Capitalismo y cultura peruana





Nuestro desarrollo económico viene siendo bloqueado por trabas estructurales en la cultura que están evitando darle mayor complejidad social y técnica a nuestro capitalismo. De cierto modo, es el nulo impacto del sistema educativo sobre nuestra estructura profesional la que no permite imprimirle mayor valor de mercado al desarrollo económico. Está carencia de una sociedad del conocimiento además que no entrega mano de obra calificada, no logra moldear la cultura anímica de los jóvenes grupos etarios, sacándolos de la delincuencia y la ignorancia cívica. Lo que vemos es la formación de una subjetividad que responde a la trasgresión y a la informalidad, con más ilegalidad y deserción en valores y una sana conciencia colectiva. Es este abandono cognitivo que experimenta las clases sociales por parte de su clase dirigente y política lo que genera una desafección cívica, que le quita legitimidad a la representación política y por ende a la democracia. En tanto no se invierta en educación en valores y educación técnica, los esfuerzos ciudadanos por orientar la vida material y subjetiva tropezaran con un tejido idiosincrásico y natural que evita la acertada formación de la historia individual en mayor racionalidad y menos ideologización. La educación saca del estado de naturaleza a los grupos etarios que se dirigen al mercado de trabajo, redirigiendo las voluntades y a las culturas no hacia la violencia y el crimen, sino hacia la búsqueda de una personalidad que aprovecha la vida y le da significado ontológico. Por eso, la inversión social en educación orientada al mercado de trabajo y para legitimar la institucionalidad democrática debe ser la tarea primordial no solo del estado, sino de las oligarquías que gobiernan este país. No es solo un vehículo de integración material y cultural, sino además una herramienta preventiva que desvaloriza la vida en trasgresión y delincuencia. 


Siendo la precariedad del sistema educativo una de las razones que no permite una mayor complejidad del capitalismo peruano, podemos seguir sustentando que la otra traba estructural que bloquea un ciclo virtuoso de la economía es la conformación criminal de nuestra clase política. No existe como control institucional una carrera de nuestros cuadros políticos, sino un fenómeno perverso de cliente las y partidos de interesados que se luchan el poder político a todos los niveles de los poderes descentralizados del Estado, solo por acceso al dinero y al poder. El no haberse podido construir un sistema de partidos que canalice y hagan conocimiento las necesidades y expectativas de la población, lo que vemos son clubes de amigos y bandas de hampones que amparados en los capitales informales e ilegales buscan conquistar el poder para hacer de la sociedad un ejército de esclavos y cliente las,, donde ellos se apoderan del Estado. El no haber ennoblecido la profesión política como una convicción hacia el servicio, ha permitido que estos caminos individuales estén al acecho de oportunistas y mediocres, vulnerando con esto el derrotero de la política democrática, poniéndola al servicio de carismas autoritarios y populistas que estiran los controles democráticos al punto de coexistir dicha política negativa con la corrupción y la ilegalidad. Dónde no hay doctrina sino servilismo para organizarse y tentar los poderes del Estado, lo que acecha es una personalidad política que vive entre la manipulación y el pragmatismo, que es capaz de destruir la institucionalidad y el estado de derecho con tal de imponer sus intereses privados o sus ideologías totalitarias. Y no le importará que ante su oportunismo o sed de poder sea capaz de hacer caer la democracia en una tiranía o estado de excepción. Hoy estos servilismos políticos y ejércitos de nefastos funcionarios y políticos en vez de defender los causes de la democracia lo que hacen es intentar poner al servicio de sus empresas ilegales las demás rutas de las economías de gran calado y populares, con el objetivo de hacer imperecedero su reino del delito. El resultado de no combatir a estos malos políticos es una esfera política que estanca la economía y la relentiza. Al no resolver y procesar con legitimidad los anhelos de la sociedad lo que vemos es el efecto contrario: no resuelven, paralizan y destruyen la sociabilidad con el propósito de apoderarse de las fuerzas vivas de la población y condenarlo todo a la ignorancia y miseria. 


Muchas veces se estigmatiza la función dirigencial de la oligarquía peruana, como que no les importa la integridad de la sociedad peruana. De cierto modo esto es cierto, pues su cultura y dinámica social es un misterio para los medios y la prensa nacional. Sabemos de ellos por supuestos novelezcos y ecos arribistas de la farándula televisiva, pero todo ello no calza con lo que sabemos del comportamiento cultural de su capitalismo interno. Cómo todo en esta sociedad la aristocracia ha conseguido su poder económico en base a muchos esfuerzos y por caminos individuales que son verdaderas proezas de éxito y sacrificio. Los nuevos ricos y los capitales intermedios al ingresar en sus círculos cerrados reproducen íntegramente la cultura de las elites. Una conducta que toma distancia de su contacto con las clases medias y populares, y que no se siente responsable de asumir el rol dirigencial de nuestro pueblo. Ellos siguen el comportamiento de todo empresario capitalista, los negocios son los negocios, y el origen de estos capitales poco importa. Si bien en las últimas tres décadas su riqueza ha generado un impacto recíproco sobre los demás estratos sociales del país, el carácter no planificado de este crecimiento no ha generado desarrollo social para toda la sociedad. Solo se han visto beneficiadas las clases sociales cuyos movimientos sociales estuvieron más cerca de la estructura profesional, o que indirectamente la llegada de nuevos capitales les trajo nuevas oportunidades de ofrecer servicios y así hacer dinero. El desorden de nuestro capitalismo ligado al comportamiento informal de nuestras economías populares no ha conseguido romper la trampa de los ingresos medios y el carácter idiosincrásico de nuestra cultura nacional. El empresario no se ha visto comprometido a hacer patria desarrollista con sus capitales, ni ha surgido una clase política que lo empuje hacia ello. Siempre hemos asistido a la formación de un empresario que ha hecho fortuna en base al mercantilismo o aprovecharse del Estado, y poco ha importado si con ello han dañado la institucionalidad de nuestra democracia. El papel de clases dirigentes le ha quedado grande a nuestros oligarcas; pues no han querido entender que su carácter de elites se casa necesariamente con el rol de generar riqueza para toda la sociedad y desarrollar un capitalismo mas respetuoso de la vida nacional. Ese es quizás el carácter no nacionalista de esta aristocracia y peor aún su hipocresía conservadora y católica, lo que nos ha alejado de un orden saludable y con iniciativa privada para todos. Y esto es quizás lo que explique en nuestra subjetividad el carácter huérfano y trasgresor de todo lo peruano. La ausencia de un plan de país dirigido y representado por nuestra oligarquía ha terminado bloqueando nuestro capitalismo en los últimos años, percibiéndose como un orden infeliz que hay que soportar a regañadientes. El capitalismo no se concilia con nuestras culturas empresariales sino en la ética del trabajo. La vida plena sigue otros senderos. 


La informalidad de nuestra economía, con casi un 80% de nuestra fuerza laboral en ella, es un matiz ontológico que no ha permitido un reordenamiento del capitalismo interno. Si bien en el Perú quien trabaja duro hace patria, y es un rasgo esencial de nuestra sociedad, lo cierto es que no basta con ser emprendedor para darle un orden legítimo a nuestro país. No solo en Lima, sino que además en la provincia la conformación de nuestra experiencia individual ha ido silenciada por una desdichada como trágica experiencia vital. No ha bastado con hacer lo que nos dicen en la escuela pública sino que la individualidad en el Perú se mantiene embrionaria y estancada por un entramado histórico- cultural discriminador que no permite para todos sentirse plenos. A su manera ser un individuo en las ciudades ha ido acompañado de mucho abuso y explotación. Encontrarse en esta realidad y alcanzar reconocimiento ha ido parejo con hacer empresa y sentirse exitoso. Aunque el éxito no devenga en mayor libertad y cultura, lo cierto es que el dinero es lo mismo que alcanzar un titulo y honorabilidad ante todos. Pero aún así ese carácter enarbolado del ser individual parece no coincidir con más expansión y realización personal. El dinero te da poder, pero no es garantía de ser feliz, por la razón de que vivir implica tener un propósito en la vida, y no muchas personas piensan en ello. Por eso en esta cultura tan informal y clandestina las grandes mayorías solo han venido a sobrevivir y muy pocos ha expandir su conciencia y libertad. En tanto sigamos atrapados en la necesidad y las pulsiones del consumismo, nos veremos empujados a reproducir un desorden existencial y no ha hacer un uso significativo del tiempo y de la libertad que nuestras acciones nos permiten. Se seguirá trabajando duro para resistir los golpes de la vida, ahí donde los sueños nos dan esa resistencia, pero no pocas veces terminaremos por repetir una existencia que no sabe que ha hecho con su vida. Es para ligarlo con el tema central de este artículo, es la individualidad en el Perú un camino que termina bloqueando la mayor sofisticación del capitalismo peruano, porque no se compromete por un plan de país que nadie elabora o quizás ofrece. Hay emprendimiento pero tantas veces no se alcanzan los sueños que nos empujaron a edificar semejante iniciativa. 


Una quinta traba estructural es el mal diseño del Estado, que en base a su enfermiza burocratización le pone cabe a la formación de un tejido empresarial popular formalizado, y además bloquea el ciclo natural del desarrollo de los grandes capitales como la minería y la agro exportación. No es solo una traba adrede la que el funcionario del estado le impone a la iniciativa privada sino la formación de un comportamiento mafioso que inutiliza la legislación ministerial para hacerse de los activos del Estado y someter los cuerpos del Estado al capricho de una banda de  pseudo-profesionales que intentan reproducirse y volver un efectivo y mediocre a los poderes estatales. El origen de un tecnócrata desidiologizado sede ante el regreso de un burócrata que paraliza la actividad virtuosa del Estado para apoderarse de los ingresos fiscales del país, y así justificar con la doctrina y la prebenda que el Estado es quien debe dirigir la formación de la vía económica. El funcionario ante su incapacidad de ser un buen técnico que procese la expectativa publica en política social benéfica lo que hace es ceder la carrera del funcionario a una justificación ideológica de su mediocridad y al desarrollo de un rechazo y odio al que si trabaja para la población de verdad. Está prevalencia del burócrata y el enrevesamiento jurídico administrativo de la política publica lo que hace es destruir y deformar el diseño efectivo del Estado. Se asalta la carrera del servicio profesional y se descoloca de su conciliación territorial y geográfica, provocando que se divorcie la tecnificación del estado de la más elaborada y eficiente tecnificación de la empresa privada. A la larga, la acumulación del poder estatal eclipsa la iniciativa capitalista empresarial y entrega a la cultura a una dependencia focalizada, dónde la vida individual se empobrece, y es sujetada a la caridad del bono o subsidio. El tecnócrata y su frialdad política no domina como carácter de un Estado que convierte los ingresos fiscales en desarrollo humano, sino lo que prima es un funcionario mafioso que le conviene que el Estado reproduzca la miseria y la desigualdad para así perennizarse en la conducción dictatorial del Estado. Es en síntesis un negocio de los caviares y sectores mediocres de nuestra política peruana.


Una sexta traba estructural es la amenaza política y desestructurante de las izquierdas. Hoy la izquierda en el Perú no es una energía renovadora y alternativa sino un síntoma más de un proyecto criminal por hacer del discurso de la pobreza la justificación perfecta para imponer a la sociedad peruana una dictadura sangrienta y empobrecedora. Es la izquierda un proyecto delictivo que se convierte en la proyección política de una sociedad enferma, donde el esclavo intenta destruir al capitalismo interno con la imposición de economías ilegales como el narcotráfico y la minería ilegal. Se intenta no solo capturar el Estado para hacer retroceder la iniciativa empresarial, sino que se hacen estallar los caminos realizadores del individuo para restringir las libertades civiles y sentenciar a la vida fáctica a una experiencia de violencia y mediocridad cultural. Para lograr esto último, usan las reglas de la democracia, sus leyes y caminos administrativos para destruir lo que ellos nombran la sociedad burguesa, porque ellos dicen, de esa destrucción nacerá por necesidad histórica un estado social ideal donde no habrá más pobreza, dominio o desigualdad. Mientras ellos no pase lo que hay que hacer es destruirlo todo para construir luego el comunismo, como superación dialéctica de la lucha de clases. Es la más absurda justificación idealista que se mantiene como superestructura de una sociedad donde el crimen y la tragedia de la muerte individual es el verdadero rostro de una personalidad que detesta el trabajo y los diversos caminos privados de la vida en sociedad. Es el rechazo a ser individuo, una rebelión contra la soledad con la locura y destrucción, la que da forma a una organización tribal y de pandillas de las economías ilegales. Ahí donde existe el paraíso en la cabeza lo que prevalece en la realidad social es el verdadero infierno y la hambruna. Es el comunismo para todo aquel que no se responsabilice de si mismo una actividad que justifica el atraso y la cultura de la pobreza. Para el capitalismo peruano la conversión de la economía social en economías ilegales o estatizaciones absurdas es el sendero perfecto para bloquearlo y destruir, así, la ética del trabajo, que tanto bienestar a logrado para la sociedad peruana. 


 Para finalizar, es en el tramo de gobierno de la presidente Dina Boluarte dónde estás trabas estructurales han significado una camisa de fuerza para si quiera haber tenido la intención de gobernar. Ella tuvo la oportunidad servida en mesa para distanciarse largamente del efecto destructivo de Castillo, pero no lo hizo. A pesar que la vacancia de Pedro Castillo y luego el aguante a la marea social de protestas y movimientos que su gestión financio y provocó, le dio un gran margen de poder para hacer una buena gestión no lo hizo. La razón más fuerte ha Sido que el Estado sobre dimensionado ha bloqueado en la delegación de funciones y ordenes legales la función gubernamental, entregando al gobierno a un carnaval de prebendas y cliente las en el Estado. Dina Boluarte ha reproducido al Estado Burocrático y ineficaz que estrangula nuestro capitalismo y vida social. Al final es un gobierno que prepara las bases de las instituciones democráticas para ser asaltadas por la tiranía y el populismo. El caos social de la inseguridad ciudadana y la corrupción rampante han espantado la inversiones privadas. Esto sintetiza el gobierno de Boluarte. 


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