Uno no es lugar, uno es siempre en cualquier lugar
Cuando ya frisaba en los 11 años
y era calichin en las inferiores de Cristal, y jugaba mi pelota en Coronel
Zubiaga con los yuntas, mi abuela se mudo a la Torres de Santa Rosa, cerca del Aeropuerto. Mi hermano conmigo
nos quedábamos con la abuela varios fines de semana, pues esas torres poseían jardines
inmensos, y recovecos de pistas donde llevábamos nuestros skates de ultima
moda, y hacíamos carrera con los yuntas de mi primo, que era bien amiguero y
nos invitaba siempre helados y golosinas. Me acuerdo que nos quedábamos a
dormir en esa depa, medio pesado y una noche, de la nada aparecieron una mancha de hormigas pegadas al muro. Tuvimos
que echar insecticida y salir de ahí. Otro día el Loro de mi tía, decía palabras
incomprensibles y raras, como si viera
algo en esa casa. Recuerdo que el desván donde dejábamos nuestras ropas para
dormir había un muñeco de mono, tan realista que cuando abría los ojos parecía que
nos miraba, y daba miedito. Mi hermano le tenía miedo, así que lo cuidaba y yo dormía
menos. La casa era pesada. Si tenia que ir al baño, lo cubría al mono con
mi sabana, y pasaba todo friqueado hacia
el baño, sintiendo en el pasillo una sensación de densidad y un dolor en la
cabeza, que varias veces me hizo vomitar en el baño. A mi abuela y a mi primo
le jalaban las sabanas y les pellizcaban las patas.
Una dia trajeron al santero y en
unas noches de rezos con calaveras y huacos limpio el departamento de mi abuela, pero lo penoso es que el Loro murió de
inanición, pues su dueño era Aprista y el era de acción popular. Desde esa
noche dormimos parejos y siempre mi abuela una finísima cocinera nos daba
nuestra leche ENCI—Gracias APRA- con su
pan tolete, jamonada y queso de Huancayo.
El padre de mi primo venía y con mis hermanos nos llevaba a un hueco
legendario por Salamanca, cerca de la Avenida Sepàradora Industrial, donde
servían una señores caldos de Gallina, con esa yuquita autentica de masa
deliciosa. Ese tío político no reparaba en gastos, nos daba regalos, propina y
nos llenábamos el estomago con jaleas y buenos estofados. Siempre regresábamos a
Santa Rosa, y luego mis tíos y mis padres no lo veían con buenos ojos. El era
un gran micro-empresarios de repuestos, pero era algo descuidado con sus
gastos. Un tipo de buen corazón, pero fiestero.
Un fin de semana estábamos jugando
a la lota en una canchita de césped, de esas que ni se acercan a los baches de
Barrios Altos, y a mi primo con mi hermano le parábamos haciendo huachitas y
sombreros, y lo teníamos al camotito para que bajara unos kilitos. No se como
salieron unos chibolos lastrosos que eran de Vipol- un barrio cercano a Santa
Rosa- y nos desafiaron a jugar una pichanguita. Mi primo no deseaba
enfrentarlos, pues antes ya lo habían quiñado y le habían robado su pelota.
Pero como un reto es un reto, le paramos el macho y jugamos cinco contra cinco.
Como mi primo solo le salían unos efectos medios raros que nunca daban ni en el
travesaño, lo pusimos en el arco, y empezamos a jugar. Su intención de estos
loquillos no era jugar a nada, sino robarnos la pelota de cuero de mi primo.
Empezaron las hostilidades y
entre mi hermano y yo los hacíamos mermeladas a esos disque faites del Callao.
Cuando le hice un sombrerito para encarar al arquero, recibí un codazo en la
cara de su líder, un paisano con cortes en la cara que era unos años mayor que yo. Me la aguante, pero luego lo pateo a
mi hermano. Y todo era reparto de leña para evitar que los goleáramos, pues habían
empeñado una apuestita de por medio. Cuando ya me di cuenta que buscaban
camorra, me acerque con la pelota y se la chotee con intención a la cara a su líder.
Y me acerque mientras se agarraba el cacharro, “fue de casualidad, es que nunca me salen los efectos bien”… Se
molesto pues sintió la burla, y me mando un brazaso en el rostro que pude esquivar,
tirándole un pata don en la ñata que lo hice sangrar. Me le fui pa· encima, y
le puse la rodilla en la cara….”Oe Chtdmare, tu crees que somos suavecitos, lárgate
de aca o me orino en tu cara”…. Los demás cuñas del puta ni se acercaron. Lo que si recuerdo que todo friqueado se
alejo del lugar amenazando que vendría con su banda a mecharnos. “Vas a morir,
flaquito”… Como todo adolescente vulgar que era le mostraba los genitales, y mi
hermano, les hacia las muecas del Loco Poggi.
Mi primo nos aconsejo que nos fuéramos
de ahí, pues los del Callao nunca son uno a uno, sino que siempre se desquitan
en grupo. No le hacia caso, pues cuando uno es un púber todo lo ve como una
aventura. Pero tenia razón del otro extremo de la calle venían en mancha como
unos 20 pendejos hasta con palos y cuchillo, dispuestos a lavar en sangre tal
afrenta… Nos escurrimos hacia los jardines traseros y nos colamos por el
edificio hacia el departamento de mi abuela. Desde el quinto piso, por las
persianas de la ventana, vimos como un manchón de matones se apoderaba del
territorio y preguntaban a los chibolos donde estábamos. Mi abuela, llamo a la policía,
que en esos tiempos hacia algodón, y la supuesta camorra se esfumo. Mis padres
me llamaron la atención. Me acuerdo que mi madrecita bella, y mi finada tía
Cuca, me decían…”Por las puras te pongo en colegio de paga, siempre vas a hacer
un callejero”. Y yo medio fino y respondón les decía, para que me hacen leer.. “Las
mil y una noches”. Siempre me zampaba un cacheta don, pero por naturaleza era
un rebelde. Mi hermano cambiaria, y se convertiría en alguien mas pragmático y
realista. Yo todo lo contrario, siempre busque la aventura desde niño, el reto,
el desafío, y eso es algo que ni Lasalle pudo cambiar.
Con el tiempo mi abuela y mi
primo se mudaron de ahí, pues no solo gente de Vipol bajaba, sino de Bocanegra,
y ya le habían robado dos veces. Me gustaba llegar a esos lares, pues se jugaba
buena pelota, y en los mercados todavía servían esos sanguitos y batido de
huevo que luego desaparecerían de mis recuerdos gustativos.
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