La Izquierda ligth
"En llamas los ángeles cayeron, grandes truenos resonaban en las costas, ardiendo con las llamas de Orc"
El más grande triunfo que ha conseguido
la ideología demoliberal en nuestros tiempos es poner al servicio de la
conservación de lo existente a las mismas fuerzas que antaño presionaban sobre
los cimientos del capital. Esta paradoja a primera vista difícil de contemplar
ha significado no sólo el total abandono de los proyectos de liberación
impulsados desde las clases populares, sino además – y en eso creo reside la
derrota de las fuerzas de vanguardia- el sistemático liquidamiento de las
canteras orgánicas de los movimientos de liberación, ahí donde los tentáculos
corporativistas de la política social alimentan la infamia del capital. La
burocracia, matanza de las energías individuales al sabor de la eficiencia de
los aparatos de control, ha revestido con su frialdad las trayectorias
individuales, creando en este derrotero, socializaciones marcadamente centradas
en la supervivencia y en la desconfianza; lo que a su vez ha generado como
producto del agotamiento de un modelo de incorporación optimista al escenario
mundial, y al redimensionamiento de la acumulación capitalista, sociedades, y
por consiguiente, estructuras sociales, cuyos esfuerzos se dirigen en más de
las veces exclusivamente a apoderarse con salvajismo de una posición en la
geografía económica de los procesos planetarios.
Lo que actualmente llamamos globalización – el
orgullo de que en este momento de la historia el planeta se interconecte en una
sola dirección de progreso y bienestar – no es más que un proceso de necesaria
interrelación internacional para otorgarle efectividad al sistema productivo
capitalista; y para guarecer a la propia especie de fenómenos de riesgo mundial
que amenazan la supervivencia de la misma, en la medida que el deterioro del
medio ambiente y los juegos de presión geopolíticos a nivel de las oligarquías
financieras crean la sensación de un horizonte ingobernable, carente de toda
autodeterminación. A su vez la fosilización de las ideologías de la historia,
el desmantelamiento de los proyectos nacional-desarrollistas y el amedrentamiento
de las fuerzas de vanguardia, reducidas a intentos suicidas de subvertir el
orden existente, han significado en el largo plazo el éxito de los
organizaciones demócrata-burguesas sobre los proyectos socialistas, y la
construcción, por consiguiente, de una moral cotidiana que se articula en
dirección de una racionalidad mercantil y pragmatista.
En este sentido, la excitación de las
trayectorias individuales y la expansión en la demanda de bienes simbólicos que
solazan y otorgan afirmación personal, en una aldea global de precariedades e
injusticias, no es solamente el resultado de la bancarrota de los esencialismos
colectivos. Es además, el biotipo de socializaciones más comunes que forja la
maquinaria social con el objetivo de recrear conciencias factibles a adaptarse
y administrar con eficacia el caudal de recursos productivos que los hace
probados funcionarios de un orden material, en el cual hay que necesariamente
que militar y demostrar frecuentemente que se es útil. Así, la ofensiva de los
discursos dominantes, ahí donde sus estrategas e intelectuales desestructuran y
corporativizan las esencias colectivas, de donde procedían los movimientos de
liberación empuja a los estratos sociales golpeados por la crisis del capital a
mutar sus prácticas sociales, y por consiguiente, sus identificaciones en la
dirección de las urgencias más laudables; mudando a su vez el núcleo de sus
expresiones culturales, la espontaneidad de su folklore y la enjundia de sus
afirmaciones subjetivas a escenarios marginales a la exterioridad concreta de
la rutina para la supervivencia.
Por ello, no es complicado afirmar que el
desarrollo en la actualidad de nuevos esquemas se significaciones con el medio
exterior, en la medida que éste se vuelve hostil y difícil de acaparar,
modifican los procesos psicológicos de las colectividades, provocando cuadros
de neurosis, la proliferación de mecanismos de evasión sobredimensionados e
identidades divorciadas del proceso social; razón por la cual la necesidad de
sobrevivir disuade al individuo que los proyectos colectivos son esfuerzos
verdaderamente inhumanos. Cada vez es más cierto que la realización de la
historia colectiva se divorcia del curso absurdo del capitalismo. Es decir, el
significado huye del exterior, arrojando las posibilidades concretas de
encarnar un proyecto de civilización compartido a las oscuridades de la
fantasía, ahí donde toda la savia creativa se desperdicia en los espacios
clandestinos de la sociedad.
En el vientre de las fuerzas radicales y
de los sectores de las clases urbano-industriales que aniquilaron un orden
incompatible con las ventajas de las sociedades democráticas, se fue incubando
en proporción a la politización antiburguesa de las organizaciones sindicales,
el freno a las aspiraciones de la civilización subdesarrollada. Cuanto más se
acrecentaron las distorsiones en las tendencias macroeconómicas del patrón de
crecimiento industrial, porque éste no hallo la suficiente estabilidad política
para negociar con los agentes externos su radicalización, tanto más la presión
de las fuerzas políticas sobre las esferas del Estado hicieron explosionar un
modelo de desarrollo que había modelado precarias condiciones modernas de vida
social, basada en una justa redistribución social. Es decir, la vanguardia
política no fue lo suficientemente inteligente para reconocer que la exagerada
protesta desbarato ideológicamente un régimen de cosas que ambicionaba muy en
el fondo constituir auténtica relaciones ciudadanas, superando las barreras
étnicas que eran un verdadero obstáculo epistemológico para el establecimiento
de la modernidad peruana. Quizás, el compromiso político que desorganizaba la
frialdad técnica necesaria para armar una visión programada, ocultaba realmente
una existencia trágica que reclamaba en las ilusiones del ser revolucionario
una cura mágica a los desgarramientos sensoriales de la existencia individual.
La utopía enmascaraba el hambre por establecer la identidad.
De esta vacilación metafísica por edificar la
sociedad se valieron los sectores conservadores en contubernio con los
intereses extranjeros, para acabar con el carácter democratizante de las
medidas estatales, paralizando el modelo de desarrollo y estableciendo desde
los ochentas una nueva relación Estado-sociedad. El afán de la burguesía por
recolocarse con éxito en la nueva división internacional del trabajo que
ensayaba la ortodoxia neoliberal, significaba no sólo decapitar la
radicalización de las organizaciones sindicales, ahí donde se disputaban la
hegemonía por el poder, sino instaurar entre la esfera política y la sociedad
civil un relación que subordinara verticalmente a los esfuerzos colectivos por renegociar los términos de la política
económica, que favorecieron desde entonces a la inversión privada. La crisis de
la deuda y los desequilibrios que evidenciaba el capitalismo a nivel de sus
economías centrales, obligaron a sus sacerdotes financieros a reestructurar las
promesas de su accionar económico. Ahorcando el acceso al crédito, cerrando las
posibilidades de acumulación de las economías subdesarrolladas, desbarataron en
relación al desmoronamiento de las relaciones tradicionales – que impedían
incorporar el grueso de la fuerza de trabajo a las relaciones mercantiles – los
intentos de soberanía nacional que se orquestaban en el camino al desarrollo,
fragmentando por medio de una ofensiva autoritaria, sin precedentes en la
historia, los esfuerzos por hacer nacer una sociedad democrática y moderna.
A partir de entonces, desarticulada la
sociedad en sus esfuerzos, propuestas e ilusiones, y por consiguiente,
desarticulados sus sistemas de significación, sus formas de conocer la
realidad, los sectores sociales que pudieron incluirse en las coaliciones
internas que formó el capital para llevar a cabo esta desestructuración, y que
desde entonces han pasado a ser gerentes exclusivos de la aristocracia
capitalista, han puesto entre paréntesis perpetuo las reivindicaciones sociales
y sus formas de participación pública, recreando en medio de la inestabilidad
económica, mecanismos eficientes de incorporación clientelar y segmentaria que
renueven permanentemente sus grupos de interés y de codicia a nivel de las categorías sociales más diversas. Con ello,
garantizan el sostenimiento en el largo plazo de sus organizaciones políticas,
en el control concreto de algunos espacios comerciales del mercado interno, y
el enmalezamiento dirigencial de sus generaciones más jóvenes a la cacería
directa de cargos de confianza en las instituciones públicas.
La tecnocracia que se ha erigido producto de
de esta selección corporativa de conciencias, administra hoy por hoy los
intereses privados de sus socios en la élite interna y extranjera, extendiendo
su moral pragmatista y esa lógica empresarial de hacer mercancía del
conocimiento social, a todos los ámbitos de la vida cotidiana, burocratizando
en proporción a la estrechez de los espacios de socialización exitosa, todos
aquellos rincones en que la lucha por el reconocimiento y los recursos
involucra la servidumbre ejecutiva de algunos y la marginalidad de muchos. La
escasez de oportunidades en la calificación y admisión a mayores experiencias
de realización personal empuja a los sujetos liberados de los ámbitos de
formación temprana – la familia y la escuela – a adquirir y manipular con
sabiduría escéptica los elementos enérgicos de esta moral pragmatista,
transmitiendo a sus expresiones más íntimas y personales el manejo de una
racionalidad instrumental simbólica que hace de la obtención de los bienes más
intensos una guerra silenciosa de conveniencias y nihilismos desenfrenados.
Al diluirse las condiciones ideológicas
que hicieron posible la configuración de una modernidad concreta, la necesidad
de preservar la individualidad obliga a los actores sociales a abandonar las
utopías políticas que ya no seducen a nadie y aferrarse desesperadamente a los
deslumbrantes lenguajes sistémicos de las clases dominantes. La cultura al
desmaterializarse se convierte en el bastión de resistencia emocional por
excelencia porque la pérdida de respaldo a la lucha socioeconómica es
compensada audazmente por un conjunto múltiple de representaciones que distraen
a la mayoría de los problemas esenciales de la sociedad. La descomposición de
las instituciones protectoras de la identidad, debido a la ofensiva de los
agentes neoliberales, empuja a los individuos desvalidos a aceptar las
ilusiones mercantiles que el sistema audiovisual propagandea vilmente, porque
de forma inesperada el mundo vital depende acendradamente de los edificios
ideológicos que el capitalismo confecciona. La reproducción de la vida se
vincula estrechamente a las máscaras sensoriales del sistema productivo, lo
cual quiere decir que en la mente del sujeto no hay un lugar esencial desde el
cual tejer una experiencia concreta de materialidad. Es decir, el individuo –
sobre todo de las grandes metrópolis – se apropia de los significados
artificiales que elabora el mundo administrado percibiendo e interpretando su
entorno no más que con ellos. Hasta el sujeto que a partir de su disciplina
intelectual observa profundamente su medio social no es ajeno a la forma como
se reproduce la vida social. Interpretando que su saber es un resultado de una
trayectoria muy personal, cree firmemente que puede hacer lo que le da la gana
con el, venderlo o utilizarlo para conquistar influencia sobre el menos
avispado. No ve que la condición de intelectual es el orificio antropológico
por el cual se puede equilibrar el poder del capitalismo descontrolado. Sin la
posibilidad de que hayan casi accidentalmente algunos elegidos que piensen la
viabilidad de la existencia humana es imposible romper las fortalezas del
sistema y arrancarle acuerdos viables de desarrollo.
Aquel que piense que el conocimiento que
vende o por el cual se destruyen las oportunidades de vida social no lo hace responsable a él de
su decisión voluntaria se equivoca. El intelectual, sobre todo el que se dice
de izquierdas, esta obligado a sacrificar ese hedonismo ridículo que lo cautiva
por la inversión de su capital cultural a diseñar soluciones contundentes a los
problemas del país. En tanto crea que su individualidad debe ser prioritaria
salvarla nunca en realidad la salvará; las consecuencias de su irracional
actitud al estudiar sólo lo que le gusta lo condenan a ser un criminal de la
inteligencia, cuya fuerza debe estar
siempre al servicio de las necesidades humanas. La exigencia por vivir la vida
intensamente convence al intelectual que cualquier sacrificio político es un
recurso innecesario que sólo en la cabeza de los locos puede germinar, y que
por tanto, el conocimiento es un instrumento para conseguir los placeres más
suculentos, aunque dicha conducta signifique la nulidad ética. Sí, hay que
reconocerlo, la necesidad de echar raíces, de maniobrar con destreza en los
paisajes cibernéticos del ser para salvar el propio nicho cotidiano empuja al
intelectual a dejarse persuadir por el apetito de poder. Muchas veces, una
sensualidad profundamente comprometida con el ser social, que llegada a su
vejez se ha decepcionado enormemente de la vida política quiere transmitir con
su alejamiento de la convicción lo difícil que es conciliar el pensamiento con
la vida, cuando lo que en realidad transmite es la vejez y la esclerosis
suficiente para congelar la vitalidad de la juventud que siempre está ansiosa
de experimentar auténticas pasiones. El fracaso de estas vacas sagradas no será
nunca el fracaso de nuestras nobles generaciones.
Pero hoy estos guerrilleros de papel por
algún mandato internacional, porque por talento salen jalados, desde el
gobierno del desintoxicado de Toledo se han venido posicionando en sectores
claves de la administración pública, en relación al tema social de
intervención. No sé cómo lo han logrado (Sera Soros o Rothschild) pero ya no es una búsqueda solo de status, sobre la base de un discurso contestatario
sino un plan tremendamente consciente de hacer añicos el Estado e
imposibilitarlo para su propia gestión y defensa soberana. En contubernio con
sus padres putativos, la Oligarquía, lo que buscan es sembrar miseria y desolación
y así garantizar el control que poseen sobre las donaciones internacionales, y
para ello su discurso es cambiar la historia y trastornar mediante ideologías
absurdas y nefastas los perfiles socio-psicológicos de los pueblos a los que
deciden representar. Su odio a las culturas populares, y su idea maoísta y
postmoderna que el ser humano es una maquina insaciable de deseos que hay que
alimentar con más y más Populismo es acarrear la destrucción de la creatividad
y del ingenio del emprendedor a quien ven como un traidor y complaciente.
A
larga su plan siembra el odio, la rebelión y la violencia donde ellos
justamente nada tienen que ver. Como dije una vez sobre Mariátegui. El buscaba
pintorescamente enamorarse de una idea socialista e impracticable sin renunciar
a ese estilismo acriollado y afrancesado que apestaba a los Aristócratas
europeos. En su intención de juntar papas con risotto lo que ocasiono fue que
sus políticos actuaran como vasallos de una idea que tercamente buscan empotrarla en la realidad,
y que en su máxima expresión, con maoísmo, o con posmodernismo (el
multiculturalismo) lo que hace es ejercer despotismo sobre el pueblo. Esa idea
de Vallejo, linda pero estúpida…”Escribir en el aire”…es la frase canónica de
un evangélico que visita almas descarriadas para adoctrinarlas sin importarle
un rábano lo que ellos piensan.
Hoy el socialismo del S XXI es un arma más
del Capitalismo. Me recuerda cuando los amazónicos
eran aniquilados por los SL y MRTA en Pucallpa, y preguntaban, las razones: “Porque
no tienen conciencia de clase, son despojos de la historia, tradición” o Como
cuando hoy en los debates señeros de los sindicalistas se les pregunta el rol
de los lumpen es y ladrones “ Ellos no cuentan, son escoria, que no ha tomado
conciencia de su rol de clase, son
infraclase" Alerta el Peru es un fastidio para el capitalismo que esta muriendo y para sus vecinos, porque no es facil conciliar con las poblaciones donde esta asentadas riquezas y recursos ingentes. La Amazonia es el otro Objetivo. A la izquierda le importa un rabano el país. Si en una conferencia se burlaban del CONTIGO PERÚ del Zambo Cavero....
Excelente post!
ResponderEliminarComparto:
http://quasartechsciencie.blogspot.com/2019/05/europa-atraviesa-la-oportunidad.html
Muy vigente en casi todo, una recusación y un manifiesto para las generaciones jóvenes y rebeldes.
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