El problema del dinero en la cultura popular peruana.
El dinero es una relación de
valor a las cosas no respeto a su utilidad sino a lo que ese valor puede
generar como gratificación de un deseo ocurrido. El valor fue primero que el
dinero, y tenia connotaciones exclusivamente de religiosidad cultual. Los
metales preciosos como el oro y la plata se trabajaron en orfebrería en
diversas civilizaciones como vehículo de manifestaciones de adoración
religiosa, que era un modo de mantener la concentración del poder y la
ordenación de la sociedad. Antes que comportar un deseo primario el valor que
le damos a las cosas ya sea animadas o de uso material provenían del sentido de
ubicación y de apego que nos proferían. Hoy el consumo irracional de modo genealógico
sigue cumpliendo esa función cultual de proveer identidad y solidez emocional.
Por ello la sociedad del servicio generalizado utiliza al dinero como móvil de
excitación y hoy el dinero más que ámbito de capitalización cumple el ser un
medio seguro para la frivolidad y el consumo desmesurado.
En la antigüedad esa relación de
disfrute cultural de las cosas no solo provino de hallarle un sentido de
armonía al cosmos y por lo tanto cargarle de valor a las cosas, sino que las
practica más instintivas como la alimentación y la sexualidad se cargaron de un
valor dinerario. Y se puede decir que en un medio de guerras y supervivencia de
civilizaciones el botín de guerra no eran los metales preciosos sino las mujeres de los reinos o sociedades
invadidas. Entonces podemos decir hasta aquí que el valor proviene de un deseo
de cargarle de animosidad a las practicas inmediatas que nos envuelven, y que las manifestaciones mas
instintivas le dieron al dinero como medio de intercambio un sentido de
religiosidad material que reforzó el medio de poder cuasi absoluto que tiene el
dinero hoy en día. Las sociedades eran ricas o lograron incrementar sus
valoraciones a todo lo que le rodeaba porque le confirieron al trabajo un
sentido de ámbito de relaciones rituales más allá de ámbito de necesidad. La
antigüedad le profirió al valor sobre las cosas un mensaje de ritualidad
vivificante, y con ello el dinero paso de ser medio de atesoramiento para el
intercambio generalizado en expresión segura de prosperidad cultural. Trabajar
era un medio de resignificar y cargarse de sentido como actor en la sociedad y
como ser energético dentro de un mundo energizado. Aun las sociedades que no conocieron el
intercambio monetario como la Inca eran sociedades que eran ricas, porque
lograron cimentar la fuerza de su grandeza y riqueza en el modo como
evolucionaron un sistema de producción que no se despegaba del curso natural y
vivía en armonía con el. El trabajo como
medio de creación de valor era no alterar el orden natural de las cosas sino
adherir instituciones desarrolladas al mundo natural y vivir de su prosperidad
vivificante y alegórica.
Esta relación de creación de
valor animificante que la antigüedad lego a sus procesos de invención
productivo, y a su organizaciones sociales la que desaparece con una incorrecta
interpretación del conócete a ti mismo cristiano, y en la filosofía griega con
Sócrates. Según interpretaciones que parten de un estado de animo pesimista
creado por la tierra que no rinde frutos se empezara a valorar el mundo y sus
procesos naturales como dignos de ser considerados menospreciables y violentos,
y por consiguiente se le debe arrancar a todo proceso natural el valor de entidad
sacra o cargada de valor energético. Desde entonces el cristianismo con su
valoración despreciable del cuerpo y sus impulsos naturales, y los griegos con
su concepción desalmada de las formas que imperan en la organización política y
cognoscitiva de las cosas es la que introduce un desdoblamiento en la forma de
acción humana, entre ser y ente y confina los frutos del espíritu vital a ser
mero combustible de una actividad de miserabilismo y autosufrimiento como forma
de llegar a Dios. La abstinencia, y la huida del mundo de las actitudes
monásticas y de la filosofía de entonces es la que desacredita al mundo y lo
vuelve susceptible de ser convertido en ámbito de necesidad y cruel
cosificación, y a la larga lo prepara para el industrialismo reificante que pervierte
la fuerza subjetiva de la naturaleza. El regreso a la interioridad para
redescubrir las potencias apasionantes de la naturaleza contemplativa ha tenido
el sentido desde siempre de una auto-sanación y potenciación energética del
hombre consciente, es un acercarse a Dios. Pero en el contexto que fue
interpretado esa búsqueda de un Dios interno facilito la expansión como
proyecto de poder de una concepción monoteísta de lo divino por el mundo, y a
larga hizo de la actividad creativa en medio también de auto-moderación de la
vida que busca expandirse, cambiando su sentido y haciendo colapsar las
disposiciones afectivas de vinculación y productividad que habían en el
mundo. Tanto el conocer el mundo a
través de la evidencia objetiva y su acción organizada en el se dejaron
contaminar de esta predica de irse con cuidado por el mundo, y lo volvieron algo inhóspito y cargado de
violencia innata.
Al detenerse la marcha del mundo
por el confinamiento de la creatividad en el auto-sacrificio como fórmula de balance
y sanación espiritual, todos los procesos productivos de creación de valor, y
sus administraciones financieras fueron disueltos o echados a perder en gran
escala, como la agricultura y la tecnología antigua, y el dinero y su acceso
lucrativo se convirtieron en vehículo de desprecio y seguro camino al pecado.
El dinero como capital, y el trabajo como creador de valor monetario que hace
posible la reinversión y la acumulación de las empresas productivas se
atrofiaron y se restringieron a la usura, y a la carga impositiva sobre el
campesino. No quiero salirme del tema, pero ya sea la forma de trabajo
esclavista o de servidumbre, no era la intensidad en el uso de mano de obra lo
que definía el éxito de la norma económica, sino una actitud de afán de lucro
provisto del interés por satisfacer el consumo, de inversión primaria en
conocimiento y valor adquisitivo. Previsto el arte de hacer dinero de una carga
negativa la pobreza, y las culturas populares ruralizadas fueron aprobadas como
seguros camino al espíritu realizado, y con
ello el peso por la gratificación
ya no recayó en la actividad laboral sino secretamente sobre una
sexualidad cosificante y catalogada como fornicación pecaminosa. El dinero
perdió sus atisbos cultuales y se reforzó su imagen de uso inmoral de compra, o
de la regla que todo tiene un precio y es susceptible de ser considerado una
cosa.
Cuando las seguridades culturales
y existenciales que ofrecía el cristianismo se relajaron producto del redescubrimiento
de la imagen del mundo griega el dinero
es valorado como fuente de generación de capital para la producción. La
acumulación originaria de capital provino de las conquistas de ultramar, y del
modo como las burguesías fueron construyendo en los gremios artesanales
productos manufacturados de mayor valor agregado que fueron transformando el
perfil de las ciudades, y con ello la actividad comercial. El dinero se dirigió
hacia la capitalización en inversión productiva, atesoramiento en inmuebles,
ahorro sacralizado, y dinero en efectivo para resolver necesidades básicas. La
reforma convirtió al trabajo y el esfuerzo productivo en forma segura de
actividad espiritual, ante el relajamiento y libertinaje del renacimiento. El
trabajo, y los sistemas fabriles que generaría con la primera revolución industrial
hicieron del trabajo, la invención y la inversión dineraria una fórmula que
hasta hoy en día seria vital para utilizar los descubrimientos de la ciencia y
la investigación de modo aplicado y productivo. El dinero en esta relación
creció como propósito inesperado de lucro, a pesar que la reforma religiosa
profesaba una vida austera y de ascetismo profundo. La capacidad de ahorro
dirigida a la acumulación de capital y de inversión, que fue enriquecida por el
conocimiento de las universidades, que empaparon al inventor y a la producción
de innovación y tecnologías que aceleraron los procesos productivos fabriles y
con ellos alteraron radicalmente el curso de las sociedades campesinas,
instalándose la relación contrato laboral- capital. Los países que desmontaron
sus ecosistemas agrícolas para dar el salto a la industria crearon un medio
donde la creación de valor reposaba en la explotación del trabajador, lo que
creo miseria y enfermedades. Los bajos costos destinados a los sueldos de los
obreros, permitieron la capitalización y el crecimiento de las pequeñas
industrias manufacturar eras donde la concepción del dinero era dirigida al
ahorro, y en el sector obrero a satisfacer de modo peligroso la reproducción
natural de la fuerza de trabajo.
Como es habitual esta explotación
de los obreros, tantos niños como mujeres creo zonas de alcoholismo y prostitución
donde la carga del trabajo creo disipación y a la vez un gran descontento por
las precarias condiciones de vida en que se vivía. Muchos intelectuales
bohemios aprovecharon este descontento y para evitar revoluciones populares
canalizaron este odio en potencia en forma de teorías de liberación social.
Marx convirtió un descontento disperso en una teoría de lucha de clases, donde
el estado de ánimo originario no fueron los valores de la revolución francesa,
sino un resentimiento estructural, por hacerles creer que los obreros son los
dueños de los medios de producción. Ahí nacieron las fuerzas de movimientos
sociales que obligaron al capital a superar los cuellos de botella con más
inversión en tecnología y negociar
mejores condiciones laborales con su trabajador. Pero esta contradicción entre el trabajador y
el capital crearon un valor dinerario que a la larga supero las tempranas
etapas de proletarización y de pobreza estructural, pues la mayor productividad
favoreció al obrero, quien hacia finales del s XIX dibujo sus organizaciones
sindicales para periodos de negociación colectiva. El valor del dinero se
restringió al sector de crear industria, y muy poco para el solaza miento
individual. En ese sentido el trabajo perdió su sentido creativo y cultual, y
se convirtió en esclavitud negociada, donde la entrega de un salario resolvía
problemas primarios de sobrevivencia, pero no significó algo que en sí mismo
generaba disfrute o sublimación de energías.
Las guerras mundiales más allá de
la explicación económica de sobreproducción que no se llegó a demandar, fueron
provocadas por la espantosa represión cultural que tuvieron que soportar las
sociedades capitalistas, donde la modernización accidentada de la vida
tradicional generaron estados de neurosis y descontento psicoafectivo que
fueron canalizados por las ideologías políticas de ese entonces. Conseguir un
sueldo para conseguir un refrigerador, o un automóvil se volvieron auto-represión
y estados autoritarios del ser. La salida fue la invención del crédito para
crear calidad de vida, y nuevas necesidades que la inversión en capital
aprovecho para expandir su mercado de valores de consumo. Una personalidad
autoritaria, cuyo trabajo genera abstinencia y auto-represión, y que
justificaban la fuerza los movimientos comunistas, generaron la idea de
expandir la esfera del consumo y recrear el sistema financiero como proyección de la economía de
modo científico y en búsqueda de la productividad. A la larga la generación de dinero
para crear valor que se traduzca en consumir todo lo que el sistema de
productivo de valores elabora, se fue relajando a medida que se permite día a
día dinero ficticio sin respaldo en la generación de valor. La cultura del
trabajo que había levantado al capitalismo se desdibuja, y es la generación de
crédito desmesurado la que resuelve la voracidad que la publicidad consumista está
generando, y todo para debilitar y confundir la influencia de los movimientos
obreros, y de todos los movimientos sociales críticos que sueñan con utopías de
un mundo sin afán de lucro y una vida más allá de las clases.
Desde entonces el trabajo duro se
precariza, pues la identidad de clase desaparece por el afán de lucro para
divertirse, lo que debilita el ahorro, y expulsa el dinero de la economía. La
generación de valor se redirige hacia el área de servicios, y los sectores
productivos que sostienen un país son financiados por capitales foráneos, que
hacen perder soberanía a los pueblos. Pero es en el área de servicio donde la
creación de valor se estaciona para acumular dinero, y relajar a la cultura del
trabajo y la crítica ciudadana. La relación ciencia y poder se mudan al control
conductista de satisfacer impulsos, lo que expande las tecnologías de la
información, y los vicios, como las drogas, el alcohol, la gastronomía y la
prostitución a través de un mercado de la diversión y del turismo. Eso ha
desviado y detenido los pronósticos de progreso tecnológico aplicado en las
ciudades, pues la norma del crédito desregulado ha debilitado la cultura del
trabajo, y lo ha convertido en una obligación que produce abstinencia y
represión. En un mundo donde el deseo esta sobre estimulado y no satisfecho
históricamente, el dinero es expulsado de la economía en todos los estratos
sociales, no fomentándose una cultura del ahorro atesorado en inmuebles y
factores de capital, lo que neutraliza la profesionalización de la producción,
y no se cuenta con una fuerza de trabajo que valore su trabajo más allá del
dinero o incentivos que pueda recibir. Hoy como arguye Juan Carlos Ubilluz se
trabaja duramente para relajarse los fines de semana, pues la postergación del
deseo provoca peores males para la salud mental. Por ello en este país como es
el Perú, la capacidad de ahorro es devaluada más allá de una cultura de
emprendedores, porque una vida consagrada al trabajo no pronostica una vida con
sentido y feliz. Relajada la cultura del esfuerzo, y la perseverancia en el
trabajo el éxito económico depende de métodos disciplinados y conocimientos
especializados aplicados. El ahorro de los negocios y del sistema productivo favorece
las visiones financieras de los productores, pero este dinero no está
ciertamente bancarizado y se mueve en un mercado informalizado.
Para concluir y recapitular.
1. El
peruano de las culturas populares concentran su capacidad de generación de
valor en el trabajo duro y sacrificado. Su ahorro está dirigido al crecimiento
micro-empresarial de los emprendedores. Pero existe una gran zona gris de expulsión
del dinero que alimenta los pequeños negocios de la disipación y las
necesidades básicas. No toda la PEA ahorra, y se especializa en sus
emprendimientos locales. Pero la generación de dinero en el área popular esta saliendo se de los circuitos financieros, llámese entidades bancarias, y esta creando bancas comunales y barriales destinadas a generar pequeños emprendimientos asociados a la recuperación de los barrios y zonas marginales amenazadas por las drogas y la violencia. La gran informalidad que soporta el Perú es una decisión de que hace el trabajador para emprender y consumir fuera de los circuitos de la economía formal y la política a la que consideran les roban y usan su dinero en contra de ellos. En alerta con esto Si se flexibilizara el trabajo en el Perú de modo indiscrminado se afectaría a las MYPES y el gasto en consumo se reduciría, quedando prácticamente los derechos de los consumidores por los suelos.
2. A
nivel de la empleocracia el dinero es atesorado como capital en propiedades y
en calidad de vida. No hay en todos los empleados una cultura del emprendimiento
productivo con asistencia técnica e innovación tecnológica. Son experiencias
empresariales que se dirigen al sector servicios, o hacia la consejería en
marketing empresarial. La clase media tiene altos niveles de consumo, y sus
conocimientos no pasan de actividades de coordinación y administración, lo que
bloquea como en los sectores populares la producción científica y saltos
tecnológicos aplicados a los negocios.
3. Y
en los sectores de la elite empresarial, no hay una cultura del riesgo
financiero. Han creado y dejado crear sectores de la economía del país que
monopolizan y mediante leyes impiden la renovación de bienes de capital y de
nuevos ricos. Su lógica no es generar dinero para crear más dinero en otras
áreas de la economía, sino canalizar capitales para controlar las áreas
legales, politicas y administrativas donde se favorece la especulación
financiera, cuando se podría invertir en nuevas áreas de creación de valor y
generar encadenamientos productivos, donde el trabajo y el capital humano incrementen
la competitividad y la retransformación creativa de nuestra experiencia del
capitalismo. No todos los empresarios son así. Pero su visión de enclave y las
trabas legales y culturales que hallan en la sociedad para conseguir empleos
efectivos, los hacen detenerse en procesos productivos tradicionales sin
alterar las formaciones sociales, y con ello resolver la pobreza, y otras
lacras de la sociedad mediante el pleno empleo.
4. Hay
una idea pervertida en nuestra cultura que ser un hombre adinerado es un pecado
que esa opulencia ha sido conseguida por medios ilícitos. La concepción
colonial cristiana de que el afán de lucro es una falta grave en contra del
espíritu, ha creado miseria real y una cultura de la pobreza donde todo es
culpa del Estado, y de los políticos. Más allá de las zonas grises del país
donde el trabajo es una labor de subsistencia básica, como en las comunidades
de selva y alto-andinas, subsiste una idea que el trabajo es una obligación que
no permite tener libertad y disfrutar de la vida. El dinero es vehículo
posmoderno de excitación y de camino a los vicios personales, lo que
distorsiona la función impositiva del dinero como creador de valor y
autosuficiencia personal. No hay cultura del ahorro y en un sector poco
importante de la población especializaciones personales para el dictado del
emprendimiento económico. Para alterar esta concepción narcisista del dinero
hay que desactivar esa idea del trabajo como obligación, y hacer ingresar
valores de ahorro y auto-superación personal que permitan la mejora del capital
humano y con ello la invención tecnológica y la mejora de la productividad
nacional. Pero esta labor no depende de las universidades sino de los sistemas
básico de educación pública, donde la idea del emprendimiento es crucial para
romper la cultura de la miseria y sus perturbaciones actuales hacia el crimen y
el aprovechamiento humano. Y eso es desarrollo personal mas allá de toda circunstancia de clase o etnico-cultural.
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