ELPUEBLO Y EL PROLETARIADO. SOBRE LOS SENTIDOS ERRADOS Y LEGÍTIMOS DE SOBERANÍA Y REALIDAD
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En una discusión vertiginosa que
tuve con unos amigos políticos acerca del Estado salió a relucir un artículo de
Hugo Neira sobre la incapacidad que evidencia el Estado peruano para ejercer
soberanía no solo en su territorio de modo institucional, sino en el sentido
común de la gente. Cuando se habla de soberanía se tiene que aludir a quien
ejerce el poder sobre un especio territorial y cargado de una narrativa, y en
nombre de quien se construye esa soberanía, para dar origen a una cultura o
identidad popular.
Desde el origen de las
configuraciones sociales pueblo ha significado una cultura localizada con una
disposición organizativa de dominio sobre el espacio, que a su vez crea un
lenguaje, y un sistema de parentesco cultural. Cuando las aldeas dispersas se
desorganizaron en búsqueda de recursos, y la guerra por la vida produjo
migraciones inmensas, se dieron citas los cultos, y alrededor de los cultos,
los sistemas militares, y el comercio. Estos tres niveles, sacerdocio,
guerreros, y artesanos-agricultores atraparon las expectativas culturales y de
identificación religiosa de las tribus errabundas, y crearon sistemas
religiosos, alrededor de los cuales se produjeron conocimientos sobre el mundo
exterior y espiritual. Esta fórmula de dominio sobre los espacios, generaron
con el tiempo burocracias, y sistemas productivos más concatenados, que
asentaron sociedades de mayor explosión demográfica y de mayor complejidad y
control de ciudades. El modo como respondieron en sus sensibilidades al
territorio inhóspito o prospero moldearon mentalidades colectivas de
pertenencia y de amor al territorio, que llamamos en el mundo moderno
soberanía. El poder siempre ha emanado de la sociedad organizada como un todo,
pero las narrativas que le daban sentido han sido fabricadas por sus elites
sacerdotales, y por el modo como estos símbolos y narrativas han guiado las
relaciones sociales y reproducidas la sociedad y el Estado. Las historias que
eran sistemas educativos y de unificación de los pueblos, crearon más relatos y
leyendas que en forma de circulo, produjeron, un espíritu, una energía
distribuida socialmente, donde el relato creado dio formas a los mitos, y
ahogaron por miles de años la insurgencia del individuo y sus intereses
facticos.
Cuando se produjo la disolución
del mundo antiguo a manos de su propia simplificación global, y porque los
relatos de su dominio no lograban evitar la disociación productiva y cultural
de sus poblaciones empobrecidas o sometidas a la guerra, el racionalismo que
habían alcanzado sus administraciones en base a una identidad de pueblo,
regresionaron a una desfiguración del mensaje de los maestros cristianos de
Jesús, y esa pan cultura de la abstinencia y de miedo al productivismo y al
trabajo, hizo que colapsara todo el sistema de civilización que la antigüedad
había puesto en manos de Roma. El
proyecto cristiano, y el desorden que la guerra y la hambruna de los barbaros
causaron al imperio romano, expulsaron a la idea de espíritu que había
alimentado al pueblo de su expansión en los pueblos, y se internalizo en la
idea de la vida monástica y de reencuentro consigo mismo. Este secularismo
religioso abandono la importancia del mundo, al cual se estigmatizó, y toda la
energía creativa que había producido sistemas soberanos alrededor del mundo con
relatos que alimentaban la vida de los pueblos
se perdieron en una idea de la verdad salvífica, que extravió siglos de
desarrollo del conocimiento emanado del intercambio entre culturas, y
sedimentado en la tecnología productiva y la ciencia.
La edad media devolvió la energía
espiritual a las culturas populares, pero bloqueo el desarrollo de sistemas de
organización cultural más integrados, porque se afianzo una idea práctica de
que el mundo es un terrible lugar, y que
las riquezas se almacenan en la mente, y su idea de control sobre las cosas a
través del conocimiento. Los monasterios escondieron los saberes antiguos de
los espíritus que deseaban ver el mundo como algo bello y en expansión
creativa, y por siglos los relatos y las historias míticas dieron sentido a los
pueblos, y aldeas, generando lo que al decantar la alta Edad Media se llamaron
los relatos nacionales. En el mundo fuera de Europa los relatos, no se
separaron de sus connotaciones religiosas y a la vez tecnológicas, pero es en
Europa, donde el relato o narrativa nacional de los reinos más organizados
introdujo en la práctica de sus representados una idea infeliz de agobio del
cuerpo a partir de la abstinencia, que se transmitido a la forma como se
organizaron políticamente los Estados, y su economías de control, y de la
propiedad privada.
No es necesariamente una idea de
la salvación de un mundo infestado de
maldad lo que disparo por el efecto de hallar sentido en un mundo de guerras y
enfermedades una nueva relación entre ciencia y producción, como un modo de
protegerse y expresar miedo al exterior, sino la vieja liberación proveniente
de la antigüedad de que la creatividad y la ciencia comportaban también
espiritualidad, y por lo tanto viabilidad para que el mundo y sus pobladores
vieran las cosas con más ánimo y felicidad. La recuperación de la literatura
griega redescubrió ese sentido materialista, pero la base de abstinencia del
cristianismo mal interpretado domino la formación del conocimiento político, la
epistemología de la ciencia, y la aplicación administrativa-jurídica de
gobierno de las relaciones sociales.
No fue sino de modo practico en
Francia, y de modo cultural en Alemania donde la natural expresión de energía
espiritual generaron narrativas positivas de conquista del mundo material y la
naturaleza. En Francia la Ilustración devino en control democrático y
revolucionario de una elite de comerciantes y sacerdotes intelectuales que
generaron la arquitectura política para que la búsqueda de bienestar y
felicidad se expresaran de modo político y en forma de un contrato social. La
revolución francesa fue la expresión objetiva de un espíritu que buscaba
representarse políticamente para hacerse experiencia fáctica de felicidad. Su
proceso fue contenido pero deposito en el ánimo de los revolucionarios
populares por primera vez en la historia la idea de una identidad común emanada
de la insurgencia y la práctica de la solidaridad, la fraternidad y la búsqueda
de un mito común. Había nacido el primer Estado nacional de masas, como
subjetividad radical.
Este proceso se dio con sus
matices en Norteamérica, donde esencialmente la idea de pueblo y de nación se
construyó sobre colonias adineradas y burguesías cortesanas, y no por un motivo
de supervivencia espiritual como aconteció en Francia. Los norteamericanos a su
modo siguieron siendo una sociedad inglesa solo que con la autonomía para darse
a sí mismo una forma organizativa de democracia republicana. En Francia
insurgió el pueblo como sujeto histórico, mientras que en Estados Unidos la
libertad de empresa busco las configuraciones institucionales para que el
espíritu de la creatividad hallara también bienestar y felicidad. En todo el
mundo a excepción de Asia y África los procesos de revolución política que
sucedían en Francia y Estados Unidos dieron a sus inteligencias criollas
motivaciones similares a las que habían sucedido en Estados unidos, sin tanto
comprometer al pueblo, o sus expresiones más miserables, que habían sido
derrotadas en América Latina, como fue la rebelión de Túpac Amaru. Los criollos
latinoamericanos querían repetir de modo aun ideológico lo conseguido por Norteamérica y liberarse
del yugo Español. Solo que era un cambio de administración, pero no de forma de
concebir las relaciones de producción y los intercambios
étnico-culturales. Perú escogió un modo
republicano de organización política sobrepujado por sus vecinos independentistas
tanto de Argentina-Chile como Venezuela, donde sus procesos sociales tenían
actores y burguesías más proclives al separatismo pues tenían el apoyo de
Inglaterra, pero ese modelo no había sido alcanzado de la lucha interna de sus
actores o subjetividades históricas. El divorcio entre modelo político y
cultura, se plasmó en un debate sin sentido entre liberales y conservadores,
pero sin expresiones auténticas de gobierno o de regulación soberana en la
nación que se nos legó por obligación. Nuestra idea de soberanía es casi
inexistente en el plano institucional porque la independencia no fue llevada a
cabo por un pueblo y su energía espiritual. No hay un relato de nuestra
insurgencia como nación que de articulación al todo social.
Pero volvamos a Europa. Mientras
Francia con Napoleón expandían la subalternidad moderna y revolucionaria a toda
Europa, sin contar con economía capitalista. Alemania con una de las
revoluciones más espirituales que podía desarrollar la potencia especulativa
interpreto desde su fragmentación política y anti-burguesa lo que acontecía en
Francia, dándole un matiz filosófico y a
la vez naturalista a la idea de pueblo. El romanticismo y el idealismo fueron
expresión de una rica cultura popular emanada de un cristianismo alegórico, que
no tenía expresiones objetivas en la política y en la economía, pero que
crearon un camino su-igeneris y a la vez
invocaron los poderes de la antigüedad a una idea de identidad nacional. Es el
proceso histórico del s XIX, y la formación estamental y el atraso histórico en
el que se ahogaba Alemania lo que no permitía que esa interpretación panteísta
de pueblo tomara formas institucionales reales, y que sobre todo redefiniera de
modo innovador a la ciencia y a la economía. Es con la Segunda revolución
industrial, y de modo imperialista con la Alemania Nazi donde este concepto de
Estado de naturaleza que controla la modernidad racional y se gesta en
organización, donde asistimos a una forma de organización política donde la
democracia es pueblo soberano y a la vez representación casi natural en su
Estado de una cosmovisión que proviene de la antigüedad, y que desarrolla
manifestaciones tecnológicas y políticas. Hoy Alemania de nombre es moderna,
pero su proceso sigue un camino autónomo emanado de su propia identidad
cultural desplegada como energía espiritual en la historia.
Es Marx quien tempranamente ya
como comunista en Inglaterra quien ve en esta categoría de espíritu de pueblo
una expresión regresiva y totalitaria al estado de naturaleza, y quien en su
afán errado de darle un sujeto histórico real al proceso revolucionario
originado en Francia quien inventa la categoría de proletariado, y con ello en
son materialista, y antinatural resquebraja los fundamentos espirituales que
hubieran podido darle a la Europa capitalista afincada en Inglaterra como
economía industrial un ethos de reconciliación espiritual entre la producción y
la cultura. Al reemplazar proletariado por espíritu de pueblo, mutilo el
derecho de las culturas populares a ser más que solo manifestaciones
cosificadas por el trabajo y la producción y con ello incremento bajo el
propósito de hacer que el trabajador se hiciera protagonista y responsable de
la transformación productivista del mundo la carga irracional de desencantar el
mundo y seguir viéndolo como una naturaleza peligrosa y violenta que debía
domesticarse, y hacerse segura.
Cuando Herder y más
exageradamente Fichte hablan de pueblo están pensando en una concepción
lingüística de nación que hacia afuera se deja traslucir en una subjetividad
que se gesta en organización y cuerpo político. No deja de ser diferente a los
procesos de Inglaterra, Norteamérica y Francia con la única diferencia que en
Alemania cultura y civilización eran ideas similares, pues su desarrollo cultural
le daba la forma de una sociedad con características de sociedad matriz. Ellos,
los alemanes en su riqueza de pensamiento, literatura oral habían puesto los
cimientos culturales y artísticos para que la modernidad o racionalismo en
Weber tuviera conexiones y correspondencias ordenadas con la naturaleza. No es
que fueran conservadores, al estilo del susto de Burke y los anti-modernos
franceses como De Maistre, sino que entendían mejor que las otras experiencias
históricas mencionadas el mensaje de la búsqueda de las riquezas del espíritu y
como se materializa en forma de organización política.
En el fondo los racionalismos
contra los cuales combatiría Alemania en su pensamiento político y en Nietzsche
como cosmovisión vitalista fundaban la raíz de su balance estatal e
institucional en la propia razón desencantada, rompiendo con dimensiones
sensoriales y espirituales que el ser humano es capaz de desarrollar. Más allá
de las distorsiones que significaron la Primera y Segunda guerra mundial como
expresiones por el control imperialista de la modernidad, se puede decir que
hacer reposar el fundamento civil del progreso material en la solo razón que
todo lo separa para volver a redefinirlo era basar la creatividad del espíritu
en la construcción de prisiones existenciales en las cuales se convirtió la
civilización moderna.
Y el ejemplo es Marx y el
horizonte histórico que inauguro su propuesta de control del mundo exterior a
partir del concepto de clase proletaria redujo la experiencia vitalista de los
relatos de pueblo a un antagonismo fundado en causas dizque científicas, y lo
que hizo con eso fue ahuyentar
experiencias de sabiduría popular que habían conferido seguridad al pueblo,
interpretando la explotación en la que cayeron las migraciones en la fabricas
como subjetividades creadoras de historia material y realista como vehículo de
reorientación económica e histórica de lo que imposibilitaba la redención y
felicidad humana: la clase burguesa. Esa oposición que Marx fabrico para darle
sentido de racionalidad al progreso de la humanidad moderna en la llamada lucha
de clases condujo los destinos de la creatividad del trabajador popular a una creencia de empobrecimiento de la vida en
la categoría de necesidad y frio interés, y a la larga desapareció al pueblo en
un antagonismo por el control materialista de la naturaleza, denominado la lucha entre la derecha y la
izquierda y sus propuestas antagónicas , pero a la vez instrumentales y
desencantadas por el control de la realidad y de los medios cognoscitivos para
moldearla según consideraciones de voracidad consumista.
En cierto sentido el burgués le
adjudico a la energía espiritual que alimento al artesanado un recorrido
especializado en la ciencia y la financio para transformar el mundo de acuerdo
a las libertades individuales, y con ello le dio a la invención una utilidad no
solo practica sino que sana en la generación de riqueza para generar bienestar.
Pero esa alianza entre ciencia y poder se distorsiono a medida que también
requería de manipular el consumo del pueblo como clientela, muchas veces creando necesidades y dando
caminos al progreso que enfermaron y enferman las conquistas de la inventiva
técnica. Eso lo percibió Marx, pero redirigir la producción de modo colectivo
es también esclavizar a la necesidad y a la pobreza a las expectativas del
pueblo, por un ideal de creatividad que no tiene asidero operativo como estado
ni principio de soberanía. Marx desnaturalizó las energías espirituales a un
principio de realidad fáctica que divorcio al ser humano de componentes de
tecnología natural, y con ello extendió sobre las categorías populares la
enfermedad de la represión y la abstinencia como requisito para crear o
expandir la productividad.
Marx creyó hallar en el sujeto
histórico del proletariado los cimientos de una inventiva que llevara la
especulación y los mitos colectivos a creaciones reales de objetividad y
seguridad ciudadana, pero lo que desato fue confundir la falta de afecto y llenura
espiritual que las modernizaciones han creado con condiciones materiales de
vida, y resolución de la pobreza económica. En ese sentido, redujo la vida a un
sentido puramente instrumental de obsesiva apropiación de recursos y lo que
hizo fue trastocar el concepto de soberanía a puro poder de explotación
irracional de lo que se saliera fuera de las concepciones realistas de
Occidente. Produjo una confusión de casi 200 años que alimento al desarraigante
capitalismo, y dejo fuera del lenguaje cotidiano que se fue trasluciendo en
mero derechos de un consumidor sin alma a toda la rica ecuación naturaleza y
arte que los alemanes trataron de legarle a la modernidad para ridirigirla como
autentica ilustración y visión animosa y encantada del mundo.
En la actualidad el ecologismo y
discursos de búsqueda de la interioridad están intentando hallarle nuevas
orientaciones éticas y ontológicas a las apropiaciones productivas del espacio,
y con ello reorientar la modernidad en clave alegórica y de nuevos relatos de
identificación del pueblo y sus construcciones político-institucionales. Pueblo
en esta época de globalización tecnológica seria llevar estas nuevas
sensibilidades atrapadas y desperdiciadas en la banalidad del mundo virtual y
la frivolidad de los servicios generalizados a una nueva concepción de Estado
democrático en consonancia con un rescate de la política organizada. Pero esto
es una premisa que pasa por devolver al lenguaje su sentido práctico de
creación de apego cultural antes que de uso utilitario y eso es algo que
pasaría porque el ser humano se volviera a enamorar del mundo y no lo viera
solo como espacio de competencia o apropiación consumista. Es en pocas palabras
hacer de las nuevas emociones y sentidos alternativos soberanía política y a la
vez económica
En el Perú no poseemos estas
definiciones verificadas en términos institucionales más allá del potencial
espiritual que posee sus pueblos y economías sociales. Lo que hace falta es a
casi 200 años de la Independencia del Perú re significar nuestra existencia
cuasi nacional de modo soberano e intercultural expresada en un territorio,
economía y política organizada. Y eso pasa porque esa soberanía sea el hallazgo
de una comprensión real y articulada de lo que es el pueblo peruano luego de
haber sido incomprendido por la política. Es llevar este relato de cultura
popular a sentidos políticos programáticos y que esta nueva comprensión del
país redefina de modo benéfico nuestra relación con el territorio de modo
animado, empírico y a la vez organizado. No es introducir al Perú y sus
procesos reales en la ingeniería política a ver qué pasa, sino convertir a las
culturas populares en formas legítimas de gobierno y regulación de la vida
social. Pero esto es obra de los pueblos, y no de quienes representan muchas
veces sus intereses. El pueblo requiere valor y osadía, sentido, antes que pan.
Y eso es algo que los académicos muchas veces no han entendido y distorsionado.
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