sábado, 10 de junio de 2023

Accidental desquite





Hace meses que no la veía. Ella había sido la luz en un tiempo de tinieblas. El corazón en una época de rivalidades y rencor. No quería encontrarse conmigo. Me había demorado tanto en recuperarme que la presencia de un romance era ahora imposible. Por mensajes de texto y messenger insistía varias veces para tomarnos un café o tal vez solo hablar. La verdad yo ardía en deseos de besarle y sentir nuevamente su aroma de abedul. Pero ella no atracaba a una posible reunión.


En la selva había pasado meses curandome de una larga enfermedad. Me había comunicado con ella y la notaba distinta, como con reticencia para conversar conmigo. Y no es que fuera sincera conmigo, jamás lo fue, solo era que por encima de lo que sentíamos eramos buenos amigos y eso era algo que yo respetaba. Bueno en la selva el maestro me había dicho por visiones con tabaco que ella preguntaba si me había muerto. Todos se habían enterado de mis males por travueso y esperaban el desenlace de esa historia clínica bastante lamentable. Cuando me sinceraba el maestro curandero sobre ella, no podía creerlo. Era demasiado mal para mis favores y detalles. Quedé con la duda y decidí a concentrarme en mi sanacion.

Cuando luego de meses me repuse finalmente volví a Lima con una apariencia más delgada y con menos años encima. No me vi con nadie. Ya no confiaba en ninguna persona que en el pasado decía ser mi amigo. En mis visiones y sueños había visto envidias y rencores, maldiciones y dolor. Lo mejor era solo trabar conversación con algunas personas. Entre ellas Susana, la bella educadora de la que el curandero me dijo tantas cosas malas. Y como dije antes ella se negaba a verme. No lo sabía, pero lo supe luego de recuperar mis redes que estaba empatada con otro caballero. No parecía ser alguien equivocado sino un hombre al que ella esperaba. Lo reconozco una relación conmigo hubiese sido un error y tóxica. Pero a pesar de saber todo eso quería volver a verla.

Insistí varias veces hasta que al final ella me mandó una indirecta. Me dijo que nunca había tenido tiempo para leer un libro de Kundera que le había regalado con tanta estimación. Y eso era decirme que no le importaba. Explote y le dije que esa indirecta era algo vil de su parte, que a un amigo eso no se le hace. Ella me bloqueo, después de decirle que jamás la volvería a molestar. Y eso fue algo que sustente y decidí olvidar la y volver a viajar a la selva. Antes de eso me hice un tatuaje de la pintura la espada y la gangrena en mi hombro derecho y me dispuse a viajar a Ferreñafe  donde quedaba la ciudad natal de un finado amigo a quien jamás pude volver a ver. No busque a su familia, sino que fui al cementerio. Ubique su tumba y mientras lloraba, pues me sentía responsable de haberlo echo muy sensible con mis enseñanzas filosóficas,  rezaba por su alma. Salí de la ciudad esa noche sin ver a nadie. Regrese a Lima y mientras caminaba con mi mochila por el terminal terrestre de Plaza Lima Norte, la vi venir hacia mi acompañada por su enamorado un hombre más alto, con barba y pelucon.

La salude sin darle un beso y le apreté la mano al susodicho enamorado. Sentí que una sensación de indiferencia se apoderaba de mis pensamientos mientras hablábamos temas simplones y fuera de contexto. No sé cómo fije mi vista y percepciones en su boca. En esa pequeña boca que jamás había posado mis labios. La jale contra mi cuerpo y le robe un beso enorme e irresistible. Lo siguiente fue el puño derecho de su novio sobre mi cara, y un par de patadas mias sobre su rostro, que lo tumbe al suelo, terminando aquel pleito. Recuerdo que una sonrisa maledicente se dibujo en mi rostro, y mientras recibía los peores insultos de parte de ellos, me aleje hacia Tomas Valle entre la multitud, chape mi bus y todo ya era tragado por el favor del pasado. No se porque pero eso era lo que ella merecía. Sus anteriores desplantes, todo el tiempo que invertí en que fuera mi mujer, me hicieron recordar bastante lo que el maestro curandero me había dicho sobre ella. Que deseaba mi muerte. Yo solo pude desearle buenas vibras. Al llegar a mi  casa me lave la boca varias veces, el amor se trocó en desprecio. 

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