jueves, 8 de abril de 2021

La chica del club.

 



Cuando era un adolescente de 14 años todos los veranos íbamos con mi abuela, mi tío y mi hermano menor a un club de la policía llamado el Changrila. Eran los días sábados que íbamos a ese lugar de esparcimiento con piscina y cancha de fulbito. Ahi los parientes de los sub oficiales de la policía solían pasar gratamente el verano entre amigos y familiares.


Recuerdo que para llegar salíamos  de los Barrios Altos hacia la avenida Gran y tomabamos el microbus que llevaba a Condevilla y bajamos en el hospital del empleado para latear hasta la avenida San Felipe,  donde al lado del canal 2 se hallaba el club mencionado en toda una esquina. Mi abuela era socia por ser madre de policías e ingresabamos raudo a los vestidores para chapucear en la enorme piscina del club.

Era chevere nadar en la piscina o quizás fingirlo. Pero me acuerdo que así como veía tremendas ballenas en traje de baño resaltaba una que otra vez alguna sirena de aquellas que solo miran fijamente y con presunción. En parte yo me la pasaba en el agua para espiar a una chica en específico que venía justo en aquellas tardes de los noventas a lucir su febril belleza.

Cuando trataba de fijar mi mirada en su rostro y que ella me viera,  lo hacía con desinterés y me hacía desplantes con su enorme cabellera. Se recogía la cabellera y se esparcia en toda la orilla de la piscina solo para que los bábozos de los muchachos nos quedáramos embobados por su extravagante presencia. Era un espectáculo ver lucir su figura. Era una chiquilla como de unos quince años,  blanca como un cisne y un rostro con unos ojos que solo miraban flores. Siempre que trataba  de cruzarme con ella me hacía unos amagues tan dolorosos que mi corazón hervía de cólera.

Una tarde después de comer en el restaurante  del club llegaron dos hermanos hijos de un policía  y nos retaron a mi hermano y a mi a jugarnos un pichanguita y quien perdía invitaba las gaseosas. Llegamos a la loza de fulbito y de inmediatos esos morenajes sacaban tantos pases con efecto y velocidad que el marcador ya estaba a tres cero. A pesar que yo protegía la defensa y trataba de filtrar mágicos pases con mi pierna derecha a mi hermano que conocía el oficio de delantero, pronto todos mis lances y jugadas eran neutralizados por esos monstruos del fulbito. Recuerdo que a pesar de mis esfuerzos perdimos 5 a 3. Con solo dos goles de mi hermano y un gol de mi patada con efecto. Pero eso no era la sorpresa. Pues esa chiquilla había estado todo el tiempo mirando el encuentro con sus hermanitos menores. Con razón escuchaba una risita burlona cada vez que marcaba a aquellas fieras del fútbol.

Al final del encuentro pagamos las gaseosas a los morenajes y de la nada se me acerco la susodicho nena cerca a donde descansaba en la tribuna y me dijo:

-  no sabía que esa carta de payasito existiera  todo un gran pelotero. - hizo esto y me dio un beso en la mejilla izquierda huyendo de inmediato hacia la piscina a seguir rompiendo ojos. Me quedé estupefacto y una sonrisa ingenua se dibujo en mi sudado rostro. Me quedé unos minutos remecido en la loza deportiva mientras mi hermano y mi tío que era menor me jodian con ese chabola que estaba más bueno que el pan.

Me resistí a volver a la piscina pues andaba con roche. Así que espere a que mi abuela Maria me viniera a buscar y me fuera del club completamente embrujado por esa niña traviesa.  Cuando se acercó el siguiente sábado no fui. Mi hermano me contó que tampoco aquel día la había visto. "Seguro tiene novio, no te ilusiones hernano" me decía mi ecuánime hermanito mientras ya se acercaban los días para el regreso al colegio Lasalle.  Volví a ir al club con mi abuela pero ya no había asomado su presencia por aquel lugar. Solo recuerdo que pregunte como se llamaba al administrador y el solo me decía que era hija de un coronel. No sabía su nombre. Así que me decidí olvidaría y ponerme a estudiar duro y parejo pata mi tercer año de secundaria.

Un día mientras nos regresábamos en la custer de San Bartolo a mi hogar de Surco se subieron una patota de chiquillos y llenaron los asientos. No pude ocultar mi sorpresa cuando de entre los muchos adolescentes subió aquella sirena en shorcito y se sentó a mi lado solo para Joder la pita. 

Me hice el que no la conocía. Me dispuse a solo mirar las calles por las lunas de la custer, pero era imposible. Los chicos pusieron tecno a todo volumen y esa chiquilla empezó a bailar en el asiento chocando sus caderas con mi hombro.
- ¿acaso no te acuerdas de mi payasito? En el club la chica a la que venerabas.
- me voltie y le insisti que no me molestara
- ¿ que acaso no tienes huevos para hablarle a una chica? Que estés planchadito no quita que seas bien piedra.
-  si eres la chica que me dio un beso en la cara, ¿pero acaso de algo sirve?
De inmediato les contaba a sus amigos por mi timidez y todos me vacilaban con bulla y bailes en el pasillo de la custer.
- eres un tonto, yo te esperaba en la piscina y tu te desapareciste. Ahora el destino hace que nos reencontramos. 
- te me pones en bandeja.
- si y ¿ que vas hacer?

La tome del rostro con mis dos manos y le estampe  un beso que que duro una eternidad. Ella respondió y por espacio de unos segundos reino el silencio, hasta que reinicio el escándalo " así se hace hermanito" grito mi hermano. Y todos gritaron en el acto. Nos besamos por largos minutos y nos decíamos que nos volvamos a ver. Cuando baje de la custer todo se envolvió en una promesa y un teléfono que ella me escribió en mi brazo izquierdo.

Al llegar a mi casa aún muy pensativo mi hermano menor me dijo que la llamara. Pero algo pasó en mi. Una fuerza extraña que hasta ahora me impide ser feliz  me hizo que pasara el tiempo hasta que me decidí a no hacerlo. Era el empiezo de una timidez hacia el amor y de una vida bohemia con las desconocidas. Lo clandestino me atrapó. Ese beso fue como el beso de dos perfectos desconocidos. 

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