo de los sistema abstractos en función de los esfuerzos de integración individual y de resistencia semántica que la particularidad golpeada por la globalización ejercía peligrosamente. Es decir el individualismo metodológico de las individualidades más calificadas se convierte en el etnométodo[15]  para alcanzar supervivencia en un escenario histórico donde la preservación del mundo de la vida se va a dar en función de que tanto la subjetividad sepa maniobrar con audacia en la sociedad del conocimiento, de que tanto su habilidad para reproducir información le facilite el reconocimiento de su estructura doméstica de vida cotidiana[16].

 

En este sentido, los estudios culturales van a reflejar según las características de las sociedades subalternas las diversas estrategias de resistencia cultural de las identidades dominadas en tanto la desestructuración de la modernidad sólida va a implicar un proceso de desmaterialización de la gramática del poder capitalista, en campos de exclusión sociocultural donde se sensorializa la dominación y esta se recubre de ideologización estética[17].

 

A diferencia del hombre unidimensional y estandarizado se irá modelando una mentalidad compleja que va a disponer de la prerrogativa de desactivar el poder corporalizado en el propio centro de la experiencia cognitiva, lo cual va a denotar una transgresión valorativa de las coordenadas del poder mistificado pero en función de la naturaleza singular del actor solitario. Por ello si bien el escape de la gramática de la dominación va a implicar una subjetividad que se las arregla para integrarse a  los repertorios de acción colectiva aceptando el racismo de los sistemas de conocimiento, lo cierto es que tal acomodamiento etnometodológico va a significar instrumentalizar los espacios de socialización y los contextos de significación  donde se forma la psicología de los actores más vulnerables y empobrecidos, poniendo el cuerpo social en función de los intereses egoístas y de reproducción sensorial del actor individual. Es decir, la vida mistificada va a deconstruir las ideologías que pretenden dominarla siempre en relación de concretar los apetitos de reconocimiento estético que los actores se propongan edificar, y todo esto en función de concretar biografías que otorguen provisionales máscaras de certidumbre cultural[18]. Para decirlo de otro modo el poder va ser barrido cuando los actores deseen hacerlo, y lo harán siempre y cuando le resulte agradable y divertido; en tanto la dominación les resulte confortable no la dejarán, haciendo creer al capitalismo que sus reificaciones son discursos eficaces de poder que embrutecen al agente social, cuando en realidad son sólo revestimientos cómodos que otorgan identificación y cierto cobijo étnico[19].

 

La integración es legitimada porque a través de ella el actor consigue acceder a las facilidades e informaciones que hacen posible la reproducción social; no hay sistema moral que  movilice al individuo a utilizar los marcos institucionales; la verdad es que la sociedad es rehecha porque sin el amortiguamiento emocional que ofrece el actor no se decide a mediarse a través de ella; la realidad social no existe a excepción de las intermitentes iluminaciones y solidaridades convenidas que dan la simulación de que ésta existe. A las raíces sociales cada quien las manipula a su antojo, lo que quiere decir que el proceso de individualización bloquea y desaparece la socialización a despecho del desarrollo integral de la personalidad que queda detenida según las circunstancias en desarrollo embrionarios e infantilidades socio-psicológicas[20]. Al quedar desamparada la identidad por obra del desmantelamiento político de la realidad social la subjetividad recrea toda una variedad de instalaciones populares y folklóricas propias de su desenvolvimiento cultural, creyéndose todas las aventuras ideológicas que el subconsciente enfermo imagina como auténticas formaciones sociales[21].

 

De acuerdo a esta terquedad de proseguir la subjetividad inscrita en las maniobras de la espectacularidad ideológica es de donde la epistemología culturalista recoge signos de asentamiento de su posición neoconservadora. Al admitir que el giro lingüístico ha hecho ingresar al espíritu social ante las embestidas y riesgos de un mundo desbocado, que es difícil de ser predecible, creen que el poder puede ser rebatido solo de manera etnocultural o deconstructiva, lo cual genera que la lucha por democratizar las estructura mundializadas de la globalización económica sea abandonada por ser anticuada. El integrado, el multiculturalista cree que sólo puede revolucionar las jerarquías del poder simbólico con una cuota de voluntarismo constructivista, cuando esta estrategia de saturación discursiva se desarrolla a costa de referencias sociales que hacen posible la materialización del beneficio individual. Al intensificarse el relativismo y el enraizamiento temporal y desechable de las mutaciones ideológicas se ingresa en un escenario objetivo donde la explosión y fragmentación de órdenes sociales no es capaz de encubrir la evolución real de la estructura social, con el consiguiente añadido de la inmadurez de los sometidos.

 

La cultura jala la atención del individuo hacia la deliciosa actividad de los sentidos, pero aún cuando lo sepulta en la hipercomplejidad de lo recreativo y supra-estético no cancela la sensación de que envejecemos y que no estamos preparados para abandonar la vida. Cuando la facticidad del lenguaje nos hace ingresar en la juguetería emocional de lo que se deshace en nuestras manos, percibimos el perjuicio de una fuerza oscura que  tratamos de disimular, pero que está ahí hiriente, acechando en los márgenes de lo que no es posible nombrar. Esa fuerza es la vida material que la epistemología cultural no logra enmascarar y que se cuela como una naturaleza vengativa que se levanta alrededor de los momentos de luz de la represión tecnocivilizatoria[22]. Este mundo oculto es la sustancia de lo que no es prolongado o ideologizado por la inteligencia emocional de las organizaciones sensoriales; una ruta indomesticable que  la razón estratégico-lingüística no logra leer oficialmente y que es retratada en la medida que el abismo de conocimiento no destruye las coordenadas pulsionales de donde brota lo que se trastoca en discurso frío. El lenguaje es el vestido místico que mantiene en la infantilidad lo que se escabulle en el inconsciente. Cuanto más la vida huye de lo abstracto en los confines indómitos e irracionales de la interioridad tanto  más la exterioridad del mecanismo helado del capital se las arregla para acrecentar la falsedad de los híbridos que dice representar. Pero es la audacia del interior, que a veces asoma la cabeza por los dominios del sistema, lo que conspira para reencantar de vida  rebelde las instalaciones disgregadas de la complejidad del capital, para reformarlo y a veces ponerlo festivo y jovial[23].

 

Tal vez en estos momentos en que se produce una indigestión de discursivismo es que se gesta la oportunidad para que la subalternidad logre aterrizar el idealismo de los sistemas abstractos, con el control reterritorializador de las culturas híbridas y locales. Tal vez sea el momento que los estudios culturales dejen la agencia exageradamente referencial del lenguaje y consigan regresarle a la vida el control sobre su sensoriedad idiosincrática, a salvo de una vez de las tecnologías estéticas que dividen el mundo entre los que saben gozar burguesamente y los que no saben hacerlo. El descontrol lingüístico, el libertinaje sígnico de la mass media ha ido bastante lejos en su intento de liberar a la naturaleza humana de sistemas cerrados y de visiones unilineales, consiguiendo en verdad hacer depender a la conciencia de estructuras ideológicas que desatan la cínica y oscura adicción de la irracionalidad aún a sabiendas de la conciencia sometida. La cultura que ha desbordado las instancias sólidas de la modernidad debe retirar su confianza en la habilidad integradora de las biografías sometidas, porque estas no se han tragado el cuentazo de que la felicidad reside en una existencia que devora ideologías, ya que de un modo inesperado las multitudes revolucionarias empiezan a creer que la emancipación depende de que la vida no confunda el apetito de materialidad por ideas  agradables que sólo empequeñecen la subjetividad.

 

La vuelta del desarrollismo.

 

Ante la crisis que atraviesa el capital global se abre la hipótesis que la trasnacionalización de las decisiones políticas en materia de crecimiento económico provocó una fuga deflacionaria de los flujos económicos, lo que a la larga desincentivo las coordinaciones lucrativas que sostenían el modelo y desalento el consumo de los mercados regionales del mundo globalizado. La excesiva desregulación de la economía mundial, aunado a un achicamiento despolitizado del Estado, que confería posibilidades de dominio a la economía empresarial, ha ocasionado que la excesiva concentración del capital en control de los grupos de poder global vaya excluyendo de la capacidad de consumo y de inclusión productiva a las multitudes empobrecidas, que por su inhabilidad para acceder a los estratos estereotipados del consumo se han aventurado a recrear caóticamente los lenguajes micro empresariales como la única alternativa de supervivencia que les faculta ingresar a las cárceles ideológicas del estatus y distinción burguesa[24].

 

El capital al confiar en la escandaloso psicologización y movilización de las tipificaciones del consumo ha cimentado erróneamente la producción de utilidades en una domesticación y culturización del tejido biopolítico de la producción, lo cual a conducido a que se vayan acumulando en núcleos monopólicos y en redes económicas periféricas las actividades cognitivas que hacen posible la reproducción de lo real. Esta culturización linguistizada de la producción hace que las ventajas de la vida empresarial se hallen atravesadas por ideologías, clasificaciones, estatus y complejos estéticos que movilizan la carne social para reproducir prerrogativas del desorden capitalista. Como no es fácil de suponer esta mescolanza de realidades diversas ha acercado a la dominación biopolítica a la habilidad de las clases subalternas de democratizar desde la creatividad psicoempresarial los ámbitos elitistas de la producción capitalista.

 

Es la concientización soberana de las multitudes  o de la razón populista que inunda el mezquino y unidimensional estado de derecho neoliberal, lo que hace que entre en una fase crítica el capital, porque recibe la presión democratizadora del proletariado cultural que exige una redefinición redistributiva de una constitución oligarca que se ha cerrado implacablemente[25]. No es sólo la subalternización antropologica, que desborda la estandarización de la hegemonía capitalista, lo que preocupa a la razón cínica sino además la crítica reformista que recibe el autoritarismo del imperio de las clases populares, para redefinir adecuadamente la civilización capitalista, lo que obstruye la continuación y permanencia de un edificio global que hizo depender el crecimiento económico de la estimulación individualista y del desgarramiento de las solidaridades tradicionales. En este sentido la pluralidad productiva del proletariado si aspira a reconfigurar el esqueleto misterioso de la producción  debe dirigir el deconstruccionismo subjetivista de la vida sometida  a la invasión solidaria de la exterioridad sistémica del capital como  la única estrategia para que el cambio de mentalidad este acompañado del necesario redimensionamiento de la estructura capitalista.

 

Al necesitar el imperialismo del capital de las diversas racionalidades económico-culturales de las sociedades populares, genera la oportunidad de democratizar radicalmente la globalización y de anular de una vez por todas el racismo e intolerancia de los enclaves culturales, de una burguesía asustadiza que se refugia en la ideologización estética y nihilista. El capital si ha de querer continuar con la globalización de los flujos de poder debe resolver los problemas de gobernabilidad de una sociedad popular que tiende a la mundialización, con la construcción de una economía social que se preocupe por la agenda social y por la poblaciones atrapadas en la pobreza estructural, ya no con la mendicidad de la política social sino nivelando a los actores políticos que van  quedando rezagados en la lucha socioeconómica y así combatir la desigualdad social[26].

 

No obstante, esta tarea viene siendo obstruida por el repliegue del capital hacia los dominios intervencionistas de los  Estados-nación buscando con ellos recuperar las coordinaciones de la inversión privada y restaurar la potencia globalizadora del tejido mercantil. El estado es el llamado a salvar la situación disgregada que experimenta el capital, mediante inyecciones importantes de capital líquido y por medio de ciertas prerrogativas constitucionales que indican donde debe ser repotenciado el mercado internacional. Se utiliza el poder público de un Estado que había sido menospreciado hasta la saciedad como único responsable del subdesarrollo y de la inestabilidad sociopolítica, para que remercantilice el tejido social de intereses privados que escapando al control soberano de los actores democráticos ponen la sociedad al servicio de los intereses particulares del capital. Hoy como nunca la hipocresía de la organización capitalista se hace cargo de la problemática social para arguyar que el futuro de la sociedad depende de que tanto reflote la rentabilidad del empresariado mundializado, cuando en realidad lo que se busca es mantener condiciones oligopólicas y elitizadas de control técnico para hacer creer a la opinión pública que lo que padece la sociedad de mercado es sólo una ligera dolencia o que es sólo pasajera[27]. Creo – para añadirle más leña al fuego- que el crack del capital no consiste en una patología pasajera, sino que es producto de la especulación cínica y nómada de los flujos de inversiones que han desestructurado y desmaterializado las sociedades para ir formateando singularidades proclives a desenvolverse en los vericuetos funcionales del sistema capitalista mundializado[28].

 

Frente a esta situación los movimientos sociales que tanto se han engullido la tragedia  de la traducción multicultural deben equilibrar la lucha por las diferencias excluidas con un replanteo táctico de su visión de economía solidaria, que a mi parecer no se quiere comer el lío de la competencia industrial, anarquizando y haciendo muy rudimentaria la producción de los sectores del mercado interno. Si las redes socioeconómicas de la supervivencia quieren convertirse en un pujante sector productivo, deben intentar como mecanismo de negociación política, internacionalizar y acrecentar el poder de los mercados regionales, generando circuitos económicos que vayan evadiendo la monopolización sistémica de la típica organización capitalista, para de este modo equilibrar la desterritorialización de los flujos del capital con vigilancia democrática local[29]. No es volver a mantener cautivo al capital bajo las coordendas del poder político estatal de donde sale la reconstitución de la agencia económica sino estar a la altura de lo que es irreversible y cuya respuesta debe ser ejecutada sólo a nivel trasnacional.

 

Lo nacional es sólo un nivel de amortiguamientos reticulares que se ve obligado a realizar los actores democráticos para construir bloques regionales de poder económico-político que hagan más fácil a su vez la eficacia de los modelos de desarrollo social en beneficio de la sociedad. El desarrollismo entra como aquel discurso progresista que reensambla lo social para recrear un patrón de crecimiento interno que se ejerza en correspondencia con la fiscalización de la naturaleza social y de la promesa política de que el rendimiento del capital sea desideologizado y descentralizado en la sustancia populista de la sociedad.

 

¿Deconstruccionismo o revolución?

 

Con el debate sobre la condición posmoderna quedo bien claro que la dinámica histórica de la maquinaria social había estallado en un sinnúmero disperso de narrativas que al no haber podido vulnerar la gramática de la razón instrumental se fueron paulatinamente resguardando del caos cultural en la profusión de un discursivismo ideológico que esquivo la necesidad de revolucionar la estructura social de la modernidad[30]. Se constató que la materialidad que  había sostenido ciertamente el proceso de hibridación de los repertorios culturales de la sociedad de consumo se fue perjudicialmente desvaneciendo a vista y paciencia de un derrotero cultural que contesto con la trágica culturización de los sistemas de referencia biográfica. Frente a la licuación de la estructura material y su ingreso en el biopoder cognitivo de los dominados se evidenció que la medida para desactivar el recorrido desenfrenado de la razón cínica del deseo, pasaba necesariamente por deconstruir solitariamente la sensoriedad del poder desde la experiencia corporal para alterar la verticalidad de la dominación en mentalidades rebeldes que evadan la instrumentalización[31].

 

La constitución moderna que había dirigido totalmente el decurso de la hibridación cultural hasta los límites históricos que permitía la creatividad lingüística, explosionó en la proliferación sobresaturada de innovaciones y renovaciones socio-lingüísticas que colisionan irremediablemente contra el muro ontológico de la desilusión dialéctica. Cuanto más la razón histórica promete que su esfuerzo democrático es capaz de atravesar el muro sistémico de la razón cínica tanto más el capital toma la apariencia de una corriente de duración interna que se le escapa a la conciencia[32]; es decir, el caudal incontrolable del capital se ha identificado con la vida que somete tornando las cosificaciones del poder simbólico en cárceles sistemáticas que se van apoderando de la existencia  que se rebela y resiste, haciendo naufragar sus esfuerzos disidentes y de inclusión en reintegraciones sensatas que reproducen lo real del poder, mandando , de este modo, toda la subversión subalterna hacia estereotipos ridículos dignos de ser despiadadamente apartados.

 

El cáncer que hoy amenaza la constitución de la modernidad es que las hibridaciones y mestizajes subalternos que resultan excluidos de los espacios monopólicos de la vida aburguesada ven alterados y rechazados sus legítimos pliegos de reclamos y protestas democráticas que plantean ante las oligarquías planetarias, viéndose obligados a mutar sus prácticas de reproducción cultural hacia las periferias delictivas y corrosibles de la vida pauperizada y peligrosa como una estrategia de supervivencia ontológica que les garantiza ilegalmente predominar objetivamente[33]. La ley es transgredida porque no resulta no ser más que una envoltura normativa que contiene el curso espontáneo y recíproco de la vida solidaria que observa cínicamente como el Estado de derecho y los laberintos jurídicos obstruyen el desarrollo histórico de la vida  social, lo cual lo obliga a caer cautivada bajo las seducciones de la cultura de la delincuencia que atrofia la existencia y torna  salvaje la civilización. La proliferación de los híbridos se agarra e instrumentalizan delictivamente los marcos institucionales de la sociedad burocrática, intentando deconstruir sensorialmente la cosificación, pero lo que consiguen es revitalizar la fuerza de un cinismo subalterno que corroe la sensibilidad de la vida honesta y comprometida. Lo que es honrado y justo muta en lo que amenaza desviadamente a la razón civilizatoria de las burguesías planetarias, pero no de un modo revolucionario sino deseando fácilmente las comodidades y ventajas de un narcisismo cultural, que tanto es achacada como una existencia a la cual todos pueden acceder libidinalmente, cuando no es verdad. Aunque la ley declare que el crimen obedece a la tendencia resentida y desviada de las clases populares, la verdad es que el deterioro sistemático de los contextos de significación, que protegen la vida cotidiana de los subalternos, empuja a la existencia empobrecida a restaurarlos con la captura ideológica de bondades económicas que sólo son posible con el saqueo absurdo de la propiedad privada.

 

El río caudaloso del capital que asemeja el mundo del detalle con los sofisticados ensamblajes etnotecnológicos del desarrollo económico ocasiona el desenvolvimiento de una conciencia subjetiva que aprende a tener un rastreo simbólico del mundo heterogéneo desarrollando una actitud pragmática e intuitiva que le permite desplegarse en un escenario de herramientas y significados culturales. Es justamente esta vida cosificada que detesta desvestirse de sus innumerables micro-ideologías, la que otorga validez a un mundo de reificaciones funcionales donde nadie se deshace de su lectura de sí mismo o varia sus pautas culturales, porque el temor al tránsito dialéctico de la identidad es más fuerte que la facticidad del empobrecimiento socio-económico. En otras palabras el dramatismo de una identidad atrincherada en refugios ideológicos que se desvanecen – poniendo en grave riesgo la certidumbre socio-psicológica del actor individual- es lo que facilita la desestructuración de un mudo complejo y desbocado donde cada relación que se establece con el entorno, implica reproducir el desorden cósmico del capital, que ha  logrado detener el impulso revolucionario con la desactivación de la acción política en una vida de asociaciones reticulares efímeras e invisibles[34]. El cambio ontológico que representa un escenario complejo y de construcciones provisionales que exponen la sensibilidad cultural al riesgo de una trayectoria accidentada, es la condición trágica que debe ser cambiada por la transformación ontológica del esfuerzo revolucionario, cuya acción política debe superar dialécticamente la proliferación del discursivismo postmetafísico porque de no hacerlo las intenciones hedonistas naufragarán en el desequilibrio de lo caótico y de la muerte sistémica.

 

Es urgente revolucionar la resignación ante la transgresión de un mundo desarraigado y complejo por una identidad  democrática que aprenda a vivir en el caos de las afirmaciones simbólicas, que sea capaz de controlar y adelantarse a las convulsiones sistemáticas del universo, y que este acostumbrada a rastrear positivamente los recursos escurridizos del capital global[35]. Se debe dejar a un lado el deconstruccionismo simbólico como cambio de pautas culturales y buscar una acción colectiva de corte político que ayude a desactivar la gramática exterior y economicista de los flujos del capital, reinsertando, si es posible una planificación desarrollista del mundo complejo que subordine las ganancias de un capitalismo reticular a consideraciones de bienestar general. En tanto el mecanismo organizacional y gerencial del espíritu cínico del capital logre aprovecharse del decurso vital de los subalternos – porque logra poseer una lectura más apropiada del caos cósmico – no se conseguirá derribar ni revolucionar la situación rizomática y esquizofrénica que padece le mundo de la vida[36]. Es ahí en las alteraciones irracionales y corpusculares de un mundo que se evapora objetivamente de donde la subjetividad rebelde debe extraer la fe en la superación de las contradicciones macroscópicas del mundo capitalista.

 

Si deseamos no ser víctimas de los desórdenes cósmicos de un mundo complejo debemos intentar incursionar con éxito en él, sólo a través de la consistencia que otorga un espacio de certidumbres culturales, que es a su vez producto de la gestión crítica y solidaria de una vida profundamente reticular. La sociedad no funda de una manera negativa y proteccionista sino como un organismo solidario y viviente que tendríamos que estar redefiniendo a cada instante y darle un sentido afirmativo, siempre estando alerta.

 

Rematerializar la vida.

 

Suene a una estrategia reaccionaria o no creemos que la única manera concreta de desactivar la gramática de los sublime, de lo que es por naturaleza abstracto y no humano, es volver hacer ingresar la práctica social en los confines materiales de un empirismo radical y pragmático[37]. Si queremos deshacernos del sometimiento y rebajamiento de lo que es sistémico y funcional debemos creo reintroducir los planes privados en fines prácticos y finitos de felicidad y belleza que no impliquen adherirnos a proyectos trascendentales de naturaleza teorética u ontológica. Pero para que ellos sea real la vida debe superar la despiadada carga de lo abstracto, y de la burocratización de los sentidos por un tránsito político de la identidad a una vida liberada de compromisos estructurales y de cosificaciones ideológicas. El concepto audaz y seductor de la razón tecnológica debe ser invadido por una lógica sensorial que relocalize o reterritorialice las tendencias trascendentales de la razón cínica capitalista. Creo que la misión de controlar un mundo desbocado pasa necesariamente por desactivar intuitivamente la violencia de la instrumentalización, de hacer aterrizar sensorialmente un mecanismo abstracto que sentencia la vida a ser sólo un reservorio absurdo de plusvalor y de legitimaciones mediáticas.

 

La naturaleza explotada por la modernidad rampante al regresar como una patología virulenta que amenaza la integridad de la civilización hace peligrar en la absurdidad de la inmadurez nihilista a toda la rescatable capacidad histórica por desconectar la sublime gramática ciberespacial del capital. El agigantamiento de singularidades criminales por obra de la emancipación electrónica debe ceder ante la arremetida revolucionaria de los actores democráticos, los únicos esfuerzos clínicos por detener una maquinaria que condena a la vida a la oscuridad lingüística y a la destrucción ecológica.

 

El hechizo de un organismo hambriento de sordidez digital, la cárcel íntima de los signo mediáticos debe ser contenida por la transvaloración revolucionaria de los valores abstractos y sistémicos, porque es esta lógica la que esta ocasionando el desarrollo vertiginoso de un animal de consumo que devora, depreda y saquea la naturaleza interna y externa del planeta[38]. En tanto la rentabilidad del capital descanse en el estímulo irreversible de una naturaleza pervertida se hará casi imposible rescatar la lucidez del pensamiento individual de los oscuros vacíos de la vida digital, la cual ha de conducir a una constante degradamiento de la naturaleza social e histórica. Es hoy la inconmensurable selva de lo abstracto, la que ha provocado el contagio de la existencia aislada del individuo de un biopoder mercantilista que hace responsable a cada individuo de la civilización del destino del mundo natural y social[39].

 

Quizás la estrategia para conjurar el desaforado mecanismo de la globalización consista en poner cotos a esta segunda naturaleza semiótica del consumo por medio de un proceso de organización local y subalterno de las identidades políticas que consiga crear conciencia ciudadana una cultura política responsable por el desarrollo y gestión de la sociedad democrática. En la media que los flujos y decisiones desterritorializadas del capitalismo sean vigilados desde los actores idiosincrásicos, la sociedad será capaz de entender que la permanencia d la vida privada y solidaria reposa en hacer que la economía capitalista sirva a los intereses de la civilización y no a la inversa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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[1] BAUMAN Zygmunt. Modernidad líquida. FCE. Tercera reimpresión. 2004

[2] BECK Ulrich. ¿Qué es la globalización? Paidos. Estado y sociedad. 1ª edición 1998

[3] OFFE Claus. Contradicciones del Estado de Bienestar. Alianza editorial, S.A, Madrid 1994

[4] VATTIMO Gianni. La sociedad transparente. S XXI editores. 1991

[5] BRAUDILLARD Jean. “El éxtasis de la modernidad” En: Políticas de la Postmodernidad. Ediciones Gedisa. 2002

[6] LIPOVESTKY Pilles. La era del vacío. 5ª Edición. Editorial Anagrama. 2003.

[7] LATOUR Bruno. Nunca fuimos modernos. S XXI editores.  2007.

[8] MORANDE Pedro. Cultura y modernización en América Latina. Universidad de Chile. 1984

[9] CASTELL Manuel y BORJA Jordi. Local y global. Alianza editorial. 2001

[10] ZIZEK Slavoj. El espinoso sujeto. SXXI Ediciones. 1995

[11] HORKHEIMER y ADORNO. Dialéctica de la Ilustración.  Editorial Sudamericana.

[12] CASTRO GOMEZ Santiago. Discurso de los estudios subalternos

[13] SLOTERDIJK Peter. Crítica de la razón cínica. Ediciones Siruela. 2003.

[14] JAMESON Frederic. Crítica de los estudios culturales. 1999

[15] GIDDENS Anthony. El mundo desbocado. Paidos estudio. 1998

[16] LASH Scout. La modernización reflexiva. Alianza editorial. 2001

[17] FOUCAULT. Michael. Genealogía del racismo. S XXI Editores. 1995

[18] BAUMAN Zygmunt. La sociedad sitiada. Ediciones Crítica. 2001

[19] SLOTERDIJK Peter. La crítica de la razón cínica. Ediciones Siruela. 2003

[20] HABERMAS Jürgen: El discurso filosófico de la Modernidad. Ediciones Taurus. 1985

[21] GARCIA CANCLINI. Néstor. Culturas híbridas. Editorial Paidos. 1995

[22] ZIZEK Slavoj. El sujeto espinoso. S XXI ediciones 1995

[23] BAJTIM Mijail. La cultura popular en la Edad Madia y  el Renacimiento. Alianza editorial., S.A. 1988

[24] SÁNCHEZ PARGA. José. “El asalto al estado y al mercado” En: Revista Nueva Sociedad No 107. 2008

[25] LACLAU Ernesto. La razón populista. Fondo de Cultura Económica. 2003

[26] OFFE Claus. “Las paradojas de la democracia”

[27] KATZ Claudio. “Interpretaciones de la democracia en América Latina” En: Revista Nueva Sociedad 106. 2007

[28] KATZ Jorge. “Cambio estructural y capacidad tecnológica local” En: Revista de la CEPAL No 89 2006

[29] ORTIZ Renato. La mundialización de la cultura. S XXI Editores. 1998.

[30] HABERMAS Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad. Editorial Taurus.1985

[31] RORTY Richard. El pragmatismo. Editorial península. 2000

[32] BERGER y LUKHMANN. La construcción social de la realidad.  Amorrortu editores. 1994

[33] FOUCAULT Michael. Vigilar y castigar. S XXI editores. 1992

[34] CASTELL Manuel. La sociedad red. Editorial Cátedra. 1996

[35] MOUFFE Chantal. El retorno de lo político.S XXI editores. 2002

[36] DELEUZE y GUATTARI. El antiedipo. Barral editores. 1973

[37] RORTY Richard. El pragmatismo. Editorial península. 2000

[38] MARCUSE Herbert. El hombre unidimensional Ediciones Tecnos. 2003

[39] SAFRANSKY Rüdiger. ¿Cuánta globalización podemos soportar? Ediciones Siruela. 2004

La desunion de una familia

  Hace unos meses conversaba con una vecina que es adulto mayor. Le decía que a pesar de tener 75 años se le veía muy conservada y fortaleci...