Fundamentalismo cotidiano.
Los
frutos del espíritu se refugian con cada vez más ahínco en al fantasía. En la
conciencia de la desmaterialización la identidad se construye para
autopreservarse del movimiento inverosímil de la instrumentalización que lo
cosifica todo. Cuanto más la mente abandona la materia en pos de la
autoconservación psíquica tanto más la realidad material es entregada a los
intereses de los grupos dominantes que la transforman a su antojo. Alejándose
el espíritu de su realización en lo terrenal no sólo permite que convierta todo
en mercancía sino que además condena la historicidad de cada individuo de la
especie a la cárcel de lo imaginario. Sedienta la vida se afinca en lo sueños.
Irremediablemente los proyectos de cada individuo va acumulando en el
transcurso de su formación identitaria son paralizados por la cosificación en
la cual cae presa su propia integridad. Expuesta de este modo la integridad del
individuo es solamente combustible de la maquinaria. Sus aspiraciones en gran
medida no hallan asidero en un mundo en que los repertorios culturales son
constantemente defraudados por la servidumbre psicosocial.
La
personalidad al atrincherarse las potencialidades del individuo en los abismos
de la mente se edifica en constante huida del plano material, al cual se remite
por pura preservación fisiológica. La cultura, en este sentido, al erigirse en
relación marginal al discurso oficial entrega las fuerzas históricas de cada
individuo al culto aun espiritismo que niega en la práctica la formación de un
discurso totalizador. Tal discurso evadido del plano institucional se refugia
en las reivindicaciones sociales o en el dogmatismo de las propuestas
contestatarias en la medida que no haya probabilidades de realización en el
plano terrenal. La historia como programa institucional que busca la
factibilidad de las expectativas humanas es abandonada por un discurso que
promueve la gestión estratégica de las identidades en medio del caos cultural.
Al
rechazar la vida metarrelatos que edifiquen su historia cotidiana se entrega el
decurso de los acontecimientos al dominio de la racionalidad empresarial, la
cual como discurso totalizador promueve el individualismo como filosofía de
vida. La realidad social es entregada en manos de los agentes externos, los
cuales vuelven ahistóricos con su dominio a las conciencias regionales. En
grado muy limitado los actores locales edifican su cotidianidad al margen de lo
que la conciencia occidental impone. El devenir cultural abre posibilidades de
sensoriedad inimaginables al actor individual, sin embargo, prácticamente sobre
a lo que su realidad individual se refiere esta es edificada por lo agentes
externos, quienes imponen el hábitat estético y moral sobre los cuales se
estructura la reproducción de la vida cotidiana.
En
suma: en la periferia del mundo la modernización se consolida
independientemente de las decisiones de la identidades regionales, por
consiguiente la vida cotidiana se construye deacuerdo a los moldes culturales impuestos
desde el exterior. Es decir, la esfera cultural se vuelve ahistórica en la
medida que la individuación es un movimiento que se estrecha para una gran
parte de la población, debido a lo cual la realización individual se vuelve
utópica. Se abre una nueva dimensión que niega indirectamente la frialdad de la
racionalidad instrumental pero que no resuelve el cáncer de la materialidad.
Sin
embargo, a pesar que las expectativas sociales no hallan realización en el seno
de la sociedad debido a la sujeción psicológica en la cual cae la
individualidad, se sigue permitiendo que la reproducción social se limite al
intercambio comunicativo. Los procesos de negociación comprensiva que se
promueven en las interacciones sociales alcanzan ciertamente el mínimo de integración
social, solamente ahí donde los significados objetivos crean hábiles discursos
que sosiegan la sequía de materialidad. Sin embargo, la comunicación, la
necesidad de ser escuchado por otros es una necesidad que se limita a un
profundo reconocimiento de los secretos de nuestra individualidad mas no a una
realización de los mismos en le campo concreto de nuestra trayectoria
histórico-cotidiana. La mente halla ciertamente consuelo en el pluralismo de
los lenguajes cotidianos, pero al encasillarse la energía de la vida al sólo
proceso no sólo se niega el afán de autoconcepción de cada individuo desea
liberar, sino que además el individuo se acostumbra a ser un uso instrumental
de los discursos mentales de su propia biografía vital para lograr movilidad
social. El individuo se habitúa, de este modo, a olvidar se proceso de
autoconcepción para lograrlo después mediante vías instrumentalmente
informales. Es decir, la conciencia desenvuelve un comportamiento negociado en
el ámbito de las relaciones cotidianas porque a través de esta diplomacia hace
un verdadero uso de los recursos lingüísticos para autopreservarse en la cima
de relaciones de dominación en el ámbito cotidiano.
La
instrumentalización de los lenguajes subversivos al interior de la vida cotidiana
reproduce relaciones de poder en el seno de la sociedad que no son desnudadas
en crudo pragmatismo de la acción por el mismo hecho que la conciencia tiende
hacia la interacción simbólica. La descarada informalidad con que son
utilizados los bienes corrompe la ingenua figura de una acción social gobernada
por la praxis del diálogo y del consenso, debido a que la personalidad
compelida por la lógica de la supervivencia hace cada vez un uso más cínico de
la interacción intersubjetiva como expresión propia de las esfuerzos defensivos
que el espíritu tiene que desplegar para poder predominar. Es decir, la vida
cotidiana tiende hacia la disolución producto del impacto de la esfera
sistémica. Se convierte la aparente interacción cara a cara, los recursos comunicativos
de los actores en un orden de representaciones que ocultan relaciones
crudamente de poder, debido a que el individuo cosifica al otro para conservar
su propio mundo de la vida.
La
sociedad se reproduce vía la imposición determinista sujeto-objeto más que la
vía negociada sujeto-sujeto. En suma: la biografía se convierte en una razón
instrumental que utiliza al otro para poder proteger el mundo “nosotros”; se
cosifica el conocimiento de los otros vía la empatía para ocultar una real
microfísica del poder, por medio de la cual los individuos flexibilizan en
virtud del predominio emocional una violencia simbólica sobre los repertorios
culturales de los otros para conquistar posiciones sociales.
En
esta forma se instrumentaliza el conocimiento del otro en las relaciones
cotidianas y se traslada al ámbito del mundo de la vida una surte de ethos
económico, con el cual son empezados a medirse el intercambio de los bienes
culturales. En este panorama la vida se define por el desarrollo de una
inteligencia emocional entre los individuos que consiguen adaptar su mente a
las exigencias de la racionalidad sistémica. El control estratégico del
conocimiento espiritual de los otros es la fortaleza según la cual el individuo
conserva y acrecienta su propio mundo de la vida. La manipulación de los
repertorios culturales configura un mundo objetivo al individuo
independientemente de la posición que ocupe en la división social del trabajo,
dado lo cual la posición social que se consigue es un producto de una desigual
distribución social del conocimiento. Así, para poder preservarse el sujeto
logra movilidad social cosificando el conocimiento significativo de su entrono
inmediato pero en activa relación con su mundo material. Es decir, la
individuación es un proceso que se construye siempre en activa desarticulación
con la posición económica que se tenga, pero reflejando el ethos economicista
de la esfera sistémica. La producción de la vida cotidiana, según este
análisis, será siempre una dimensión ajena a la esfera material pero que para
poder legitimarse como tal asimila los patrones de constitución del mudo
sistémico.
En
última instancia la vida cotidiana tiende a reproducirse vía la negociación
sujeto-sujeto logrando la integración social en la medida que se asimila el discurso
oficial para poder preservarse; sin embargo, los repertorios culturales de la
mayoría de los individuos no son realizados en el mundo real, por lo cual la
verdadera integración social es un suceso que se conquista controlando el
conocimiento del otro. La materialización de los sueños individuales es un
proceso que se concibe mediante la pragmatización de la vida social. El
individuo politiza su biografía solamente para individuarse ya no más para
lograr la trascendencia colectiva; no
esta más en sus planes la individuación en los límites del respeto a la
comunidad. La hostilidad de las relaciones sociales al generar la cosificación
entrega el ethos de la vida cotidiana a la instrumentalización de la vida
social. Si el individuo no politiza si propia energía social simplemente no
podrá proteger su propio mundo de la vida.
En
situaciones de movilidad social predomina para lograr la integración social la
vía coactiva sujeto-objeto. Es decir, como mecanismos de evasión prevalecen
rutas de desahogo comprensivo, que sin embargo rara vez se utilizan como
técnicas para conquistar movilidad social. La cosificación social en la que cae
presa la competencia social dificulta la vía consensual sujeto- sujeto. No sólo
la competición por los bienes materiales sino sobre todo por los bienes
culturales está atravesada por esta mistificación cosificante.
Comentarios
Publicar un comentario