lunes, 3 de abril de 2017

Fundamentalismo cotidiano.





Los frutos del espíritu se refugian con cada vez más ahínco en al fantasía. En la conciencia de la desmaterialización la identidad se construye para autopreservarse del movimiento inverosímil de la instrumentalización que lo cosifica todo. Cuanto más la mente abandona la materia en pos de la autoconservación psíquica tanto más la realidad material es entregada a los intereses de los grupos dominantes que la transforman a su antojo. Alejándose el espíritu de su realización en lo terrenal no sólo permite que convierta todo en mercancía sino que además condena la historicidad de cada individuo de la especie a la cárcel de lo imaginario. Sedienta la vida se afinca en lo sueños. Irremediablemente los proyectos de cada individuo va acumulando en el transcurso de su formación identitaria son paralizados por la cosificación en la cual cae presa su propia integridad. Expuesta de este modo la integridad del individuo es solamente combustible de la maquinaria. Sus aspiraciones en gran medida no hallan asidero en un mundo en que los repertorios culturales son constantemente defraudados por la servidumbre psicosocial.

La personalidad al atrincherarse las potencialidades del individuo en los abismos de la mente se edifica en constante huida del plano material, al cual se remite por pura preservación fisiológica. La cultura, en este sentido, al erigirse en relación marginal al discurso oficial entrega las fuerzas históricas de cada individuo al culto aun espiritismo que niega en la práctica la formación de un discurso totalizador. Tal discurso evadido del plano institucional se refugia en las reivindicaciones sociales o en el dogmatismo de las propuestas contestatarias en la medida que no haya probabilidades de realización en el plano terrenal. La historia como programa institucional que busca la factibilidad de las expectativas humanas es abandonada por un discurso que promueve la gestión estratégica de las identidades en medio del caos cultural.

Al rechazar la vida metarrelatos que edifiquen su historia cotidiana se entrega el decurso de los acontecimientos al dominio de la racionalidad empresarial, la cual como discurso totalizador promueve el individualismo como filosofía de vida. La realidad social es entregada en manos de los agentes externos, los cuales vuelven ahistóricos con su dominio a las conciencias regionales. En grado muy limitado los actores locales edifican su cotidianidad al margen de lo que la conciencia occidental impone. El devenir cultural abre posibilidades de sensoriedad inimaginables al actor individual, sin embargo, prácticamente sobre a lo que su realidad individual se refiere esta es edificada por lo agentes externos, quienes imponen el hábitat estético y moral sobre los cuales se estructura la reproducción de la vida cotidiana.

En suma: en la periferia del mundo la modernización se consolida independientemente de las decisiones de la identidades regionales, por consiguiente la vida cotidiana se construye deacuerdo a los moldes culturales impuestos desde el exterior. Es decir, la esfera cultural se vuelve ahistórica en la medida que la individuación es un movimiento que se estrecha para una gran parte de la población, debido a lo cual la realización individual se vuelve utópica. Se abre una nueva dimensión que niega indirectamente la frialdad de la racionalidad instrumental pero que no resuelve el cáncer de la materialidad.

Sin embargo, a pesar que las expectativas sociales no hallan realización en el seno de la sociedad debido a la sujeción psicológica en la cual cae la individualidad, se sigue permitiendo que la reproducción social se limite al intercambio comunicativo. Los procesos de negociación comprensiva que se promueven en las interacciones sociales alcanzan ciertamente el mínimo de integración social, solamente ahí donde los significados objetivos crean hábiles discursos que sosiegan la sequía de materialidad. Sin embargo, la comunicación, la necesidad de ser escuchado por otros es una necesidad que se limita a un profundo reconocimiento de los secretos de nuestra individualidad mas no a una realización de los mismos en le campo concreto de nuestra trayectoria histórico-cotidiana. La mente halla ciertamente consuelo en el pluralismo de los lenguajes cotidianos, pero al encasillarse la energía de la vida al sólo proceso no sólo se niega el afán de autoconcepción de cada individuo desea liberar, sino que además el individuo se acostumbra a ser un uso instrumental de los discursos mentales de su propia biografía vital para lograr movilidad social. El individuo se habitúa, de este modo, a olvidar se proceso de autoconcepción para lograrlo después mediante vías instrumentalmente informales. Es decir, la conciencia desenvuelve un comportamiento negociado en el ámbito de las relaciones cotidianas porque a través de esta diplomacia hace un verdadero uso de los recursos lingüísticos para autopreservarse en la cima de relaciones de dominación en el ámbito cotidiano.

La instrumentalización de los lenguajes subversivos al interior de la vida cotidiana reproduce relaciones de poder en el seno de la sociedad que no son desnudadas en crudo pragmatismo de la acción por el mismo hecho que la conciencia tiende hacia la interacción simbólica. La descarada informalidad con que son utilizados los bienes corrompe la ingenua figura de una acción social gobernada por la praxis del diálogo y del consenso, debido a que la personalidad compelida por la lógica de la supervivencia hace cada vez un uso más cínico de la interacción intersubjetiva como expresión propia de las esfuerzos defensivos que el espíritu tiene que desplegar para poder predominar. Es decir, la vida cotidiana tiende hacia la disolución producto del impacto de la esfera sistémica. Se convierte la aparente interacción cara a cara, los recursos comunicativos de los actores en un orden de representaciones que ocultan relaciones crudamente de poder, debido a que el individuo cosifica al otro para conservar su propio mundo de la vida.
La sociedad se reproduce vía la imposición determinista sujeto-objeto más que la vía negociada sujeto-sujeto. En suma: la biografía se convierte en una razón instrumental que utiliza al otro para poder proteger el mundo “nosotros”; se cosifica el conocimiento de los otros vía la empatía para ocultar una real microfísica del poder, por medio de la cual los individuos flexibilizan en virtud del predominio emocional una violencia simbólica sobre los repertorios culturales de los otros para conquistar posiciones sociales.

En esta forma se instrumentaliza el conocimiento del otro en las relaciones cotidianas y se traslada al ámbito del mundo de la vida una surte de ethos económico, con el cual son empezados a medirse el intercambio de los bienes culturales. En este panorama la vida se define por el desarrollo de una inteligencia emocional entre los individuos que consiguen adaptar su mente a las exigencias de la racionalidad sistémica. El control estratégico del conocimiento espiritual de los otros es la fortaleza según la cual el individuo conserva y acrecienta su propio mundo de la vida. La manipulación de los repertorios culturales configura un mundo objetivo al individuo independientemente de la posición que ocupe en la división social del trabajo, dado lo cual la posición social que se consigue es un producto de una desigual distribución social del conocimiento. Así, para poder preservarse el sujeto logra movilidad social cosificando el conocimiento significativo de su entrono inmediato pero en activa relación con su mundo material. Es decir, la individuación es un proceso que se construye siempre en activa desarticulación con la posición económica que se tenga, pero reflejando el ethos economicista de la esfera sistémica. La producción de la vida cotidiana, según este análisis, será siempre una dimensión ajena a la esfera material pero que para poder legitimarse como tal asimila los patrones de constitución del mudo sistémico.

En última instancia la vida cotidiana tiende a reproducirse vía la negociación sujeto-sujeto logrando la integración social en la medida que se asimila el discurso oficial para poder preservarse; sin embargo, los repertorios culturales de la mayoría de los individuos no son realizados en el mundo real, por lo cual la verdadera integración social es un suceso que se conquista controlando el conocimiento del otro. La materialización de los sueños individuales es un proceso que se concibe mediante la pragmatización de la vida social. El individuo politiza su biografía solamente para individuarse ya no más para lograr la trascendencia colectiva;  no esta más en sus planes la individuación en los límites del respeto a la comunidad. La hostilidad de las relaciones sociales al generar la cosificación entrega el ethos de la vida cotidiana a la instrumentalización de la vida social. Si el individuo no politiza si propia energía social simplemente no podrá proteger su propio mundo de la vida.

En situaciones de movilidad social predomina para lograr la integración social la vía coactiva sujeto-objeto. Es decir, como mecanismos de evasión prevalecen rutas de desahogo comprensivo, que sin embargo rara vez se utilizan como técnicas para conquistar movilidad social. La cosificación social en la que cae presa la competencia social dificulta la vía consensual sujeto- sujeto. No sólo la competición por los bienes materiales sino sobre todo por los bienes culturales está atravesada por esta mistificación cosificante.





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